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Gustaf, humorista con 25 años de carrera que cierra el año con show en el Antel Arena

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Gustaf, el actor se presenta en diciembre con su clásica despedida del año en el Antel Arena. Foto: Darwini Borrelli

ENTREVISTA

El actor se presenta el 19 de diciembre en el Antel Arena para hacer su cierre de año, sobre el público y su carrera habló con Sábado Show

Gustaf, el actor se presenta en diciembre con su clásica despedida del año en el Antel Arena. Foto: Darwini Borrelli
Gustaf, el actor se presenta en diciembre con su clásica despedida del año en el Antel Arena. Foto: Darwini Borrelli

Cuenta Gustaf que hay que prepararse, estudiar y lograr disciplina para lograr una carrera de 25 años. El próximo 19 de diciembre, Gustaf hace su tradicional cierre de año, esta vez en el Antel Arena donde se presentará ante miles en un escenario ubicado en el centro del lugar. Para eso se está preparando, repasando y entre tantos ensayas y prácticas charló con Sábado Show.

—¿Cuál fue el menor público ante el que te presentaste?

—Eran dos personas en el público. Había más gente arriba del escenario que abajo.

Gustaf. Foto: Fernando Ponzetto
Gustaf llega el 19 de diciembre al Antel Arena y dice que ya tiene otros lugares impensados en los que quiere presentarse. Foto: Fernando Ponzetto

—Ahora te presentás en el Antel Arena, ¿qué escenario te queda por subirte?

—Quedan lugares. Tengo guardados una cantidad de escenarios que parten de esa idea de actuar donde sea. En realidad arranqué así, me acuerdo que mis colegas de Teatro Trash cuando empecé a actuar en boliches, vamos a actuar donde exista un metro cuadrado libre. Vamos a ir a buscar a la gente, porque no éramos conocidos. Entonces poner un teatro o una obra cuando no éramos conocidos, no iba a ir nadie. Y ahí empecé a actuar en espacios no convencionales como boliches, galpones abandonados y eso me quedó. Quedó eso de ir a lugares que no son teatros, pese a que el año pasado fui al Auditorio del Sodre con la Orquesta Juvenil, pero de ir a esos lugares, asaltarlos. De los últimos, el de 2014 me parece un ejemplo muy gráfico: actué en el Parque Rodó debajo de la Rueda Gigante. Cualquiera podía pasar y no se imagina que había ahí una función de teatro para el pueblo, porque esa es mi concepción del teatro. Así que tengo apuntados otros lugares impensados. Para mí el arte tiene que ser como aquel título de Dante Panzeri que era un periodista deportivo que escribió Fútbol: dinámica de lo impensado; el arte es igual.

Gustaf. Foto: Dawrin Borrelli
Gustaf. Foto: Dawrin Borrelli

—¿El teatro tiene que ser impensado?

—Hay que darle a la gente lo que no espera.

—¿Y qué es lo que la gente no espera hoy en día?

—Para mí tiene que ver con la sorpresa. Este espectáculo que voy a hacer en el Antel Arena, se espera que salga el monologuista a un escenario frontal típico, como en un teatro a la italiana con plantea. Y en 2006 me acuerdo que vi a Dane Cook en el Madison Square Garden con un escenario como el que voy a hacer ahora, a 360 grados, haciendo el monólogo para 25.000 personas, y siempre quise hacerlo. Siempre lo tuve en la cabeza, no tenía el estadio y ahora está el estadio. Vamos a bajar el score board y va a haber un circuito cerrado para los primeros planos. La idea es que la platea sea para ver al tipo en el medio del escenario, con toda la gente alrededor a no más de tres metros. Porque cuando hice el Teatro de Verano, no actué sobre el escenario, puse un escenario nuevo sobre el foso y tenía a la gente a un metro, porque necesito trabajar con la gente al lado, y acá va a pasar lo mismo, y va a ser bastante más gente. Son miles, ya no pregunto cuántos son, que vayan saliendo como dice el gaucho.

Gustaf. Foto: Dawrin Borrelli
Gustaf. Foto: Dawrin Borrelli

—Ya son 25 años de carrera en el humor.

—Sí, se fue rápido el tiempo. Yo estoy muy feliz con todo el camino realizado, siempre hice lo que quería y siempre quise hacer reír a la gente por mas soy un actor clásico. Y me gustaría incursionar en otros géneros, sobre todo en el cine pero hay un prejuicio con los actores cómicos, se nos encasilla mucho. Es un debe que tengo, pero actué en todos lados y siempre fue mi obsesión actuar donde sea y para quien sea, actuar para todo el mundo. Siempre quise salir del micro mundo del teatro, que es un micro mundo hermoso al que pertenezco, pero vas a tres obras de teatro durante un mes o dos meses y el público es el mismo. El público a veces no es mi padre que fue hasta quinto de escuela y era un artesano, o no es el albañil, yo quería actuar para el gran público, y no tengo prurito en decirlo. Siempre quise ser un artista popular. Hice lo que quería y salió todo naturalmente, no es que mi obra artística tenía ese fin.

Gustaf. Foto: Dawrin Borrelli
Gustaf. Foto: Dawrin Borrelli

—¿Pero no sentís que llegás a la gente?

—Sí, siento. Uno no actúa en el Antel Arena, o no te saludan desde un camión de basura como pasó cuando veníamos para acá. Para mí es maravilloso. Va a ser conmovedor salir a escena, cada fin de año lo es, cuando se apaga la luz y se escucha el rugir del estadio. Es una sensación divina que lleva consigo el miedo, porque siempre experimento el miedo, y es un gran salto al vacío. Porque uno está solo, el escenario es pelado y uno está con su cuerpo, con su histrión, su voz y su emotividad tratando de conmover al otro, que en este caso son miles de personas.

—No es changa.

—No, pero es mi misión, es lo único que sé hacer. Estoy en el mundo para eso.

Gustaf. Foto: Difusión
Gustaf. Foto: Difusión

—¿Cuándo sentiste que el humor era tu misión?

—Casa del Teatro, la disposición era igual a esta (platea en semicírculo), estaba sentado y Luis Cerminara tenía los ejercicios de improvisación, elegía y decía usted y usted, comprador y vendedor, y cuando aplaudía había que cambiar el rol. Y cuando pasé al frente, pisé el escenario y empecé a improvisar dije: esto es lo mío. Esto es lo que voy a hacer, este es mi medio de vida, es mi vocación, mi misión y ahí lo abracé. Tuve mucha suerte en la vida, porque hay gente que capaz no sabe lo que quiere hacer y la obligan a buscar una vocación. A veces les dan un test vocacional a un pibe de 14, 15 o 16 años y le dicen: “¿qué querés ser?” Y el pibe por ahí no sabe. Yo a los 17 años ya sabía lo que quería ser.

—Y desde entonces no has parado de construir ese camino.

—No, jamás. Siempre aprendiendo, siempre estoy leyendo y no específicamente lo teatral. Como monologuista estudio mucho los deportes individuales: el boxeo y el tenis. El poder de concentración, porque imaginate, voy a hacer un monólogo que como base va a tener 90 minutos, porque el monólogo que hago es un estreno porque no me gusta hacer un refrito. Es “Galleta de la fortuna” como hilo conductor, pero a nivel dramatúrgico escribí algo que deriva a “Todo es posible” que fue uno de mis monólogos. Después vuelve y me voy a “Molto Bene” que fue el de 2016, después voy a “Yo soy aquel”, el de 2017 y así me voy a uno del 2012. Arranco a las 21.00 y no sé a qué hora termino, pero a nivel actoral es muy interesante ese trabajo dramatúrgico que tengo pronto.

Gustaf. Foto: Difusión
Gustaf. Foto: Difusión

—¿Cómo vas probando un show de una hora y media?

—Nunca hago funciones privadas. Estreno con el público.

—Es un riesgo enorme.

—Sí, es un riesgo enorme, pero no me gusta hacer funciones privadas. Agarro y estreno, cuando hago las temporadas del Movie estreno en el interior y lo que funciona, funciona y lo que no, no. Por suerte tengo la bendición que la mayoría funciona, pero no hago un preestreno o una función showcase, voy y estreno en bruto. Programa, boletería, afiche, propaganda, se estrena y a otra cosa. Es más riesgoso, pero me acostumbré a hacerlo.

—Te gusta estar al borde.

—Sí, me gusta. Es una forma de salir de la zona de confort todo el tiempo, de sentirme vivo artísticamente.

Gustaf. Foto: Difusión
Gustaf. Foto: Difusión

—¿Cómo te lleva la radio?

—Estoy muy contento con esto de “Feliz día” de RadioCero y lo de MonteCarlo. Tengo esa cuota pendiente del cine, como te decía, pero voy a terminar escribiendo una película, si no llaman al cómico. Y ya estoy pensando en un nuevo monólogo y seguir yendo a lugares donde nunca actué, a los pueblitos más pequeños con la bandera esta de: “el humor salvará al mundo” que es mi misión. La calidez del espíritu, cambiar el estado de ánimo de alguien, doy una acción filosóficamente más profunda de alguien que se sienta, no te conoce, vos no lo conocés y le cambiás el estado de ánimo durante dos horas. Y sigue siendo denostada la comedia. Porque después te dicen: me reí dos horas; ¿cuándo en tu vida te reíste dos horas? Es una larga lucha pero es mi misión, yo levanto la bandera y la gente acompaña, sino no haría este tipo de función teatral.

—¿Nunca pensaste en pasar a la otra orilla, traspasar fronteras?

—Soy el único actor que actuó en La Trastienda de Buenos Aires. Actué un año en Argentina haciendo televisión cuando Florencia Peña hizo en Uruguay “Porque te quiero así”, me vio actuar y me llevó con Coco Echague y Jorge Esmoris y trabajé un año.

Gustaf en el ciclo Inspira de El País. Foto: Darwin Borrelli
Gustaf en el ciclo Inspira de El País. Foto: Darwin Borrelli

—¿Y qué pasó?

—Soy como muy comarcal, soy montevideano. Es extraño, porque trabajé para una película italiana, actué en El Hipnotizador que filmó acá Leonardo Sbaraglia, pero no sé si me iría a vivir a otro lugar. Al menos a Buenos Aires no. Residir ahí me parece que requiere un estado de locura que yo no busco. Yo busco más la paz. Y te vas a reír pero los domingos no me quedaba en Buenos Aires, estaba esperando a que jugada Fénix y me iba al Parque Capurro y ahí veía el mar, el parque, mis amigos y mi viejo. Sé que queda al lado, pero no puedo ir a ver a Argentinos Junior, tengo que ver a Fénix, entonces me gustaba más eso. Y no probé suerte allá, actué y me vine y también siento que soy querido acá. Obviamente que todo el mundo te dice que lo económico es mejor en otros mercados, y los otros mercados se van a dar a raíz de la dimensión que está tomando esto, pero sería ir a actuar a otros lados o residir unos días y volver, no quedarme, no plantar campamento en otro lado. No lo hice y ya no lo voy a hacer a no ser que venga una propuesta de Estados Unidos o de España y me dicen venite que tenés tres películas, ahí sí me voy a vivir. Sería magnífico, pero por lo pronto Buenos Aires no.

El Gran Gustaf celebra 25 años de trayectoria
El Gran Gustaf celebra 25 años de trayectoria. Foto: Natalia Rovira

—¿Qué no te gusta, la vorágine de la gran ciudad?

—No, eso me gusta, porque lo vivo todo el tiempo, llego a tener 100 presentaciones a nivel teatral en el año. Casi todos los días hago funciones, si no es una sala es un club o un salón y voy y actúo. Soy de los actores que más trabajan, y es una vorágine, es la camioneta, mi equipo de trabajo que somos cuatro y vamos a Artigas, Rivera, Colonia, Cerro Largo, Rocha y Montevideo, y así cruzamos todo el Uruguay, así que la vorágine ya la tengo. Y la tenía cuando rodaba en Buenos Aires y en Uruguay, me encanta, estoy hecho para eso. Pero también está bien donde resido que es Montevideo.

Otra historia del mundo
Imagen de la película "Otra historia del mundo". Foto: Difusión

—El año pasado trabajaste en Otra historia del mundo, ¿cómo te sentiste haciendo de villano?

—Me encantó, me sentí espectacular, quiero hacer mil más de esos. Me sentí alucinante, me encantó armar, encarnar y componer un personaje, estar frente a la cámara. Amo los rodajes y lo que se vive en un rodaje, pero siempre está eso del cómico. Y es al revés, el cómico puede sí volver a la zona de la tragedia pero a la inversa es muy difícil, que un actor que hace tragedia te haga reír a carcajadas. Ana María Campoy decía que los cómicos pueden hacerlo todo. Siempre expreso mi deseo de hacer cine y ficción. Está muy difícil en televisión pero hacer ficción, protagonizar una ficción, me encantaría.

—¿Falta ficción en la televisión uruguaya?

—Sí, pero es por temas económicos, es muy cara la ficción. También quiero que haya más actores en televisión haciendo lo que hay que hacer, ser un decorado, uno de los arbolitos como Zach Galifianakis que hace Entre dos helechos. Tiene que haber algo de eso con buenos guiones y buenos actores, si está lleno de todo, y es necesario. Y creo que se va a ir dando naturalmente, tengo fe y confianza.

Gustaf
Gustaf, ante un nuevo desafío, celebrar sus 25 años en el Antel Arena. Foto: Darwin Borrelli

—En estos 25 años de carrera, ¿hay alguna anécdota que digas: fue increíble que pasara esto?

—La anécdota que todo el mundo me recuerda porque fue increíble es la segunda función en el Estadio Centenario; porque la primera fue antes de un clásico y esa también es inolvidable. El espectáculo Molto Bene era un monólogo que trataba sobre la amistad, sobre un gran amigo que amaba viajar en avión y de niño siempre miraba los aviones. El monólogo en sí es muy reidero y muy emotivo, la gente terminaba llegando. Yo tenía un intercambio epistolar con este amigo a través de los años. Y hay una carta, casi al final del espectáculo donde habla de cómo el miraba los aviones cuando era pequeño. Era con la platea y la tribuna América llena, eran casi 10.000 personas y era una noche de diciembre y cuando estoy contando la fascinación que tenía mi amigo por los aviones pasa sincronizadmente un avión por arriba del estadio, y el público se vino abajo. Y entonces digo: “habíamos dicho que a esta hora chicos”. Es de esas cosas mágicas que solo en el teatro pasan, pero que pase un avión dije: esta es una anuencia divina. Fue tremendo.

—Y te has presentado en varios lugares impensados.

—Sí, después del Centenario trabajé en todos lados, una piscina, vacía por supuesto, ahora voy a trabajar en la Patria Gaucha, también voy a los festivales folclóricos para más de 20.000 personas. Son lugares inusitados donde estás solo con tu monólogo. Hay muchas funciones inolvidables para todo tipo de seres humanos, porque siempre quise que mi arte sea para todos los seres humanos. Así que va a ser conmovedor estar en el escenario del Antel Arena.

—¿Te imaginabas haciendo un Antel Arena?

—Quería y es mentira que uno nunca se lo imagina. Uno tiene una pulsión pero obviamente que el darse cuenta, me acuerdo que Alberto Restuccia decía en sus clases que lo más difícil para el ser humano es darse cuenta para que está: qué está haciendo, cuándo retirarse, el darse cuenta. Y darse cuenta en el instante previo a salir a toda esa platea llena, a veces decís: no sé si quiero darme cuenta, porque no sé cómo voy a reaccionar. Es que si lo pensás mucho no lo hacés. Hay algo de inconsciente ahí y una ingenuidad que por más que está en el polo opuesto, hay un hilo que lo une al atrevimiento, eso decía Oscar Wilde. Porque la ingenuidad y el atrevimiento son algo muy parecido. Por eso voy, salgo y actúo para la gente, Just Do It como dice el logo de Nike. Porque si iba a un boliche donde había solo dos personas, no lo pensaba mucho. No decía si no se venden 10 no lo hago. Agarraba y lo hacía, acá es lo mismo, se venden miles, agarro y lo hago y punto. Hay que salir, esa es la vida del actor.

—Cuando hablás citás a Oscar Wilde o Shakespeare, ¿siempre fuiste más letrado...

—¿De lo que se piensa? (risas). Ese es el prejuicio del cómico. Marcelo Mastroianni decía en un libro precioso que se llama: Sí, ya me acuerdo, donde repasa toda su carrera actoral, dice que el actor no necesita ser extremadamente culto, tiene que ser un tipo sensible. Pero es hermoso saber, cuantas más herramientas tenés, mejor artista sos y más vas a poder evolucionar. Pero hay un prejuicio con el actor cómico que hasta que no estudió es un tipo que hace una gracia y nada más. El mensaje es que hay que estudiar, y esto se aplica para todo, si vas a hacer algo, especialízate, estudia y se mejor cada día. La comedia tiene eso, parece que no hay una preparación o una concentración, y la hay. Por eso estudio los deportes individuales, porque se requiere una concentración para estar una hora y media llevando de la mano el texto al cuerpo, que van los dos de la mano: el gesto con el cuerpo y en el cuerpo; tengo que prepararme casi como un deportista.

—¿Cómo o cuándo ensayas?

—Es extraño, porque a veces solo paso lo corporal. Ahora estoy ensayando movimientos físicos porque al tener todo el escenario circular, estoy ensayando una cosa de moverme todo el tiempo. Y me entreno con un personal trainer, porque tengo que estar sin parar todo ese tiempo. Es un estrés mental terrible y me preparo. Paso letra, sí, pero también paso la letra con el movimiento del cuerpo. Me acuerdo que cuando hice el Teatro de Verano en un momento me descubrí y me emocioné que había un momento que decía un texto que había repasado mucho en mi cabeza y todas las tardes y tenía que caer en una pose, y cuando me descubro que salió tal cual lo había pensado y ensayado y había casi 5.000 personas, dije: ahí está. Y cuando pasa eso que me imaginé, y pega, la ola de la carcajada es como un tsunami que pega, no hay una sensación más hermosa en el mundo. Es genial, al igual que el silencio. Porque generar silencio cuando hay miles de personas, y que no vuele una mosca, es mágico.

—Y probablemente sea lo difícil de lograr.

—Antes decía que generar silencio y la carcajada era parejo, pero me puse la camiseta de la comedia. me puse la camiseta de hacer reír al otro, pero el silencio también es laborioso. Lito Cruz decía que el actor es el antes, es todo antes: cómo preparo, me pongo el vestuario, memorizo el papel, entrené, busqué qué cuerda toqué para tal escena, es todo el antes. Y después viene el logro y es magnífico, cuando se logra es sensacional.

—¿Sos cabalista?

—No, dicen que no hay que vestirse de amarillo en el teatro y siempre me vestí de amarillo cuando hacía Teatro Trash.

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