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Malo, pero no tanto

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Claudio Rissi

CLAUDIO RISSI

Villanos, violentos, indeseables... esa parece ser la especialidad de Claudio Rissi, un actor con más de treinta años de trayectoria recorrida tanto en cine, como en teatro y televisión.

Hace casi un año, Claudio Rissi (61 años) llegaba al Festival de Cannes para presentar la película argentino chilena La novia del desierto, era aplaudido de pie y se saludaba con Uma Thurman. ¿Un sueño? Sí, siempre lo fue, pero ahora se estaba haciendo realidad. El actor argentino siempre había querido estar ahí, "por una cuestión de glamour, aunque te parezca mentira", confiesa en contacto telefónico con Sábado Show.

"Vengo de una familia muy humilde, todos trabajadores, yo era obrero metalúrgico. El sueño de los palacios de Mónaco, de esas cosas que uno veía en las películas y hasta en la Fórmula 1, era lo que me llamaba la atención. Quería conocer esa parte de Francia", además de ser parte de "el principal festival de cine del mundo", dice reconociendo que están Berlín, San Sebastián, Veneciau2026 pero "Cannes es como el ícono de los festivales internacionales de cine. Excede al Oscar porque el Oscar es otra cosa, es una ceremonia tan solo, donde no hay un intercambio, donde uno está ahí un rato y se terminó. Es una cuestión comercial, más de mercado, del negocio del show. En cambio Cannes tiene como una cuestión más artística, es otra historia".

Otra historia como poder recibir un comentario de su trabajo de parte de Uma Thurman, en 2017 Presidenta del Jurado, o cruzarse con Roman Polanski, aunque sin poder hablar con el director por falta de traductor. "Lo pasé muy bien. Pensé que me iba a fatigar como cuando un jugador joven entra por primera vez a la cancha a jugar en la selección, que se ahoga al principio, y no me pasó eso, en absoluto. Pude disfrutar muchísimo de lo que estuve haciendo, trabajando para la película. Fue muy grato todo, me he cruzado con gente muy linda e importante también".

Esa fue una de las grandes satisfacciones que le dio El Gringo, el vendedor ambulante buscavidas con el que se topa la protagonista de La novia del desierto, personaje a cargo de la chilena Paulina García. El Gringo no es el personaje al que Rissi nos tiene acostumbrados; lo suyo son más los recios, los villanos, los violentos.

"De todas maneras, en el primer capítulo de Los simuladores ya había mostrado otro tipo de notas, toqué otra cuerda", recuerda. "Cada tanto, juego en otras ligas y me siento muy cómodo, muy bien", agrega y dentro de esas ligas podemos ubicar al comisario Antonio Valente, jefe y amigo de Santiago Alvarado (Mariano Martínez) en Amar Después de Amar (ADDA). "Antonio es un hombre con autoridad, no es un maléfico. Con Mariano Martínez y Michel Noher (Godoy) nos agrupamos bien, hicimos un buen equipo y quedó un producto interesantísimo como novela diaria, de enorme calidad, es muy bueno el relatou2026 se ha trabajado muy bien. Estoy muy contento con ese producto", apunta Claudio.

Pero a no desesperar, los deliciosos malvados de Rissi no están en retirada. Sin ir más lejos, falta muy poco para volver a ver a Mario Borges, el preso pesado de San Onofre en El Marginal, serie de Underground que este año estrenará segunda temporada en la TV Pública y en Netflix. Lo que se verá será una precuela, lo que ocurría tres años antes, cuando los hermanos Borges recién llegaban a la cárcel y eran unos presos del montón. Hasta que el entonces nuevo director del penal, Antín (Gerardo Romano), les pide ayuda para destronar al recluso que es amo y señor del lugar (Roly Serrano).

"Tenía que enfocarme en ser un preso nuevo en esa cárcel. Eso quiere decir que mi personaje tiene que elaborar planes para poder obtener el poder", explica sobre las características que le veremos a Borges en esta nueva tanda de episodios. Hace tres años "no se podía manejar con la libertad que se manejaba en la primera temporada. Había como una elaboración mayor de otros planes", acota sobre este recluso que entra a San Onofre con su hermano menor, Diosito (el uruguayo Nicolás Furtado). "En la nueva temporada, tratamos de establecer vínculos, una mayor demostración afectiva entre ellos probablemente. Por lo menos eso fue lo que se buscó", dice sin ahondar más por temor a spoilear.

De chico.

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Claudio siempre tuvo claro que quería ser actor, "y creo que no me equivoqué", señala entre risas. Pero le costó que su familia lo entendiera. Su padre, por ejemplo, nunca aprobó que se dedicara a la actuación y no lo quiso ver actuar. "En algún momento me hubiese gustado que me acompañara, pero no quiso, nunca aceptó mis decisiones. Ahora ya no tiene importancia", confiesa. Su madre, en cambio, sí estuvo entre su público, pero era implacable a la hora de las críticas. "Me apoyó a su manera, pero era dura. Hablaba con la que era mi mujer en aquel momento, Mónica DAmico, una actriz estupenda, y le decía que yo era duro. Y Mónica le discutía, le respondía que no, que era un actor muy importante de mi generación. Y mi madre le contestaba sí, todo lo que quieras, pero lo veo duro".

Su vida como actor comenzó a los 17 años. Antes estudió tornería y ejerció el oficio un tiempo, pero no le gustaba. Se la rebuscó con otras cosas, siendo sereno, ensobrando correspondencia, haciendo encuestas o trabajando como cobrador de TV cable. Hasta que dejó su barrio de siempre, San Juan y Boedo, y se mudó cerca de River Plate, club en el que se daban clases de teatro. Siendo hincha de San Lorenzo, se hizo socio de River para asistir a esas clases. "Jugaba tenis, hacía nataciónu2026 pero era la excusa para poder hacer teatro. Estuve asociado un año y medio, dos años, porque al toque entré al Conservatorio de Arte Dramático y ya después mi rumbo fue otro", recuerda quien también tuvo alguna época difícil en la que dormía en la calle o en los ómnibus de la línea 60.

Si bien tiene casi cuarenta películas hechas, le costó entrar en el mundo del cine, ese que lo enamoró para siempre. "No sé por qué. Probablemente existiría de parte mía cierto temor de que no fuera capaz de llevar adelante la responsabilidad de pararme frente a una cámara o quizás no interesaba mi imagen", arriesga como explicaciones para esa inseguridad que también se le manifestó a la hora de hacer televisión. "Creo que todo es parte de lo mismo. Poder asumir lo que uno es, tomar conciencia de que uno no va a poder saltar más alto de lo que salta si no empieza por saltar. Uno no sabe cuáles son sus límites, entonces muchas veces tiene temor al éxito o temor al fracaso, según cómo se vea. Porque el éxito, supuestamente, a uno lo carga de responsabilidades mayores y no sabe si está en condiciones de afrontarlas. Son las expectativas que tiene uno para sí mismo y cumplir con las propias expectativas a veces es difícil. Depende de muchas circunstancias, de la formación, de la psiquis y de cómo se va preparando para afrontar los nuevos desafíos".

En inglés.

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Y Claudio se animó, y le fue muy bien. El director Jorge Coscia, a quien conocía de la vida, le ofreció participar en la película Mirta, de Liniers a Estambul. No pudo hacerlo porque se fue a Mar del Plata a hacer teatro con amigos. Pero las propuestas siguieron llegando, hizo un bolo en Chorros y finalmente consiguió un personaje importante en la película Cipayos. Allí era un inglés de origen indio, lo que determinó que tuviera que hablar en inglés.

"Lo hice por fonética. Todavía me acuerdo del texto y eso que fue filmada en el 88. Es más, no fui doblado. En Puerto Cultura, un programa que hacía Jorge Coscia, él lo cuenta. Se lo agradecí porque nadie me cree cuando digo que no me doblaron. Pasa que no era un londinense sino un indo-londinense, entonces no era la perfección british", aclara.

A Claudio casi no le quedan personajes por interpretar. Alguno vez pensó que en el debe estaba hacer de gay, entonces apareció Kilómetro Limbo, la obra de teatro de Pedro Gundesen que hizo junto a Osvaldo Santoro y Cristian Aguilera. Allí le tocó ponerse en la piel del Taqueño, un gaucho travesti en un pueblo de dos mil habitantes en la provincia de Buenos Aires. Para componerlo usó la imaginación.

"La imaginación es la información reeditada, lo que uno incorpora y lo vuelve a editar, como si fuera una película", explica. "En el guion estaba interesante todo lo que planteaba de su decisión, lo que le costó tomarla, haber sido segregado por su condición sexual. El trabajo corporal lo fui buscando en mi casa. Era muy gracioso buscar la forma de caminar sin tener tacos, porque no los tenía. Yo había hecho una viuda para un cuento de Roberto Fontanarrosa, un personaje que fui construyendo, construyendou2026 y me descubrí siendo mi mamá. Yo también formo parte de lo que me acercó al Taqueño, que no fue mi mamá, sino haber trabajado la femineidad y haber entrado en el mundo femenino", reflexiona.

Tampoco le faltan los personajes para niños. Este año se estrena la película Bruno Motoneta donde, con Mirta Busnelli, son los tíos de Facundo Gambadé, el joven protagonista. Pero no será su primera vez. "Yo debuté haciendo una obra para niños en River Plate, Bluf, el fantasmita, de María Clara Machado. Una obra preciosa, que dirigía Adelma Lagos, mi primera profesora de teatro. Era el Capitán Pata de Palo. Es un público muy difícil y yo me había hecho un maquillaje como Trompifai, el gordo grandote, personaje de Chaplin, no sé por qué. Y los pibes se pegaban un susto cuando entraba, pobres. Veían un tipo con unas ojeras absolutamente negras, una cosa muy fuerte para ellos. Después le fui encontrando la vuelta y fue divertido", recuerda.

Exigente.

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"En general, no me gusto", confiesa Claudio de lo que le pasa cuando se ve actuando. "No me soporto demasiado (risas), me veo con muchos errores, muchas cosas para corregir". No es por falta de trabajo, porque prepara sus personajes muy bien. Hace un tiempo lo hacía con su perra Matelda, una dogo argentina con la que descubrió que podía entrenarse para actuar. "El juego con Matelda lo fui descubriendo un día que yo estaba enojado en serio por algo que ella había hecho y preferí no decir ni hacer nada, solo mirarla. Y la perra se fue sola a la cucha. Entonces dije o tomó conciencia del error que cometió o lo que yo envié fue una energía muy fuerte. Empecé a probarlo, a jugar con darle una orden sin dársela. Cuando yo no iba a fondo con esa decisión, la perra jugaba; cuando yo lo hacía muy a fondo, la perra se iba a la cucha. Eso es una manera de entrenar también".

Ahora lo hace solo. "A veces hablo solo, a veces corporizo cosas, como maneras de caminar. Por la calle, veo a alguien caminar y empiezo a imitarlo, voy incorporando cosas para mis personajes que en algún momento me pueden servir. Ya no tengo la libertad de cuando no me conocía nadie", dice recordando la vez que salió a la calle simulando ser un ciego, en una época en la que aún no era conocido y era difícil que alguien descubriera el "engaño".

"Actualmente no estoy saliendo a caminar por la ciudad porque tengo un problemita en la rodilla y en el barrio donde vivo, las calles tienen muchas subidas y bajadas, son muy empinadas y me perjudican la rótula. Lo hago en un caminador, en mi casa", apunta.

Claudio llegó a montar un teatro en el barrio en que vivía antes. "Tenía el teatro adelante, la casa en el fondo y en el medio un jardín. Lo cerré en 2012 porque no tenía tiempo para dedicarle, me insumía mucha energía y mucho tiempo. Yo tenía que volver a Buenos Aires a trabajar, a actuar. Estaba abandonando mi oficio, entonces lo cerré", cuenta quien escribe obras desde los 10 años, pero nunca se animó a estrenar nada propio.

"Hice adaptaciones para teatro de materiales de Fontanarrosa, pero nunca estrené ninguna obra mía porque no eran interesantes. Eran pruebas, no tenía una técnica, no sabía el orden de la dramaturgia. Hoy me gustaría escribir, tengo una comedia empezada hace más de veinte años y no la puedo terminar. Pero voy a empezar a escribir alguna otra cosa seguramente, algo me está invitando a hacerlo, no sé qué todavía", lanza sobre la lista de cosas pendientes en la que también está dirigir. "Lo tengo pensado. Todavía no tengo ni la obra, pero tengo el deseo. Lo que pasa es que estoy disfrutando mucho del trabajo del actor".

Ese trabajo que, en lo inmediato, le depara el rodaje de una película en Entre Ríos y el estreno de una obra de teatro que comparte con dos uruguayos, su "hermano" Nico Furtado actuando y Adrián Caetano dirigiendo. "Así que Uruguay está presente en mi vida todo el tiempo", dice alguien que estuvo varias veces en nuestro país haciendo teatro. Recuerda Rotos de amor y Terrenal, esta última en el Teatro Solís. "Me gusta mucho Uruguay. Me acuerdo que mi primera mujer, Mónica D Amico, que falleció hace muchos años, fue a Montevideo a hacer teatro y yo me saqué un pasaje en el Vapor de la Carrera para darle una sorpresa. Hablo de hace treinta años".

Certezas.

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Poco a poco, Claudio se ha ido sacando las inseguridades y hoy siente que puede decir sin miedo "soy actor". "En realidad, lo sostuve durante muchos años, pero sin la convicción profunda de que era un actor. Siempre estaba la duda de si yo no era un chico que consideraba que tenía capacidad y en realidad era un capricho nada más. No creía tanto en el halago de mis compañeros porque los actores somos de halago fácil. Yo dudaba de eso todo el tiempo", explica.

Tampoco cree en los premios y ha ganado varios de peso: dos Cóndor de Plata como Actor de Reparto (por 76 89 03 y Aballay), un ACE (Asociación de Cronistas del Espectáculo) como Actor de Teatro Alternativo por Terrenal, y un Blanca Podestá a la Trayectoria Honorable, que es el premio que se conceden los propios actores argentinos. "De los premios me queda un grato recuerdo y una gratitud por ser considerado con méritos para ese reconocimiento. Los miro y los disfruto, pero que no sean ellos los que me hagan dormir", advierte quien se sigue ruborizando de orgullo con algunos trabajos que ha hecho.

"Hoy estoy dándome cuenta más del nivel de entrega que estoy teniendo. Por ejemplo, me mandaron un video de la obra Terrenal y al verlo dije ah, ahora entiendo por qué eran los halagos por mi trabajo. No obstante, siempre supe que arriba del escenario ponía todo lo que tenía". Una característica que no ha perdido, como las ganas de soñar. Claudio ya comprobó que los sueños se cumplen.

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