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María Gomensoro se confinó en familia en el campo: "Estuve en contacto con personas que fueron al casamiento"

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María Gomensoro.

CAMBIO DE VIDA

Desde el 13 de marzo, cuando se anunciaron los primeros casos de coronavirus en Uruguay, la comunicadora se instaló junto a su marido y sus hijos en su campo del departamento de Durazno.

-El último mes pareció un año para todos, pero en tu caso hubo más cambios: final abrupto para el programa Recalculando (Radio Carve) y te fuiste a vivir al campo.

-Sí. El viernes 13 de marzo cambió todo para todos y para mí. Se anunciaron los primeros casos en Uruguay. Yo venía siguiendo el tema a través de mi programa de radio (Recalculando) y en la producción me decían incluso: “María, ¿todos los días vamos a hablar de coronavirus?” Y yo insistía. Quizás medio como adelantada porque mi hija estaba en Barcelona y tengo muchos amigos en Italia, que me iban contando el desarrollo de las cosas. Me acuerdo de hacer los primeros reportajes con los infectólogos y sabía que esto se venía y se venía con todo. Así fue lamentablemente.

-Entonces hace un mes que estás instalada en el campo, en Durazno.

-Sí, desde aquel 13 de marzo. Con mi marido agarramos a nuestros hijos y venimos. Ese fin de semana ya teníamos previsto venir y al salir, mi marido me dijo: “¿Sabés que no sabemos cuándo vamos a volver?" Además, yo había estado en contacto con personas que a su vez habían tenido vínculo con los primeros casos. No fui al “casamiento” pero personas que yo conozco sí habían ido y posteriormente compartimos, por ejemplo, prácticas deportivas de hockey. Entonces, mi responsabilidad era también aislarme. Llamé a la radio para explicar la situación y decirles que tenía que hacer una cuarentena. Me dijeron que continuara con el programa de forma remota. Entonces lo hacía desde el campo hasta el jueves 19, cuando me informaron que iban a levantar el programa nuestro y toda la tarde por la coyuntura desatada por el coronavirus.

-¿Cómo te impactó esa noticia?

-Mucho. Me impactó. Lloré. Se me caían las lágrimas porque cuando el país está en un momento bisagra, la comunicación y especialmente la radio, por su magia, es "LA" herramienta. Lo estamos viendo con lo que pasa con la televisión y los informativos de tres horas. La gente quiere saber, informarse, adquirir conocimiento sobre lo que ocurre para tomar las mejores decisiones. El mundo está en pausa y necesita conocer todas las miradas y las opiniones. Entonces, en este momento, que te saquen del partido, fue un golpazo para mí. Es como el soldado que se prepara para la guerra y al último momento le dicen que no va a la batalla. Obviamente que ya se hizo el duelo y estamos además con un alto. Nos fuimos de la radio y dijimos "hasta luego" con la perspectiva de volver pronto. Ojalá.

María Gomensoro.
"La cuarentena sostenible es un lujo para pocos. Esos pocos la tenemos que seguir a rajatabla para proteger a los demás".

-¿Qué perspectiva familiar tienen respecto a volver a Montevideo?

-Hoy, el plan es quedarnos acá. Los chiquilines están con clases de forma remota y yo pienso que por lo menos hasta setiembre no creo que haya una vuelta a nada. Uruguay va a tener que esperar a que pase el invierno. En España están diciendo hoy que esperan a que llegue el verano pero temen que con el otoño resurjan los brotes. 2020 es el año del parate. En este mes, mi marido ha ido a Montevideo en algunas ocasiones por obligaciones puntales pero yo no me he movido. Y la verdad es que con más actividad que antes.

-¿Por qué?

-Porque después de la radio, empecé a trabajar en un proyecto que tenía desde hace tiempo que es la apertura de mi página web. Me pareció una linda oportunidad para aprovechar una plataforma donde hago entrevistas y dar puntos de vista. Estoy copada porque puedo hacer lo mismo que en Recalculando y con un enfoque aún más personal. Quería tener un universo donde la gente pueda encontrar lo que me interesa y lo que está bueno, me parece, aportar a la conversación estos días.

-Hay entrevistas pero también columnas de lifestyle...

-Sí, Ahora estoy escribiendo una historia de cuando me separé y me fui sola a Cabo Polonio, donde compré un vestido por 150 pesos y fue como una joya, testigo de un momento nuevo para mí. Estando acá, se me da el tiempo y la oportunidad de generar instancias de introspección que están muy buenas para escribir. No quiero perderlas.

-También en redes defendiste a Sergio Puglia frente a un llamado a no consumir los productos que patrocina. ¿Por qué?

-Me pareció muy fuerte que un momento así se ataque a las personas en su fuente laboral. Te guste o no te guste, Puglia es un comunicador que labura hace muchos años y no hay derecho a pegarle a su fuente ingresos. Discutí con él si no estás de acuerdo, pero ¿hacerle eso? ¿Llamar a un boicot comercial? Es una locura.

-Volviendo a lo que decías al comienzo sobre tu hija mayor. ¿Cómo está? ¿Volvió o sigue en España?

-No, ella optó por quedarse en Barcelona. Está estudiando y vive con su novio y la familia de su novio. La dejé... tiene 20 años.

-Sobre el episodio Carmela y el casamiento. ¿Qué te pareció el bullying? ¿Fue merecido a tu juicio?

-Pienso que uno tiene que hacerse cargo de las irresponsabilidades que le competen. Ella dijo que se había sentido mal y volvió de Europa. Evidentemente, estaba enferma y no debió ir a ese casamiento. También es cierto que había otras personas en esa boda que habían estado en Europa y está bueno que esto se sepa. Ella no era la única.

-¿Pero esas personas tenían también el virus?

-No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que después de ese casamiento mucha gente se enfermó y a su vez, contagió a otros. Yo hago “trazabilidad Carmela” con mucha gente que conozco y que tuvo coronavirus. Entonces, si me preguntás si pienso que fue irresponsable, mi respuesta es: "Sí, lo fue". No la conozco, pero me parece insólito que viniendo de Europa no haya tomado los recaudos de aislamiento. Ahora, eso es una cosa y otra distinta es el escarnio público y el bullying, que es inaceptable y a menudo se desborda. No me gusta. Tampoco considero acertado que se señale a Carmela como única responsable. Durante todo enero y todo febrero, con lo que estaba pasando en China y luego en Europa, el gobierno anterior no tomó un sola medida en el Aeropuerto de Carrasco. Eso también fue irresponsable.

-En tu caso, luego de que supiste del contacto con personas que habían ido al casamiento, ¿tuviste temor?

-No, porque no fumo, soy una persona saludable. En todo caso si me tocaba contraer el virus pensaba que podría sortearlo sin problemas. Lo que me preocupaba era pensar en quién de mi entorno podría verse afectado. Eso es lo que tenemos que pensar en momentos de epidemia. No podemos pensar en nosotros mismos, sino en quienes nos rodean. No podemos mirar solo nuestro árbol, sino todo el bosque. Yo me aislé en seguida, a pesar de que mi contacto había sido indirecto.

-En este semana se comentó sobre una especie de “afloje” en la cuarentena. El lunes había mucho movimiento en Montevideo. ¿Cuál es tu visión?

-Dio esa sensación de afloje. Me parece que las medidas personales de cuidado son importantes. Igual, yo pienso que la cuarentena más sostenible y duradera es un lujo para pocos. Para aquellos que tienen un jardín, para los que tienen espalda económica, para los que viven un entorno familiar sin violencia... Por donde lo mires sigue siendo un lujo de pocos. Si esos pocos la cumplimos a rajatabla, ayudamos a aquellos que sí o sí tienen que salir.

-¿Qué te parecieron las medidas gubernamentales más recientes como la vuelta a la construcción o la eventualidad de un regreso a clases en el medio rural?

-Me parece que si tomamos las medidas antes que otros países y se logró en esta primera etapa aplanar la curva, está bien que una medida como la vuelta a la construcción, con recaudos, ayude a prender otro motor de la economía. Depende de los controles para que eso no se desmadre. Con lo de la escuela rural, tengo mis reparos. Desconozco cuánto movimiento implica. Aquí cerca de casa tengo la escuela Rossell y Ruis, que arrancaría el 22. Pero la maestra y el director trabajan y viven acá. Los niños también son de la zona. Son ocho nenes y no hay desplazamientos en un departamento, como Durazno, además, donde no hay casos. Entonces, acá sí no habría problemas pero habría que ver caso a caso y qué riesgos implica. No todas las escuelas rurales son de llegar a caballo.

-¿Cuál es tu visión del rol de la oposición en la crisis?

-Creo que la oposición se dio cuenta de que el famoso caceroleo no sumaba y no insistieron con eso. Me consta que hay mucha gente del Frente Amplio dispuesta a poner el hombro al país en este momento, con aportes constructivos. Hay voces como la de Yamandú Orsi, por ejemplo, que son muy valorables en este momento. Hay que quedarse con eso. Creo, además, que cada vez son más los acuerdos, sin perjuicio de que me parece importante que quienes tengan motivos para cacerolear lo hagan. Hay una realidad social y económica que es acuciante y que hay que atender urgentemente. No sé qué país nos va a quedar después de esto. Por suerte, el país cuenta con un montón de herramientas, como el Mides o el Plan Ceibal, que fueron obra de los gobiernos del Frente Amplio y que van palaquear a un montón de gente. Pero también se viene una crisis que vamos a sentir. Esto es como barajar y dar de vuelta. La verdad es que yo no sé cuántos de los trabajos que se perdieron van a volver. Para nosotros, que tenemos herramientas, educación, que manejamos idiomas, va a ser difícil. No quiero ni pensar qué va a pasar con aquellos que no tienen esa posibilidad. Eso es lo que más me preocupa.

-¿Cómo es tu rutina de campo?

-Arrancamos temprano. A las 7:00 de la mañana estamos todos en pie. A mis hijos los hago bañarse, vestirse y lavarse los dientes como si fueran a salir. Se preparan para la primera tanda de clases que tienen on line muy temprano. Uno está en quinto y el otro en segundo de escuela. Tienen intervenciones con maestros y les envían actividades. Están todo el día ocupados. Además, yo les hago el seguimiento y soy la docente de educación física. Hasta estoy aprendiendo a jugar al fútbol.

-Eso sin contar los trabajos del campo...

-Sí, cargamos leña, ayudamos porque siempre hay tareas. Estos días colaboramos en la vacaciones. El campo es lo máximo. Siempre uno se mantiene ocupado. No extraño nada Montevideo. A mis amigas las veo por Zoom y la verdad es que nos prestamos más atención que antes. Para muchos, la cuarentena puede ser una oportunidad de puesta a punto contigo mismo o con la vida familiar. En nuestro caso, somos una familia acostumbrada a estas instancias. Hemos estado dos meses en el campo los cuatro. Entonces, no estamos viviendo momentos muy diferentes a los que ya pasamos. No nos cuesta.

-¿Qué pronóstico hacen como familia para regresar?

-No sé. Hasta que no vuelvan las clases presenciales, nos vamos a quedar. Pienso que si volvemos a Montevideo antes, va a ser muy difícil quedarnos en casa, va a ser difícil que mis hijos se queden. En el campo, sin embargo, no hay chance. Lo que hay está a la vista.

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