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Una actriz de dos orillas

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Victoria Césperes

Victoria Césperes volvió a Uruguay para presentar por segunda vez La sangre de los árboles, la obra que armó junto a su amiga Juana Viale. Esta es una charla con una actriz que cambió de vida tres veces y se abrió puertas en ambos lados del Río de la Plata.

Es curioso como el destino llevó a Victoria Césperes a desprenderse del pasado probando suerte en Buenos Aires y, un día, sudando y levantando pesas sin ganas, conoció a una famosa que dos años después, en otro país, se convertiría en su amiga y socia. Es curioso que haya sido Juana Viale quien la motivara a armar una obra de teatro para dejar de esperar propuestas laborales en un teléfono que nunca sonaba. El entusiasmo sobrevivió al tiempo, y un consejo las llevó a Luis Barrales, un dramaturgo que rompió moldes en la escena chilena. Entre los tres construyeron La sangre de los árboles, una obra deslumbrante que dejó boquiabierto a los desconfiados, con desconcierto a los prejuiciosos y aburridos a aquellos que esperaban ver a una famosa siendo famosa. Esta es una charla con una actriz que cambió tres veces de vida, y esquiva a los paparazzi que persiguen a su amiga mientras planean juntas nuevos desafíos.

—¿Cómo afectó esta obra a tu carrera?

—Digamos que estoy en un momento de mucha exposición y eso puede traerme más propuestas, pero a nivel personal lo que cambió es mi forma de trabajar como actriz. El desafío para mí fue hacerme cargo de un personaje tan cambiante, integrar un elenco tan chico, trabajar con un director tan bueno y tener la responsabilidad de producir. Todo esto fue más desafiante que estar con Juana Viale en el escenario.

—El proyecto surgió por las ganas de hacer teatro juntas.

—Nos conocimos en Buenos Aires y al año me fui a Chile siguiendo un amor, y allí nos hicimos muy amigas. Participamos juntas de una clase magistral con un dramaturgo argentino, fue una especie de entrenamiento actoral que duraba un fin de semana. Terminó, nos fuimos a tomar una cerveza y dijimos, hagamos algo. La verdad también es que nadie nos estaba ofreciendo trabajo como actrices.

—¿Qué tipo de historia querían interpretar?

—No teníamos una temática definida; era encontrar un texto que fuera interesante para dos actrices, lo que ya es complicado. Le pedimos a amigos de Uruguay y de Argentina que nos enviaran textos de dramaturgos, hasta que luego de meses Juana recibió una obra sobre dos hermanas, de un autor italiano.

—Contrataron a Luis Barrales, uno de los dramaturgos jóvenes más provocadores del teatro chileno.

—Habíamos escuchado sobre él, pero nuestra presentación fue muy kamikaze: nos lo recomendaron y lo llamamos. Él tampoco nos conocía. Su obra está muy relacionada a la política y a las clases marginales, por eso esto también fue nuevo para él. Su condición fue escribir el texto porque no trabaja con obras ajenas.

—Dijo que lo convencieron.

—Sí. Él dijo que aceptó porque lo tratamos con mucho respeto, éramos personas desconocidas para él, y teníamos demasiado entusiasmo.

En 2011 se instaló en Buenos Aires y un año después viajó a Chile. Hoy volvió a la capital Argentina.
En 2011 se instaló en Buenos Aires y un año después viajó a Chile. Hoy volvió a la capital Argentina.

—¿Cómo fue el proceso de trabajo?

                                                                                                                                                                                                       —Ocho meses ensayando cada mañana, durante seis horas. Con Juana produjimos la obra, cada una puso plata y él fue armando el equipo de vestuario, luces, convocó a la cellista que está en escena marcando el ritmo… quiero trabajar solo con mujeres, nos dijo, y así se hizo.               

—¿Cómo eran los ensayos?

—Un día nos decía, hablen de lo más doloroso que atravesaron en su vida, y nosotras proponíamos en base a vivencias personales e inventadas. Y así empezó a escribir. Muchas escenas que están en la obra las improvisamos dos semanas antes del estreno. Nunca había trabajado de una forma tan experimental, me enriqueció completamente.

—¿Cuándo estuvo pronto el texto?

—El día anterior al estreno...Yo estaba loca. Soy una tipa recontra estructurada. Ni siquiera tuvimos un ensayo general.

—¿Y tu compañera?

—Se lo tomaba mucho mejor. Para mí esta obra fue romper estructuras, crecer, cambiar. De un día al otro me cambiaba los textos, las escenas, y Juana me decía abrite, abrite.

—A vos te costaban los cambios, ¿y a ella?

—El tema de Juana es que había hecho teatro en La celebración, pero era un personaje muy breve. Para ella esta fue una jugada muy importante porque expuso todo en esta obra, yo la admiro por eso. Vi en Juana la apertura y la ingenuidad de quien no tiene los vicios del teatro.

—Entre varias puntas que tiene la obra, hay un costado político acerca de las apropiaciones de niños por militares.

—Sí. Pero para mí no es una obra política, es muy difícil de definir. Creo que se entiende muy bien, pero pasa por diversos universos a pesar de que el punto de partida son dos mujeres que quieren averiguar si son hermanas.

SABER MÁS

Funciones de La sangre de los árboles

Hoy y mañana la obra se presentará en la Sala Verdi. Desde el 11 y hasta el 26 de febrero recorrerá el interior del país.

—También deja abierta la posibilidad de que lo que sucede en escena sea una proyección de la imaginación o una realidad narrada con saltos temporales.

—Exacto. Hay saltos en el espacio y en el tiempo permanentemente. Y la obra se fue puliendo. Barrales modificó escenas y textos de una presentación a la otra. De hecho, hay una escena que, como chiste para el equipo, la cambiamos en cada ciudad que vamos.

—Debe acercarse todo tipo de público.

—Juana es la mediática del equipo y mucha gente se acerca para verla a ella, y esa gente se encuentra con una obra que no es convencional, ni fácil, ni comercial. Lo que sea que esperen ver de la Juana que conocen no lo van a ver, porque tomó el desafío de querer cambiar el modo en el que la ven como actriz y tal vez el tipo de proyecto para el que la convocan.

—¿Te reencontraste con colegas uruguayos?

—Sí. Yo integré El Circular, El Galpón, actué como invitada para la Comedia Nacional, y que vengan a ver la obra artistas como Jorge Bolani, Alejandra Wolff, Alfredo Goldstein, Héctor Guido, Mario Ferreira, Andrea Davidovics, y te feliciten, te digan que creciste, para mí es muy gratificante.

Juana Viale y Victoria Césperes
Juana Viale y Victoria Césperes

—Cuando te fuiste, ¿temiste desperdiciar un camino hecho?                               

—Estaba muy asustada porque egresé y nunca dejé de trabajar con grandes directores. Cumplí el sueño de actuar con la Comedia. Hubo años en que tuve que elegir entre obras, en que hacía una función en El Galpón y luego trasnoche en La Candela en el mismo día. No me puedo quejar. Yo me fui por una cuestión personal.

—¿Cómo es Buenos Aires para una actriz que llega sin contactos?

—Es durísimo. Hay actrices espectaculares, divinas, que actúan bien y recontra mediáticas. Y yo nunca fui mediática. También es muy difícil meterte en la movida más under. La que te queda, y así empecé yo acá también, es autogestionar tus proyectos, que es lo que hicimos con Juana. Yo creo en eso, tengas la edad que tengas y estés donde estés. O inventábamos algo o nos quedábamos tomando mate.

—¿El teatro fue tu primera elección?

—Siempre fue una necesidad, desde que era niña e iba a los talleres de la escuela. Cuando terminé el liceo estudié relaciones internacionales en la facultad de derecho y a la vez hacía un taller en El Circular. Los profesores que tuve ahí, Paola Venditto, Moré y Juan Graña, son mis referentes. Y además trabajaba en un cambio y Abitab, que era el negocio familiar.

—Eras cajera y actriz.

—Lo fui durante años. Era la única de mi generación en la EMAD que trabajaba. Entraba a clase a las ocho de la mañana, salía a las 13 horas, me ponía el traje de chaqueta negro con la camisa blanca y me iba al cambio, donde atendía la público hasta las nueve de la noche. Llegaba a casa y estudiaba.

—¿Qué es lo que te da el teatro?

—Es mi espacio. Es donde puedo transmutar todos mis fantasmas. Es mi lugar de fuga y mi lugar de conexión.

—¿Y qué pasa cuando no estás con una obra entre manos?

—No me soporto ni a mí misma. Me siento bien cuando actúo. Lo necesito. Será mi cable a tierra, no sé cómo llamarlo, "autoayuda para estar en equilibrio", lo que sea. Estuve dos años entre Buenos Aires y Santiago sin hacer teatro y lo sufrí mucho. Si no actúo no estoy en mi eje, ¡qué ni sé cuál es! Es un privilegio actuar. Yo sé que es lo único que voy a hacer durante toda mi vida.

—Estuviste casada con el músico Diego Martino, viviste la época dorada de la banda Hereford.

—¡Claro!, incluso actué en el video clip del tema Cierto. Conocí a Diego cuando tenía 17 y él 22, estaba empezando con la banda. Mi mejor amiga era su vecina. Fue mi primer novio y estuvimos 14 años juntos. Crecimos juntos y creció el rock uruguayo mientras tanto. Viví todo ese "glamour", lo acompañaba a todos los toques, a los Pilsen Rock, a los boliches, a los shows en el interior, los primeros viajes a Argentina. Nos casamos cuando yo tenía 25. Fuimos muy compañeros el uno con el otro. Cuando nos separamos decidí irme a Buenos Aires.

—Así que digamos que tuviste unos tres cambios de vida de acuerdo a cada país.

—Yo lo siento así. Ahora me quiero quedar en Buenos Aires. Pero creo que voy a volver a Montevideo porque lo adoro, aunque tengo que reinsertarme en el mundo teatral, me doy cuenta de que hay un par de generaciones de actores que no conozco.

—¿Te fue fácil adaptarte a Buenos Aires?

—Me gusta mucho pero aún estoy aprendiendo a nivelar la intensidad que tiene, porque nosotros tenemos otro ritmo. Pero es un lugar en el que siento que vibro, y creo que tengo chances laborales.

—Trabajaste en la mini serie Estocolmo, producida por Nacho Viale.

—Sí, actué con Juana, Esteban Lamothe, Jorge Marrale, Leonor Benedetto. Me dejó muy contenta ese personaje. Participé en seis episodios de 13. Mi rol es la mano derecha de Marrale, que dirige un diario. La serie es sobre la trata de blancas. También actué en tres temporadas de Mentira la verdad, que es una ficción acerca de filosofía que ahora emite TNU.

—Ahora tenés un representante, Mauricio Catarain.

—Es algo a lo que los uruguayos no estamos acostumbrados. Fue un salto. Él es representante de Juana, me vio en la obra y le dije que me gustaría que me integrara a su staff. Es distinto esto del mánager...él es quien te mueve...es al que le llegan los personajes y él propone actores. Es difícil que te agarre un representante pero más aún que te consiga un trabajo porque a mí nadie me conoce, y los productores buscan artistas mediáticos, conocidos, porque son los que más venden. Catarain está haciendo una apuesta conmigo. Pero no tengo otra salida, si estás en Buenos Aires esa es la diferencia: sin representante sos vos tratando de llegar a un casting o a una audición.

En Argentina trabaja con un mánager, el mismo que representa a Juana Viale.
En Argentina trabaja con un mánager, el mismo que representa a Juana Viale.

—¿Cómo te llevás con los paparazzi?                                                                 

—Bien porque a mí no me molestan. Pero veo lo que es con Juana y es impresionante con lo que tiene que lidiar. Ojalá en Uruguay - que siempre miramos hacia Argentina- no copiemos eso, que no llegue. Nosotros somos más respetuosos.

—¿Acá te ha pasado algo extraño estando con ella?

—¿Acá? ¡Nada! Es otra cosa. Allá he vivido persecuciones, fotos malintencionadas. Me impresiona mucho eso del seguimiento de lo que hacés en todo momento, es una invasión terrible...las fotos a escondidas...te dicen que es parte del circo, y no lo sé, no me convence, no me gusta.

—Fuiste a Bailando por un sueño, ¿no sentías que era un territorio extraño para vos?

—Lo que pasa es que la acompañé durante toda su competencia. Porque me lo pedía y porque me gustaba ir. La acompañaba a los ensayos, íbamos varias amigas. Y como estábamos con la obra también "servía". En realidad, me divertía vivir con ella eso. Las cosas hay que tomarlas como son: si es el circo que ellos muestran, yo me divertía viéndolo. Me gustó como experiencia pero no es mi mundo. Creo que no soy el perfil de esos personajes.

—¿Tenías prejuicios cuando conociste a Juana?

—Yo conocía lo mismo que todo el mundo: su personalidad mediática. Mirá, fue muy natural, nos conocimos en una clase de CrossFit, o sea, sudando. Hice cinco clases y dejé porque no podía levantar ni una pesa. Después empezamos a tomar mate, a hablar de la vida, y dejé de verla como una famosa.

Pero ella muestra una hostilidad que es defensiva, he visto a muchas personas diciéndole "no puedo creer que vos seas así". Son barreras que pone. No puedo imaginar lo que debe ser crecer rodeada de cámaras sin pedirlo. Aunque ahora, es cierto, ella elige ser actriz, estar en los shows que está. Pero hay que pensar lo que debe ser que te den palo y te juzguen públicamente.

—¿Cómo convivió eso con la obra?

—Y ella aprovechó la prensa, pero también le preguntaban de todo. Lo llevó muy bien. Ya me acostumbré a ver que la persigan, que le pregunten cualquier cosa. Aprendí mucho de Juana sobre cómo hablar con los medios, cómo moverme con la prensa. Pero mirá que a nivel personal no me afectó en nada: a mí no me molestan, es todo con ella.

—Supongo que también debés sentir orgullo de que ella haya podido con esta obra demostrar que tiene talento para el teatro.

—Sí. Y ahora vamos a girar por el interior y eso nos tiene muy contentas. Le explico que el interior apoya mucho las obras que van, y es que esta obra la hicimos nosotras, recién ahora nos asociamos a otros productores para movernos mejor pero al flete lo llamábamos nosotras, armamos y desarmamos la mesa, el telescopio, limpiamos todo, reservamos el hotel, nada de asistentes. En Argentina, Chile y Uruguay el teatro se hace con el mismo sacrificio.

—¿Y ahora?

—Ahora queremos otra obra. Estamos pensando en un dramaturgo argentino o uruguayo que nos dé un texto y nos dirija, y sumar más elenco, y otra vez armar todo nosotras. A La sangre todavía le queda camino por recorrer y creo que me van a salir más proyectos. Espero que la rueda siga girando.

El camino uruguayo.

María Victoria Césperes tiene 36 años. En 2011 cruzó el Río de la Plata y luego se instaló en Chile, para luego volver a la capital porteña. Egresada de la EMAD, nunca le faltó trabajo. Se formó en el Circular, integró el elenco de El Galpón, fue actriz invitada de la Comedia Nacional, y trabajó con directores como Gabriel Calderón, Marcelino Duffau, Alfredo Goldstein, Gustavo Bouzas. También participó en series de TV y en cine.

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