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Backstage del casting de Master Class

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Los niños ovacionaron a Paola Bianco durante la espera.

La gélida mañana del 19 de junio invitaba a quedarse en la cama. Josefina (10) podría haber elegido dormir hasta tarde, en cambio, luchó contra el frío y la pereza, y se levantó a las 7:00 un feriado. “Me voy a morir de hipotermia”, le repetía a su mamá, Anita, en la eterna fila para el casting de Master Class.Temblaba de frío y de nervios porque nunca había cantado frente al público pero iba decidida a “mostrarle al mundo” que quiere ser artista. Jose y otros 1400 niños audicionaron para cumplir su sueño.

Los protagonistas de esta extensa fila que recorrió toda la calle Florida fueron los niños ansiosos por hacer el casting para la segunda edición de Master Class, y el exceso de abrigo: buzos, camperas, capuchas, gorros, guantes, bufandas y pañuelos para cuidar la garganta.

La mañana estaba helada. Había menos de cinco grados, pero salió el sol. Era feriado, se conmemoraba el natalicio de Artigas y los escolares no debían madrugar, pero más de 1400 niños entre siete y doce años eligieron salir de la cama temprano igual. Convencieron a sus padres, abuelos, hermanos y los arrastraron hasta la puerta del Sodre para mostrar sus cualidades artísticas ante un jurado. Todos estos chicos quieren llegar a concretar el sueño de ser cantantes profesionales y confían en que el exitoso reality infantil de Teledoce es la oportunidad para lograrlo.

Ingresaban al hall del Sodre en tandas de a diez: "Solo un acompañante por niño", advertían los encargados de seguridad. Esa entrada significaba mucho porque el frío era cruel. "Adentro es otra cosa", se escuchó decir a varios. Algunos llegaban con sillas de playa y mantas para cubrirse. Otros cargaban con termo y mate, café y chocolate caliente. Y no faltaron las bolsas de bizcochos.

Los adultos palmeaban a los aspirantes al casting para alentarlos, pero también como forma de mitigar el frío. Los hermanos menores que estaban en la vuelta recurrían a técnicas más atléticas para ir contra las bajas temperaturas: corrían o improvisaban envases de plástico para jugar al fútbol.

Soledad y su hija Martina estuvieron solo diez minutos en la puerta (entre las 8:00 y las 8:10). Para la mamá lo peor no fue el madrugón sino el frío. Dijo que le temblaban tanto las manos que le costaba llenar el formulario con los datos de su hija. "Pobres los que siguen ahí afuera", repetía mientras esperaba que Martina saliera de dar la prueba ante el jurado, que lo integraron Alejandra Borques, Ana Laura González y Gustavo Landivar.

Este trío encargado de la producción de Master Class realizó el primer filtro durante la jornada del lunes 19 de junio y en el correr de esta semana empezarán a comunicarse con los pre seleccionados para darles la buena nueva de que pasaron a una segunda instancia.

Soledad no está pendiente del resultado. Para ella la experiencia del casting ya valió la pena: que su hija haya hecho amiguitos en la puerta le parece divino.

***

En la primera edición de Master Class se incentivó a los más chicos a aprender. Se aclaró que se trataba de una escuela de música, y no de una competencia. Los maestros (Guillermo Freijido, Laura Canoura, Gonzalo Moreira y Victoria Ripa) brindaron herramientas para que los participantes mejoraran sus condiciones vocales y se promovió el compañerismo entre ellos.

Los niños ovacionaron a Paola Bianco (conductora del ciclo) durante la espera.
Los niños ovacionaron a Paola Bianco (conductora del ciclo) durante la espera.

El espíritu del programa prevaleció y se trasladó al Sodre. Los niños y sus acompañantes tenían tiempo de sobra para socializar, y durante la espera se armaron pequeños grupitos. "Es un ambiente divino", repetían los adultos. Para matar el aburrimiento y combatir la ansiedad, cada uno practicaba la canción que haría frente al jurado con quienes tenía adelante y detrás suyo en la fila. La mayoría se habían conocido hacía pocas horas, pero parecían amigos de toda la vida. Compartían el haber madrugado un feriado y el anhelo de ser seleccionados. Eso alcanzaba para que se tranquilizaran unos a otros, respiraran hondo y contaran chistes.

"Armemos un grupo de whatsapp", propuso una chica a otras cuatro. Intercambiaron los números en medio del alboroto y lo titularon grupo Master Class. Las cinco coincidían en que cuando llegaran a sus casas estarían pendientes del teléfono: "Que no llame otro que no sea Master Class porque no atiendo", se la oyó decir sonriente a Jose.

"¡Qué nervios!" y "¡estoy temblando" fueron las frases más usadas entre los niños.

Jose siente algo parecido al pánico escénico, pero su sueño de cantar, bailar y actuar era más fuerte que la tensión que le provocaba su primer casting. "Tengo que poner lo mejor de mí y tratar de quedar", afirmó.

Luana tiene ocho años y se encierra en el cuarto para cantar arriba de la cama. La noche anterior al casting soñó que le salía todo mal y se olvidaba de la letra. Estudió canto y baile, quiere ser artista profesional, pero le intimidaba que el jurado observara su performance.

Lautaro (9 años) nunca estudió nada vinculado al arte pero se le despertaron las ganas de cantar cuando empezó a mirar Master Class. Cantar con gente delante lo intimidaba pero decidió postularse por los maestros, los jueces y los niños.

Eva no pudo dormir en toda la noche. Se levantó varias veces al baño porque estaba ansiosa. La pequeña de nueve años esperó a ser llamada en la cantina del Sodre junto a su hermana mayor, Sara. Compartían un pionono de dulce de leche porque les servía para bajar el nerviosismo. Eva le dijo a Sara que quería participar del casting y la mayor la ayudó a preparar la canción. A Sara le hubiera gustado presentarse pero no pudo porque el límite de edad era doce y tiene trece. Eva cantó El tiempo está después, de Fernando Cabrera, porque la escuchaba siempre en casa de sus abuelos.

En la mesa de al lado a Eva y Sara una chica logró abstraerse de todo lo que sucede en el Sodre y entonar Por amarte así, de Cristian Castro, mientras sus acompañantes toman mate. Otra niña le comentó a su padre que estaba deseando entrar porque era su última oportunidad.

"¿Para qué estamos acá si no te tenés fe? ¡Arriba! Acordate que los nervios te pueden jugar en contra", se anticipó una mamá cuando su hija y otras chicas parecían querer recular.

Cada niño tenía un número que se les entregaba apenas llegaba. Entraban solos a la sala Hugo Balzo para cantar frente al jurado. Lo hacían en tandas de a diez y podían demorar más de una hora en salir porque tenían que esperar su turno para audicionar. Los acompañantes se aglomeraban en la puerta y la ansiedad los invadía a ellos mientras esperaban para saber qué tal le había ido a los chicos.

Todos salían con una sonrisa en la cara. Y la reacción inmediata era respirar profundo. Eran suspiros de alivio. Corrían a abrazar al ser querido que postergó su feriado para llevarlos a hacer la fila. Algunos padres quisieron inmortalizar el momento y grabaron las primeras impresiones de los chicos con su celular. Ellos ni siquiera se daban cuenta y no podían imaginar que ese video años después atestiguaría un momento único.

Joaquina (10) y Sara (7) fueron con sus mamás que son amigas desde la infancia. Las nenas estaban muy tensas antes de traspasar la puerta de la Hugo Balzo, pero ambas coincidieron en que la emoción las desbordó durante el casting. "Sé que quizá no entre, pero estoy feliz", contó Joaquina. Sara dijo que los segundos antes de empezar a cantar Valiente, de Soy Luna, el corazón le latía muy fuerte, pero al arrancar "se me pasó todo".

Matilde, Cecilia, Isabella y Paz están en la misma clase y entraron juntas a la audición. "Cuando pasé y el juez dijo, Matilde, me mareé". Al salir respiraron aliviadas. "Además nos estaban grabando y yo no podía estar enfocada en los jueces y en la cámara, así que miré solo a los jueces. Ahora a disfrutar del feriado".

***

En el baño de mujeres no cabía un alfiler. El de hombres estaba vacío. "Cómo se nota que somos las mamás que los traemos, ¿eh?", comentó una de las tantas que madrugó para llevar a su hija hasta el Sodre. Pero lo hicieron con ganas y entusiasmo.

Dos amigas se encontraron en el tumulto: una estaba en la planta baja y otra en el primer piso, donde funciona la cafetería. "No te hacía acá. Por lo menos la disfrutás un ratito más. Eso consuela", gritó una de ellas. "Yo chocha. Lo disfruto", respondió la otra.

Anita, la mamá de Jose, se pidió el día libre en el trabajo para llevar a su hija al casting. Podría haberle pedido a su madre, la abuela de Jose, que le hiciera la gauchada, pero ni loca se perdía la chance de compartir con ella ese momento único. No le importa si la eligen o no, ella quiso estar ahí para abrazar a su hija apenas saliera.

—(Jose): La salida fue re linda porque mamá me estaba esperando. Corrí a buscarla y le dije, estuve re nerviosa, No sabía cuándo me iba a tocar. Canté Corre, de Jessy & Joy. No me dijeron nada pero supongo que me salió bien. Mientras esperaba mi turno veía a los otros y pensaba, me gustaría cantar como ellos. Sentí puro nerviosismo porque había chicos muy talentosos. Lo que más me gustó fue cantar frente a los jueces: ¡sentí como que ya estaba en Master Class!

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Foto: Francisco Flores.

CRÓNICAMARIEL VARELA

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