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Daniel Castro: "En el gobierno ha habido transparencia, los gobernantes dan la cara"

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Daniel Castro. Foto: Marcelo Bonjour

NOTA DE TAPA

Es uno de los periodistas más respetados del país. Daniel Castro está al frente de la edición central de Telenoche desde 2015, y el pasado 23 de abril dio inicio a una nueva etapa del noticiero.

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Canal 4 cumplió 60 años y lo celebró renovando Telenoche, su “nave insignia”. Una mayor apuesta visual, nuevos periodistas al aire y más secciones lavaron la cara del clásico noticiero. Su capitán lo timonea orgulloso. “Este es el chiche nuevo”, bromea al posar para las fotos junto a la pantalla gigante del decorado. Sobre estas innovaciones, y también sobre los límites del sensacionalismo en la pandemia, la extensión de los informativos y el relacionamiento entre el gobierno y los medios habla el periodista Daniel Castro.

—¿Cómo te sentís al frente de Telenoche tras la apuesta por una renovación con motivo de los 60 años de Canal 4?

—Me siento espectacular. Todos en el equipo lo estamos disfrutando. Era una buena oportunidad para que Telenoche, que es la nave insignia del canal, se pusiera a tono con una celebración tan importante.

—¿Qué aspectos de Telenoche sentías que necesitaban un cambio?

—En estos espacios nunca un día es igual al otro, por lo que los cambios son algo inherente a nuestra actividad. Lo que había para cambiar es lo que cambiamos todos los días. Y esta renovación en particular tiene más que ver con agregar tecnología, secciones y profesionales. En ese cambio fuerte estamos todos convencidos de que el resultado va a ser óptimo. La cancha estaba bonita, la sentíamos muy propia, éramos muy locatarios, pero llegó el momento en el que vino alguien y dijo "mirá que la pelota rueda mejor en el césped sintético y eso te permite lucir más tu juego". Fue lo que hicimos. También hay un aspecto a destacar que es que se mantiene la esencia corporativa del noticiero.

—¿Sentís que los noticieros cargaron con una responsabilidad mayor a lo largo del año de la pandemia?

—Sin duda. El periodismo es esencialmente de servicio, pero cuando estamos enfrentando una tragedia que afecta a nuestra gente tenemos que estar a la altura. Intentamos ejercer ese perfil, porque cuando nadie entendía nada, fuimos a buscar las fuentes que nos permitían aclarar el panorama, como científicos que explicaran la pandemia o profesionales que advirtieran sobre los efectos en la salud mental y emocional de la gente. A esto se le suma un ejercicio cotidiano de diferenciar la buena información de la que no es tan buena, y lo que es cierto de lo que es falso.

Daniel Castro. Foto: Marcelo Bonjour
"Estamos enfrentando una tragedia y tenemos que estar a la altura", indica sobre su rol en Telenoche. Foto: Marcelo Bonjour

—¿Qué te pasó a vos ante esta circunstancia?

—Hay dos dimensiones, está la laboral y la humana. A veces, cuando confluyen, se debe practicar el ejercicio de separar. El agobio personal no debería contaminar el trabajo profesional. Es un ejercicio complicado porque al principio los casos eran distantes, después las balas empezaron a picar más cerca, después le ponés cara a la enfermedad y conocés al que la padeció, estuvo en el cti o al que falleció, y eso se te viene encima. A mí me toca el extraordinario privilegio de ponerle la cara a un trabajo en equipo, pero el sostén de Telenoche su equipo de profesionales. Cuando llegás agobiado por las circunstancias de tu vida personal, tenés la espalda ancha de un equipo serio y confiable. Eso al final del día es lo que te salva.

—La pandemia a lo largo del mundo ha dejado imágenes muy dramáticas de gente muriendo sin poder ser despedida por su familia, o sin acceder a un respirador por la saturación del sistema de salud, ¿cuál es la línea que separa lo que hay que poner al aire de lo que no?

—La línea más delgada por la que transitamos este año es la de distinguir la alerta de la alarma. No hay que caer en el alarmismo pero tampoco subestimar una enfermedad que ha demostrado que es gravísima por las múltiples dimensiones que tiene. ¿Cómo no caer en asustar y alarmar informando con responsabilidad y sin ocultar? Esa es la pregunta que nos hacemos todos los días. A mí por ejemplo me impacta ver cómo una opción de despedida en Italia es a través de un enfermero que le da una tablet a la persona enferma para que salude a sus familiares del otro lado del vidrio. Uno lo ve y dice “esto es demasiado dramático” y después se pregunta “¿no es la forma de la que nos demos cuenta de lo grave de la enfermedad si no actuamos responsablemente?”. No hay ninguna teoría absoluta de cómo hay que transmitir lo que está pasando.

—Con motivo de la pandemia los noticieros se han llegado a extender por más de tres horas, ¿en algunos casos no fue demasiado?

—Se me puede decir que la información del día se puede resumir en 45 minutos. Y entonces, como yo soy un informativo, ¿debo amputarme la posibilidad de sumar secciones para comprender?, ¿debo condicionar el hecho de hacerle la entrevista a Analía Raurich, a Henry Cohen o a una enfermera de Cerro Largo que debió someterse a un aborto sin saberlo porque estaba en el CTI solo porque dicen que los noticieros son muy largos? Si tienen el tiempo que tienen, lo importante es darles el contenido que merecen. Yo puedo decir el número de personas fallecidas y en el CTI y quedarme en eso. De esa forma el noticiero sería más breve. ¿Pero no es importante hablar de las razones, las tendencias, la carrera entre el virus y la vacuna? Esas son las razones que hacen que el noticiero se extienda más.

—Este año también se renovó el formato de Todas las Voces, que dejó de lado el debate entre panelistas, ¿cómo procesaste esa transformación?

—Cambió obligado por la pandemia. La principal modificación fue cuando empezó a ser como una continuidad informativa de Telenoche. Allí se dio la necesidad de cumplir rigurosamente con los protocolos de la empresa, que nos acotó la presencia de personas en el estudio. Fuimos descubriendo que se estaba cumpliendo con un servicio y muchas veces dejamos de lado el debate para incorporar a la gente de peso en estas circunstancias. Hay manera de ir midiendo cómo reacciona la audiencia y en función de eso se fueron incorporando otros cambios con los que estamos muy tranquilos. Tenemos un público muy fidelizado. La gente sabe que hay un ejercicio del periodismo con características que siguen gustando: somos sobrios y amables, pero también firmes y rigurosos. No hacemos concesiones pero tampoco somos una exposición innecesaria de lo vulgar.

—¿Estuviste de acuerdo con la desvinculación de Conrado Hughes, que era el integrante fundacional del panel?

—Es bueno hacer unas precisiones: el conductor aporta en lo periodístico, conduce, y hay decisiones que lo trascienden. Pero sin ánimo de quitarle la pata al lazo, te puedo decir que de común acuerdo se entendió que se había llegado al punto de un ciclo cumplido. Era muy probable que viniéramos otra vez a una situación de debate a distancia, y eso era incómodo para él y para nosotros. Era difícil poder mantener esa cosa tan fresca y efervescente que tiene él desde su casa. Entonces ensayamos otras opciones y formatos para evitar esa locura del trabajo a distancia, y en esa búsqueda estamos. Yo lo extraño y lo extraña la gente, pero él también entendía que no estaba bueno esa cosa de estar de forma remota.

—Pero él ahora está de forma remota en Polémica en el Bar.

—Desconozco. Acá era una situación que preferíamos cuidar y entendimos que esa opción era difícil para todos.

—Ya pasó un año del inicio de la presidencia de Lacalle Pou, ¿encontrás alguna diferencia en el relacionamiento entre el gobierno y la prensa respecto a años anteriores?

—Lo que ha habido a favor es la transparencia. Eso ayuda mucho. Uno se mete a la página del Ministerio de Salud o del Sinae y tiene todos los números. Los propios gobernantes también son muy accesibles. Ante una circunstancia que era muy desafiante también para quien ejerce el gobierno, los he visto dando la cara en televisión, radio, diario o conferencias de prensa.

—¿Coincidís con Aldo Silva en que el presidente tendría que haber informado él mismo a la opinión pública sobre las cifras récord de muertes por covid?

—No voy a entrar en esa polémica.

Daniel Castro. Foto: Marcelo Bonjour
“Cuando necesito una confirmación sobre asuntos delicados me permito enviarle algún mensaje (al presidente Lacalle Pou)”, revela. Foto: Marcelo Bonjour

—¿Tenés un diálogo fluido con el presidente?

—Lo conozco hace casi 30 años...

—¿Has intercambiado mensajes con él?

—Sí, pero sobre temas muy puntuales. Cuando necesito una confirmación sobre asuntos delicados me permito enviarle algún mensaje, pero también hay que respetar la tarea del presidente. Hay un tema institucional importante. Por más que podamos ser conocidos de mucho tiempo, el día que asume como presidente asume la mayor responsabilidad de cualquier ciudadano del país. Para molestar la agenda del presidente hay que tener razones bien fundamentadas.

—El periodista Gabriel Pereyra dijo en La Letra Chica (TV Ciudad) que “en este gobierno reflotaron con especial intensidad” los llamados con presiones a la prensa, ¿esto te consta?

—No voy a comentar lo que dijo Gabriel porque no lo escuché, y le tengo respeto y admiración. Este oficio tiene un componente de diálogos que uno tiene que decodificar y puede llegar a suponer que se trata de una presión. Por ejemplo, va un líder de uno de los partidos que integran la coalición de gobierno a la radio y en los minutos previos le digo “hace tiempo que no venía por acá”, y me dice “sí porque la última vez no me trataron bien”. ¿De ahí en adelante la entrevista tiene que ser armoniosa y cambiar el tono? Capaz que ahí mismo uno se está autocensurando porque quiere que el entrevistado vuelva. ¿Es presión? Tal vez sí. Después está lo más explícito. Y a mí nunca me llegó ese tipo de presiones, ni ahora ni antes. Yo tuve entrevistas durante años en la mañana por las que pasaron todos los dirigentes políticos.

—¿Y nunca se quejaron?

—Se quejaban y probablemente después venía la instancia de intercambio con la dirección del noticiero o del canal, pero siempre sobre el hecho consumado. Nunca recibí una presión explícita en lo previo.

—En las últimas semanas cobró relevancia el caso del exdirector de Subrayado Eduardo Preve porque hubo versiones que indicaron que fue desvinculado por presiones del gobierno, lo cual fue desmentido por el canal. ¿Qué tan inverosímil es pensar que en Uruguay un funcionario del gobierno puede bajar a un periodista de un medio?

—Con Eduardo somos conocidos, lo respeto y lo quiero mucho. Hablé con él y lo saludé por estos años en el cargo. Su capacidad le va a permitir volver rápido al ruedo. Acá hay dos elementos importantes: hay una carta institucional del canal y una investigación periodística que hizo Ignacio Álvarez que explican que los motivos no responden a ninguna presión. Yo no descarto nada, pero es altamente improbable que un presidente o uno de sus colaboradores pidan que bajen a un periodista, sobre todo en este país. Yo me quedo con lo que se conoce oficialmente.

—Hace dos meses también se produjo un debate cuando Blanca Rodríguez levantó el móvil de Subrayado en la marcha del 8M después de que se agrediera a la cronista Magdalena Correa, y explicó que “no hay por qué estar donde no quieren que estemos”, ¿cómo hubieras reaccionado vos?

—A la gente que critica o defiende la postura asumida en esas circunstancias le pediría que conociera en detalle qué significa trabajar en vivo. No hay que perder de vista que cuando uno está al aire tiene que tomar decisiones importantes en una milésima de segundo. Lo que digo aplica también a lo que pasó con Aldo (Silva, que fue cuestionado tras criticar al presidente por no decir él mismo las cifras de muertos por Covid). Sé la tensión que tiene un pase en la radio, donde hay mucha gente que quiere opinar de temas complicados, hay un productor que te apura y tenés que estar muy entrenado para elegir las palabras que vas a decir. Lo que queda después es lo que uno dice y no lo que quiso decir. Trabajar en vivo requiere de un estado de estrés permanente y a veces las cosas pueden salir mal. Igualmente en este mundo tan chico lo que tenga que decirles se los digo personalmente porque afortunadamente la relación con todos es muy buena.

—Por último, ¿qué opinás sobre el programa La Letra Chica, que ha abierto polémica por bajar línea contra el gobierno nacional desde el canal de la Intendencia de Montevideo?

—No lo he visto, pero veo las repercusiones. Es parte de una oferta. En todo caso lo que correspondería para quienes están preocupados es ir a los documentos que dieron origen a la señal. Eso sí me parece que podría ser pertinente: saber si aquellos objetivos con los que fue creado el canal se cumplen actualmente. Pero eso es tarea para los ediles.

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