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Carla Lorenzo debuta en "Inquina" con un papel dramático

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Cuatro generaciones: su abuela Aída, su mamá Mariella y su hija Indira.

Tiene la sonrisa pintada en el rostro cual muletilla. Dice que le ha servido como máscara para superar situaciones de nerviosismo, tensión, angustia, incomodidad y timidez extrema.La actriz asociada a la comedia se prueba en un rol dramático por primera vez. Inquina volvió a la cartelera de la Sala Verdi ayer y Carla encara el desafío de suplantar a Adriana Da Silva. El principal reto del Diego Soto, autor y director de la obra, fue borrarle de un plumazo esa sonrisa que no logra evitar jamás para mostrar a la 100% actriz. Inquina va hoy y mañana a las 20:00 y el 22, 23 y 24 de este mes a las 20:00 y 22:00 horas.

Hoy, con 37 años y después de haber superado traumas y dolores en terapia, Carla Lorenzo siente que su risa es más auténtica que nunca. Está enamorada de Horacio “Tano” Abadie, disfruta de su pequeña Indira (5) y está embarazada de cuatro meses.

Su bisabuelo era amigo de Ramón Collazo y su abuelo Hugo reunía carnavaleros en su casa de Atlántida. Jugaban al truco, hacían asados, tomaban varias copas y siempre terminaban cantando tango y murga. A Carla Lorenzo le fascinaba ese mundo y pispeaba cuando los adultos le daban permiso. Soñaba con cantar, actuar y subirse al escenario. Quiso hacer gimnasia olímpica, pero la idea se frustró: vivía en Atlántida y allá no tenía donde ir a clases. Pensó que su anhelo de artista quedaría en una utopía.

Se anotó en facultad de derecho y psicología. La primera la abandonó enseguida. Obtuvo el título de psicóloga ocho años después de lo que su abuela Aída esperaba. Eligió la carrera porque le gustaba escuchar, ayudar a otros y para canalizar sus propios "mambos". Llegó queriendo solucionar el dolor que le generaba el abandono paterno.

En el último año de carrera atravesó una crisis vocacional que la rumbeó hacia arte. Tenía 21 años y sentía que le faltaba experiencia de vida para ejercer. Su terapeuta la ayudó buscar qué la hacía feliz mientras maduraba. Estudió periodismo, canto y actuación para poder expresarse y quitarse la timidez de encima. Esa mujer que hoy no deja meter bocado en las charlas sentía un nudo en la garganta cuando daba un oral en facultad y quedaba roja si un desconocido le hablaba.

—Te sabías La hormiguita viajera de principio a fin y querías un protagónico a toda costa, ¿cómo convivían esos sueños con tu gran timidez?

—Me acuerdo que esa vez solo tenía que decir, oh, un maní y me vino pánico escénico. Puse gran expresión pero no me bajaba nada a la cabeza. Tenía una maestra tirándome letra atrás del telón. Me hizo hacer una cantidad de cosas que no había ensayado porque vio que tenía actitud. Fue divertido y caótico.

En las clases de teatro en la IAM (Instituto de Actuación de Montevideo) no se quedaba muda pero pasaba mal. "No entendía por qué me gustaba tanto y sufría así. Hasta que hice un click y pasó a ser un disfrute. Hoy me subo al escenario y soy tremendamente feliz y todo lo que me pasa se olvida ahí".

—Descubriste que cantar es lo que más te gusta, ¿no te hubieras podido subir nunca a un escenario si no hubieras hecho terapia?

—Seguramente. La terapia me generó confianza y alimenté la autoestima. Por el abandono de mi padre tuve momentos de demostrar que estaba todo bien, otros de sentirme muy sola y de preguntarme qué pasa, qué culpa tengo. La terapia me ayudó mucho a canalizar todo eso, a curar, a aceptar y a perdonar. Y a vivir con esa situación sin que sea la justificación de todo lo que no puedo hacer en mi vida.

—Te liberó entonces...

—Y liberarse es subirse a un escenario también.

Más que un diploma.

Viene de una familia matriarcal. Mariella dio a luz a Carla con 20 años y crecieron juntas. Era algo inmadura, "pero fue la mejor madre que pude tener". Su padre nunca estuvo. Carla reclamaba límites y los encontró en su abuela Aída, "una tana salada", que es como su segunda mamá. La crió tan independiente que tuvo que aprender a dejar de hacerse "la súper poderosa" para poder valorar a una pareja como se debe.

Cuatro generaciones: con su abuela Aída, su mamá Mariella y su hija Indira.
Cuatro generaciones: con su abuela Aída, su mamá Mariella y su hija Indira.

—¿Por qué tu título de psicóloga está en la repisa de tu abuela junto con un premio a Mejor Conductora de Radio (2005)?

—Porque mi abuela fue la que me inculcó el trabajar, tener una profesión, ser independiente. De hecho, cuando dejé la facultad no entendía qué pasaba y no estuvo de acuerdo. El título era como diciendo, abuela, terminé la facultad, capaz que ocho años después de lo que esperabas, pero me recibí. Respeto mucho la universidad, he hecho postgrados, pero fui a recibir el título al Ateneo para que mi abuela estuviera en primera fila aplaudiendo, sino lo hubiese ido a buscar a bedelía. Y lo de la radio es porque ella ve todo lo que hago y se emociona. Me pareció muy representativo que los tuviera ella.

Lleva 15 años en los medios. Debutó en televisión con Sexo al diván, hizo entretenimiento en Todo el mundo tiene, co condujo Más cerca con Claudia Fernández, produjo Pasión de Carnaval y Dicho y hecho.

En 2016 pasó raya y supo que el espacio que la hace sentir más plena está lejos del humor. Se trata de El club de la familia, columna semanal de psicología que hace en La mañana en casa (Canal 10): "Mezclo la psicóloga, la artista y la comunicadora en un micro que me deja un montón de alegrías".

Le propusieron hacer un libro sobre psicología y no lo descarta, aunque tiene poca paciencia para sentarse a escribir. Le interesa trabajar sobre los boicots y ya tiene material, testimonios y entrevistas. "Capaz que necesito un poco más de madurez y empiezo".

—Llegaste a tener tres programas de radio, ¿extrañás ese medio?

—Al principio extrañaba mucho porque me gusta más que la televisión. Mi sueño era hacer un programa al estilo Luciana te escucha, en la noche, pero después crecí, formé mi familia y no me iría de casa de madrugada. Mi vida cambió y mis sueños radiales se fueron transformando, debe de ser por eso que no extraño. Pero no hay edad para hacer lo que uno quiere. Mis hijos van a crecer y quién te dice que me encuentre mucho más grande haciendo la radio que quería de madrugada. Hoy prefiero la familia y estar en casa.

100% actriz.

El 2013 fue complejo para Carla pero lo cerró con un broche de oro. Sacó su álbum debut Quiero, y sanó su alma. "No apostaba mucho a grabar un disco, me parecía que iba a ser aburridísimo estar en un estudio y cantar encerrada, porque a mí me gusta subirme al escenario y encontrarme con el público. Pero la pasé bomba".

—A los 34 empezaste a cantar y dijiste que nunca era tarde para arrancar. Con Inquina vas a debutar en un papel dramático, ¿te sorprendió que te convocaran?

—Todo me sorprendió de Inquina. Diego Soto me sorprendió. Yo lo conozco como director de cámara del canal, vi su crecimiento dentro de la televisión, en las ficciones, pero no tenía idea del amor qué sentía por el teatro y la escritura. Vi Inquina y quedé enamorada. Todo es espectacular: el mapping, la música, las actuaciones, el texto, los músicos en vivo. No podía creer la invitación. Y no dudé. La sorpresa fue que pensaran en mí porque estoy asociada a la comedia. Y a Diego le gustó justamente poder mostrar a una actriz desde un lugar distinto. Y eso parte de una confianza que no sabía que tenía en mí. Me dijo, mi mayor desafío es sacarte esa sonrisa de la cara que no la podés evitar nunca. Borrarla. Que no aparezca en la obra. Mostrar a la actriz sin ser Carla en ningún momento.

Adriana Da Silva protagonizó esta obra que se estrenó en setiembre pasado, pero no puede estar porque tiene otros compromisos laborales. Carla Lorenzo la suplanta en esta reposición en la Sala Verdi con funciones hoy y mañana a las 21:30 y el 22, 23 y 24 de febrero a las 20:00 y 22:00. "Lo primero que hice cuando me enteré fue escribirle a Adriana para que se quedara tranquila de que iba a cuidar súper bien su lugar".

Está feliz con el desafío. Deja de lado el humor y se transforma en Esther, una mujer "desgarrada y desgraciada". Para entender la cabeza del personaje usó herramientas de psicología y "la sensibilidad de embarazada". Pensó en las mujeres silenciadas, que no pueden hablar por miedo o por estar amenazadas. Se colocó en ese doloroso lugar y generó empatía incluso desde la postura, "yo soy erguida, meto pechera y Esther es lo contrario, está metida para adentro, es vergonzosa y sumisa".

Los cuatro.

En agosto decidió no hacer Carnaval. Mi Morena no sale este año y Carla no quería pertenecer a otra comparsa. Debutó con ellos hace dos años, le gustaba el ambiente y se sentía parte de esa familia, así que escuchó la propuesta de Canela pero no aceptó. Además, tenía previsto el show Tangos y milongas para octubre y necesitaba vacaciones. Se fue a Buzios con su pareja el Tano e Indira y a la vuelta se enteró que estaba embarazada. "Hacía bastante que buscábamos y después de aflojar se cumplió el cometido".

Está de cuatro meses pero no sabe el sexo. Hay una posibilidad de que sea nena pero los doctores no se la jugaron. Si es varón respetará la tradición familiar de los Abadie y le pondrá Horacio, igual que su novio, su abuelo y su bisabuelo. "Me encargaré de buscarle un sobrenombre", se ríe. Todavía no pensaron cómo llamarla si es nena. Pero Carla sabe que volverá a cargarla con el nombre, como hizo con Indira, que significa diosa de la fortuna, esplendor y belleza. Le gustaría que fuera vasco para que pegue con el apellido Abadie y no puede ponerle un nombre clásico porque debe ir acorde al de Indira.

—Sos hija única, ¿siempre supiste que querías darle un hermano a Indira?

—Sí, en el medio me separé del papá de Indira y tuve miedo. Pah, estoy repitiendo historias, mi hija se va a quedar sin hermanos y yo voy a estar toda la vida sola. Y al año apareció el Tano que me cambió la vida y me encontró más preparada para valorar a un compañero. Él es aceptado desde el día uno por las dos porque es un divino. No tiene hijos y jamás me presionó. Siempre me dijo, yo sé que Indira tiene un papá que cumple bien la función, pero siento que es mía en alguna parte, entonces si viene un bebé, bárbaro, pero si te parece que no es el momento o no querés, está bien. Eso me hizo ser mucho más libre en buscar el momento adecuado para Indira y para mí porque para el Tano siempre iba a estar bien.

—El Tano y vos tenían ganas de hacer un proyecto juntos, ¿en qué quedó ese plan?

—Hicimos un piloto hace tres años y quedó en la nada. Se llamaba Cambio de roles, entrevistábamos personajes desde el periodista deportivo y la artista y nos mezclábamos. Hoy no estoy muy copada con hacer entretenimiento. El piloto fue divertidísimo. Ahí se conocieron el Gucci e Iván Alonso y resultó que eran fanáticos uno del otro. Y nos siguen agradeciendo. Capaz que algún día lo retomamos. Pero por ahora el proyecto que tenemos es el de familia.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Foto: Magento Studio

detrás de la risa

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