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Romina Ayala, la uruguaya que cautiva en Perú

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Romina Ayala

"En Perú los hombres son más amables y no me gritan groserías por la calle como en Montevideo", sentencia la uruguaya.

Nació en el interior profundo y ni en sus mejores sueños se imaginaba como una súper modelo internacional. Pero el destino llevó a Romina Ayala a representar a su Tacuarembó natal en certámenes alrededor del país, y más tarde a ser la embajadora de la belleza uruguaya por el mundo. Conquistó las pasarelas en Perú, donde conoció un universo aparte: “En el mercado del modelaje se gana tres veces más que en Uruguay”, sostiene. A pesar de la fascinación por las mieles de la industria de la moda en el exterior, la blonda no quiere abandonar su carrera universitaria ni a su “enamorado” en Uruguay. Sin embargo, en junio tomará la decisión de mudarse definitivamente a las tierras incaicas o seguir luchando en un país, en el que dice, “es imposible vivir del modelaje”.

—¿Cómo llegaste a trabajar como modelo en Perú?

—Me fui por mi cuenta, porque tengo una amiga que trabaja allá. En Perú me puse en contacto con varias agencias. Trabajé en 54once, que es una de las mejores, hice producciones para revistas importantes, catálogos de marcas y hasta tuve una participación en una novela. El mercado para trabajar en Perú es muy bueno, los primeros días de junio pienso volver para quedarme por lo menos un año. Quedé en contacto con todas las agencias peruanas y me siguen llamando.

—¿Qué te motivó para irte a Perú?

—Hace tiempo que me quería ir, pero hasta el año pasado no podía porque estaba cursando la carrera de Relaciones Internacionales. En noviembre terminé las clases y me fui.

—¿La experiencia colmó tus expectativas?

—Sí, Perú me impresionó y me sorprendió. Fui con la idea de que era un lugar aburrido pero resultó todo lo contrario a lo que pensaba. Uruguay es mi país pero si tuviera que irme a vivir a Perú, me iría. Es un mercado que rinde mucho y se nota la diferencia económica con respecto al uruguayo. Se gana por lo menos tres veces más en todo: producciones, desfiles, catálogos. La publicidad se paga más o menos igual, pero hay muchísimas más posibilidades. Además, si una es extranjera, rubia, alta, ya está. Tener acento extranjero ayuda muchísimo. Una encuentra varias argentinas trabajando en Perú.

—¿Por qué pasa eso?

—No sé. Tal vez porque en Perú la mayoría de las mujeres no es linda, solamente lo son las que salen en certámenes internacionales.

—¿Cómo son los peruanos en el trato cotidiano?

—Súper amables y muy caballeros, más que en Uruguay. Si una le pregunta a un peruano dónde queda un lugar y está cerca, es capaz de acompañarla hasta el lugar. Una puede ir por la calle sin que le griten cosas como en Montevideo. Lo máximo que pueden decir es "linda" o "princesa", mientras que en Uruguay me han dicho cualquier ordinariez.

—¿En Uruguay se puede vivir del modelaje?

—No, jamás. Por eso mi prioridad es mi carrera de Relaciones Internacionales y quiero recibirme. Lo otro es un hobby que me ayudó a bancar la carrera. Si vuelvo a Perú antes de recibirme, sé que después tengo que venir a dar exámenes.

—¿Cómo fue llegar a proyectarte en el modelaje habiendo nacido en el medio rural, en el departamento de Tacuarembó?

—Yo crecí en el campo de verdad y fui a una escuela rural. Cuando era chica soñaba con ser modelo pero era algo muy lejano a mi realidad. A los 11 años me mudé a la ciudad de Tacuarembó y un día pasaron de la organización de Miss Uruguay, me vieron y me dijeron para participar de Miss Tacuarembó para Miss Uruguay. Así empecé. Participé de ese concurso, salí primera princesa y después representé al departamento en varios certámenes más.

—¿Cuál fue la repercusión en Tacuarembó de tu incursión en el modelaje?

—Para ellos soy una súper estrella, pero porque en el interior cualquier persona que aparece en los medios llama mucho más la atención. Cuando arranqué como modelo, me acuerdo que Eunice Castro era jurado en un desfile en el interior, y la gente se moría por saludarla. En Montevideo una se la cruza en el shopping.

—¿Cómo definirías a la mujer de Tacuarembó?

—Es muy trabajadora, como toda la gente del interior. Es más amable y muy distinta a las personas de Montevideo. Cuando llegué a vivir en la capital sentí que la gente era mucho más fría y egoísta. Tal vez es por la forma de vida que llevan. En el interior una sale a la calle y saluda a todo el mundo porque nos conocemos, mientras que en Montevideo cada uno está metido en su mundo, entonces se desarrolla un estilo de vida mucho más individualista. Todavía extraño esa forma de relacionarse que hay en Tacuarembó.

—¿Estás de novia?

—No, pero tampoco estoy soltera. Mi corazón tiene dueño. Estoy conociendo a alguien con aspiraciones a que sea algo más. Es personal trainer.

—¿Qué opina él sobre tu viaje a Perú de un año de duración que tenés planeado hacer en los próximos meses?

—Mi viaje depende mucho de cómo se den las cosas con él, todavía no dimos el paso.

—¿Qué te enamora de un hombre?

—Me fijo mucho en la personalidad, es importante que sea seguro y tenga aspiraciones en la vida, que le importe estudiar y trabajar. Lo fundamental es que sea responsable y maduro. También me gusta que sea romántico. Hay detalles que suman muchísimo, como los mensajes de "buenos días". Esas son mis prioridades, lo físico no me importa tanto.

—¿Has salido con hombres del medio?

—Nunca, no me gustan las personas del medio y mucho menos los jugadores de fútbol. No es el perfil que me atrae. Los futbolistas tienen una fama pésima y detesto el mundo en el que se mueven.

Una charrúa en Perú.

Romina Ayala nació en Tacuarembó, tiene 26 años y estudia relaciones internacionales. Trabajó como modelo en Perú, donde planea volver. En verano realizó desfiles con Fernando Cristino.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Romina Ayala

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