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Martina Graf: Amor en el paraíso

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Martina Graf y su novio Sebastián Beltramio.

ROMANCE SIN FRONTERAS

La modelo y exmovilera de Teledoce vive un presente de ensueño en México, donde estudia actuación y se reencontró con el amor.

Instalada en México, la infartante morocha retomó el vínculo con un viejo amor de su adolescencia. Se llama Sebastián Beltramio, es uruguayo, piloto mercante y tiene 30 años. Mantienen la relación a distancia, a fuerza de videollamadas y viajes relámpago. De 28 años, Martina Graf dedica gran parte del día a estudiar actuación en la escuela de TV Azteca de la capital mexicana. Además dicta clases de equitación. A casi dos años de su partida en busca de nuevos horizontes, está más cerca de conseguir sus sueños al obtener papales secundarios en varias ficciones. En Uruguay o desde el medio del mar, su enamorado la acompaña en sus logros.

El amor golpeó la puerta de Martina Graf. La simpática y escultural morocha de 28 años que se hizo un lugar como movilera de Teledoce y luego partió a probar suerte a México inició una historia de amor digna de una comedia romántica de Hollywood.

Es que la diosa uruguaya se reencontró con Sebastián Beltramio, un viejo amor de su adolescencia, y retomó un noviazgo que había quedado trunco más de 10 años atrás. Pero no todo es color de rosas. Los caprichos del destino quisieron que este dulce cruce tenga lugar justo cuando Martina está viviendo en Ciudad de México, a más de 7.500 kilómetros de su enamorado uruguayo.

Ellos vivieron un fogoso romance cuando eran apenas unos adolescentes. Y tras aquella relación, nunca perdieron el contacto. Ambos estaban al tanto de la vida del otro. Pasaron parejas, mudanzas y crecimientos profesionales. Ahora la historia encuentra a Martina estudiando actuación en la escuela de TV Azteca de México y a él convertido en un piloto mercante de 30 años que pasa semanas enteras en alta mar aislado del resto del mundo.

El primer acercamiento ocurrió justo antes de que Martina hiciera las valijas para mudarse a México. La situación era confusa. Martina estaba al borde de un cambio rotundo de vida e iniciar una relación podía complicar las cosas. Todavía no era el momento. Él viajó detrás de ella para pasar juntos el primer día del 2017 y recorrer la ciudad, pero el vínculo se enfrió hasta fines del año pasado.

Martina y Sebastián se vieron en las fiestas de 2017 en Montevideo. No fue casual. Se venían hablando desde hacía semanas y un breve paso de Martina por Uruguay lo hizo posible. Las cosas estaban más claras para la joven que busca un lugar en la ficción latinoamericana. Así que bajo los calurosos días de diciembre reavivaron la llama del amor que habían encendido tiempo atrás. Se decidieron a mantenerla y defenderla pese a la distancia.

Tras aquel encuentro, Martina regresó a México. Pero no pasó mucho tiempo para que se volvieran a ver las caras. La mediática vino una vez más a Uruguay en un viaje de apenas unos días especialmente para encontrarse con su galán. Esta instancia fue clave para consolidar la relación: él la sorprendió a su novia con un anillo de compromiso y ella no lo pensó dos veces. Lo celebraron con amigos en Punta del Este y días después Martina retornó a México como una mujer comprometida.

A fines de marzo, la flamante pareja hizo coincidir sus días libres para realizar su primera escapada romántica. Él viajó hasta Ciudad de México y desde allá se fueron juntos en avión hasta Puerto Escondido, una exclusiva y paradisíaca playa mexicana en la costa del Pacífico. Se trata del punto que eligen los surfers para desplegar su actividad debido al gran tamaño de las olas. Disfrutaron días de pasión entre caminatas en la playa e inolvidables puestas de sol. También pasearon en auto hasta Las Estacas, un parque ecológico acuático conocido por sus aguas cristalinas. Las jornadas se pasaron rápidamente y la rutina volvió a separar a los dos jóvenes enamorados.

La escapada romántica de Martina y su novio.
La escapada romántica de Martina y su novio.

Futuro juntos.

Martina y Sebastián están convencidos de que la cosa viene en serio. Hasta tienen hablado que piensan ahorrar para comprar una casa en común para cuando Martina culmine sus estudios y regrese definitivamente a Uruguay. Por lo pronto, el noviazgo marcha viento en popa a fuerza de los viajes relámpago que cada uno ha podido hacer en estos cuatro meses de relación. A su vez se mandan mensajes por Whats App apenas se despiertan y antes de irse a dormir, y de vez en cuando se comunican con videollamadas.

Aunque mantener el diálogo se hace difícil cada vez que el trabajo de Sebastián lo obliga a emprender largos viajes mar adentro, donde se mantiene aislado y sin señal telefónica por más de dos semanas. Pero quién dice que la distancia no sea el motor que mantenga a la pareja en marcha. "El amor todo lo puede", le repite Martina a sus amigas cuando la cuestionan por su estrambótico noviazgo. Y no para de repetir que él es el amor de su vida.

Rutina.

Lejos de su novio, Martina pasa sus días lidiando con una rutina que no le da respiro. No tiene ni un día libre. Divide largas jornadas entre estudios y su trabajo como profesora de equitación. Cuando le queda algún hueco entre sus obligaciones, aprovecha para asistir a recitales de artistas internacionales junto a María Pura, una venezolana de padres uruguayos con la que forjó una relación de amistad en su estadía en México.

Formarse como actriz es el sueño que la desvela y el objetivo que puso en la mira cuando tomó la decisión de mudarse hacia la tierra que vio nacer a Salma Hayek y Thalía. Por eso está decidida a soportar estoica los dos años que le restan para completar la carrera de la escuela de actuación de TV Azteca, una de las más prestigiosas de la región. Allí es donde pasa gran parte de su jornada: desde las 8.30 hasta las 18.30 horas. El esfuerzo ya ha dado sus primeros frutos. Ha realizado varias pruebas de cámaras y una de ellas le permitió ser convocada para una participación en la versión mexicana de Educando a Nina, la exitosa tira que en Argentina protagonizó Griselda Siciliani.

Su día comienza cerca de las seis de la mañana, cuando le suena el despertador en el apartamento que alquila en el Sur de la ciudad. Improvisa un desayuno con un jugo de frutas y vegetales verdes y parte hacia el instituto. Le lleva una hora y quince minutos manejar cada mañana desde su hogar hacia las clases, camino que realiza en el Seat Ibiza que compró apenas emigró a México.

Utiliza su primer recreo de las 11.30 para almorzar rápidamente de un tupper que lleva preparado desde su casa con comida vegetariana. Cada domingo se cocina para toda la semana. En general se trata de una ensalada de hojas verdes, verduras hervidas o quinoa, que le permiten escapar de la cantina de la escuela y sus carnes o platos picantes. Es que Martina dejó Uruguay siendo una vegetariana hecha y derecha con una dieta muy específica, lo que la complica a la hora de comer afuera de su casa.

A la salida de la escuela deja su traje de estudiante y se coloca el de profesora para dar clases de equitación en un club hípico cercano. Mientras espera el papel de su vida en la televisión mexicana, se sustenta con lo que mejor sabe hacer: domar caballos, tal como hizo durante tantos años en Uruguay. Da clases de miércoles a viernes a la tarde y los sábados y domingos a las 8.30 de la mañana.

Los lunes y martes a la tarde los dedica a hacer gimnasia para conservar su escultural figura y al psicólogo para mantenerse fuerte y estable frente a los inesperados vericuetos del destino. Como el último, que consistió formar una pareja a distancia, nada menos que con el primer novio que tuvo en su vida.

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