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Adiós a las armas

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Nazario Sampayo. Foto: Francisco Flores

El histórico cronista policial de Teledoce ha resuelto colgar el micrófono. A los 67 años y después de casi 30 de labor en el canal, Nazario Sampayo decidió retirarse y emprender el camino de la jubilación.El cambio es más profundo porque continuará su vida en Brasil, en una ciudad de Minas Gerais, donde cumplirá el sueño de vivir en el país norteño. Aquí la historia de un hombre y un periodista fronterizo.

Nazario Sampayo, nacido y criado en Rivera, comenzó su carrera con la voz y el micrófono como locutor en vivo de una camioneta de publicidad rodante de su ciudad. Tenía 18 años, había fallecido su padre y faltaba el pan y el trabajo en una familia con 11 hermanos. Luego entró en la Radio Internacional riverense hasta que en los ‘70 recaló en Montevideo. Desde 1988 forma parte del equipo de periodistas de Telemundo, donde se ha especializado en la crónica policial.

Este martes y a los 67 años, Sampayo decidió concluir su historia en los medios (uruguayos por lo menos) y se despidió del noticiero de Canal 12.

Jubilado pero lleno de energía, se radicará en una ciudad del estado brasileño de Minas Gerais, donde ya ha tenido algún ofrecimiento para encabezar un ciclo radial. Sampayo, que por cierto domina a la perfección el portugués, siempre quiso vivir en Brasil. Aquí su testimonio a pocos días de embarcarse a su nueva vida.

—¿Cómo vivió su última jornada?

—Bien. Con emoción, recibí mucho cariño de los compañeros y de los colegas.

—¿Por qué decidió retirarse?

—Hace tres años por lo menos que lo vengo meditando. Tengo 67 años y si bien mucha gente me dice que no aparento la edad que tengo, la tengo. Y ya empiezan a costarme ciertas cosas de la profesión.

—Termina una carrera de 20 años en la crónica policial, ¿le generación satisfacción?

—Sí, porque me he ganado el respeto de policías y también de reclusos. Mi clave ha sido confirmar todo lo que digo y no dar opiniones. Por suerte en 30 años nunca tuve que rectificar una información. La crónica policial te pone siempre en el filo de navaja: decís este policía actuó bien y de repente la gente te cae por "alcahuete" o si no te tildan de estar del lado del delincuente. Es muy difícil transitar por el camino del medio. Muchos veces me invitan a programas y cuando sale la pregunta de qué opino sobre tal o cual caso, siempre respondo lo mismo: yo doy información, la opinión me la reservo para el ámbito privado.

—¿Qué es lo principal que se lleva de estos años de labor?

—El reconocimiento de la gente que me para a saludarme, sacarme fotos. Tuve la suerte entrar en las cárceles y ser muy bien tratado por los reclusos. Es un reconocimiento que uno se lleva, es impagable.

—¿Cuánto lo marcó como persona y como periodista el género policial?

—Mucho. Uno se va curtiendo pero esta es un área de la información muy difícil. He llegado al canal llorando, en especial cuando hubo niños involucrados en accidentes o muertes violentas. A tal punto que he tenido que darle a un compañero para leer la información porque yo no podía emocionalmente. Me quebraba.

—¿Esa sensibilidad forma parte de los motivos para su retiro?

—Sí, y una rutina cansadora por sobre todo. Me ha pasado de llegar al canal de mañana y terminar de tarde en Paysandú o Bella Unión por las inundaciones y quedarnos una semana allá. En nuestra tarea periodística sabemos dónde empezamos la jornada, pero nunca dónde y cuándo terminamos. Mucho más en mi caso que nunca puse dificultades. Siempre hice lo que había que hacer.

—Se va a vivir a la ciudad de Muriaé, en Minas Gerais, ¿por qué?

—Toda la vida tuve la idea de irme a vivir a Brasil, desde que vivía en la frontera. Cuando conocí este lugar, que está rodeado de sierras y cascadas, me enamoré. Tengo incluso un ofrecimiento de conducir un programa radial, que a lo mejor lo agarro. Ya no va ser matarse y estar todos los días al pie del cañón. Pero me voy a disfrutar: hoy todo el mundo me dice que no aparento la edad que tengo, pues quiero disfrutar de esta energía y de mi tiempo. Creo que llegó el momento de irme. De acá para adelante, viviré un año, dos, 10 o 20 pero en buen estado. Parar la locura es el objetivo principal, iniciar una nueva etapa en mi vida.

—¿Ha sido víctima de la inseguridad alguna vez?

—Sí, una vez. Hace no mucho. Yo vivía en un complejo de apartamentos y me llamó una vecina. "Nazario, venga que nos robaron". Yo pensé que ella me planteaba la situación en términos de que fuera a cubrir la noticia pero al llegar me di cuenta que habían entrado en mi casa.

—Se va con un caso emblemático como el secuestro de Milvana Salomone...

—Para no despedirme sin un anécdota, un camarógrafo me dice: "pero Sampa, te vas a ir sin resolver el caso de Milvana". Y yo le dije: "no te creas que me quedan unos días más. Lo vamos a resolver". Y a los pocos días apareció Salomone. Tenía la intuición de que iba a aparecer.

Anecdotario.

La vida de Nazario Sampayo está tupida de anécdotas. En estos días de emociones fuertes, le gusta recordarlas y contarlas con énfasis.

"Cuando empecé haciendo locuciones en la camioneta tenía un problema con la "erre". Como todos en la frontera, la arrastraba demasiado. Encima, nuestro principal cliente eran empresas de "remates" ganaderos que muchas veces remataban "borregos", lo que hacía que nadie entendiera nada cuando lo decía. Una profesora de español en el liceo me dijo que entrenara mucho la "erre" frente al espejo. Lo hice con escepticismo pero finalmente funcionó.

Siempre me preocupé por hablar bien el portugués y el español, pero no el portuñol. Para mí, en la frontera hay que manejar los dos idiomas y no mezclar.

Yo le di clases de español al primer pastor de la iglesia Dios es amor que llegó a Uruguay. Eran los años 70 y la Iglesia daba sus primeros pasos en el país, justamente en Rivera. Abrieron un local y el pastor tenía un programa en la Radio Internacional, donde trabajaba. Nos hicimos amigos y le di las primeras clases de español.

En Radio Internacional, di la primicia de la muerte de Óscar Gestido. Llegué para abrir la radio y por debajo de la puerta estaba el informe oficial de la jefatura anunciando la muerte del presidente.

Jorge Pacheco Areco fue muchas veces a Rivera y nos daba entrevistas en la radio. En una de esas visitas nos preguntó dónde podía comprar en Livramento ropa de campo para su hijo. Lo acompañé hasta una casa y el gerente me conocía. Lo increíble es que le hicieron descuento a él por mí, no por ser presidente.

Junto a las comitivas de Pacheco venía un hombre que luego fue senador: Enrique Puyol. Hicimos una buena amistad y él me dijo: "si un día te decidís a venir a Montevideo, yo te consigo trabajo". Así fue. Llegué a la capital y él me contactó con Radio Panamericana, que era propiedad en ese tiempo de El País y de Teledoce. A la salida de la democracia, la radio la compró el MLN. Tuvimos una reunión y yo estaba preocupado porque al mismo tiempo le hacía la prensa a un grupo político pachequista. Expuse mi situación y ellos me contestaron. "Vamos a intentar que cambie de opinión". Estuvieron dos años y fueron buenos jefes.

El 2 de febrero de 1988 entré a Canal 12. Ya estaba vinculado informalmente por mi labor en la radio. Pero en esa fecha entré como periodista de Telemundo. En un principio hacía de todo. Hasta que un día, en 1995, el Ing. Horacio Scheck (por entonces director del canal) me planteó que se había hecho un estudio de mercado y se necesitaba de un cronista especializado en lo policial. Y acepté.

En mi carrera nunca que dije que no a ningún desafío".

Una gran Carrera.

Nazario (llamado así por el santoral) es de Rivera. Empezó a los 19 años en Radio Internacional de Rivera. En los 70 se mudó a Montevideo, donde trabajó en Radio Panamericana. En 1988 entró a Canal 12. Tiene dos hijos y dos nietos

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Nazario Sampayo. Foto: Francisco Flores

Nazario Sampayo

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