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Ignacio Álvarez, íntimo a sus 50: "Todos los periodistas somos simpatizantes de uno o de otro en política"

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Ignacio Álvarez Foto: Estefanía Leal.

NOTA DE TAPA

El periodista celebra medio siglo de una vida que define como “intensa”. Lejos de las luces de la televisión, abre su costado más reflexivo en una charla sobre su trabajo, sus vínculos y la vida.

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—Cumpliste 50 años el pasado 25 de junio, ¿cómo lo celebraste?

—Quise festejarlo con mis más amigos, pero el COVID quiso que eso no sea posible porque las hijas de uno se contagiaron y habían estado con las hijas de otro. Cuando me estaba preparando para el peor cumpleaños, me sorprendieron en La Pecera con un programa especial en el que pasaron testimonios de mis amigos, de mis hermanos, de mis hijos, que me hicieron llorar al aire como un bebé. De noche fui a cenar con mis hijos que van a cumplir 16 y 18 años y hablamos y nos reímos juntos. Me di cuenta de que el mejor regalo es tener dos hijos como ellos que son mi mayor orgullo.

—¿Te pesa el cambio de década?

—Me pesaba mucho, cumplir 50 es un montón. Es un día más, pero es un día más después de 50 años. Uno se ve distinto a uno mismo, a los demás, a la vida. Yo siento que viví muchas cosas muy intensas a nivel personal y a nivel profesional. Hay cosas que cambié, procesos que hice y evoluciones que transité. El cambio que hice el último año fue notorio.

—¿Cómo lo sintetizarías?

—Tiene que ver con conocerse más a uno mismo, equivocarse, conectarse con los sentimientos, asumir las sombras, debilidades, necesidades. Esas cosas te hacen más humano y hacen que empatices más con los demás. A diferencia con el Nacho de hace unos años, intento no encasillar a nadie. Trato de ver a la persona que está detrás de determinada conducta o declaración. No hay que quedarse solo con eso. Y también hay que aprender a perdonar y a perdonarse a uno. A todos nos duelen cosas y somos más o menos frágiles. La fortaleza está en asumir nuestra propia fragilidad. El tipo que ves muy seguro llevándose el mundo puesto en realidad es un personaje que esconde una enorme fragilidad.

—¿Vos vendiste ese personaje?

—Claro. Por eso digo que es parte de este proceso en el que relativizo un montón de cosas.

Ignacio Álvarez Foto: Estefanía Leal.
"Lacalle Pou también hizo terrible proceso de evolución personal", evalúa sobre sus similitudes con el presidente Foto: Estefanía Leal.

—¿Qué quiere decir que tuviste una vida “intensa” a nivel personal?

—Muchas veces me jugué por lo que sentía e hice una cantidad de locuras que pueden ir desde cagadas enormes, hasta abrazar a un amigo y ponerme a llorar. La locura de no caretear, no medir consecuencias y traspasar los límites.

—¿Cuáles límites traspasaste?

—De mi vida en general, en cuanto a vivir lo que quería vivir y experimentar lo que quería experimentar. Y también entendiendo que esas cosas tienen su precio y hay que hacerse cargo.

—¿En relación a qué?, ¿excesos?, ¿relaciones de pareja?

—En relación a muchas cosas, no quiero entrar en detalles. No insistas. Que cada uno interprete lo que quiera interpretar.

CAMBIO DE DÉCADA

Nacho a sus 40 y 10

El día de su cumpleaños, el periodista agradeció los saludos vía Twitter citando a Joaquín Sabina. "Gracias a todos los que me saludaron por estos cuarenta y diez, como dice Sabina. Y te cambio el "lo mejor está por venir" por "lo mejor lo tenés hoy". La felicidad en última instancia es el resultado de nuestros aconteceres, pero también de la actitud que tomemos frente a ellos", evaluó.

—También decías que es una etapa en la que aprendiste a perdonar y perdonarte, ¿hubo algo que te haya costado perdonarte?

—No, lo que me cuesta más es perdonar a los que me lastimaron. Perdonar a mis padres, por ejemplo. Los padres demuestran el cariño con palabras, tiempo, gestos, límites, pero muchos no lo saben hacer y eso deja agujeros. Hay que saber perdonarlos y entenderlos. Uno de mis logros más grandes es sentir que pude darle a mis hijos esto que estoy diciendo. Siento que los estoy haciendo mejores personas de lo que soy yo.

—¿Cómo eras a la edad de tus hijos?

—Era muy inquieto. Tenía una vida interior muy rica y escribía en una especie de diario íntimo. Siempre fui muy introspectivo y cuestionador. También era muy creyente, pero desde el lado de la libertad y no desde la religión infantil. Mi profesor de periodismo al corregirme un trabajo sobre prostitución me dijo “vas a tener que hacer mucha fuerza para derribar ese muro”. Se refería a que más que un informe periodístico yo había hecho un tratado moral. Después hubo un momento en el que hice un quiebre y tiré a la mierda el “deber ser”.

—¿Cuándo?

—A los 22 años. Coincidió con un verano en el que empecé a tocar con mi primera banda en Punta del Este. Dejé con mi novia de cuatro años, que era mi primer amor, y empecé a salir con la vocalista de grupo. Hubo un click que me llevó a rebelarme en algún sentido y permitirme portarme mal para lo que era yo en aquel momento, pese a que al lado de otros seguía siendo un paloma.

Ignacio junto a su mellizo Bernardo y sus padres.
Ignacio junto a su mellizo Bernardo y sus padres.

—Has contado que participaste de retiros espirituales, ¿cómo fueron?

—Duraban cuatro días. Iba con otras personas y me daban pautas como para reflexionar sobre temas que en ese momento de mi vida eran importantes. Por lo general se hace con un cura o alguien religioso que acompaña en ese proceso. Son días dedicados a uno mismo y a una parte espiritual en la que más allá de entender las cosas que a uno le pasan, siente otras cosas que tienen que ver con esa eternidad, Dios, o como se le quiera llamar.

—¿Cuál momento de tu vida elegirías para volver a vivir?

—El nacimiento de mis hijos, el momento en el que me casé, la primera noche que salí con ella y ya sentí que era la mujer de mi vida. Y también el haber hecho todo lo que hice a nivel profesional: estar en territorios de conflicto pesado, hacer deportes extremos del otro lado del mundo o entrevistar al presidente es lo máximo a lo que podía aspirar. Y recién tengo 50 años. Cuando miro para adelante pienso en la cantidad de cosas buenas que me quedan por descubrir.

—¿Le tenés miedo a la vejez o a la muerte?

—Yo siempre le tuve miedo a la muerte, como todos. La angustia del fin es parte de la condición humana. Pero gracias a que la muerte está agazapada, podemos vivir la vida de otra manera. Eso puede tener que ver con el hecho de que mi madre murió con 48 años cuando yo tenía 24. Pero no lloro por los rincones: vivo la vida.

Ignacio en la primera etapa de "Las Cosas en su Sitio".
Ignacio en la primera etapa de "Las Cosas en su Sitio".

—¿Te volviste a enamorar después de tu separación?

—Me enganché apenas un par de veces, pero no hablaría de un enamoramiento. Me encantaría enamorarme. Tengo la duda de si podré hacerlo porque en el fondo es arriesgarse a sufrir de nuevo.

—¿Aprovechaste la soltería para conocer muchas mujeres?

—Absolutamente (risas). Conocí muchas mujeres divinas, en todo sentido. Disfruto de esa linda etapa de salir con alguien, tomar algo, conocerla, tocar la guitarra, más allá del sexo. Lo que me pasó pocas veces es eso de querer seguir, por más que me sienta a gusto. Casi nunca pensé “mañana quiero verla de nuevo”. Tuve y tengo lindos vínculos con mujeres. Lo que pasa es que se terminan.

—¿Cómo fue el episodio en el que quedaste varado en una isla con una chica con la que estabas saliendo este último verano?

—Eso fue con una de las dos mujeres con las que me enganché. Duró el mes de enero y poco más. Lo que pasó fue que la moto de agua tragó arena y nos quedamos en la Isla Gorriti. Tuve que pedir auxilio para volver. Pero cuando estás copado con alguien, te reís de todo.

—¿Y en el día a día te has sentido solo?

—A veces. Es lindo compartir la vida con alguien, ¿pero qué voy a hacer? Todo no se puede.

—En este período de tanta introspección, ¿te has llegado a deprimir?

—Todos tenemos motivos para deprimirnos si hacemos foco en unas cosas y para ser los más felices si hacemos foco en las otras. Hay días en los que veo el medio vaso vacío. Hace unas semanas me acuerdo de que era un sábado lluvioso y espantoso y yo estaba deprimido mirando por la ventana, ¿pero qué dejaba para el que la estaba peleado por su vida en un CTI? ¿Cuánto daría ese tipo por darse el lujo de deprimirse por el sábado lluvioso? Los acontecimientos son los acontecimientos, pero al final lo más importante es la actitud de uno.

Nacho el día de  su cumpleaños número 50 junto a sus hijos, Tomás y Lucas.
Nacho el día de su cumpleaños número 50 junto a sus hijos, Tomás y Lucas.

—Has elogiado al presidente Lacalle Pou, ¿en qué te sentís identificado con él?

—En la falta de pelo. ¿Y en qué me diferencio? En que no me voy a hacer ningún tratamiento (risas). Hablando en serio, sin conocerlo demasiado creo que también hizo un terrible proceso de evolución personal; también política, pero sobre todo personal. Esa madurez se transmite en el trato con los demás, en la forma de hablarle al público, a los periodistas y a la propia oposición. Está en jugarse por sus convicciones, aun contra la corriente y en la mayor de las soledades. Y es un hecho que la gente valora esa evolución, y por eso las encuestas dan lo que dan.

—¿Te molestaría que te definan como un periodista "simpatizante" de Lacalle Pou?

—Yo soy periodista y una cosa no tiene que ver con la otra. He dicho que voté a (Pablo) Mieres en la primera vuelta y a Lacalle Pou en la segunda, y coincido con la mayor parte de las políticas que este gobierno de coalición ha venido llevando adelante. Los periodistas somos personas y votamos. Todos somos simpatizantes de uno o de otro. El tema es cómo se ejerce el trabajo.

—¿Con esa lógica tildaste a Blanca Rodríguez como una “notoria simpatizante del Frente Amplio”?

—Sí, es lo que yo tengo entendido. Si no es así que me lo diga y le pido disculpas. No me parece mal.

—Para cerrar, ¿en qué te ha ayudado el exponerte desde este otro lugar más personal?

—Yo me expongo y me doy cuenta de que es la clave de la comunicación. Para llegar al otro, primero hay que abrirse uno. En La Pecera, por ejemplo, abrimos el teléfono para hablar sobre estos temas. Yo me abro y es impresionante como la gente también lo hace y se pone a llorar. Hay mucha necesidad de ser escuchados.

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