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Rodolfo Sancho, el actor que protagoniza la serie El ministerio del tiempo y su vínculo con Uruguay

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Rodolfo Sancho

ENTREVISTA

El actor español es uno de los protagonistas de la serie que es éxito en España. Hijo de Sancho Gracia (quien encarnó al mítico Curro Giménez) habla de la serie y de su relación con el país.

Imagine que se puede viajar al pasado. La máquina del tiempo no es un auto ni una nave sofisticada, sino un ministerio, un laberíntico edificio atiborrado de pasillos, puertas y burocracia. Depende del gobierno de España y solo presidentes y antiguos monarcas saben (o supieron) de su existencia. Alcanza con rotar un pestillo para trasladarse. Sus funcionarios, que se quejan siempre de sus magros salarios, son los encargados de cuidar la historia. Tienen que evitar que Lope de Vega muera antes de escribir Belardo, el Furioso, hacer que Cervantes lleve El Quijote a la imprenta o recuperar el Guernica de Picasso; pero también abocarse a tareas menos gratas, como salvar a Francisco Franco de la muerte o hacer que Julio Iglesias se convierta en cantante. Cuidar el pasado, por más horrible que sea, es la misión de la cartera. Y de no hacerlo bien las consecuencias podrían ser terribles.

El Ministerio del Tiempo es una serie que mezcla ciencia ficción -un terreno poco recorrido en la televisión de habla hispana- con humor y una buena dosis de aventura. Entre los funcionarios aparece el padre de Torquemada, secretario y mano derecha del ministro; y Velázquez, que con un ego que le llega hasta los talones es el encargado de hacer los identikits de aquellos que amenazan lo que fue.

Cuando Televisión Española empezó a emitir el programa en 2015, Rodolfo Sancho era uno de sus protagonistas. El actor, que tiene un vínculo muy estrecho con Uruguay, era el encargado de componer el personaje de Julián, un enfermero que intentando hacer un salvataje en un edificio prendido fuego descubre sin querer una puerta del tiempo; el Ministerio, al darse cuenta de esto decide reclutarlo. Él, junto a Alonso de Entrerríos, un soldado proveniente del Siglo de Oro español, y Amelia, una de las primeras mujeres en pisar una universidad a finales del siglo XIX, forman una de las patrullas de guardianes de la historia. Para quien no la haya visto el argumento parece algo intrincado, pero en la cancha fluye como agua.

La tercera temporada no contó con la presencia de Julián, debido a los compromisos contractuales de Sancho -por eso incluyeron otro personaje, un policía de los 80 a quien todos llaman Pacino por su parecido y admiración al actor estadounidense. El golpe parecía que iba a ser grande, pero la serie sobrevivió sin sobresaltos. “Es que en El Ministerio del Tiempo el protagonista es uno solo, el propio ministerio”, dice Sancho. En la cuarta temporada, que es la que se está emitiendo ahora en España, él volvió, y lo hizo de una manera bastante original.

Julián, su personaje, había desaparecido luego de su participación en la Batalla de Teruel, durante la Guerra Civil; lo creían muerto pero resulta que en realidad estaba vivo, había perdido la memoria, adoptado otro nombre (Eulogio Romero) y trabajaba como actor en películas que servían al régimen franquista, una cortina de humo para esconder que en realidad era un espía que buscaba matar al generalísimo. Repito, parece algo intrincado, pero lo es tanto como si alguien quisiera explicar en una pocas líneas el argumento de Volver al Futuro. Hay que velo.

Rodolfo Sancho
Rodolfo Sancho en rodaje de El Ministerio del tiempo. 

—¿Cómo fue tu regreso a la serie luego de no estar en la tercera temporada?

—Fue muy emocionante, sobre todo cuando me contaron como iba a ser el regreso del personaje. Un actor lo que quiere es crecer, hacer cosas nuevas, y cuando me contaron por dónde iban a ir los tiros me pareció apasionante, divertidísimo. Además es una serie a la que le tengo un cariño especial. No solemos tener la oportunidad de hacer el género de aventura fantástica, por eso es tan lindo poder trabajar en ella. Es emocionante.

—Para esta temporada debiste construir dos personajes, Julián y Eulogio Romero. ¿Cómo afrontaste este desafío como actor?

—La verdad es que en el primer capítulo me centré en el otro Julián, en Eulogio Romero, porque Julián en ese momento no recuerda bien quien es. Luego, sobre todo en el tercer capítulo, cuando él empieza a vislumbrar que no es la persona que él cree ser, ya empezó a ser más complicado, porque había una dicotomía. El personaje lucha por no enfrentarse a una realidad que no entiende, porque aunque volvió a ser Julián, lo que vivió con Eulogio Romero está dentro de él. Él problema era de dónde reaccionar a las cosas, cuándo reaccionar desde un tipo que es Eulogio, y cuándo desde Julián. Hubo que trabajar mucho con los directores.

—¿Cómo preparan los episodios siendo que cada uno de ellos aborda un momento distinto de la historia? ¿Tenías ya conocimientos históricos o tuviste que ir aprendiendo en el camino?

—A mí la historia me encanta, he tenido la suerte de participar de otras series históricas y no me cuesta documentarme. Es verdad que en este caso en cada capítulo hay que investigar, porque no puedes ir al rodaje sin saber de lo que se está hablando, pero es un trabajo que disfruto mucho. Creo que hay una cosa que el actor tiene que ver y entender, y es que aunque sean personajes con un gran peso histórico, son seres humanos. Hay que traerlos a la tierra, bajarlos de las estatuas y hacer seres humanos. Y en ese sentido es muy entretenida la documentación. No es aprenderse unas fechas, sino entender cómo pensaba un ser humano en ese momento dentro de la sociedad en que vivía. Esta serie, efectivamente, es como hacer un curso de historia. Cada capítulo necesito documentarme de nuevo.

—¿Trabajan con historiadores? ¿Cómo se preparan los episodios?

—Javier Olivares, el creador de la serie, es historiador. Ante cualquier duda muy concreta se le puede preguntar a él. Además yo tengo la suerte de que mi hermano Rodrigo también es historiador, por lo cual a veces le llamo y le pregunto cosas. Él es un poco quien me hace entender el momento humano que los personajes están viviendo. A veces creemos que muchas cosas sucedían por asuntos religiosos, y ahí mi hermano siempre me acaba diciendo: “piensa que hay cosas que no cambiaron tanto y que muchas veces los sucesos tenían que ver con la economía”. Recuerdo cuando hicimos un capítulo sobre Fernando el Católico, sobre la expulsión de los judíos. Isabel quizá haya sido un poco más católica, pero Fernando los expulsó para quedarse con su plata, con su oro. Ese tipo de cosas son las que hay que entender para hacer la serie.

—¿Cómo se hacen las reconstrucciones de época en lo que respecta a vestuarios y escenografía?

—La verdad es que el equipo de producción de El Ministerio del Tiempo no tiene punto de comparación con otros. Porque si haces una serie de época haces un decorado, armas un castillo, documentas sobre esos vestuarios, y eso es lo que se usa en todos los capítulos. Pero en esta serie no, cada capítulo cambia, son como pequeñas películas. Se tiene que hacer un trabajo de localizaciones, de buscar los sitios adecuados, el decorado adecuado, el aspecto adecuado y la ropa. Acá en España tenemos la suerte de que se han hecho muchos programas de televisión de época, entonces hay un par de sitios que alquilan ese tipo de vestuarios y es lo que mayormente usamos. Son empresas que han venido guardado los vestuarios de todas las series desde los años 50. Son enormes almacenes donde hay prácticamente de todo, y cuando falta algo muy concreto, se diseña.

Rodolfo Sancho
Rodolfo Sancho. 

—La serie parecía haber terminado al finalizar la segunda temporada, cuando vos dejaste de participar de ella. Pero luego apareció el personaje de Pacino y El Ministerio del Tiempo siguió su curso. Al finalizar la tercera temporada, también parecía el fin, pero ahora se reinventa con el regreso de tu personaje. ¿El formato puede más que los actores?

—Es una serie que logra reinventarse. Hay un concepto que yo entendí en su momento: esto es como hacer Alien. ¿Quién es el protagonista de Alien? Alien, o la nave. Y el protagonista acá es el propio Ministerio del Tiempo. Aquí un actor se puede ir por unos capítulos, meterse en una puerta, volver y contar por dónde estuvo, y no pasa nada. La idea es tan buena que sigue funcionando.

—Tú venías de protagonizar otra serie, Mar de Plástico, un policial que puede verse en Netflix. Pero esta es una experiencia distinta, no hay mucha ciencia ficción en habla hispana…

—Es lo maravilloso de esta serie, afrontar una serie de aventura fantástica, con tintes de ciencia ficción. Mar de Plástico es un thriller, hay un asesinato y el policía lo investiga. Es divertido, pero es algo que se puede dar. Pero uno no sabe si tendrá oportunidad de hacer de nuevo algo como El Ministerio, porque en habla hispana no es lo normal hacer ciencia ficción.

El vínculo de Rodolfo Sancho con Uruguay

Rodolfo Sancho
Rodolfo Sancho

En el primer capítulo de El Ministerio del Tiempo, Julián viaja a inicios del siglo XIX para evitar que dos franceses que habían descubierto las puertas del tiempo movieran los hilos suficientes para hacer que España pierda la guerra de la independencia. Al llegar al pasado Julián y sus secuaces se registran en una hostería y cuando le preguntan cuál es su nombre, miente. Dice con una sonrisa que se llama Curro Giménez. Es que la asincronía es, con seguridad, uno de los condimentos más graciosos que tiene esta serie. Y es por eso que los guionistas se atreven, ya desde el principio, a romper las barreras de la pantalla, a buscar la complicidad de los telespectadores, y a jugar, en casos como este, a lo que los actores verdaderamente son una vez que se quitan el disfraz.

Curro Giménez es el personaje que interpretaba Sancho Gracia, padre de Rodolfo Sancho, en la recordada serie del mismo nombre. Esta se emitió desde 1976 a 1978 en la Televisión Española siendo un rotundo éxito, pero seguramente los uruguayos recordemos más al personaje por su segunda etapa, cuando en 1995 se firmó en Uruguay Curro Giménez el Regreso de una Leyenda. Rodolfo Sancho participó también a través del personaje de Juanillo, y varios años después volvió a Uruguay para protagonizar junto a Jorge Esmoris, bajo la dirección de César Charlone, La Redota (2011). Pero sus vínculos con esta parte del mundo no terminan ahí.

—¿Cómo es tu relación con Uruguay?

—He vivido allí durante dos temporadas. Una de ellas un año y medio, así que es un país que conozco mucho y con el que tengo un vínculo muy estrecho. Mi madre es uruguaya, mi abuela migró a Uruguay teniendo mi padre 11 años. Mi padre prácticamente toda la adolescencia hasta los 20 años estuvo allí. Mi padre siempre decía que esa época que te marca más, que marca quién vas a ser, cómo eres como ser humano, la vivió allí. Y yo le tengo un cariño muy especial a Uruguay, tengo el corazón partido, me siento tan español como uruguayo. Cuando hay un mundial yo no sé con quien voy. Siempre digo que tengo dos equipos, la celeste y la roja. Piensa que mi padre se crió allí en los años 50, cuando Uruguay estaba en un momento esplendoroso en todos los sentidos, había libertad, mientras que aquí en España había una dictadura. Nunca estaré suficientemente agradecido a esta carambola de la vida que hizo que mi padre creciera allí, es lo que me ha permitido tener una mente más libre y saber que una dictadura dure 12 años o 40 no ha de ser lo normal nunca. Te pongo ejemplos concretos, mi padre me contaba cómo podía ir con una novia de la mano por la calle en Uruguay, y en España no podías ir de la mano, porque además era una dictadura muy marcada por la religión. Yo estaré siempre agradecido de mi educación a la uruguaya.

—¿Cómo fue tu experiencia en Uruguay con la grabación de la secuela del Curro Giménez?

—El rodaje duró un año, luego me quedé otros meses más en Playa Verde, porque empezó el verano y dije: “Esto no me lo pierdo”. Además, con el rodaje viajamos muchísimo. Grabábamos en Maldonado, pero fuimos también a Rocha, Tacuarembó, Minas. Te podría decir que me conozco el país casi en su totalidad. Tengo una añoranza muy grande de La Paloma, pero también del campo, eso de agarrar un caballo y tener por delante todos los kilómetros que quieras para galopar, cabalgar. Los olores de Uruguay, el viento, el olor a campo. Todo eso lo tengo muy arraigado dentro de mí.

—Luego volviste para grabar La Redota…

-Sí, y esto también me permitió recorrer todo el país, y conocer los equipos de rodaje de Uruguay que son fantásticos. Y trabajar con César Charlone, que es un genio maravilloso. Yo amo Uruguay, tanto es así que tengo una colita de cuadril en la nevera. He conseguido un sitio que me trae carne desde Uruguay. ¿Qué más se puede pedir?

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