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Vivir y morir en la calle

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Más de 500 personas duermen en la calle. Foto: Marcelo Bonjour.
Marcelo Bonjour

Hace una semana un hombre murió de hipotermia en una plaza y encendió una polémica que se reedita cada año. Hay más de 550 personas que duermen en la calle y se niegan a ir a un refugio. Sus argumentos son los de siempre: que les roban, que están mejor bajo el rocío de la noche. El Mides ha redoblado esfuerzos, pero el problema persiste.

Farías tenía unos 40 años, pero nadie sabía su edad exacta. En realidad son pocos los que conocían algo de su pasado. Su último instante lo paso bajo una vieja y rota frazada que antes había sido de otra persona. Falleció el domingo 4 de junio de madrugada en una plaza del barrio Palermo. Esa misma noche, a unas cuadras de allí, en una esquina del Centro, bajó otra frazada tan vieja y rota como la de Farías, estaba Julio. Dice que no tuvo "nada de frío". Solo en Montevideo hay 556 personas que viven en la calle, según las cifras del último censo del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). Son los que se niegan a ir a los refugios. Los que dicen que tienen razones de peso para soportar el frío. Aunque las consecuencias, a veces, sean letales.

Julio tiene 60 años y hace tres que duerme a la intemperie. Siempre está en la misma esquina y nunca nadie le pidió que se fuera. Se hizo la parrilla de su cama con cajones de verdura y cajas de cartón. Sobre ellas apoyó un colchón que alguien abandonó al lado de un contenedor de basura. "No es muy cómodo", reconoce. La frazada, en cambio, "abriga bastante". Él aclara que así está bien, y que no quiere nada que provenga del Estado. "Yo no creo en la política. No creo en nadie. No preciso a nadie", enfatiza, mientras come unas rodajas de queso de cerdo y toma unos mates visiblemente lavados. Cuenta que ese termo y ese mate son de las "pocas cosas" que se llevó cuando se fue de su casa, porque ya "no soportaba estar más bajo el mismo techo" con su sobrino adolescente, "que agarró para la pasta base". Son las nueve de la noche pasadas y Julio muestra una botella de Coca Cola light de 250 ml, que dice guardar para más tarde, y aclara, sin que nadie se lo pregunte, que dentro de ella no hay vino. "Yo no tomo alcohol, nunca me gustó el alcohol", afirma. Cuenta que trabaja en un almacén que está en la misma cuadra donde tiene sus cosas. Ahí le dan la comida, la yerba y, a veces, "algunos pesitos".

A unas pocas cuadras, en otra esquina del Centro, Carlos prepara todo para acostarse. Acomoda unos cartones y se hace un colchón con un montón de prendas amontonadas. Tiene un buzo de lana azul, bastante roto, que no recuerda quién le regaló. Está desabrigado para el fío que hace. Luce una boina gris, muy bonita, que no quiere decir quién se la obsequió. Carga con la convicción de que allí está "mucho mejor" que en un refugio del Mides. Dice que en este 2017 cumplió 60 años. Y asegura que vive en la calle desde 1960. Si es cierto, vive en la calle desde que tiene tres años.

Según el Mides, las 556 personas en "situación" y "disposición de pernoctar en la calle" están distribuidas en "408 puntos" de Montevideo. Se niegan a ir a los refugios, que son administrados por varias ONG y controlados por la cartera. Este es el caso de Julio, que dice que una vez fue a un refugio, pero cuenta que no va más porque "está lleno de drogadictos". También es la realidad de Carlos, que dice que no va más porque "te roban todo, todito, todo". Y también era la situación de Farías, que hace una semana se murió de frío.

Más de 500 personas duermen en la calle. Foto: Marcelo Bonjour.
Más de 500 personas duermen en la calle. Foto: Marcelo Bonjour.

"La olla".

La Asociación Padre Hurtado Hogar de Cristo, vinculada al Colegio Seminario, tiene varios proyectos dirigidos a personas carenciadas: gestionan un Caif y un centro juvenil en el barrio Los Bulevares, tienen un hogar para gente en situación de calle en Manga y es una de las varias organizaciones que salen a repartir comida. Con las llamadas "ollas móviles" se acercan a personas de Ciudad Vieja y Centro; también hay una "olla fija" en la zona de Villa Dolores. Las "ollas móviles" salen los martes, jueves y sábados.

Es jueves, son casi las 20:30 horas, y unas 20 personas esperan con ansias a los voluntarios frente a la Intendencia de Montevideo. Algunos ya están con sus tuppers listos, como Cecilia, una señora de 70 años, con unos enormes y antiguos lentes, una capelina y un recipiente de helado que se lleva lleno de guiso. Casi todos los demás son cincuentones, casi todos varones, casi todas personas que viven, como ella, en la calle.

Felipe, que hace "varios años" está en esta situación, dice que duerme sobre unos cartones, tapado bajo un viejo acolchado, a la vuelta de donde está recibiendo el que dice es el primer plato de comida del día. Además del guiso caliente, se lleva una bolsa de bizcochos, que cuenta que se los va a guardar para el desayuno, y una botella de medio litro de agua fresca que acomoda como puede dentro de un bolsillo del pantalón. Explica que trabajó varios años como tornero, que está a la orden para cuando necesiten un mecánico, y se queja de que, aunque recibe una jubilación, esta "no alcanza para nada". A los refugios del Mides no va, porque jura que una vez le robaron "cosas", aunque no especifica qué cosas.

Los que prepararon el guiso, embotellaron el agua, consiguieron los bizcochos —que son donados por un supermercado—, ponen sus vehículos para llevar la comida y se quedan hablando con cada una de las personas, son voluntarios. En total son unos 70, que se reparten entre todas las actividades que lleva adelante la asociación, explica Guillermo Gadola, uno de sus integrantes.

"Para nosotros esto es un espacio de encuentro, más que un espacio para dar alimentos. Nuestro objetivo es dignificar a la persona, charlar con ellos, generar un vínculo. Estamos los 12 meses del año. Hay gente que no va a los refugios del Mides, otra que a veces va y a veces no, o van más tarde, hay de todo", explica. Para él "sería mejor que fueran a los refugios, porque la calle es muy dura", pero advierte que "hay muchas personas a las que les es muy difícil incorporarse a los espacios donde hay más gente".

Sobre las razones que llevaron a estas personas a vivir en la calle, Gadola explica que "hay casos muy diferentes, que van desde la pérdida de un trabajo, a la ruptura de los vínculos familiares". Agrega que "hay personas que en un momento estuvieron muy contenidas, pero luego, debido a distintas circunstancias de la vida, perdieron todos sus lazos. Hay gente que trabajó toda la vida, pero fueron trabajadores informales, entonces ahora no tienen una jubilación".

En cada recorrida llevan alimentos para unas 100 personas. Uno de los voluntarios cuenta que es "muy triste" la realidad a la que se enfrentan. Y comenta el caso de un hombre, que vive en la Aduana y que se niega a ir a un refugio. Dice que hace poco le diagnosticaron cáncer terminal de pulmón. Que ya sabe lo que le va a pasar, y que ya decidió que pasará sus últimos días en la calle.

Gadola señala que hay voluntarios que se encargan a veces de sacarles horas en el médico a las personas que viven en la indigencia. O los entusiasman para que tramiten el documento de identidad, porque esto "los dignifica".

"Una vez en el hogar de Manga falleció alguien —sigue Gadola—, hicimos los trámites para enterrarlo, y los que nos atendieron nos dijeron qué bueno que esta persona tiene cédula, porque no va a morir como un NN. Eso es un ejemplo de la dignificación. No muere alguien y nada más, muere alguien que tiene un nombre, una historia, tiene algo atrás, por más que la vida los haya llevado a ciertas situaciones".

Foto: Marcelo Bonjour.
Foto: Marcelo Bonjour.

Las noches en los refugios.

Mario golpea con insistencia la puerta de la oficina que tiene el Mides en Convención y Paysandú. Plaf, plaf, plaf, y nadie contesta. Él insiste. Allí es la Puerta de Entrada, donde se designa un refugio para las personas en situación de calle que lo requieran. Mario lanza suspiros de molestia porque nadie lo atiende, mientras juega con el cronista a que este consiga adivinar su edad. Tiene 43, pero la respuesta estuvo muy errada, pues aparenta muchos más. Su pelo es largo y despeinado, bien negro y grasoso, su barba es espesa y sus pómulos están hinchados. Dice que hace "décadas" que vive en la calle. Que tiene familia, pero ya no se lleva. "Hijos no, hermanos", aclara. Y jura que le deben plata, "mucha plata".

Cuenta que en el hogar del Mides "está todo bien", que hace años va en busca de calor cuando el invierno empieza a doler. Mientras hablar toma fuerte entre sus manos una bolsa de papel, con algo de ropa y un pan flauta que se sale hacia afuera. Dice que esa bolsa es lo único que tiene en este mundo. Le abren la puerta y lo derivan al centro Mides que está a la vuelta, sobre la calle Paysandú.

La cooperativa Creciendo administra, desde este año, el refugio del Mides ubicado en Paysandú y Cerro Largo. En la puerta hay un hombre, visiblemente alcoholizado, tirado sobre algunos escalones. "No es así, no es así", repite en medio de una persistente tos. Mientras tanto, Ana Laura de León, la encargada del centro, explica el funcionamiento del refugio. Se trata de un lugar de contingencia para el invierno. Está abierto de abril a agosto. Las puertas abren a las 18 horas y cierran a las 9 de la mañana. En este momento cuenta con lugar para 50 personas. El Mides ya les dijo que deberán aumentar los cupos a 70. Sin embargo, ya son las 10 de la noche y adentro no hay más de 30 almas.

Una vez que ingresan al hogar, la regla es que se den una ducha, "pero esto muchas veces no se logra, aunque lo intentamos", reconoce De León. Después se les da ropa de cama, mientras se les lava la que tienen en la calle. El refugio cuenta con dos lavarropas y un secarropa. La comida se las da el Ejército. Se trata de un plato caliente que va desde ensopados a guisos, y una vez por semana polenta con tuco. Antes de la medianoche tienen que estar acostados, y se los despierta entre las 7 y las 7:30 de la mañana. El desayuno es un café con leche y un pan con dulce de membrillo.

El hogar son tres habitaciones gigantes. En una está la cocina y los lavarropas, en otra un gran salón con una mesa, en la que se cena y desayuna, y un televisor. Y en la otra, las camas. La mayoría son cuchetas, la ropa de cama es toda distinta. Al frente hay una guardia de una empresa privada. El resto del personal se compone por cuatro educadores, un asistente social, un psicólogo, un enfermero y De León. El ambiente depende del día: a veces está "todo bien", como sostiene Mario, pero a veces no.

"Hay peleas porque se generan problemas. Algunos vienen alcoholizados y los tenemos que dejar un rato en la puerta para que tomen aire", señala De León. El tema de las drogas también es una dificultad. Las reglas marcan que no se debería poder entrar al hogar con ellas, aunque la encargada reconoce que lo que se hace a la entrada es una revisación superficial en los bolsos que las personas traen, "pero no una requisa". Dice que se dan situaciones en que encuentran a personas "fumando porro", y les tienen que llamar la atención. La entrada al refugio también a veces es un problema, por las personas que se amontonan en la puerta. Cuando esto pasa se suele mandar un guardia de seguridad extra.

Hoy la cosa está tranquila. Tres hombres recién bañados comen un guiso y miran canal 12. Otros ya se disponen a acostarse. Otro grita de vez en cuando: "¿Quién es Fabián ONeill? ¿Quién es Fabián ONeill?". Él mismo se responde: "¡Yo soy Fabián ONeill!". Y nadie le sigue la corriente.

Quiénes son.

El Mides abrió el año pasado 200 cupos de contingencia para personas en situación de calle, pero solo fue necesaria la habilitación de 150 debido a que hay muchas personas que deciden no ir. Para este año se prevé llegar a 300, según dijeron fuentes de la cartera. En total el Ministerio tiene 53 centros en todo el país, entre refugios de contingencia para el invierno (que son 20), centros 24 horas para mujeres con niños y adolescentes, y centros 24 horas para personas que requieran cuidados o estén atravesando algún tipo de recuperación.

Las razones por las que no van a los refugios son variadas. Muchos dicen que les roban, algunos sostienen que hay gente que se droga dentro de las instalaciones, y hay quienes aducen que se niegan a dejar a sus mascotas.

Cuando les critican alguna muerte ocurrida a la intemperie —de las que otros inviernos ha habido varias y este año hubo una, la de Farías—, el Mides se justifica diciendo que no pueden internarlos de manera compulsiva. La ley 19.120, conocida como la ley de faltas, castiga "la ocupación permanente y reiterada en espacios públicos" —esto es, cuando se descubre que un individuo se instaló más de tres veces en la calle. Sin embargo, la ley no suele cumplirse y, además, en caso de que la Policía retire a estas personas, no se las obliga a ir a un refugio.

La ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, dijo días atrás a El País que "la enorme mayoría de las personas que viven en las calles son varones, porque en el gobierno de José Mujica se hicieron refugios para mujeres con niños que son para todo el día" y añadió que "cuando empezó el primer gobierno del Frente Amplio (2005-2010) había familias enteras, con niños y con mujeres, cosa que ya no pasa".

En cuanto a los que sí están en la calle, declaró que son "los liberados", que estuvieron presos y ahora no tienen a dónde ir, y que se viene trabajando con el Ministerio del Interior para cambiar esta situación. Después están "los que tienen problemas de sustancias, pasta base y mayoritariamente alcohol". Y, "mezclado con esto, están los que tienen problemas de salud mental", que "terminan en el Mides porque si están compensados el Vilardebó les da de alta y las colonias Etchepare y Santín Carlos Rossi ya no reciben más gente".

Arismendi recordó que en la primera administración del Frente Amplio se instaló un refugio en la cottolengo Don Orione para que las personas puedan ir con mascotas, pero dijo que "no resultó". Según ella, lo que más molesta a los que se resisten a ir es que "estar en un refugio implica respetar ciertas reglas, como acostarse a cierta hora, comer sentados en una mesa; porque lo que se trata es de darles herramientas para que se puedan reinsertar en la vida cotidiana". Quienes se niegan, asumen un riesgo demasiado alto.

La hipotermia es "frecuente" solo en población indigente.

Lo que le pasó a Farías, el hombre que murió hace una semana en una plaza del barrio Palermo, no es algo común. Los casos de hipotermia en Uruguay se suelen contar con los dedos de las manos. El problema es que estos siempre golpean a las mismas personas.

"Entre aquellos que viven en situación de calle sí son frecuentes los casos de hipotermia", señaló a El País el gerente médico de la Unidad Coronaria Móvil (UCM), Jorge Díaz.

La hipotermia se produce cuando el cuerpo pierde más cantidad de calor que la que puede generar. Esta se suele dar por la falta de abrigo y por dormir a la intemperie, lo que se convierte en una combinación fatal con la mala alimentación.

Los síntomas van desde somnolencia y pérdida de coordinación, a un temblor del cuerpo incontrolable y un enlentecimiento de la frecuencia cardíaca.

"Los casos de hipotermia no son muy frecuentes en Uruguay, pero sí existen. En las personas que viven en situación de calle sí los vemos con frecuencia. Después se dan en personas que están navegando, pero en el resto de la población no es algo común", agregó Díaz.

La población a la que el Mides no logra llegar.

Edad: Según los datos del Mides, las personas que duermen en la calle son en promedio 10 años menores a los que van a los refugios (38 vs. 47). Entre ellos no hay menores de 17 años.

Sexo: El 94% de los que pernoctan en la intemperie son hombres. En el caso de los que van a los Centros Mides, esta cifra es del 83%.

Salud: El 90% de las personas en situación de calle están registradas en el Sistema Nacional Integrado de Salud. Si se separa la cifra entre los que duermen en los refugios y los que lo hacen en las calles, los porcentajes son de 96% y 77%, respectivamente. La mayoría se atiende en la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE).

Prestaciones Sociales: El informe del Mides señala que los que tienen más de 64 años "tienen acceso a prestaciones / transferencias, no registrando diferencias sustantivas entre las subpoblaciones" que duermen a la intemperie o que lo hacen en los centros.

Persistencia temporal y territorial: El estudio, realizado en 2016, señala que al momento del relevamiento el 80% de los entrevistados declaró haber dormido en la calle durante cada uno de los días de la última semana. Dos de cada tres señalaron que desde la semana anterior venían pernoctando en el mismo punto de la ciudad en que se los entrevistó. El 15% de los entrevistados, cuando fue consultado por cuánto tiempo hacía que estaba en situación de calle, manifestó que desde hacía cinco a 10 años, y el 13,3% más de 10.

Motivos de la situación de calle: La razón que más dieron los entrevistados, el 56,4%, fue la "ruptura de vínculos". El 30,2% se refirió a problemas de adicciones, el 20,4% a "insuficiencia de ingresos", el 5,6% a casos de violencia, el 3,6% señaló que "prefiere la calle", el 2,5% dijo que se debió a no tener dónde ir tras la salida de centro de privación de libertad y el 2% precisó que se debió a una patología psiquiátrica. La suma no da 100% pues muchos dieron más de una razón.

Ruptura de vínculos: El 60% estaba solo al momento del relevamiento. El 55% declaró "mantener vínculo o relación con familiares que no se encuentran en situación de calle, siendo madre y hermanos los familiares con los que mayor contacto se mantiene". Entre los que tienen vínculos, "más del 50% se ha conectado en la última semana; mientras que si se amplía el período a menos de un mes, se alcanza al 70% de los casos". La mitad de los entrevistados dijo recibir ayuda "mayoritariamente de vecinos (54%), familiares (35%), comerciantes, instituciones y compañeros/amigos (estas tres en el entorno del 10%)".

Motivos para no ir a los centros: Una de cada dos personas encuestadas asistió alguna vez a un refugio. Como principales motivos señalados para no ir se marcan los problemas de convivencia, con un 20%, y las dificultades por la distancia o los horarios en que estos están abiertos, con un 18%. Otro 15% dice que "prefiere" u "optó" por estar a la intemperie.

6 EQUIPOS RECORREN LA CIUDAD.

En busca de personas en situación de calle.

El Mides cuenta con 20 centros nocturnos en todo el país. Para acceder a uno de estos, las personas deben registrarse en la "Puerta de Entrada", que está en Convención y Paysandú. La cartera además cuenta con seis equipos móviles, con un total de 17 personas, que desde las 9 de la mañana hasta las 2 de la madrugada buscan personas en situación de calle y las tratan de convencer de que vayan a los refugios.

¿Cómo avisar que hay personas en situación de calle?

Para dar aviso de personas en situación de calle se puede llamar al teléfono gratuito 0800 8798.

En caso de que la persona requiera atención médica, se debe llamar directamente al teléfono 105 de ASSE.

Si hubiera niños, niñas o adolescentes en situación de calle se debe llamar a la línea azul de INAU, 0800 5050.

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Más de 500 personas duermen en la calle. Foto: Marcelo Bonjour.

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