SHOW EN PUNTA BALLENA

Pese a la pandemia, Coti Sorokin tuvo un año de lo más agitado. El popular músico lanzó dos nuevos hits (Por Ahí y La Chica de la Esquina Rosada), realizó un streaming de gran producción desde su estudio, ofreció un “autoconcierto” en un estacionamiento gigante y fue de los primeros artistas en volver a brindar un show en vivo bajo los protocolos de la “nueva normalidad”. Y hasta se puso de novio con Cande Tinelli, la cantante hija del famoso conductor. Días antes de su ingreso a Uruguay para llevar su espectáculo a Medio y Medio (Punta Ballena), Coti atendió el teléfono para hablar con El País sobre la difícil situación en la que se encuentra la industria de la música, revolcada por el tsunami del Covid. “Un país sin cultura es un país que no existe”, subrayó. 

-¿Cómo es volver a subirse a un escenario en el contexto tan especial de la pandemia?

-De a poco estamos volviendo a los conciertos. Ya hicimos un autoconcierto, un show con aforo reducido y presentaciones vía streaming. Ahora volvemos a tocar en Uruguay (hoy en Medio y Medio, Punta Ballena), lo que me pone muy feliz. Además es en un escenario conocido, en el que me honra estar.

-Pasaste los primeros meses de la pandemia en Uruguay, ¿cómo fue ese período?

-La pandemia me agarró en Uruguay y me quedé un mes y pico. Hice varias cosas desde Uruguay, como el tema Por Ahí.

-¿Tuviste que sacar la residencia?

-Es un tema del que no voy a hablar.

-¿El confinamiento ayuda a estimular la creatividad?

-El confinamiento lleva a una búsqueda de nuevas propuestas y otras formas de conectarse con el público. Evidentemente hay una cuestión creativa, pero todo lo que sea frenar el mundo no es bueno. Puede haber traído más tiempo para crear, pero también trajo más ansiedad, miedos, incertidumbre. Yo lo llevé como pude.

-En los últimos días anunciaste la cancelación del show en el Luna Park después de varias postergaciones, ¿cómo fue el proceso que terminó con esa decisión?

-Era una noticia que no queríamos dar, pero no tuvimos más remedio. El show se reprogramó dos veces y lo habíamos dejado para mayo, pero al día de hoy no tenemos noticias de que lo vayamos a poder hacer. Las autoridades sanitarias no garantizan que haya una fecha en la que se pueda hacer un concierto de esa magnitud. Así que pese a la tristeza y la frustración, tomé la decisión de cancelarlo. No podemos seguir haciendo esperar a la gente y hay que seguir adelante. En algún momento lo retomaremos.

-¿Cuál es la perspectiva para la reactivación de la industria de la música después de un año tan complejo?

-Es muy difícil. Precisamos el apoyo del gobierno, de las marcas y de la gente que realmente tiene poder. La música y la cultura están heridas de muerte. Fue lo primero que se frenó y lo último que va a resurgir. Los músicos, técnicos, productores, managers, asistentes, sonidistas ahora reparten cosas en moto o hacen de Uber. Los que estamos instalados podemos darnos el lujo de desaparecer unos años, pero hay un montón de proyectos de chicos jóvenes que quedaron truncos, bandas que se desarmaron, salas de ensayo que se cerraron. Si no tomamos conciencia de eso nos va a ir mal. Por nuestra exposición tenemos el deber moral y artístico de decir estas cosas.

-¿Falta apoyo del gobierno para el colectivo de artistas?

-No queremos un subsidio, pero sí que se habiliten más espacios para la cultura o que se fomente a las grandes empresas para que puedan esponsorizar ciclos culturales. Lo que se reactivó hasta ahora es ficticio. Es gente entusiasta como yo y otros que hacemos cosas contra viento y marea, pero las condiciones no están dadas. Hacer un concierto para 100 personas es inviable, no alcanza para pagar los gastos. Esto no puede seguir así. Precisamos leyes de apoyo a la cultura. La cultura es el sello de nuestro país, es nuestro gran valor. Un país sin cultura es un país que no existe.

-¿Hay una organización seria por parte de los artistas para realizar estos reclamos?

-Es muy difícil. Los músicos sabemos hacer música, no somos militantes. Las organizaciones hacen lo que pueden, pero tampoco son demasiado representativas. Hay gente que tiene el temperamento para hacerlo y yo lo celebro. Cada uno desde su espacio tiene que concientizar y dar el ejemplo.

-Al comienzo de la pandemia se popularizó una nueva versión de tu hit Color Esperanza con un montón de estrellas invitadas, ¿te gustó el resultado?

-Sí, pero no era un proyecto artístico sino un proyecto para recaudar para la Organización Panamericana de la Salud en la investigación de la vacuna contra el Covid. No fue una obra de arte mayúscula, sino una campaña para recaudar. El objetivo se cumplió.

-¿Qué te provoca como autor cada vez que un tema tuyo toma semejante relevancia y se escucha interpretado por distintas voces en todo el mundo?

-Es algo muy loco. Es el sueño cumplido de tener un puñado de canciones que trascienden generaciones. Hacer canciones y pensar en sentimientos para volcarlos en letra y música tiene esa magia y esa presión de que haya gente esperando que uno escriba cosas.

-¿La industria es ingrata con los autores que están detrás de los temas que terminan siendo grandes éxitos?

-No es mi caso porque yo hice mi carrera solista y me hice visible por mi proyecto propio, pero para mucha gente sí es ingrato. Hay cientos de autores anónimos que cada vez reciben menos por los derechos de sus canciones porque hay un montón de gente rapiñándoselos. Uno es dueño de su canción pero termina siendo dueño solo del 15% porque se metieron el abogado y el productor, y el cantante puso como condición tener parte de los derechos para hacer el tema. Es una lucha desleal entre alguien que tiene que pagar el alquiler con el único talento de escribir canciones contra las condiciones que pone una multinacional o alguien con mucho poder. ¿Cómo le decís que no a las condiciones que te ponen si tenés que comprarle leche a tus hijos?

-¿Te pasó algo de esto al inicio de tu carrera?

-Sí, por supuesto que me pasó. Yo tuve mellizos con 20 años y tenía que darles de comer.

-Repasando tu carrera es común verte compartiendo temas y shows con músicos de géneros muy distintos, ¿por qué es poco habitual ver ese tipo de colaboraciones en otras figuras del rock?

-Yo pienso que pan con pan es comida de zonzo. Lo interesante de la música popular es no tener fronteras. Toda la música se hizo interesante cuando empezó a trascender su propio estilo, y lo mismo pasa con los artistas. Es interesante juntarse con gente de otros mundos para aprender y tener otras visiones, pero a veces nosotros somos más cortos en ese sentido y cuidamos el quiosquito. En otros países como Brasil y Estados Unidos tienen la autoestima más alta y pueden darse el lujo de decir “yo soy de acá pero me junto con ese de allá y no voy a perder mi identidad por eso”. Nosotros, en cambio, somos más prejuiciosos y pensamos “¿qué van a decir?, ¿que no hago rock?”. A algunos les da un ataque de pánico de solo pensar que alguien les diga que no hacen rock porque se juntan con tal persona. Es una pelotudez.

-Trascendió que estás en pareja con Candelaria Tinelli, ¿cómo definirías el vínculo?

-Lo definiría como un amor profundo e inesperado.

-¿Cómo surgió?

-No voy a entrar en detalles.

-¿Va a estar presente en tus shows en Uruguay?

-No sé...