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Los rostros femeninos de una tragedia

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Masacre de Jonestown

a&e estrena documental sobre "la masacre de jonestown"

A 40 años de uno de los mayores suicidios colectivos del mundo en el que murieron 918 personas, A&E presenta
un estremecedor especial de dos horas que cuenta ese hecho apoyándose en el papel que cumplieron cuatro mujeres en la planificación de esta tragedia. 

La Masacre de Jonestown comienza con Jim Jones, un ministro blanco que quería propagar sus ideas socialistas y progresistas. Para ello creó en 1955, el Templo del Pueblo (The People’s Temple), una comunidad que congregaba a personas blancas y afroamericanas en Indiana. La misma estaba basada en los principios del cristianismo, el socialismo y la igualdad social.

La idea contó con gran aceptación en los años 60 y adquirió una enorme popularidad en los años 70, expandiéndose a San Francisco y Los Ángeles, y llegando a reunir a miles de miembros. Los líderes eran Jim Jones y su esposa Marcelyn, predicadores de la integración de pobres, ancianos, blancos y negros. Detrás de esa fachada muy loable, lo que predominaba en
cambio era la hipocresía, la mentira, la deslealtad, la manipulación, la humillación, la desigualdad y la explotación.

“Papá era un hombre inseguro y un racista. En el círculo íntimo de la comunidad eran todos blancos. Además, él era ostentoso y dramático; todo lo que papá hacía era para impresionar. Siempre estaba alerta de quién estaba pendiente de las cosas que hacía y de lo que pensaban sobre lo que él estaba haciendo”, revela Stephan Jones en el especial de A&E.

Hijo de Jim y Marcelyn, Stephan tenía 19 años cuando ocurrió la masacre. En el documental, destaca el rol de su madre Marcelyn dentro de la comunidad, las dinámicas de poder que existían en la congregación y la ferviente lealtad de su madre por Jim, quien mantenía relaciones sexuales y romances con otras integrantes del Templo del Pueblo. “Mi madre Marcelyn lo sabía y lo aceptaba. Hoy en día es diferente, una mujer puede tomar a sus hijos y huir. Pero creo que para mi madre escapar en ese entonces ni siquiera era una opción”, explica.

La de Stephan es una de las tantas entrevistas que conforman este especial,
también hay otras con los sobrevivientes y familiares de las víctimas de la masacre. Además, se incluyen imágenes de archivo, fotos, grabaciones
de audio y cartas personales de las cuatro mujeres. El documental ofrece
una visión íntima de sus roles dentro del Templo del Pueblo, desde sus primeros días en Indiana y luego su expansión al norte de Carolina, hasta el trágico final en la jungla aislada de Guyana, en Sudamérica.

Las voces.

Entre las entrevistas exclusivas con las que cuenta La Masacre de Jonestown, hay una a la hermana de Carolyn Layton y Annie Moore –dos de las amantes de Jones-, Rebecca Moore, quien relata cómo fue que sus familiares ingresaron a la comunidad y lograron establecerse como sus líderes, y develando que ellas tuvieron una incidencia fundamental en la planificación de la tragedia.

“Carolyn vio al templo como un movimiento político; Annie lo vio como una organización religiosa en la que las personas hacían lo que Jesús les decía. Annie pasó de ser una persona divertida y que bromeaba, a una persona que planificó una muerte en masa que es difícil de entender”, son algunas de las cosas que Rebecca confiesa en este documental.

Otro de los testimonios destacados pertenece a Mary Maaga, autora del libro Hearing the voices of Jonestown (1988), quien analiza los factores que
contribuyeron al suicido colectivo y la influencia que llegaron a tener las
cuatro mujeres que acompañaban a Jones. Por ejemplo, María Katsaris, la tercera amante, era una joven integrante de la comunidad que se transformó en una de las referentes, y defendió su lealtad confrontando hasta las acusaciones y denuncias hechas por su propio padre en contra de lo que ocurría dentro de ese culto.

Entre los ex miembros de la comunidad entrevistados, se encuentran
Laura Johnston Kohl, Leslie Wagner- Wilson, Jordan Vilchez y Hue Fortson Jr., quienes aseguran que la iglesia activista trabajaba de forma manipuladora para cambiarles la vida a las personas, brindándoles un hogar a aquellos con necesidades. “Allí encontraban amor y
aceptación. Había mucha gente que había sufrido mucho desde chica, que
había tenido infancias y experiencias terroríficas, que perdió todo y que llegaba al templo a brindar todo su amor, lo que le quedaba de dinero o lo que le quedaba de su vida. Y todo era falso. Una vez que ya dabas todo, no tenías nada, solo el templo. Y funcionaba”, cuenta Wagner-Wilson.

Derrumbe.

El Templo del Pueblo llegó a contar con el apoyo de políticos locales de San Francisco y a adquirir unas dimensiones que lo volvieron incontrolable para Jim Jones, quien se volvió paranoico de los medios de comunicación, sobre todo tras la denuncia de una ex miembro, Deborah “Debbie” Layron. Esta última huyó para salvar su vida e intentar salvar las vidas de quienes dejó atrás. Eso despertó la desconfianza y obligó a la comunidad a huir a Guyana, más concretamente a la jungla de Jonestown.

El congresista Leo J. Ryan fue uno de los que se preocupó especialmente
por el caso y tres días antes de la masacre, el 18 de noviembre de 1978,
viajó a Jonestown. Le dispararon a matar mientras intentaba escapar junto a una delegación de funcionarios y periodistas que fueron al rescate
de miembros no conformes con la comunidad.

“No cometimos un suicido, cometimos un acto de suicidio revolucionario
protestando contra las condiciones de un mundo inhumano”, relataba la voz de Jim Jones por los altoparlantes ubicados en el campo de la comunidad de Jonestown mientras las filas de fieles esperan el ponche con cianuro que los llevaría directo a su muerte. Primero, se les ordenaba a los padres que se lo dieran a tomar a sus hijos; luego era el turno de los
jóvenes y adultos.

Murieron 918 personas, 304 de ellas eran niños. Entre los cuerpos estaba el de Jim Jones, que apareció con un tiro en la cabeza. Tras el suicidio, las únicas dos personas que quedaron con vida fueron Annie Moore y Jim, que no se envenenaron. Se especula que ella tomó un arma y le disparó, dejando luego una nota y suicidándose de un tiro: “Tengo 24 años de edad y no tengo esperanza de vida. Pensé que podía intentar hacerle saber al mundo lo que Jim Jones y el Templo del Pueblo es; de qué se trataba
Jonestown, la comunidad más pacífica y de amor que jamás existió, y quien
era Jim Jones, la persona que hizo de este paraíso algo posible (...) Morimos porque no nos dejaron vivir en paz ”, decía la carta despedida.

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