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Pablo Fabregat: "El Tío Aldo me da mucha más plata que la TV y la radio"

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Pablo Fabregat conduce ciclos en Del Sol FM y Teledoce. (Foto: Leo Maine)

ENTREVISTA

El comunicador y humorista habló sobre sus inicios, el protagonismo que adquirió el personaje, lo difícil que es hacer humor hoy, la tensión del último tiempo en Océano FM y mucho más

En 2006 hizo su primer show como el Tío Aldo junto a la sexóloga Carolina Villalba, y desde entonces lleva la cuenta de cuántos eventos realiza por año. El registro figura en sus agendas de papel: “así como paso los cumpleaños, también paso los shows hechos ese año”, cuenta Pablo Fabregat. El objetivo de esta estadística es observar la “tendencia”: cuándo creció o bajó el personaje, en qué momento se mantuvo en mesetas o tuvo un pico. Desconoce la cifra total de esta década y media, pero el 2020 fue bajísimo: poco más de 60 contra 250 de años anteriores.

Define su carrera como “una seguidilla de encuentros no buscados, todas ofertas recibidas, valorando el sí fácil y el hacer, te guste o no”. Es que Fabregat entró a facultad con la meta de ser periodista deportivo pero su sueño se hizo humo, al igual que su afán por escribir en prensa escrita: “hice fuerza y nunca me dieron trabajo”, asegura. Entonces terminó por convertirse en “un payaso mediático” con el Tío Aldo como su gran comodín: “el personaje me da mucha más plata que sumados mis trabajos en tele y radio”.

El comunicador y humorista habló con Sábado Show sobre sus inicios en la radio, el protagonismo que adquirió el Tío Aldo, lo difícil que es hacer humor hoy, la tensión del último tiempo en Océano FM y la polémica en torno al cuplé del personaje Campiglia dedicado al departamento de Rivera.

Como alumno eras callado y correcto; sorprendiste a Gustavo Rey en una clase de radio por tu voz y por no usar muletillas, ¿cuánto de tu carrera le debés?

No sé si el 100% pero un altísimo porcentaje porque yo era cadete en la empresa constructora de mi padre con esas ideas de ser periodista, y Gustavo fue el primero que me dio la chance de trabajar. Yo no quería ser humorista, ni comediante ni standupero, fue él que me propuso hacer un personaje de humor. Primero me dijo, “empieza un programa nuevo, Sonamos, en Océano FM, con María Noel Álvarez y pensé que vos seas el que la acompañe, pero es una infamia que tengas que dejar la facultad por esto”. Y yo decía, “¡qué importa!” Era como que me llame el Bayern o Nacional, era la radio despegada de Uruguay. Entonces me propuso hacer un personaje en la noche de Caras y más Caras y así surgió el Tío Aldo.

El Tío Aldo tuvo caracterización desde el día uno. Al día de hoy, tiene programa de TV propio, "Poné Play" por Teledoce
El Tío Aldo tuvo caracterización desde el día uno. Al día de hoy, tiene programa de TV propio, "Poné Play" por Teledoce. (Foto: Leo Mainé)

Has definido al Tío Aldo como la gallina de los huevos de oro, ¿te da miedo que algún día se termine?

No me da miedo para nada porque los inseguros consideramos que algún día se tienen que dar cuenta, y tiene que dejar de funcionar. El stand up entró en una bajada intensa en comparación con 10 años atrás, que nos contrataba hasta Don Peperone. Era un infierno. Pero sigue siendo una gallina de huevos de oro: a mí el Tío Aldo casi todos los años me da mucha más plata que sumadas la tele y la radio, estando en dos de los medios más importantes de Uruguay. Porque trabajás para que la gente se divierta. Es como una especie de meretricio del humor: cobrás una tarifa por un tiempo, con enormes gastos, porque se te arruina la vida social y familiar y se te quema el cerebro.

¿En qué sentido se te quema el cerebro?

Estar en los medios tiene esa cosa de la exposición, que por más que vos tengas la autoestima derrumbada, como es mi caso, y no me considere figura, cada vez que voy a un evento pasa algo hermoso que me confirma que no lo soy. Siempre que entro preguntan, “¿y este quién es?” No falla. O al terminar escucho que dicen, "me suena la cara, ¿dónde trabaja?" No asocian. Uno piensa que el personaje es popular y masivo pero no, sigue siendo marginal.

El Tío Aldo nació caracterizado, ¿eso te sirvió para crearlo? ¿y hoy te ayuda a componerlo?

Cuando con Gustavo Rey empezamos a delinearlo, él me dio algunas pautas y yo lo terminé de armar, no sé por qué me dio la loca y quería ver al personaje. Aunque el Tío Aldo salía por teléfono, cuando iba esporádicamente a la radio me vestía y entraba al estudio caracterizado. La peluca del Tío Aldo era una afro que me habían regalado unas compañeras de facultad y los lentes de sol eran unos que mi madre tenía tirados en una caja. Hace unos años dejé de entrar al estudio caracterizado, era una locura cambiarme todo el tiempo. Pero aunque es un personaje radial, hay un lenguaje inconsciente que cambia en la cabeza del otro al verte.

¿Es cierto que te emocionaste más que el propio Gustavo Rey con el final de Caras y más Caras?

Era un programa del cual yo estaba enamorado y no imaginaba que se fuera a terminar. Fueron situaciones muy fuertes, de oyentes y columnistas históricos quebrados. Fue una semana de despedidas, que después se volvió a repetir con Segunda Pelota y lo viví de costado con Justicia Infinita: cuando terminan programas icónicos le afecta a mucha gente. En esa despedida de Caras y más Caras llamó hasta Pablo Estramín. Era un programa al que llamaba Eduardo Darnauchans para salir al aire. Tenía un aura de noche, el clima de una radio vacía, a oscuras, con tres personas, era formidable. Sumado a que tenía 23 años, se terminaba el programa y mi trabajo. Era volver a las ocho horas de verdad. Pero la mala terminó siendo mejor porque apareció Abrepalabra, se sumó Segunda Pelota, y entré en La Culpa es Nuestra.

"Se podía trabajar, pero había cierta tensión, una sensación de traición" (sobre el último tiempo en Océano FM)

Pablo Fabregat
Pablo FabregatComunicador y humorista

La de Segunda Pelota también resultó una despedida especial, por la mudanza de radio incluso, ¿fue difícil el último tramo y la convivencia en Océano FM?

Fue un poco difícil. Yo también ligué porque cuando explota la bomba en Océano FM, nace mi primera hija, tenía acumulada más licencia, aparte de la paternal, entonces de los dos meses, hubo uno que tiré la bomba de humo. El peor mes no lo viví, por suerte. Se podía trabajar, pero había cierta tensión, como una sensación de traición, que se había roto la magia. Era feo porque vos seguías yendo a trabajar a un lugar donde tenían que armar otra programación obligada. Una cosa medio de culpa, con gente que se quedaba, muchos que nos íbamos. Estaba todo muy raro.

A la distancia, ¿fue una buena decisión irse a Del Sol?

Sin dudas. Yo soy muy poco apegado al cambio, debe ser culpa de mi padre, que siempre hizo lo mismo. Mi mujer no estaba convencida de que me fuera, mis padres tampoco. Mi madre creía que era un delirio dejar una empresa que manejaba Lecueder, que es un fenómeno, pero yo estaba convencido de que era el momento perfecto para hacer el cambio, viendo las cartas sobre la mesa. Eran muchos años. Uno se va achanchando. Es muy difícil conseguir motivaciones, y no es solo la económica, a veces es un mimo, un premio, un pan dulce. Con Océano conocí Europa y Nueva York. Me dieron un montón pero es el desgaste de hacer siempre lo mismo, por más que cambia todo el tiempo, es una rutina de siempre los mismos espacios, la misma hora, te vas robotizando, y cuando está la oportunidad de un cambio... Yo no soy una persona que genere cambios. No tengo esa motivación de presentar proyectos o que se me ocurran ideas.

¿Es cierto que guardás hasta hoy unas reseñas que escribías para el cuadro del Old Christian?

En realidad se me murió un disco duro y se perdieron. Al principio jugaba al fútbol en la Liga, y después el fútbol me dejó, entonces en vez de ir al partido a calentarme porque no jugaba, empecé a escribir crónicas humorísticas. Todo para que valiera la pena madrugar e ir a ver a 23 perros. Sí conservo las crónicas de partidos de Nacional que escribía con 12 años y las vendía a hinchas, sobre todo amigos de mi padre, por 20 pesos. Recorría las oficinas de Ciudad Viejas los lunes y martes y me generaba unos mangos.

"He escuchado gente en televisión decir que el humor no es ofensivo. Y el 90% del humor es ofensivo"

Pablo Fabregat
Pablo FabregatComunicador y humorista

Has llorado mucho por Nacional, ¿qué otras cosas te hacen lagrimear?

La paternidad te empieza a aflojar. Desde el primer día te ablandás a un nivel extremo y cada reacción te emociona. Con el informe del jardín de infantes de mi hija terminé casi moqueando. La música me toca fuerte también. Mi mujer a veces me dice, “¿cómo puede ser que estés llorando por una canción?”

¿Cómo te pegó el alboroto que se generó alrededor del personaje de Edison Campiglia y el polémico cuplé de Rivera?

Eso explotó una semana posterior a la salida al aire, por un edil de Rivera que en campaña política decide aprovecharse a favor, cosa muy inteligente. Nos explotó en la cara. Nos partieron al medio, a Rafa Cotelo lo lincharon.

¿Fue desmedido?

Fue un gran error, porque viéndolo en perspectiva era fuertísimo, pero en La Mesa de los Galanes y en ese espacio se dicen cosas muchísimo más graves. Yo mismo he dicho cosas muchísimo más graves, pueden ir al archivo de Youtube y en dos días me terminan la carrera. Hay un montón de gente que está esperando el mínimo error para partirte al medio. Debe pasar en muchos países, pero en uno de mercado grande tenés la vida salvada; acá trabajamos por un sueldo mucho menor al de un empleado público. Decís, “me equivoqué, es cierto, pido perdón”, pero aunque te disculpes 100 veces, no alcanza.

¿En qué está la denuncia penal?

El tema judicial sigue porque no hubo conciliación. Los denunciantes pedían que vayamos a hacer el programa a Rivera, quisieron hacer un programa guionado dedicado a Rivera. Es una locura. Una de las cosas que han pedido últimamente es que Rafa mate al personaje, que él estaría chocho porque hace años que no quiere hacer a Campiglia, pero como una señal a nivel jurisprudencia es aberrante. Yo estoy convencido de que fue ofensivo y quien se haya sentido ofendido está en su derecho de tomar medidas, pero al haber sido tan fuerte la denuncia penal mucha gente terminó dada vuelta y diciendo, “es un exceso”. Creo que ahí hasta nos hicieron un favor.

¿Es más difícil hacer humor hoy? ¿Hay que estar más pendiente de no herir susceptibilidades o ser políticamente correcto?

A mí me pasó a nivel inconsciente. No es que haya querido ablandar o entibiar el humor del personaje, pero cuando empecé a hacer al Tío Aldo sentía que era transgresor y hoy el humor que hago es casi blanco. Digo un par de cosas fuertes en los eventos pero son chotadas: un chiste sobre alguien o una mínima ofensa. Yo tampoco fui de reírme de minorías. Sí he dicho disparates discriminatorios a costas del humor, porque en estas discusiones filosóficas que se dan, he escuchado gente en televisión decir que el humor no es ofensivo. Y el 90% del humor es ofensivo. Hay un puñado de gente que hace humor blanco, que se ríe de sí mismo, pero también se ofende a sí mismo y a la gente que es como él: fea, bizca o gorda.

¿Te llamaron la atención por alguna barbaridad que dijiste?

Todo el tiempo. A veces digo reacciones espontáneas que no buscan ser ofensivas pero pueden serlo y no me entero. A los meses me encuentro con alguien y me dice, “¿vos sabés que por un chiste que hiciste sobre alguien de tal país casi perdemos un negocio millonario?”.

Has dicho que no tenés redes sociales porque no querés leer el veneno que circula pero sabés que igual está, ¿lo has recibido por la calle?

Por la calle nunca. Alguna vez en la caja del supermercado me han dicho, “en la tele pareces simpático”. Pero casi todos los que trabajamos en esto tenemos el karma de que la gente crea que sos un sorete, lo seas o no. Lo de las redes es también porque todos los que tienen le dedican mucho tiempo y a mí no me dan las bolas de gastar el poco tiempo que me queda libre. Me han ofrecido pagarme para abrir una red social y para que alguien me la maneje y dije, “no quiero”. También porque genera una cosa de perfil alto: hay que poner todo el tiempo qué estás haciendo y opinar de todo lo que pasa.

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