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Humor desenfrenado

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A Verónica O’Brien la familia le cuenta que cuando era una niña se perdía demasiado.

MARIÁNGEL SOLOMITA - FOTOS: DARWIN BORRELLI

Esos sustos cotidianos empezaron a aliviarse cuando sus padres aprendieron a buscarla mejor. Por lo general Verónica se escondía entre árboles. Sola, empezaba a hablar en voz alta, fingiendo que era distintos personajes y que protagonizaba distintas historias, un juego que podía durar varias horas. Otras veces desaparecía de las plateas. Ahí era más fácil porque en el tiempo que demoraban sus padres en notar la butaca vacía ella ya estaba sobre el escenario, mezclada con el elenco.

Fue con esa inocencia que Verónica entendió que si había algo que no temía era el salir a escena. Luego, en la adolescencia, sintió que también tenía el poder de hacer reír a los que la observaban. Empezó a pasarle en las clases de teatro, donde todos los compañeros la festejaban menos el profesor: "Vos sabés que sos buena pero no te la creas", le advirtió y fue "un sopapo" para un ego que se estaba agrandando.

Un par de años después, cuando Álvaro Ahunchain era su maestro, le tocó participar de una versión teatral de la película Perros de la calle. Su personaje sufría muchísimo y según el guión debía lanzar un grito desolador que conmoviera al público, pero no funcionó según lo previsto y la sala se llenó de carcajadas. OBrien dice que Ahunchain se indignó, "no puedo darle nada dramático, nada", repetía.

—¿Qué pensaste cuando todos se rieron?

—Ahí me di cuenta de que el humor para mí era una debilidad.

En 2016 Verónica OBrien cumplió una de sus ilusiones —no: "metas", se corrige— porque formó parte de dos series online, disponibles para ver en Youtube.

Primero se estrenó María Fracasada, un proyecto que ideó Eduardo Maquieira, un realizador que nació y filmó en Young. Escribió para Verónica un personaje secundario: una chica pasada de peso, amiga incondicional de la protagonista, que es secuestrada para ser vendida como trata de blanca cuando ingenuamente se presenta a un casting.

Verónica usó los cinco minutos trágicos que tenía a su disposición para sacarse las ganas del drama, olvidándose del amateurismo de sus colegas, probándole a los 4.000 usuarios que vieron la serie que ella también podría hacerlos llorar.

Unos meses después se emitió Polifaceta, una explosión de destreza humorística que la ubica como una de las mejores comediantes locales, potente y efectiva, llena de ideas y con un excelente manejo del timing audiovisual. Los diez episodios (podrían ser 11 porque uno es doble) la tienen como personaje central y eje del resto del elenco. Interpreta a Poli (Amapola), una mujer intensísima con múltiples personalidades, dominante y manipuladora con Lalo, su amigo y compañero de casa. Poli está obsesionada por acaparar la atención de los hombres atractivos que se cruzan en su camino, convencida de que todos se ven atraídos por sus encantos. Las mujeres que se interpongan pagarán las consecuencias, ya sean amigas o compañeras de oficina.

"En este sentido somos completamente distintas, porque yo jamás me animaría a abordar a un hombre así", dice Verónica, mucho más serena de lo que uno imagina luego de verla en este personaje. "No soy vergonzosa para actuar pero sí en mi vida. Me está pasando que la gente cree que soy como Poli, cree que voy a llegar y va a venir un torbellino, pero para su desgracia no soy así".

Otro juego.

Como una proyección de ese juego de roles que tanto le gustaba de niña, Verónica tiene una vida de actriz, otra de licenciada en Ciencias de la Comunicación y otra como encargada de una empresa familiar ubicada en San José, en la que elabora y distribuye quesos artesanales.

Ahora, si pudiera elegir, se quedaría con una sola: preferiría ser la chica que actúa.

Lleva nueve años entrenándose en su vocación, un propósito que según su experiencia se consigue con "un poco de talento, mucho esfuerzo y un porcentaje de suerte".

Si aplicamos esta máxima a Polifaceta, el talento estaría amparado en un grupo de actores especializados en las técnicas de improvisación. El esfuerzo en el equipo que armó junto a sus compañeros de facultad Gonzalo Martín y Bruno Cazzuli, rodando a base de préstamos y los fines de semana. Y la suerte —eso del momento y el lugar adecuado— es la coincidencia de este estreno en un año atípico para la ficción local, con otros ocho contenidos similares de gran calidad.

La dinámica de esta serie surgió como un chiste entre amigos, que luego de clases salían a dar vueltas en auto mientras Verónica simulaba ser una conductora malhumorada y bipolar que le gritaba a la gente en la calle. Muchas de esas veces sus amigos la filmaban. "Un domingo a las 11 de la noche me llamó Gonzalo y me dijo que esto lo teníamos que convertir en una serie breve de 10 episodios", cuenta Verónica.

El primer capítulo se inspiró en Tiempo libre, la serie que el actor argentino Martín Piroyansky escribió, dirigió y actuó (también disponible en Youtube). Fueron tres los recursos que tomaron: la improvisación dentro de escenas delineadas, una puesta de cámara sin trípode y un montaje ágil con cortes recurrentes. El piloto de Polifaceta consiguió más de 6.400 vistas.

En equipo.

Con las vocaciones es mejor no meterse. Y mucho menos ningunearlas, por ejemplo cometiendo el error de sugerir que la improvisación y el stand up comedy son disciplinas emparentadas.

Verónica OBrien cita al improvisador argentino Osqui Guzmán para explicarse mejor: "Él dice que ante el abismo un improvisador no piensa en la posibilidad de caer sino en la posibilidad de volar."

Y remata: "Para mí es tal cual".

No existe el miedo de salir a escena porque no hay una escena predeterminada: "No tenés idea de qué vas a hacer, ni qué personaje te va a tocar, ni cuál va a ser tu diálogo. Y la gente que está ahí pagó una entrada y está completamente expectante por divertirse".

En el terreno de la improvisación lo que se ensaya es el formato, que Verónica describe como si se tratara de fútbol: "Uno nunca sabe cómo va a ser el partido entonces practica jugadas". Es también un ejercicio ideal para aprender a trabajar y confiar en un equipo: "Se genera una red en la que ninguno se destaca y todos estamos al servicio del otro. Si tambaleás siempre alguno te va a ayudar, y si estás en el momento de meter un gol otro te va a asistir", asegura.

Así funcionó el equipo de esta serie. Cuando no está delante de cámara Verónica filma. Las locaciones son reales: el cuarto de Poli es el suyo, la casa también. Y conformó el elenco con colegas de Impronta Teatro (ver recuadro), algo así como la casa en la que ha pasado más tiempo en su vida de actriz. Hay algunas participaciones estelares, como la de Soledad Ramírez (Mala Tuya) y Petru Valensky, a los que Verónica llamó cruzando los dedos, mostrándoles el piloto y esperando compartir el entusiasmo.

El episodio final de Polifaceta apuesta descaradamente a la continuidad de la serie. Una segunda temporada en la que Poli pisaría tan fuerte como en la primera o menos, "porque ser un buen secundario es incluso más generoso y complicado que ser la protagonista". Y tiene más chances de meterse en rutinas distintas, como en ese juego que imaginaba escondida entre árboles, cuando su escenario era secreto.

VERÓNICA O’BRIEN: LA SALVACIÓN DE LA COMEDIA

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