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Hijo del barrio

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Gustaf presenta Moltobene, su último monólogo, el 29 de mayo en el Movie

Dice ser producto de una esquina del Paso Molino. Gustaf se juntaba con sus amigos del barrio en la plaza Juan María Pérez y jugaban a imaginar que en el futuro serían la primera persona que pasaba por ahí: te podía tocar un auto lujoso con una chica hermosa o un carrito.

“El barrio tiene esa cosa repentina que es absurdo puro, esa cosa rápida de imaginación que te da la calle”. Ese mecanismo perdura en sus monólogos, en los 25 personajes que interpreta en Las cosas en su sitio (Sarandí)en las tardes de la Sport con JJ. Irusta y los miércoles a la noche para encarar a Abeijón en Santo y Seña.

Para hablar del nuevo unipersonal de Gustaf hay que remontarse a una tallarinada a la que asistió el año pasado. "Es invierno, tenés frío por fuera, frío por dentro y tus amigos te rescatan. Como en la película Ratatouille que comés y viajás en el tiempo, los amigos de hoy me hicieron ir a mi gran amigo de la infancia. Su nombre es Marcellino, era de familia italiana y por eso el espectáculo se llama Moltobene", explica.

El eje es la amistad, esa persona "que uno elige y no tiene ningún lazo sanguíneo pero a veces se comporta mejor que un pariente". El atril para las instancias reflexivas no faltan en sus monólogos: en Hipertensión leía un poema de Bukowski para "bajar un poco la pelota", esta es la primera vez que recurre a un texto de caracter personal, las cartas que se enviaba con este amigo que conoció en la escuela y luego emigró. Y esa correspondencia dispara reflexiones sobre asuntos actuales. "Antes uno tenía la incertidumbre de mandar una carta y no saber siquiera si había llegado, si el otro la había leído, si iba a osar contestarla y si esa respuesta iba a llegar y ahora tenés el alcahuete de whatsapp que te dice si lo leyó".

Calidad popular.

Se metió en el mundo del teatro solo pero su madre legitimó su decisión de que se convirtiera en actor. "Encontraba trabajo fácil, tenía buenas notas, buen currículum. Fui repartidor de diarios, ayudante administrativo, vendedor, corredor de papelería, trabajé en un depósito, pero no me gustaba. En el depósito me sentía como un pájaro en una jaula. Entonces empecé a decir que no a esos trabajos y mi entrada económica era a través de la publicidad. Entonces mi madre me dijo, dedicate a esto porque vos te vas a poder mantener haciendo lo que te gusta. Me acuerdo que un bichicome del Viaducto me dijo una vez, hacé lo que te gusta, sino vas a tener que trabajar".

El 7 de mayo cumplió 20 años en teatro y elige esa fecha como punto de partida porque fue la primera vez que alguien pagó una entrada para verlo. "Era estudiante, Alberto Restuccia me vio actuar en una clase y me dijo, el sábado debutás dentro de un monólogo mío, se llamaba La historia de la estupidez humana e hice un poema que obviamente era cómico. Ya había hecho clases abiertas y una muestra de teatro joven pero esta fue la oficial".

—Tu humor nació en el barrio, a él recurrís en tu último libro (Hoy te vinimos a ver) y en este monólogo, ¿qué cosas de ese tipo de barrio trasladás al escenario?

—Manejo una comunicación clara, no hay mucho vericueto en el barrio. Creo que soy un artista popular porque me puede entender alguien de clase alta, clase baja, de cualquier barrio y bagaje cultural.

—¿Te sentás a escribir pensando en abarcar todo ese público?

—No tengo una estrategia, me sale naturalmente. No me perdonaría no hacerme entender. No me gusta esa cosa de soy muy elevado, estos muchachos no me entienden porque no leyeron todos los libros que leí yo, tiene que ser al revés. Siempre pongo el ejemplo de la música del Chavo del 8: es Beethoven y nadie lo sabe, el tipo la puso en un organito. Todo el mundo está conmoviéndose con Beethoven pero de tan elevado que es, pega la vuelta y logra que lo entiendan todos. Es difícil de lograr pero no estamos hablando de una cosa de bajo vuelo porque esa queda estancada, no logra un perpetuidad. Puede conseguir ser una moda pero no conmover.

—Usaste la palabra stand up con fines marketineros..

—Fui el primero que la utilizó en el DVD El Gran Gustaf (2007) para explicar lo que era, mezcla de café concert y stand up comedy, fue la única vez que la usé y después nunca más, me di cuenta de que se usa para todo: el tipo que lava autos le pone car wash, antes era comida para llevar y ahora es delivery, en realidad lo que estoy haciendo es un monólogo.

—Hacer reír te genera un placer indescriptible pero también estar ante una hoja en blanco resulta tortuoso, ¿qué te pasa en esos momentos?

—Para escribir una obra de teatro me doy mis tiempos, no tengo problema, pero en el día a día en la radio, si bien sabés que vas a lograr el objetivo porque estás entrenado, estás acostumbrado a sacarle jugo a un ladrillo, ese proceso igual tiene cierto dolor, estás pariendo algo y lo estás haciendo todos los días, con la satisfacción y el dolor que genera parir.

—¿Esa incertidumbre sobre qué es lo que hará reír es también un motor para avanzar?

—Yo tengo un pececito y el loco está en el agua. Yo soy ese pececito y para mucha gente el agua es el humor: el pececito no sabe que la fórmula es H2O, el loco está nadando ahí. A veces te preguntan, cuál es la fórmula, pero me voy a morir sin saber eso. Y ahí está la gracia, es insondable.

Libre y curioso.

Hay tópicos que evita: "no hago humor sobre tragedias, punto". Su límite es el buen gusto y el respeto. Realiza un ejercicio interesante al armar los guiones para las mañanas de Sarandí que involucran la política: "me imagino que la misma sátira que estoy haciendo en la radio se la pueda decir al tipo en la cara y lograr que hasta él se ría. Eso quiere decir que estoy en un nivel de elaboración interesante, elevado, sino lo estaría ofendiendo". Quizá por esa modalidad nunca se enojó ninguna figura política y lo saludan de todos los partidos.

Le pega al que "es incoherente y tiene un discurso en contra de lo que yo pregono que es la libertad. Es muy fácil reírse de un trabajador que se levanta todas las mañanas ¿Dónde está la gracia mía ahí?, ¿dónde me estoy jugando? Me estoy mofando pero no voy a correr ningún riesgo porque no va a haber consecuencias ni represalias".

No le molesta decir lo que pone dentro del sobre. En estas elecciones votó en blanco y "no estoy abrazado a ninguna bandera política. Voy a saludar al presidente, sea cual sea, cuando asume el 1° de marzo porque me lo inculcaron en mi casa. De chico iba con la bandera de Uruguay. Tengo un afecto profundo por la democracia y me cuesta mucho esa cosa impuesta, estructurada que tiene que ver con lo militar y religioso, no curto eso, me gusta el hombre en plenitud libre y he visto pasar a todos los presidentes, me camuflo ahí. De hecho, cuando se festejó el Bicentenario, llegué a tocar la muñeca gigante y bailé. Me encanta esa cosa de libertad".

Creó más de 25 personajes para Las cosas en su sitio. "La creatividad no se puede agotar". Tiene dos más en el freezer pero "no los puedo sacar por qué sí". Aguarda una noticia que los respalde para poder largarlos. "Rocco Siffredi existe porque el verdadero actor porno se llama así y saltó a la palestra porque le debía miles de dólares al fisco italiano. Al Guapito Bufarini lo tenía hacía tres años, se dio lo de la milonga del Entrevero y anduvo bien, incluso fue Francis Andreu a cantar tango a la radio".

La gama es tan amplia que lee una noticia y en seguida identifica qué aventura contar y cuál de esos personajes podría andar mejor. Él es quien guiona su parte, la de Nacho Álvarez e incluso los efectos de sonido. "Yo soy el 9 y preciso que él me levante el centro, pero Nacho es un gran conductor y está acostumbrado. Ya tenía experiencia, estuvo con Darwin Desbocatti, tenía ese ida y vuelta también con Petru (Valensky) en un momento que hacía los móviles".

—No soportás que la gente hable sin saber, ¿necesitas informarte mucho para armar los guiones en radio y TV?

—Hay cosas puntualmente del guión que si tengo que hacer referencia me pongo a investigar o consulto para estar totalmente informado, me gusta saber de verdad. Me gustaría ser más culto, tener una biblioteca más grande, saber más. Veo un objeto y me interesa saber de dónde vino, qué quiere decir la palabra a nivel etimológico, la historia.

Las noticias también tienen una historia. Por ejemplo, hoy solo se habla de River Boca. Entonces te ponés a analizar por qué es un clásico, de dónde vienen los dos equipos, por qué la camiseta de Boca es así, por qué se llama el Xeneize. Me da curiosidad y me interesa saber por qué la rivalidad y es porque los dos son del mismo barrio. La camiseta de Boca es porque había un barco que tenía la bandera de Suecia. Esa noticia tiene una historia.

Reivindicador.

Hay quienes han ido a sus espectáculos para verlo fracasar y al final lo terminaron aplaudiendo. Considera que no hubo mala intención de parte de quienes se acercaron para palmearlo, aún cuando no confiaban en su show, ya que lo hicieron luego de finalizar la función y no antes.

"Un par de personas en el Teatro de Verano vinieron y me dijeron, pasé bárbaro, me maté de risa, me emocioné y había cinco mil tipos que se emocionaron contigo, pero cuando me trajeron pensé que no lo ibas a lograr, que ibas a perder este partido. Fue desde un punto de vista positivo, me felicitaron, aunque me habían ido a ver perder y yo sentí satisfacción".

—Esas personas te dijeron, pensamos que ibas a perder ese partido como si hablaran de fútbol, ¿sentís esa presión antes de salir a escena?

—En realidad sentís un coctail de sensaciones que se da en los minutos previos, después ya cuando entrás no. Pero no podría definir, es una mezcla de ansiedad, nervios, repaso, preparación. Además para mí el actor es la preparación, la previa, igual que un deportista. Para mí el actor es el antes: cómo preparás, planificás tu función, después salís a jugar, para mí es igual que un deportista.

—Te gusta la televisión, que la gente se te acerque, te diga que le gusta lo que hacés, ¿te sirve ese contacto con el público para auto castigarte menos?

—Soy muy auto crítico y capaz que eso no me permite disfrutar lo que hago. Ahí radica más el tema. Me ha pasado que hay un teatro lleno que me aplaude de pie, yo creo que técnicamente en períodos de la función no estuve acertado y ya no me permito disfrutar de esa noche hermosa con la que todo actor sueña, donde el teatro está lleno. Soy muy detallista, pero estoy evolucionando, estoy disfrutando más.

No soporto no darle atención a alguien que no tiene ningún vínculo contigo salvo que le gusta lo que hacés y se acerca a pedirte una foto, saludarte, hablarte, entonces me parece súper importante, le presto fundamental atención. Es una cuestión de respeto, alguien que paga una entrada, te escucha en la radio, te mira en la tele. El público es un capital hermosísimo que hay que cuidar pero no hay que malgastar. Ese aval, que puede ser muy grande, no te puede habilitar a hacer cualquier cosa en pos de bueno, si les gusta siempre... Eso no está bien. Si no te portás bien, ese capital se va en algún momento. Me parece un lindo milagro que venga alguien a decirte que le gustó lo que hiciste pero no estoy pendiente de si soy aceptado o no.

—Los primeros recuerdos que tenés vinculados al humor tienen que ver con cómicos del Carnaval. Mencionaste que estaba denostado y te interesa reivindicar el género...

—Captamos mucho cómico de programas argentinos y en Carnaval tengo 20 de esos que son infinitamente mejores: cantantes, puestitas en escena. Yo no soy un hombre de Carnaval, nunca salí, soy fanático de la murga, me parece un género superior. Estuve en Cádiz, escuchás la Chirigota y decís, la murga es lo más grande que hay, es ópera popular y ni los tipos saben lo que están haciendo porque viene en la sangre. Yo escucho murga y se me eriza la piel, un coro de murga está despegado. Como son esa bohemia, hasta ellos mismos tal vez en su discurso no valoran tanto lo que hacen y a mí me gusta reivindicar a esos artistas, les tengo cariño y muchísimo respeto.

Me acuerdo una especie de disertación que hubo, ¿carnaval o teatro? Y justamente, si hay un teatro popular es el Carnaval: al aire libre, un montón de géneros, no son antagónicos. La gente se sienta en el tablado a ver teatro popular, te puede gustar o no, estará más elaborado o menos, hay mejores y peores…

Todos los años recibe propuestas para sumarse, lo han llamado de todas las categorías, incluso de lubolos, "una cosa increíble, qué voy a ir a hacer, pero me re copa, esa gente es divina". Siempre ha dicho que no porque "llego muerto, no estoy como para ensayar y ya en febrero arranco la radio, no puedo levantarme a las siete de la mañana después de haberme acostado a las tres". Y aunque quisiera, entiende que no tendría lugar porque es un actor clásico. "Para estar en un cuplé tenés que saber cantar. Un cupletero de verdad es el Negro Rojo, sino hago un monólogo".

—Estás convencido de que el humor es un gran remedio, ¿de qué te salvó a vos?

—A mí me salva todos los días. Gasalla decía, el humor es distancia. A veces te pasan pequeñas tragedias cotidianas y te ahogás en un vaso de agua, pero si te alejás, ahí aparece: no era tan importante, hasta era gracioso, termina siendo una anécdota. Si te distanciás, lo mirás como una película, lo extrapolás y te reís.

Se dice del cómico...

"Cuando la gente conoce a aquel que actúa en comedia pretende que tenga la misma energía que en el escenario, la TV o la radio, pero si fuera así sería un imbécil". No está de acuerdo con el mito de que los cómicos son todos depresivos: "lo que ves es el contraste del loco. Si lo ves pum para arriba y después lo ves normal ya te da depresivo porque comparás".

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