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Gerardo Romano: La vitalidad a los 70

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Gerardo Romano. Foto: Ricardo Figueredo

Gerardo Romano va y viene todo el tiempo. Habitante de la zona de Laguna del Sauce (Maldonado), reparte también su tiempo en Buenos Aires, donde está en cartel con la obra unipersonal Un judío común y corriente y espera por las grabaciones de una segunda temporada de El marginal, la serie que hace pocas semanas estrenó Netflix.

Desde que cerró Pluna, va y viene en auto y en la carretera compra algunos ejemplares de palmera pindó para plantar en su terreno. En breve se pondrá a construir él mismo su nueva casa en piedra. A los 70 años y padre de una niña de 12, Romano se siente más vital que nunca. Con Un judío... dice que encontró la obra que es como el amor platónico correspondido. “Pienso que nunca la voy a dejar de representar”, asegura. En los próximos meses la traerá a Montevideo, a la sala Nelly Goitiño del Sodre.

Gerardo Romano (70 años) es también abogado y se desempeñó como jefe de fiscales por 12 años. Dio clases en la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Fue jugador de rugby profesional y a finales de los ‘70 comenzó su carrera como actor. Participó en más de 40 telenovelas o series de TV, unas 20 películas y otras tantas obras teatrales.

Hace unos años tramitó el retiro de toda esa vida de trabajo y el organismo de seguridad social argentino le otorga una jubilación mensual que apenas supera los 200 dólares.

Instalado hace más de 10 años en Uruguay, en la zona de Laguna del Sauce, Romano no tiene más remedio que ir y venir a Buenos Aires por una necesidad del bolsillo, pero sobre todo del alma. Hace dos años encontró la obra que mejor lo representa. Unipersonal, se titula Un judío común y corriente y la pone en cartel todos los fines de semana en un teatro porteño del barrio Palermo. Pronto la traerá a Montevideo, con funciones en la sala Nelly Goitiño del Sodre.

Desde que cerró Pluna, el actor va y viene en auto. Su última participación en TV, como parte del elenco de El marginal, marca también su rutina de estos días. El personaje que encarna en la serie, un director de cárcel igualmente corrupto que campechano, genera empatía en la audiencia y es común que los fans, argentinos o uruguayos, le pidan fotos o selfies. El marginal, producida por Sebastián Ortega y la TV pública argentina, fue comprada por Netflix y probablemente tenga segunda temporada.

"Ojalá, porque ya cobré la primera y me la gasté", dice entre risas como si fuera Antín, su controvertido personaje en la serie.

Padre de una niña de 12 años, que vive y estudia en Maldonado, Gerardo se siente más vital que nunca a los 70 de edad. "Es difícil aceptar envejecer, con la pérdida de autoestima, el aislamiento o la partida de seres queridos. A falta de Dios, me parece que hay que tener una idea importante y seguirla y defenderla", asegura.

Religioso pero autodidacta de la fe, Romano también ha sido un defensor de gran parte de las políticas del saliente kirchnerismo en su país. Hoy, mira con pena los casos de corrupción que comienzan a destaparse de la gestión anterior.

La frontalidad de sus opiniones le ha generado no pocos problemas. Aquí, se enfrentó con las autoridades cuando dijo que el agua de la Laguna del Sauce estaba "toda podrida". De allí OSE hace las tomas para la distribución por Maldonado o zonas aledañas. Hoy concede: "Está mejor el agua de la laguna".

Un judío común y corriente recrea el dilema de un judío periodista que reside en la Alemania de hoy. Un amigo suyo, docente de historia de secundaria, lo llama para invitarlo a su clase. Luego de estudiar el nazismo, los alumnos quieren conocer a un judío real. El personaje toma un grabador y ensaya ante el público su respuesta. La cuestión es: ¿ir o no ir?

—¿Cómo llegó a vos esta obra?

—Me la ofreció un amigo judío, Lázaro Droznes, quien fue el adaptador del texto al español. Cuando me la presentaron dije que sí casi sin leerla. Si bien no soy judío, siento mucha admiración por el judaísmo. Es el pueblo de las letras y de los libros. Marx, Einstein, Freud, Cristo... todos ellos fueron judíos y cambiaron al mundo. También tengo mucha solidaridad con su diáspora y sus padecimientos.

—¿Qué tan exigente es para el actor este unipersonal?

—Es lo más exigente que he hecho. El personaje toma un grabador a casette y ensaya su respuesta, que luego desgrabará en una máquina de escribir eléctrica. Si bien transcurre en este tiempo la obra, él tiene varios artefactos antiguos porque no quiere adherir a la innovación tecnológica vertiginosa. Considera que lo viejo nos hace más jóvenes. En cambio, la rápida obsolescencia de los artefactos nuevos puede incorporarse a uno. Y con el próximo celular o la próxima computadora envejecemos porque ya no la entendemos del todo.

—Lleva dos años en cartel en Buenos Aires, ¿qué sigue para Un judío...?

—La vamos a traer a la Nelly Goitiño de Montevideo, seguramente en abril o mayo. En Buenos Aires o donde sea la voy a seguir haciendo indefinidamente porque es un material que me expresa. Es como cuando te enamorás de alguien y te corresponde. Entonces alguien te pregunta: "¿Y hasta cúando vas a seguir con esa persona?" Y si es por mí, hasta siempre.

—¿Por qué crees que te sucede eso con esta obra?

—Porque me expresa cultural y religiosamente. El personaje es también crítico del judaísmo y dice que quiere creer en un Dios. Yo también fui religioso católico y hasta hoy tengo el deseo de fe. No quiero vivir sin poder explicarle a mi hija de 12 años con qué sentido la convoqué a este mundo. ¿Con qué cara o con qué derecho podemos transmitirle a nuestros hijos que los trajimos de la nada para que vuelvan luego a la nada? Hay que rebelarse contra eso. No puede ser así. Pero al mismo tiempo, la figura de Dios está muy problematizada. Como dice el personaje, si hubo un Dios murió en Auschwitz. ¿Cómo pudo permitir una cosa así? ¿O acaso Dios no es ético?

—Integrás el elenco de El Marginal (TV pública, Netflix), ¿qué te ha dejado tu personaje?

—Antín es un ser querible, simpática y verdadero, lo cual te permite aceptarlo y acercarte a él. Todo eso hace que la gente se distraiga de lo importante: que es un corrupto, ladrón hijo de puta. Parece uno de nosotros,

—¿Va a haber segunda temporada de El marginal?

—Espero que sí porque ya cobré la primera y me la gasté (risas). Seguramente, está prácticamente confirmado. La serie ha tenido mucho éxito. Los libros del uruguayo (Adrián) Caetano son muy buenos. La devolución en las calles de Buenos Aires y aquí también es impresionante. Creo que se han conjugado muchas cosas. Se grabó en una cárcel real, el viejo establecimiento de Caseros y muchos de los que hacen de presos son exreclusos de verdad. Lo otro es que refleja una realidad lamentable de Argentina. Es archisabido que los presos salen a robar y vuelven. Luego son inhallables porque la policía no los va a buscar en la cárcel.

—A lo largo de tu carrera te han tocado varios papeles de personajes corruptos o "villanos queribles". ¿Por qué crees que sucede eso?

—Son personajes desafiantes, que me gustan por su complejidad. Se podría decir que son mi especialidad. Lamentablemente, son verosímiles porque hablan de un mal endémico de nuestra región, que es la corrupción.

—Has sido defensor de algunos aspectos del kirchnerismo. ¿Cómo has tomado el destape de algunos casos de corrupción que involucran a exfuncionarios?

—Es cierto que apoyé muchas medidas como la recuperación de Aerolíneas o del petróleo o la aprobación del matrimonio igualitario. Hoy sigo teniendo la misma mirada sobre las políticas superadoras de esa época y miro con mucha pena los episodios de corrupción.

—¿Qué análisis hacés de este momento político en Argentina?

—Para mí, el neoliberalismo no es la política más acertada para los países periféricos como Argentina y todos los latinoamericanos. Pero no es lo que la gente votó en las urnas. Mi deseo para Macri y su gente es que le vaya bien y progresemos, aunque no creo que tengan la receta adecuada para hacerlo.

—¿Cómo es tu vida en Laguna del Sauce?

—Voy a vengo. Aquí está mi hija menor, que tiene 12 años y va al colegio en Maldonado. Desde que cerró Pluna, que era una aerolínea sumamente eficiente, voy y vengo en auto. Cruzo por Fray Bentos y hago el camino muy tranquilo, paro en algún vivero para comprar palmeras pindó, por las que tengo una gran debilidad. Si bien vendí la chacra sobre la laguna, sigo viviendo allí porque el nuevo dueño, que es alemán, me deja quedarme en la casa secundaria. "Gerardo, no sé porque vendiste, pero te puedes quedar hasta te mueras o me muera yo".

—¿Por qué vendiste?

—Porque no era fácil mantener la casa, ni barato. Alquilaba siempre la casa principal pero el inquilino es una persona demandante y yo era todo: el albañil, carpintero, jardinero. Me generaba mucho estrés y estaba solo en esas tareas, así que mejor desprenderme. Livano de equipaje es mejor. Ya compré igualmente un terreno cerca y estoy por empezar a construir. Voy a hacer una casa con las piedras del propio terreno. Soy un viejo constructor.

—Hace un tiempo hubo una polémica porque dijiste que el agua de Laguna del Sauce estaba "toda podrida"...

—Y era así. Muchos me felicitaron por decirlo y tener la actitud de no solo hablar bien o ser obsecuente con el lugar donde se vive siendo extranjero. Hay que decir las cosas como son.

—¿Sigue podrida?

—Está mejor. Se tomaron medidas. Se está exigiendo a los propietarios de casas sobre la laguna que hagan tratamiento de afluentes. Todos los ricachones hacían el pozo y todo terminaba en el agua y del otro lado, los productores tiraban el glifosato y a nadie le importaba nada. Hoy, las cosas están un poco más controladas.

—Este año cumpliste 70 años, ¿cuál es tu secreto para la vitalidad?

—No sé. Me parece que tener pasión por alguna idea importante ayuda. Es difícil aceptar el envejecimiento, la pérdida de autoestima, el aislamiento o la partida de seres queridos sin la presencia de Dios. Se necesita de una causa y yo más o menos la voy teniendo con lo que hago.

—¿Y en lo físico?

—Cuido la salud lo normal. Fui deportista. Jugué al rugby en el Olivos entre los años 1969 y 1976. Fui capitán del equipo. En aquellos años teníamos un convenio con el Old Christian por el que nosotros veníamos a jugar todos los otoños a Montevideo y ellos iban en primavera. En una ocasión, hicimos algunos desórdenes en el Vapor de la Carrera y la prefectura uruguaya nos metió en cana. Intervinieron autoridades y pudimos salir para jugar el partido pero luego la federación prohibió este intercambio y comenzaron a hacerlo con un equipo chileno. En uno de esos viajes, se cayó el avión y pasó lo que pasó en la cordillera de los Andes. Así que si nosotros no hubiéramos provocado disturbios propios de nuestra juventud en aquel barco, seguramente no se produciría luego el viaje a Chile de los chicos del Christian y nada de lo que sucedió después. Es solo una anécdota de lo increíble de las casualidades o causalidades de la vida. Porque es muy difícil creer solo en el azar. ¿No hay ningún operador de las perillas de allá arriba? Si lo hay, ¿cómo es?, ¿qué piensa? De todo esto se debate el personaje de la obra Un judío... y yo también. Todos los días.

—Sos también abogado, ¿te jubilaste?

—Sí y lo que cobro son poco más de 200 dólares al mes. Trabajé 12 años como jefe de fiscales, fui docente y hay que sumar muchísimos años de trabajo como actor. Y voy a seguir, no solo por el bolsillo, sino por el alma.

Desafío en cine.

Gerardo Romano integra el elenco de la película argentina La cordillera, cuyo estreno está previsto para agosto de 2017. Ricardo Darín, el protagonista, interpreta al presidente argentino y él hace el papel de su jefe de gabinete. "Es una súper producción que va a dar que hablar", asegura.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Gerardo Romano. Foto: Ricardo Figueredo

ENTRE LAGUNA DEL SAUCE Y BUENOS AIRES

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