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El "Fata" Delgado en otra calle

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Fabián "Fata" Delgado

Este 2015 celebró los 25 años de Los Fatales y algunos más de carrera. Ya es momento de mostrarle una cara nueva al público, dice convencido. Por primera vez lanzará un disco solista, con un sonido distinto al que lo convirtió en un personaje masivo.

Hace dos años que Fabián “Fata” Delgado siente un zumbido en el oído izquierdo. Cuanto más se estresa, más fuerte es. Nunca más volverá a oír la nada. Antes de cada jornada de trabajo se encierra en una habitación de su casa acondicionada especialmente para que tome siestas con el mayor silencio posible. Es un buen empresario de sí mismo y sabe que debe cuidar su salud. Sin embargo, en medio de esa calma artificial, en su cabeza sigue revisando los compromisos que va acumulando en una agenda verde de la que no despega la vista. Durante la entrega de los Premios Graffiti tocó dos temas inéditos para celebrar los 25 años de Los Fatales y el comienzo de una nueva etapa solista, que lo tiene ansioso y entusiasmado. Aunque lo respalda una carrera de 26 años, el Fata siente que empieza de cero.

—¿Cómo recordás tu vida antes del éxito?

—Saliendo con amigos, sin importar a dónde: recorrer discotecas, boliches, muchos cumpleaños. Cuando era realmente anónimo tuve barras de amigos en varios barrios.

—Sos muy memorioso, ¿cómo recordás los primeros autógrafos?

—En Carnaval me pedían algunos y yo me creía que era Michael Jackson. Con la música se convirtió en algo cotidiano. Mi problema es cuando me paran en la calle, porque soy bastante más tímido de lo que la gente cree.

—¿Qué te da vergüenza?

—En el escenario, nada. En la calle, que me pidan una foto y los que estén cerca piensen "y este quién es".

—En tus canciones repetís que le cantás a tu gente ¿Ese público cambió en estos 25 años?

—Más que escribir pensando en la gente, escribí basándome en lo que viví en mis distintas edades. Mis primeras canciones tenían que ver con las cosas que hacía con estos amigos: antes de ir al baile comíamos unas pizzas y muzzarellas para tomar tranquilos. Íbamos a boliches que usaban luz negra, bailábamos lento y a las chicas las veías a todas lindas hasta que salía el sol. Escribía todo lo que me pasaba: primero lo contábamos en un asado y después la transformaba en una canción.

—¿Y después?

—Y después crecí y tuve hijos. A mi primer disco solista le voy a poner Otra calle. Lo veo como una calle paralela cercana a la que estoy: no voy a cambiar de estilo musical porque me gusten otros géneros distintos a los que toco. Este disco se inclina a una salsa pop con elementos de percusión latinos, batería y trompeta con otra forma de arreglos que se distancian de los que suenan en la música tropical.

—¿Querés apuntar a otro perfil?

—No quiero que la gente piense que esa otra calle está muy lejos, que los que me siguen desde hace años digan, "pah, ¿qué está haciendo el Fata ahora?, ¿boleros?"

—En Otra calle participan el guitarrista Guzmán Mendaro, las cantantes Francis Andreu, Lea Ben Sasson y el baterista Roberto Rodino, entre otros.

—Confío en la energía de la gente más que en su talento. Estoy haciendo un disco del Fata que no sé si alguien va a comprar, y no me interesa tampoco. Quizás mañana pego un hit y sea el boom del Uruguay.

—Ya pasaste por eso.

—La gente elige los temas pero vos nunca sabés realmente por dónde va su gusto. Podés hacer un corte para la difusión, prensa, pero después resucita un tema de esos que te imaginabas que no: ocurre una especie de magia difícil de entender.

—¿Por qué iniciar una carrera solista en este momento?

—En Argentina tengo amigos en discográficas que me piden material, pero no puedo llevarles discos de los años 2000. Acá trabajo con temas que ya son clásicos, si llego a tocar algo nuevo enseguida me dicen "volvé a los viejos". Me cuesta en Uruguay dar un giro, por eso lo visualizo como algo internacional.

—¿Te cansaste de Los Fatales?

—¡No! Tengo casamientos y cumpleaños agendados para mayo del año que viene. No hago este disco para ganar plata sino para sacarme las ganas, porque se dio en el momento justo eso de reencontrarme con Mateo Moreno, de quién fui vecino muchos años. Recién a los 15 meses empezamos a grabar.

—¿Qué pasó en ese tiempo?

—Buscamos el camino. Él necesitaba saber cómo trabajo yo y el mecanismo de mi banda, y los dos decidir qué músicos agregar al proyecto para asegurarnos de no hacer lo mismo que ya hice.

—Detrás de este plan, ¿qué ganas te impulsan?

—Quiero ir a lugares donde no me conozcan. Es un camino que arranco con un disco debajo del brazo y que me llevará a radios donde se pregunten, "¿y este quién es? ¿Por qué mutaste luego de 25 años de carrera?"

—Pero hace un año decías que no querías ir a Argentina porque sería como empezar de nuevo.

—Es que no podía llevar El baile del pimpollo, que es una canción que me dio mucho, me da y me seguirá dando. Los temas están emparentados con las personas y los músicos. Son parte de una generación que tenía 15 años cuando surgieron, que ahora se casa y los quiere bailar para festejar. Pero sentía que ese material no me seducía para viajar afuera.

—¿Qué cambió en la forma de componer para Otra calle?

—Con Los Fatales armo una maqueta en la computadora, tengo loopeados ritmos que son tradicionales del grupo, y canto arriba. En el disco solista fue trabajar con ritmos nuevos, todos relacionados a la salsa, incluso inventamos uno al que le pusimos "tribal", que es una batería desarmada que dos bateros tocan parados. Mi preocupación era hacer algo despejado de mis vicios, entonces le mandé a Mateo temas cantados a capela y él me proponía tres o cuatro versiones de cómo podrían sonar.

—¿Cómo agarraste la costumbre de empezar por la melodía?

—Porque cuando era DJ no dominaba el inglés: los temas me gustaban por la melodía, el arreglo o la forma de cantar. Siempre confié en la melodía.

—¿Las letras de Otra calle por dónde van?

—Hay un tema que escribí pensando en mis hijos y otros que tienen un rumbo más romántico. También le dediqué una canción a Berugo Carámbula, porque unos amigos argentinos tienen la costumbre de decir "alcoyana, alcoyana" cuando coinciden, y eso surgió de su programa. Tengo una gran simpatía por ese tema porque es el más parecido a Los Fatales.

—Te cuesta desprenderte...

—A mí me tira divertir y hacer bailar. Pero cantando pachanga no me juzgan como cantante, porque al trabajar con cuatro o cinco ritmos todos los temas se parecen. Tengo ganas de que me escuchen y digan "mirá, qué buena voz", "está buena la letra". A mi edad creo que está bien que pueda decir lo que quiera. Intentar cambiar es bueno.

—Eduardo Ribero fue tu gran maestro: un productor ¿Qué importancia tiene esa figura?

—Es el 50% del artista. Por eso siempre ando cansado, porque tengo que hacer la parte de productor y la artística. En una balanza, el 60% de mí es productor, en todo lo que hago observo cómo mira la gente.

—Me acuerdo cuando anunciaron a "Los Fatales inalámbricos", un sistema que hacía más efectiva "la entrada sorpresa en una fiesta". Sos un empresario, quizás eso ayudó al grupo a perdurar.

—No tengo dudas de que es por eso. Hay muchos que cantan más que yo, pero la gente confía en que lo mío va a ser 100% efectivo, porque mirá que levantar a la gente de la mesa y ponerla a bailar no es fácil. En un país que no es muy alegre, es difícil asociar a un artista con la alegría.

—¿Y sos tan alegre como parecés en el escenario?

—La pachanga va conmigo de la mano, y se convirtió en un trabajo del que vivo desde hace más de 20 años. Te digo incluso que me cuesta cantar temas serios sin reírme. A mí me gusta ver a la gente bailar más que ganar plata. Llega un momento en que la barrera del dinero se pierde y te interesa hacer lo que te gusta. Lo peor que me podría pasar sería despertarme un sábado sin tener ganas de cantar.

—Tenés buena relación con colegas de otros géneros.

—Lo que pasa es que siempre caminé derecho, y eso se valora, aunque nunca va a juntarse el rock con la tropical. En definitiva la esencia del trabajo es la misma: componer, grabar, llenar la agenda para tocar. Más que por la música que hacemos, creo que hay un respeto por el artista.

—Están de moda Lucas Sugo, el Gucci, la cumbia cheta, ¿la competencia alimenta más el trabajo de todos o genera un desplazamiento?

—Siempre que haya alguno de nuestro bando al que le vaya bien, nos potenciamos todos. Mirá que al que está de moda llega un momento en que la agenda se le desborda. Pasa el tiempo y quedan los que mejor componen y cantan. Y tenés familia, deudas, y te vas dando cuenta de que si vas a vivir de la música tenés que tomártela en serio.

—¿A quién admirás?

—A Cacho Castaña. Me sentí muy identificado con sus letras porque es un artista que tuvo una vida parecida a la mía. En 2004 lo traje con un amigo al Teatro Plaza. Lo voy a ver cada vez que viene. Seguí su enfermedad de cerca y me afectó. Mirá si lo querré -dice mientras muestra una foto de ellos juntos guardada en la solapa de la agenda-. Cuando estuvo por fallecer dije "vos te vas a quedar acá conmigo."

—¿Qué ya no querés hacer?

—El físico ya no me da para actuar toda una madrugada, agarro pocos shows. Pero esto es algo que llevás en la sangre, a veces me joden y me dicen "Fata, sos el Mick Jagger de la cumbia", porque crecieron conmigo, ¡siento que tengo 70 años y no 48!

Tuve la suerte de estar en grupos que siempre consiguieron exposición masiva, tanto con Karibe como con Los Fatales tocamos para 40.000 personas. Ahí entiendo porqué hay gente que cambia la fecha de casamiento si no puedo ir a tocar.

Fue muy vertiginosa mi vida artística. Con Karibe con K grabábamos tres discos por año, dormíamos en hoteles enfrente al estudio porque estábamos todo el día ahí. Luego vinieron Los Fatales y las giras y cuando quise acordar tenía 45 años.

—¿Nada te hace parar?

—Tuve un problema de salud en 2013 que me asustó: trauma acústico en el oído izquierdo, escucho permanentemente un zumbido provocado por tantos años de música y por el estrés. No se me va a ir más pero la graduación sube con el cansancio. Ahí dejé el laburo en un segundo plano. Es que hago teatro para niños, actúo, me encargo de la logística, llevo la agenda, escribo las letras, voy a las giras en el interior, y ahora se me ocurre empezar como solista. Intento no hacer nada pero me busco el estrés, yo fui así siempre.

—¿Qué creés que va a pasar con Otra calle?

—El uruguayo siempre tiene miedo de que el cambio sea negativo, pero yo no soy de guardar nada. Regalo los premios, los discos de oro, no tengo ninguna foto colgada en mi casa. Me gustaría llegar a Argentina y que me digan, "¿y vos quién sos?"

Otra calle.

Se llama el primer disco solista del Fata Delgado. Producido por Mateo Moreno y con varios músicos invitados. Lo presentará en pocos meses en el ciclo Autores en vivo que organiza Agadu. Con este material, que en breve sale de estudio, el Fata pretende mostrar una nueva faceta acá y afuera.

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