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Carmen Barbieri, una mujer que está sola y trabaja… lejos

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Una nueva edición de la columna de Luis Ventura

Las cosas de la vida! En estos días pude mezclar un tiempo de descanso con un poco de teatro en una plaza que crece silenciosamente en la Argentina como Río Hondo. Una región santiagueña que era considerada por su turismo medicinal, aguas termales… bla, bla, blá.

Y me encontré con una ciudad con inquietudes porque tiene un autódromo internacional, un casino nuevo, buena hotelería y un circuito de teatro que antes no estaba y se ha comenzado a armar a más de mil kilómetros de Buenos Aires, como una buena opción de viaje.

En ese lugar lejano y cercano encontré inesperadamente a Carmen Barbieri trabajando a toda vibración con su nueva revista que de jueves a domingo llena todas las noches.

La reina de la calle Corrientes, la diosa de Montevideo, Mar del Plata y Carlos Paz está viviendo en Santiago del Estero, aunque parezca mentira ¡Así como te lo estoy contando!

Una vida mucho más tranquila, con sus dos perritos, muchos compañeros de trabajo y la gente que la sigue amando y le grita cosas por la calle.

Estuve charlando con Carmen y le pregunté si ella había elegido su propio exilio. Y ella me dijo: "No lo pensé desde ese lugar. Lo elegí por mi tranquilidad, por mi paz espiritual. No me gustaba lo que estaba viviendo en los últimos meses y me vine para acá y la paso bárbaro. Quizá venga mi mamá también y a Federico lo sigo por la tele que está haciendo una gran carrera…"

Al hablar la noté como la Barbieri que yo supe conocer, sin la aceleración que muchas veces la lleva a lugares desbordados y también con todos los tiempos para disfrutar de sus logros, de todo lo sembrado a lo largo de una gran carrera y que a la velocidad santiagueña, con siestas incluidas le encajan como anillo al dedo a esta mujer que comenzó a ver las cosas desde otra lente.

Hoy Carmen no quiere pelearse más con nadie, no discute, le despiertan alergias los tribunales, no le rinde cuentas a los empresarios, trata de mirar poca televisión y aprovecha mucho del spa, los masajes artesanales, los circuitos hídricos con grandes caminatas energizantes como hacía muchos años no cumplía.

Es cierto que extrañará la altura del Obelisco porteño, las luces de las marquesinas en la avenida Corrientes, las tertulias de comidas con amigos y a lo mejor algún cariño silencioso, pero hoy Río Hondo es su lugar y su puchero y aunque muchos piensen en un exilio, Carmen apuesta a una elección… de vida. Y no está mal.

MIRADASLUIS VENTURA

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