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De paseo por la cocina de Martín Kesman

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Foto: Fernando Ponzetto

Autodidacta con calidad y fineza. Tiene ingenio e inventiva para preparar los platos, nació con esa virtud”. Así define Alberto Kesman la faceta de cocinero que su hijo Martín empezó a desarrollar con el simple objetivo de prepararse una colación: “me fui a vivir con mi viejo a los 18 y él no cocinaba, solo parrilla, entonces empecé a investigar cómo se hacía una pasta, un arroz, cosas fáciles”.

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Se perfeccionó con la lectura de libros, manuales, enciclopedias, varias horas de programas de TV dedicados a la gastronomía y un taller de sushi. Entra a la cocina para desestresarse y su leit motiv es agasajar, “me encanta que me digan, ‘qué rico te quedó’”. Cecilia, su pareja, agradecida: “prepara la cena todas las noches y yo disfruto de su comida”.

"Tiene buena mano, eso es genética", apunta el mayor de los Kesman. El Mariscal es consciente de que Martín heredó de él la pasión por el relato y el periodismo deportivo, no así la faceta culinaria. Esa también la trae en la sangre pero llega por el lado de su madre y su abuela, ambas excepcionales en materia gastronómica y "pilares para pasarme piques", aunque no aprendió de verlas ejecutar recetas porque de chico tenía prohibido el ingreso a la cocina. "Era bastante rompe quinotos, tocaba todo", así que ni siquiera amagaba a meterse porque en seguida "me daban el raje".

El fútbol y el relato aparecieron primero en la vida de Martín, la pasión por la cocina tardó un poco más en hacerse notar. Al principio adquirió las herramientas básicas para sobrevivir; se mudó solo a los 21 años y a partir de ahí comenzó a investigar. Más tarde se especializó, se volvió mucho más exigente y subió varios escalones, pasó de hacer "algo rico a algo delicioso y de algo delicioso a algo espectacular".

Encontró en este hobby la posibilidad de descontracturarse: "el hombre llega a la casa y lo primero que hace es agarrar el control remoto y sentarse a ver un partido de fútbol. No es que no me pase, pero yo lo observo con ojo crítico y sé que al otro día lo voy a tener que analizar en el laburo. Sin embargo, si me pongo a cocinar la cabeza descansa".

Hace unas semanas sorprendió en las redes sociales con unos videos artesanales donde dio a conocer sus dotes como chef. Quería mostrar una veta distinta y le comentó a su pareja, "no puede ser tan complicado hablar y cocinar". Ella le propuso que lo practicara sin grabar pero no le salía: "yo relato fútbol y si me pedís que me imagine una jugada, no lo sé hacer".

Un fin de semana se fueron para afuera, Martín agarró los ingredientes, se propuso hacer una tarta de manzana al tiempo que explicaba el procedimiento, narraba los pasos e ingredientes; Cecilia captó la secuencia y así quedó configurado el primer registro. Lo filmó en otras tandas de videos mientras preparaba salmón babé con tomates cherry y zanahoria, pollo a la cacerola, copa de yogurt y frutas heladas, torta mousse de frutilla; luego el periodista de Telemundo (Teledoce) se encargó de editarlos. Ella se entusiasmó con la idea, le mandó a hacer el delantal con la inscripción La cocina de Kesman y logró más de 1.130 me gusta en la fan page de Facebook.

Martín sueña con "alquilar una casa con un jardín inmenso, poner doce mesas, un horno de barro y una parrilla, nada más", pero el calendario futbolístico hace que su anhelo resulte prácticamente inalcanzable: no tiene tres meses de vacaciones y tampoco está dispuesto a renunciar al periodismo.

"Si algún día puedo me daré el gusto", confiesa. Su padre confía en que si se lo propusiera le saldría bien porque "tiene las herramientas, pero la gracia es que quien cocina bien esté al frente, aunque en este negocio también hay algunos que son directores técnicos y otros que juegan", compara.

A Cecilia le encantaría verlo en un programa de cocina, el Mariscal confía que se podría desenvolver a la perfección y Enrique Yanuzzi, su colega, opina que sería un "exitazo". "No le quedaría grande". El miedo a la cámara lo perdió hace tiempo -aunque dice ser más extrovertido fuera del aire- y no descarta la opción de probarse en el rol de cocinero si le dan la oportunidad.

Foto: Fernando Ponzetto
Foto: Fernando Ponzetto

Sabor Kesman.

Tiene una habitación llena de libros, revistas y enciclopedias. "Hubo recetas que me gustaron e intenté mejorar". Ve programas de cocina antes de dormir, "la idea es que lo incorpores y al mirar sabés cómo encontrar sustitutos". Le gustaría asistir a clases pero no tiene tiempo así que por ahora se conforma con "meter mano e investigar".

Prefiere ir a un bazar que a una tienda de ropa. Es fanático de comprar artículos de cocina y aprovecha los viajes para hacerse de elementos exóticos. "El tipo va al exterior, encuentra un artículo que no vio nunca en Uruguay y se lo lleva", comenta su padre. Su última adquisición fue "algo especial para sacar la pasta; está en los detalles. Tiene un exprimidor de limón y colecciona asaderas", enumera Cecilia.

En su casa hay dos máquinas de café, otra para hacer pasta casera y una gran variedad de cuchillos con diversas funciones, "el de mango amarillo es para filetear, despielar y deshuesar el pollo", explica mientras lo señala. Martín conserva una chaira que le regaló su abuelo y gracias a ella mantiene sus objetos preferidos perfectamente afilados.

Su menú es amplio, no tiene una única especialidad: carnes blancas y rojas, pastas, pizzas, ensaladas, postres e incluso sushi. Le encanta cocinar para sus familiares y amigos: en su último cumpleaños (24 de febrero) hizo un risotto espectacular. Pero a juzgar por el paladar de Alberto el mejor plato fue un salmón relleno. Cecilia prefiere el pollo sin piel preparado con sal gruesa, limón y orégano, "no usa aceite en la cocción para que sea más light". Esa es otra de sus características: cocina sano y con productos de calidad.

Cualidades.

Asumió la posta en la cocina desde el primer viaje que realizó para cubrir los partidos en el exterior (Eliminatorias, Copa América, Mundiales) ¿La razón? "Sabía que lo iba a hacer más ligero que los demás porque estoy entrenado, no sé si más rico porque no probé los platos de los otros pero sí más rápido. Además yo no uso aceite, ni azúcar para cocinar, como poca harina entre semana y si cocinaba yo, sabía qué ingredientes se iban a utilizar", justifica. "Yo sé preparar alguna cosa pero no te da lugar y no lo hace de egoísta, simplemente porque es fanático de la cocina", comenta Yanuzzi.

"Con Martín pueden comer 20 personas un buen plato y lo resuelve en 15 minutos", asegura su padre. "En los últimos viajes se ha ido profesionalizando, siempre un plato distinto, siempre preguntando las preferencias de cada uno. Cuando te dice, vamos a comer, los comensales se sientan y tienen todo preparado", asegura Yanuzzi.

Rapidez y agilidad son virtudes que destacan sus más allegados, pero él asegura que su rasgo más típico es que "te saco un plato de la galera, no preguntes qué, pero algo rico seguro vas a tener." ¿Un defecto? Ensucia mucho, "usa diez tablas, ocho sartenes, pero deja bastante ordenado", comenta Cecilia. En el Mundial de Brasil (2014) cocinó y limpió siempre él, pero en la última Copa América (Chile, 2015) "no toqué un plato, lavaba todos los días José Carlos (Álvarez de Ron), (Alejandro) Figueredo se hacía el gil", bromea.

Relatos.

Alberto y Cecilia no dan crédito cuando observan la rapidez con la que Martín corta cebolla y morrón. "Lo hace en medio segundo, es impresionante", comenta ella. El Mariscal mira la novela Imperio (Teledoce) y comenta que uno de los protagonistas que interpreta a un cocinero le recuerda a su hijo "por la velocidad para cortar. Es bravo competirle". El responsable de que haya desarrollado esa habilidad es Marcelo Bornio, exchef de Canal 12: "el tipo me enseñó a poner los dedos de una forma y ahí encontré la técnica. Me corté 10, 20, 50 veces pero después la incorporé y hasta corto rápido sin mirar".

Sus amigos disfrutan tanto de verlo accionar con el cuchillo que una vez le armaron una competencia improvisada. "Estábamos en el cumpleaños de un amigo todos medio borrachitos y uno de ellos agarró al chef del lugar y le dijo, él te juega una competencia". Agarraron una cebolla, un morrón y cuando Martín terminó con el morrón, se miró las manos y se dio cuenta de que se había cortado todo, "pero con la cebolla gané yo", se jacta.

Es curioso. Si va a un restaurante le gusta un plato y no logra identificar cómo está hecho, qué ingredientes se usaron, pide para entrar a la cocina y que le enseñen cómo prepararlo. Lo ha hecho en contadas ocasiones, solo si amerita la situación. En Uruguay no se anima a pedir para ingresar "porque pueden pensar y este meticuloso quién es". En el Mundial de Sudáfrica solicitó hablar con un chef en un restaurante de Puerto Elizabeth, "quería que me enseñara a hacer langosta, aunque en Uruguay no tenemos".

En la Copa América que se disputó en Venezuela (2007) recorrió el camino inverso y dio cátedra él. "Fuimos a una parrillada en Mérida, yo miraba a mi viejo y le decía, ¡qué carne tenemos en Uruguay, la de acá es una cagada! Probé el chimichurri y era puro cilantro, yo soy alérgico, entonces me calenté y le dije al mozo, un día voy a venir y les voy a enseñar a hacer un chimichurri como la gente. El tipo me hizo pasar a la cocina, lo preparé y los empleados se volvieron locos".

voz de chef

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