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Fernando Amado: "Para algunos en Uruguay, la homosexualidad contamina el paisaje"

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Fernando Amado.

NUEVO LIBRO

El diputado pone la lupa sobre la comunidad LGTB en el libro La Máscara de la Diversidad: “Me resulta muy estimulante que aparezca información que de otra forma hubiera quedado debajo de la alfombra”.

Fernando Amado.
"Yo no escribo para mi regocijo personal, sino para aportar desde mi condición de ciudadano”, comenta el diputado.

Luego de un año de intensa campaña electoral, el diputado Fernando Amado se vuelca hacia su otra pasión: la investigación periodística. El autor de libros sobre masonería, Opus Dei, militares, entre otras polémicas instituciones, ahora se mete de lleno a estudiar la comunidad LGTB en La Máscara de la Diversidad. “Hay que contar la verdad y abrir la posibilidad de cuestionar cosas que parecían sacralizadas”, desafía.

La portada de libro "La Máscara de la Diversidad".
La portada de libro "La Máscara de la Diversidad".

-Habías investigado comunidades e instituciones muy cerradas, pero que era políticamente correcto cuestionar. ¿En La máscara de la diversidad, donde investigás a la comunidad LGTB, ocurrió al revés?

-Sí. Las instituciones anteriores que yo investigué tuvieron el factor vinculante de que el ciudadano de a pie que no formaba parte de ellas las veía y le parecía legítimo que fueran investigadas. En este caso, el tema era muy sensible porque estamos buceando en el aspecto más íntimo del ser humano. Al comienzo estaba ese temor por esto de lo políticamente correcto. De alguna manera, lo que se ve de la minoría organizada en los grupos más activistas es que es como muy sobreexpuesta y firme en sus convicciones, y que cualquier cosa que se le cuestiona puede caer en el balde de lo homofóbico. En todas las investigaciones corro riesgos, pero no tenían que ver con la estigmatización. En el único libro que al comienzo estaba ese mismo temor era en el de los judíos. Pero esta vez a los que me decían que tenían miedo, yo les insistía en preguntarles quién en su sano juicio podía llegar a calificarme de homofóbico a mí, cuando he sido un activista y un aliado político desde que asumí mi banca a diputado. Nadie podía decir eso al menos en el sistema serio donde se forma opinión, sin tener en cuenta Twitter o Facebook, donde se dice cualquier cosa.

-En Twitter fuiste tendencia por decir que hay “muchos legisladores que llevan una vida de gay tapado”.

-Fui a Buen Día Uruguay y después publicaron esa frase entrecomillada. Yo lo dije pero iba dentro de un contexto. El instinto primitivo de mucha gente que está detrás del celular o la computadora hace que reaccione a los imputs que aparecen sin pensar un segundo. También hay quienes tienen premeditadamente una alevosía hacia la persona sobre la que están hablando. En Twitter usaron esa excusa para bajarle el nivel a un trabajo muy serio y muy tomado en serio. Tomar decisiones en este libro fue mucho más difícil que en otros.

-¿Decisiones con respecto a qué incluir y qué no?

-Claro. Tuve que evaluar mucho por un tema de ética profesional, como escritor y como persona. Si hubiese querido, podría haber apelado a una cantidad de diálogos en los que varios entrevistados hablaban naturalmente de la condición de homosexual de personas que no lo dijeron públicamente. En la eventualidad de que aportara algo, sentí que era muy cobarde de mi parte exponerlos así. En los casos en los que sentí que era importante fui a buscar a las personas. Con unas pude hablar y con otras no. Eso pasó en el caso de algunos políticos. Hablé con los que fui tomando conocimiento, y con otros que ya tenía en el radar porque era como un secreto a voces.

-La bajada del título plantea que la diversidad pasó “de la clandestinidad a la sobreexposición”. ¿Creés que ahora hay una sobreexposición?

-Cuando elegimos la bajada, la pensamos desde el lugar de la provocación. No es que yo crea que hay una sobreexposición, sino que pienso que hay mucha gente que cree eso. En Uruguay hay muchas personas convencidas y molestas de que “salieron del closet y me contaminan la visión, se creen que el Uruguay es de ellos y atropellan”. Piensan que antes no estaban en ningún lado y ahora están en todos lados “y encima yo no puedo opinar que no me gustan, que no estoy de acuerdo o que no me parece natural”. Eso está contenido, y las personas que sienten eso entienden que hay una sobreexposición. Hay una cosa de “existan, pero más tapados, no se muestren tanto”.

-¿Y vos qué pensás?

-Yo creo que rompe los ojos que no hay una sobreexposición. El tema es acostumbrarse a los cambios. Vivíamos en un Uruguay en el que era muy difícil encontrar parejas homosexuales de la mano, y de un momento a otro se empezaron a ver. De un momento a otro hubo un cambio cualitativo en cuanto a las leyes y en cuanto a que la gente más joven vive estos temas con más espontaneidad. Es entendible que una persona tenga en la retina otro paisaje urbano que ahora es distinto. Lo que ocurre ahora es que empezaron a pasar cosas que antes no se veían, no porque no existieran sino porque estaban tapadas. Lo que hacen hoy simplemente es lo mismo que hace uno: vivir la vida en sociedad con naturalidad. Eso que parece tan fácil, hay un sector no menor de la sociedad uruguaya a la que todavía le cuesta mucho entenderlo.

-¿No es entendible que a las generaciones más veteranas les cueste entender estos cambios sociales abruptos que señalás?

-Las personas nos tenemos que acostumbrar a los cambios de la sociedad. Patricia Wolf dice en el libro que hay que entender a la gente que se está acostumbrando a los cambios. Pero también es cierto que ella es Patricia Wolf y recibió lo mejor de la comunidad. Es más difícil entenderlo para, por ejemplo, un hombre que nació hombre, siente atracción por los hombres y tiene que esconderse o taparlo porque creció viendo que eso era penalizado por todos lados. Ese hombre vive un calvario solamente por sentir atracción afectiva hacia personas del mismo sexo. Uno se pone en su lugar: “me están diciendo que estamos sobreexpuestos cuando yo pasé un calvario y para ustedes la vida es facilísima”.

-Para que se diera esta transformación social, ¿la comunidad LGTB también tuvo que cambiar?

-Sí. Ellos pasaron de hacer marchas en 1993 en donde las protagonistas eran llamadas “las travestis”, y en la prensa eran la nota de color: “las travestis” exuberantes, medias desnudas. La gente las veía como extraterrestres y le tapaban los ojos a los niños. Hubo un cambio de modelo y pasó de ser la “marcha del orgullo gay” a la “marcha de la diversidad”, que es una de las fiestas más grandes que tiene Uruguay y a la que va toda la familia. El cambio de modelo fue evaluar: “nosotros para avanzar y que la sociedad nos comprenda tenemos que parecernos lo más posible al individuo medio de la sociedad”. Por eso aparecen personas como Fernando Frontán, un hombre gay, blanco, que comunica muy bien y no es súper amanerado. Y eso se vio en la campaña a favor del matrimonio igualitario, donde las caras visibles eran Federico Graña, Valeria Rubino y Michelle Suárez, que en ese momento era la primera abogada trans. Así el ciudadano medio empezó a entender que la única diferencia con ellos es que les atraen personas del mismo sexo, pero es gente común. El ojo de la gente se fue acostumbrando a los cambios.

-¿Ese planteo no genera cierta tensión con aquellos miembros de la comunidad que pueden no tener interés en parecerse a la sociedad tradicional?

-Esa tensión siempre fue un tema de discusión adentro de los colectivos. Estaba la correcta apreciación de decir “¿por qué tengo que adaptarme si no estoy cometiendo ningún delito?, ¿por qué no podemos ser nosotros mismos?”. Esa discusión era muy dura porque indirectamente lo que le estabas diciendo a las trans era “vos sos un obstáculo para alcanzar derechos, necesitamos ocultarte para ganar espacio y que cuando termine esto puedas aparecer”. Eso tuvo sus tensiones internas y sus momentos de dificultad. Es una tensión sociológicamente interesante y humanamente dura. Yo creo que estratégicamente la resolvieron bien en esto de ir avanzando. Si no hubieran recorrido ese camino creo que sería difícil que estemos en el lugar que estamos, que es mejor que el de hace 20 años.

-¿Cuándo se va a poder decir que es un tema laudado?

-El día que a la comunidad le pase lo que me pasa a mí, que es que no tengo miedo de perder poder, trabajo, amigos o una oportunidad de estudio porque descubran que soy heterosexual. No existe el castigo a ser heterosexual, pero sí existe el castigo a un formato que se salga de la norma de lo que se ideó como la base de la “sociedad normal”. Ese castigo cada vez existe menos, pero sigue existiendo.

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