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Carlos Oreiro: "Parecerá una locura, pero hablo de Rampla y me emociono"

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Carlos Oreiro
Nota a Carlos Oreiro, en su domicilio, Montevideo, ND20181009, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

Entrevista

Inexplicable. Así califica Carlos Oreiro (69 años y padre de Natalia) el sentimiento por Rampla. El empresario acaba de asumir como gerente general del club picapiedra al que están vinculados la mayoría de los recuerdos gratos de su infancia y juventud.

Nacido y criado en el Cerro, su padre fue quien le transmitió el amor por la camiseta verde y roja. “Yo me crié en el Estadio Olímpico”. Si bien era bueno para el fútbol (según dicen) nunca jugó para el club de sus amores porque en su familia la prioridad era el trabajo. Hoy, casi retirado de la actividad empresarial, puede dedicar tiempo y energías en la tarea de hacer crecer a Rampla. Sobre la carrera de su hija, declara orgullo y recuerda los difíciles comienzos en Buenos Aires.

Carlos Oreiro, de 69 años, empresario y padre de Natalia Oreiro, acaba de asumir como gerente general de Rampla. Nacido y criado en la Villa del Cerro, los mejores recuerdos de su infancia y adolescencia refiere al club picapiedra, equipo del que es hincha desde que tiene memoria y por tradición familiar.

"Hay gente que de repente no lo entiende. Pero yo me pongo a hablar de Rampla y me emociono. Me quiebro", asegura.

Carlos Oreiro nunca jugó para los colores verde y rojo. Si bien quienes lo vieron en cancha en sus años mozos dan testimonio de sus condiciones como mediocampista, su padre consideraba que "el fútbol era para los vagos". "Solo me hubiera dejado dedicarme al fútbol si estudiaba y conseguía un trabajo que me permitiese con los horarios entrenar e ir a los partidos. Y no se dio", rememora.

En la actualidad, cuando está prácticamente retirado de su actividad empresarial, recibió y aceptó la propuesta del presidente de Rampla Ignacio Durán para sumarlo como gerente.

"Se trata de continuar con algunos lineamientos ya en curso y también de generar nuevas ideas", asegura Oreiro sobre su flamante función.

En mente tiene muchos desafíos: trabajar en marketing, remodelar la sede social, apuntalar obras para la piscina y hacer crecer el padrón social, que hoy asciende a unos 1.000 socios.

Emoción contenida.

Carlos Oreiro no pudo ir al Estadio Centenario el fin de semana pasado cuando Rampla se impuso ante Peñarol por 1 a 0. No se lo permitió su capacidad de sufrimiento.

"Esto es algo que los hinchas pasionales entenderán. Vivo los partidos con mucha intensidad, me sube la presión y a cierto edad, tengo que cuidarme", cuenta.

Así que el domingo optó por una forma muy personal de seguir el partido. "Prendí el televisor y miré los primeros minutos. Cuando ya estaba medio ansioso, apagué. Fui y vine en mi casa, tratando de despejar la mente. Luego prendí la radio y tras unos minutos, apagué de nuevo. En el entretiempo me enteré de que íbamos ganando 1 a 0. Cuando empezó el segundo tiempo, prendí la TV y apagué otra vez. Intercalé así radio y TV en varios tramos y finalmente, vi los últimos minutos. Pero sufrí. No sé si hubiera tolerado un gol de Peñarol. Por suerte no se dio", relata.

Sobre el debate posterior respecto al juego utilitario de Rampla, sin muchos lucimientos, opina: "No jugamos bien. Pero Rampla nunca fue un club de jugar lindo, como puede pasar en otros equipos, como Wanderers o Danubio. Lo nuestro es otra cosa", asegura.

Carlos Oreiro
Carlos Oreiro. Foto: Marcelo Bonjour. 

Consejos de padre.

Carlos Oreiro vive hoy en Punta Gorda, pero volvería encantado al Cerro. "Decir que a mi esposa no la agarro para volver, pero a Cerro lo siento mi lugar en el mundo".

Sus hijas Adriana y Natalia vivieron poco en la Villa porque cuando eran niñas la familia decidió por motivos laborales trasladarse al Parque Posadas.

A los 17 años, luego de algunas publicidades y papeles en Uruguay Natalia decidió que "su lugar en el mundo" sería en principio Buenos Aires. "Fueron tiempos difíciles. Asumimos un riesgo y la acompañamos. Ella estaba convencida. Al principio vivía con una doctora a la que le alquilamos una habitación en Palermo. De a poco fue creciendo a fuerza de convicción hizo una carrera formidable. Yo le decía que por más difícil que parecía, si ella perseveraba y realmente era su sueño, lo iba a lograr. Hoy estamos orgullosos de la carrera que forjó", asegura.

Familia de la Villa

El padre de Carlos Oreiro llegó a la Villa del Cerro a comienzos de siglo pasado. Trabajaba en el frigorífico nacional. "Todos los Oreiro vivíamos en pocas cuadras", cuenta. Carlos Oreiro se ha desempeñado como vendedor y empresario. Se casó con otra cerrense, Mabel Iglesias y tuvo dos hijas: Adriana y la mundialmente famosa, Natalia.

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