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Mano a mano con la cabeza del Turco

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Foto: Archivo El País

Un amigo a quien prefiere no nombrar lo invitó a hacer un show en conjunto. El “Turco” Abdala cerró el trato mientras hacía ejercicio por la Rambla. Apenas colgó se cruzó con Gonzalo Gato, quien maneja la sala Teatro Arocena.“Acabo de cerrar para hacer stand up en el Bar Tabaré”, le comentó. Y Gato le propuso cambiar a su sala. Su compañero no quiso acompañarlo en la aventura así que el Turco le dijo “amigos como siempre, pero dejame experimentar esto”. Presenta Cabeza de Turco el 27 y 28.

El Turco Abdala se subirá por primera vez a un escenario a hacer humor solo. Antes se había respaldado en el equipo de Algo habrán hecho I, II y III. No le tiene miedo a los desafíos. Al contrario, le fascinan. Dice que hay que ser muy malo para que el público no se ría en los sesenta minutos que dura el espectáculo.

La carcajada nunca está asegurada pero el Turco parece seguir una fórmula: es autodestructivo y va un paso más adelante del ridículo. "No me contemplo, soy muy duro y no tengo temor a la crítica. Hay tipos que dicen, "del ridículo no se vuelve", bueno, no hagas humor, dedicate a otra cosa".

El Turco está seguro de que "la gente voltea" al humorista que se para en el estrado desde la pose del "crac o fenomenal". Para que el interlocutor pueda empatizar hace falta que logre reírse, disfrutar pero también "bufonear y gastar" al comediante. Es que la gente debe sentir que "vos fracasás en su mente". Desde ese lugar los engancha y se los pone en el bolsillo con Cabeza de Turco el 27 y 28 en la Sala Teatro Arocena.

Arranca el relato develando que tiene sangre siria por el lado de su abuela, "ya salí del closet", se ataja. Y continúa arruinándose con la abogacía, sus sesiones de terapia y su "excoloradismo". El Turco dice que no emboca una.

Opina que la política y la televisión son los tópicos que mejor funcionan porque no hay forma de que el público no se enganche. La gente tiene muy identificados a estos personajes. Entonces el Turco está seguro de que se hará un pic nic.

Reconoce que es mucho más idóneo para describir o pintar situaciones que a la hora de rematar chistes. Igual no se achica. "Llega el día y me pongo tenso como todo el mundo, pero no tengo un nerviosismo extremo. Hace 25 años que doy clases en facultad, y estoy entrenado desde la política y la televisión también. El desafío dura unos minutos que es cuando se te produce un fogonazo, después pasa".

—¿La terapia te sirve para el escenario?

—Te sirve porque te permite salirte un poco de vos, es un método para despersonalizarte. Sabés que lo que está ahí es un personaje y no te afecta el relato que se monta. El stand up es muy autodestructivo, si vos te convencés de que el monólogo que está sucediendo allí sos vos, puede ser muy doloroso. En realidad no sos vos, es un personaje que tiene cosas tuyas.

Maneja la teoría de que el público ingresa con una actitud cómplice al teatro, pero también sabe que para ganárselos se debe evitar ir con soberbia y exceso de narcisismo: "Te tenés que ubicar y darles algo interesante e inteligente".

—Esta es tu cuarta experiencia haciendo monólogos, ¿alguien se te ha quejado en este tiempo?

—El sobrino de Daisy Tourné me ladró. Fue en el Movie Center. No sé qué dije de ella pero me parece que anduve en el pretil. Y el muchacho me dijo, "yo soy el sobrino de Daisy". Ahí se produjo un momento complicado, yo quedé medio inhibido, el tipo se mató de risa. Así también aprendés a manejar los imprevistos.

—Hace un tiempo te alejaste de la televisión, ¿extrañás la pantalla?

—A Victoria (Rodríguez) la extraño porque la quiero mucho como amiga. Ese vínculo lo añoro. Extraño un poco la dinámica de lo cotidiano pero me cansaba mucho. Yo ya había dado lo mío y no había nada más para inventar, no podía aportar más.

—¿Te gustaría hacer otro proyecto en televisión?

—Sí, tengo alguna propuesta que anda boyando por ahí, me llamaron de Canal 4 y Canal 10 pero son todos bolazos. Incluso grabé un piloto con otros tres personajes conocidos pero no puedo adelantar más.

—¿Qué te gustaría hacer?

—Me gusta el formato de Animales Sueltos. No tengo ninguna veleidad de prima donna. Si hay tres o cuatro para armar una mesa, estoy; si me decís, "creemos en vos y queremos armar un late show", yo me lo banco sin drama.

—¿Sentís que la gente te quiere más en este perfil mediático y de comediante que en tu época como político?

—Ahora no tengo resistencias. Alguno quedará enojado porque seguí siendo un tipo liberal pero no tengo animadversión como de repente tuve en la época dura de la política donde me sentían un colorado dogmático. Tengo la cabeza más horizontal y transversal.

Qué van aescuchar.

El libreto de Cabeza de Turco es de Fernando Schmidt pero el Turco le tira los insumos. No es humor rioplantense, ni político, sino una crítica social. Arranca hablando de que tiene sangre siria, explica por qué da clases en facultad, lo vincula a su terapia y luego da paso a la televisión. Termina el juego con los protagonistas de la esfera política.

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Foto: Archivo El País

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