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La actriz de la que todos hablan

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Carla Quevedo

CARLA QUEVEDO

Encarnó a la esposa del protagonista de la serie de HBO, Show me a hero. Hoy coprotagoniza El Maestro, junto a Julio Chávez, y acompaña a Leo Sbaraglia en El Hipnotizador.Entrevista con una actriz muy cercana al Uruguay.

ANALÍA FILOSI FOTOS: EL TRECE Y HBO

Su perro Ramón la acompaña a todos lados. "Es mi tercera pierna, mi cable a tierra", dice Carla Quevedo (29 años) en entrevista telefónica con Sábado Show mientras se escuchan los ladridos detrás. Son días complicados porque se encuentra en plena promoción de la segunda temporada de El Hipnotizador, serie de HBO en la que encarna a Abril, nuevo interés romántico de Natalio Arenas (Leonardo Sbaraglia). Pero también corre de una nota a otra dentro de Argentina porque Luisa Galarza, la bailarina que interpreta en El Maestro, es una de las sensaciones de este año. Su trabajo junto a Julio Chávez e Inés Estévez, con dirección de Daniel Barone, se está llevando todos los aplausos.

-Has dicho que El Maestro es el proyecto de "más envergadura y de más carga popular" que has encarado.

-Definitivamente es, al día de la fecha, el proyecto más popular y de más alcance en el que participé, por lo menos en lo que es el impacto personal, en mi carrera en particular. Y la verdad es que estoy muy contenta y agradecida. Es un proyecto que anhelaba hacía mucho tiempo. Yo empecé a trabajar a los 19 años y la verdad que tuve mucha suerte, tuve muchas oportunidades enormes pero ésta es la primera vez que se da la posibilidad de un coprotagónico en la TV abierta de mi país.

-¿Cómo te estás llevando con la popularidad?

-Qué sé yo, vivo como en una realidad paralela, me parece. No siento que haya cambiado en nada el día a día, sigo paseando el perro en pijama (risas). Me parece muy lindo cuando la gente de golpe se acerca con una palabra de apoyo, sobre todo gente a la que le llega la historia de Luisa, una historia de autosuperación. Muchas son bailarinas, sobre todo chicas más chicas, que se sienten inspiradas por el personaje y eso es súper gratificante. Y obviamente, en lo que es la perspectiva laboral, me está ayudando un montón.

-¿Qué fue lo más difícil a la hora de armar el personaje?

-La parte física porque, si bien es un personaje muy complejo que atraviesa muchísimas situaciones de una intensidad y una complejidad emocional enormes, en mayor o menor medida, como actores, contamos con las herramientas para representar esos vaivenes emocionales. En cambio, en la parte física, no. No soy una bailarina, la verdad que hice lo que pude. Entrené durísimo, tres horas por día, para lograr hacer lo mayor posible, pero no me transformé en una bailarina.

Estaba en Los Ángeles, donde fui a una escuela de ballet con un programa de iniciación para adultos hiperintensivo en el que te prometen que en seis meses bailás en puntas. Cursé todo enero y todo febrero, y en marzo encaré para la Argentina, donde estuve entrenando con Raúl Candal, que fue un gran bailarín argentino y es un gran maestro. La verdad que todo lo que se ve se lo debo a él porque yo no tenía ningún tipo de conocimiento previo. Del vínculo con Raúl saqué mucho para el vínculo de Luisa y Prat (Julio Chávez). Él abrió las puertas de su escuela para que yo pudiera presenciar sus clases con sus alumnos más avanzados, y eso también me sirvió muchísimo para la construcción del personaje más allá de lo físico.

-El vínculo entre Luisa y Prat parte de la relación maestro-alumna, pero va creciendo y virando hacia otra cosa. ¿Cómo se fue construyendo todo eso?

-Sin duda que el vínculo romántico entre ellos fue un desafío porque me parece que si eso se hubiese instalado desde el capítulo uno, por ahí hubiera chocado un poco por la diferencia generacional que hay entre los dos personajes y también por el vínculo profesional que establecen en un principio. En todo momento quisimos tener cuidado de que ese vínculo se construyera de a poco y con realidad, con verdad. Por suerte, con Julio trabajamos muy bien, creo que logramos encontrar un camino común y estábamos muy de acuerdo en lo que los dos queríamos, junto con los guionistas y el director.

-¿Cómo fue trabajar con dos grandes como Julio Chávez y el director Daniel Barone?

-Con Julio no compartimos mucho antes de empezar a rodar, no hubo ensayos. Nos juntamos una vez con él y con Daniel a leer los capítulos en un bar, y en realidad solo alcanzamos a leer el primero, y a discutir un poco la idea que cada uno tenía de cada personaje y el vínculo. Lo que estuvo bueno es que fuera de la pantalla se dio también que la relación fue creciendo de a poco. En las primeras semanas obviamente había una mayor distancia, hasta que empezamos a ganar confianza con el cuerpo del otro, con la manera de trabajar del otro. Y por suerte, para el momento en el que hubo que pasar a la parte más física de los dos personajes, ya veníamos trabajando hacía varias semanas. Nos pudimos entregar a la verdad de la escena, así que estuvo buenísimo.

Y Daniel Barone es todo, es el brazo invisible que sostiene toda esta ficción. Fue una pieza clave para poder traducir el vínculo entre Prat y Luisa a la pantalla. Me apoyé mucho en él, sobre todo porque, si bien he trabajado en TV, no lo he hecho en Argentina, con los tiempos que se manejan acá. Las primeras semanas estaba un poco estresada por el panorama de tener que filmar trece escenas en un día cuando en cine se filman tres o cuatro, era un ritmo al que no estaba acostumbrada. Entonces estaba con mucho miedo, con mucha inseguridad, y Daniel me ayudó muchísimo con su dirección tan precisa, con su manera tan amable y amorosa de dirigir.

-Con Inés Estévez (Paulina, ex de Prat) tuviste pocas escenas.

-Sí, tuvimos como una escena muy importante que, de hecho, fue la primera que grabamos juntas. La verdad que fue espectacular, es una actriz que yo admiro muchísimo, me encanta cómo trabaja. Tener la oportunidad de compartir escenas con ella estuvo buenísimo, solo tengo palabras de agradecimiento.

-¿Qué fue lo más complicado de encarar en el romance entre Luisa y Prat?

-La preocupación era no caer en el cliché. Aparte, es cierto que un vínculo como el que establecen Luisa y Prat no es común en la televisión, no solo por la diferencia de edad sino por el tipo de relación. Estamos muy acostumbrados a ver representados vínculos hiperpasionales, hipersexualizados, y la relación entre ellos no podría estar más lejos de eso. Inclusive, los dos experimentan una cantidad de miedo muy grande al momento de concretar ese amor, porque es una relación donde la admiración por el otro, la sensibilidad artística y las emociones inciden. Entonces siempre tratamos de poner eso en juego a través de las miradas, de la manera en que cada uno trata al otro, como con cierta dulzura, con admiración. Me parecía que era algo que se tenía que ir construyendo de a poco y con verdad.

Inicios

Carla fue uno de los cadáveres más famosos de la Argentina ya que interpretó a la joven que es asesinada en la oscarizada El secreto de sus ojos. Fue su debut en cine gracias al director Juan José Campanella, quien también la hizo debutar en teatro en Parque Lezama, obra protagonizada por Luis Brandoni y Eduardo Blanco.

-Has dicho que Campanella es el "símbolo de tus primeras veces".

-Le estoy hiperagradecida, de por vida. Fue una persona que me apoyó y me alentó muchísimo. Cuando me fui a vivir a los Estados Unidos, intercambiamos un par de mails en los que él me contaba de su experiencia en ese país, donde vivió de más chico y estudió. En El secreto de sus ojos, yo tenía 19 años, era un desafío enorme para mí. Por ejemplo, la escena de la violación, que se ve muy poco en la película, la filmamos como un plano secuencia de veinte minutos, con una intensidad espantosa y a la vez interesante. Campanella me cuidó muchísimo, me dirigió con amor y con paciencia. Creo que haber laburado con él en esa primera experiencia, me ayudó a definirme como actriz y a decidir que era esto lo que yo quería seguir haciendo.

-Luego llegaría otro espaldarazo, la serie Show me a hero (HBO), que cuenta la historia real de Nick Wasicsko, el joven alcalde de la ciudad de Yonkers. Allí fuiste su esposa Nay.

-Show me a hero fue otra experiencia que me marcó muchísimo, mi primer trabajo de gran envergadura en Estados Unidos, aparte de que se emitió en todo el mundo y me dejó todo. Fue cumplir también sueños cuasi adolescentes, como trabajar con Winona Ryder. Siempre lo digo y parezco una fan cholula, pero va más allá de eso. Tiene que ver con la identificación como mujer. En la época en la que yo estaba empezando a descubrirme, a entrar en la adolescencia, veía películas con Winona Ryder y para mí era una mujer hermosa e hiperadmirable que encima actuaba bien. Y me acuerdo pensar realmente: "¡qué bueno la vida de esta mina en Nueva York! Me encantaría poder ser como ella". No sé si actriz, en ese momento no me lo planteaba, pero sí la admiraba mucho. Y de golpe poder trabajar al lado de ella fue una experiencia increíble.

-¿Qué preparación te demandó convertirte en Nay?

-Tuve que entrenar mi inglés porque mi personaje era una ecuatoriana que se había criado en los Estados Unidos, con lo cual HBO no quería que tuviera un acento fuerte. Tuve una coach de acento con la que laburé dos horas diarias durante los seis meses de filmación. Lo primero que me dijo fue que tenía prohibido hablar en español hasta que termináramos de filmar porque hay una cuestión de los movimientos que uno hace con la lengua y con los músculos de la boca que son propios de cada idioma. Entonces, si yo hablaba en español mientras entrenaba el inglés, reforzaba los "malos hábitos" del español. El dato de color es que con la única que seguía hablando en español era con mi psicóloga, con la que seguía por teléfono, pero lo que hacía era hablarle en español utilizando los movimientos vocales del inglés. Le hablaba en español, pero con acento americano. En las primera sesiones estaba tentada, después se transformó en algo natural que duró seis meses.

-Conociste a la verdadera Nay.

-En cuanto supe que el personaje que iba a representar era una persona real y para colmo estaba viva, sentí una responsabilidad muy grande. Ella se abrió a mí, estuvo dispuesta a compartir tiempo, me invitó a la casa, conocí a sus hijos, compartimos cenas, estaba en el set siempre disponible para que le hiciera preguntas. Yo siento que eso enriqueció muchísimo mi laburo como actriz. Obviamente, por momentos era medio freaky porque nos estaba viendo en vivo a Oscar Isaac (Nick en la serie) y a mí interpretar escenas de su vida cotidiana. Muchas veces se generaba un estado emocional en ella y en todos los presentes muy intenso. Es una persona muy fuerte que también me inspiró muchísimo en mi vida.

Una uruguaya más

El año pasado, Carla estuvo viviendo unos seis meses en Uruguay. Fue lo que le llevó rodar la segunda temporada de El Hipnotizador (HBO), donde es el nuevo interés romántico del protagonista, y la película uruguayo brasileña Severina, en la que interpreta a una ladrona de libros. Pero la argentina ya conocía muy bien nuestro país porque durante su infancia pasaba sus veranos en La Paloma (Rocha), además de que su mejor amiga, Fabiana Silberstein, es uruguaya y con ella tiene la marca de bikinis La Belle Rebelle. Confiesa que las expresiones "bo" y "ta" las tiene muy incorporadas en sus diálogos cotidianos

-¿Qué hiciste ese medio año en Uruguay?

-Fue una experiencia súper interesante porque mi mejor amiga ya no vive más ahí, así que fueron meses de mucha soledad, de trabajo muy intenso, pero Montevideo es una ciudad hermosa. Me alquilé una bicicleta y me la pasaba yendo a la Rambla.

-¿Qué podés contar de El Hipnotizador?

-La verdad que trabajar con Leonardo (Sbaraglia) fue un placer, es una persona muy generosa. Fuera de la pantalla y también en escena es un gran compañero que todo el tiempo está tratando de mejorar el trabajo del otro. Eso no es tan habitual. Para mí era un desafío enorme porque nunca había trabajado el género fantástico y, si bien se caracteriza por un escenario realista en el que se introducen ciertos elementos fantásticos, para mí eran un montón. Trabajar imaginando que pasaba algo en la pared que en realidad no estaba sucediendo, no me había pasado nunca. Soy una actriz de estar muy presente en la escena, muy naturalista. Leo me ayudó muchísimo a afrontarlo.

-Para el rodaje de Severina visitaste muchas librerías y probaste cómo era robar libros.

-Estuve en todas las librerías de Montevideo prácticamente (risas). Linardi es una que frecuenté muchísimo. Lo de robar libros es una anécdota, al cabo de un par de días volvía con ellos para decirles que me los había llevado y los pagaba. Era más que nada para sentir esa adrenalina del personaje y también ver cómo hacía para llevarse tres o cuatro libros de una vez. Fue una experiencia muy divertida.

De acá para allá

Si bien va y viene, desde hace ocho años la base de Carla está en Nueva York, donde tiene muchos amigos, en su mayoría argentinos. Hoy su carrera está encaminada, pero cuando recién llegó tuvo que trabajar de moza en un restaurante.

-¿Qué recordás de esa época?

-Fueron casi tres años. Creo que ayudó mucho a mi formación actoral porque entrené mucho el inglés. También me ayudó a formar un poco la templanza, la paciencia, y a ser consciente de que, más allá del sueño que tenía en ese momento de que la actuación se transformara en mi sustento, no se acababa el mundo ahí si no sucedía. Recuerdo mucho dolor de piernas porque, cuando me tocaba laburar en el salón del subsuelo del restaurante, subía y bajaba escaleras durante ocho horas. Teníamos prohibido sentarnos. Y recuerdo que era muy lúdico también, tenía un manager muy copado, y todos mis compañeros eran artistas. Había músicos, pintores, actores. Yo siempre jugaba mucho, hacía un acento distinto. Si los clientes eran italianos, me hacía la francesa y hablaba en inglés con acento francés. Incluso he fingido estar embarazada, de poquitos meses.

-Es famoso tu tatuaje de las Islas Malvinas con los nombres de Dalma y Giannina Maradona porque jugando al TEG dijiste que recuperarlas sería un milagro de Dios y, de ocurrir, deberían llevar el nombre de "las hijas de Dios".

-Tengo trece tatuajes en total, lo que pasa es que la mayoría son chiquitos y están en lugares que no se ven a simple vista. Aparte de los de Las Malvinas, mis preferidos son uno en el antebrazo que dice "Nicolas Cage", un potecito que dice "un cuarto kilo de helado", una patita de pollo, una montaña de gatitos, y una frase en las costillas que dice "No el tiempo, sino todos los instantes", que es de un poema de Alejandra Pizarnik.

-¿Seguís pensando que sos "una actriz que triunfa poco en Estados Unidos", como dice tu frase de Instagram?

-La puse un poco como un chiste y un poco es verdad. Es como cuando en las notas escriben que sos una promesa, que es una frase que me conflictúa bastante. No porque crea que tenga todo resuelto, de hecho me siento muy lejos de eso. Sé que tengo muchísimo que aprender, que seguir construyendo, pero la palabra promesa es un poco tétrica. Las promesas hay que cumplirlas y siento que si fallo voy a decepcionar a todo el mundo, y ese es uno de mis grandes traumas infantiles, el miedo a decepcionar al otro. En Argentina, muchas veces se les da más páginas o tiempo de aire a cuestiones que no tiene que ver con lo laboral sino con lo personal. Salió en todos lados el tema del tatuaje de Las Malvinas, que a mí me parece una boludez. En cambio, cuando tuve un trabajo del que estaba orgullosa, como la serie Show me a hero del HBO de Estados Unidos, por ahí no se le dio tanta pelota. De ahí la frase.

-¿Qué se viene?

-Ahora estoy tomando un pequeño descanso porque fue un año muy intenso, pero ya tengo algunos proyectos para 2018. Y todavía estoy definiendo si me voy a quedar un tiempo más en Argentina o si ya me vuelvo a Nueva York. Estoy un poco como abierta a lo que pueda pasar, más que encaprichada con un destino en particular.

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