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Los virus no saben de fronteras

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Solo estos carteles advierten que en el puerto hay un puesto del MSP. Foto. Fernando Ponzetto

El riesgo de la fiebre amarilla

En Brasil estalló un brote de fiebre amarilla y el MSP busca blindarse. Aumentó la cantidad de vacunatorios, a la vez que se cuadriplicó la vacunación en dos años. Pero, se sabe, los virus no distinguen países. Uruguay está en “riesgo inminente” de desarrollar la enfermedad.

Solo estos carteles advierten que en el puerto hay un puesto del MSP. Foto. Fernando Ponzetto
Solo estos carteles advierten que en el puerto hay un puesto del MSP. Foto. Fernando Ponzetto

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Poca luz, un hombre con los pies arriba de la mesa y mucho olor a cigarro. Escrituras en las paredes, peldaños flojos y escasa señalización. La escena al entrar al vacunatorio que el Ministerio de Salud Pública (MSP) tiene instalado en el puerto de Montevideo parece todo menos un lugar dedicado al cuidado de la salud. Sin embargo, al tocar la puerta se entra a un cuarto blanco, limpio e iluminado, donde están las enfermeras y las anunciadas vacunas. El olor a alcohol etílico —tan característico de estos centros— se impone a todos los anteriores.

Llegar allí ya fue una odisea. El lugar está ubicado al fondo de un muelle, repleto de barcos cubiertos de autos importados y contenedores. Atrás quedaron el estacionamiento, los puestos de seguridad y la tienda de recuerdos del puerto. "Sigan la línea verde en el piso", dicen los trabajadores con desgano, que parecen cansados de dar tantas indicaciones a los forasteros que llegan a vacunarse. Ese sitio, claro está, no fue preparado para recibir al público general.

Al final del camino verde, que a veces se corta, hay un edificio de ladrillos. Un cartel derruido señala: "División Epidemiológica. Departamento vigilancia en fronteras. Centro de vacunación antiamarílica". Las escaleras terminan en una sala oscura, vacía, que ni siquiera tiene una señalización. "Es arriba", asegura un marinero. Pero "arriba" tampoco hay indicaciones, solo unos carteles decolorados de una vieja campaña de dengue.

Casi todas las habitaciones están trancadas, menos una que tiene la puerta entreabierta. De afuera se ve un hombre con las piernas arriba del escritorio, diarios viejos y humo de tabaco. Cuando nota que alguien se está acercando, se sienta bien y responde sin que nadie pregunte: "No es acá, es al final del pasillo, vas a ver la puerta". Y sí, al final del pasillo hay una puerta con un papel pegado en la pared que reza las contraindicaciones de la vacuna contra la fiebre amarilla.

Antes de llegar, es necesario contar con un certificado médico que autorice la inoculación y agendar la hora a través de una página web. Son 15 los centros disponibles en todo el país, pero el del puerto es el que tiene mayor disponibilidad. La consulta solo se confirma si el usuario paga $ 671 en una red de cobranza, aunque el MSP asegura que la dosis es gratuita. Lo que se cobra, entonces, es el certificado internacional de vacunación; un papel celeste que debe guardarse con el pasaporte si la vacuna es obligatoria en el país de destino.

En el cuarto blanco y limpio hay una cortina que separa los escritorios del vacunatorio. La enfermera pregunta al paciente si tiene alguna enfermedad, si es alérgico al huevo o si hizo fiebre en los últimos días. También se asegura de que no haya recibido otras inoculaciones en los últimos meses. "Esta es de por vida, no tenés que reforzarla", dice. El pinchazo es rápido y prácticamente indoloro.

Raquel Rosa, directora general de Salud Pública, cuenta que este puesto se instaló de forma provisoria ante la creciente demanda de la vacuna. El brote de fiebre amarilla en Brasil determinó que muchos viajeros debieran recibir la dosis, algo que hasta hace poco tiempo estaba reservado para personas que iban a destinos exóticos. Mientras que hasta hace dos años se daban 5.000 vacunas anuales, ahora son más de 23.000.

La médica recuerda lo que ocurrió en el verano de 2017, cuando se supo que había un brote en Brasil y se formaron largas colas de gente que quería recibir la vacuna "por las dudas". Para evitarlo, las autoridades impusieron la obligatoriedad de una indicación médica, lo que a la vez permite que los médicos de cabecera se hagan responsables de la prescripción de la dosis, que tiene contraindicaciones. Las embarazadas, los lactantes y los mayores de 60 años no pueden recibirla.

Según Rosa, el certificado médico y la agenda web evitaron que se volvieran a saturar los vacunatorios este verano. Sin embargo, Argentina no corrió con la misma suerte y esta semana hubo filas en la mayoría de los puestos. De hecho, ese país le pidió vacunas a Uruguay porque se había quedado sin stock.

Y si bien todo el mapa brasileño y buena parte del continente están marcados como zonas de riesgo, Rosa insiste con que la vacunación aquí no será obligatoria ya que no circula el virus. Por lo tanto, solo deben acudir a los puestos del ministerio aquellos que tengan pensado viajar a lugares infectados por la enfermedad.

Pero, ¿qué precauciones se toman para cuidar a los uruguayos que no tienen protección? La jerarca explica que, al igual que el vacunatorio del puerto, hay puestos del MSP en todas las fronteras. Estos centros no son de revisación médica sino de trámites administrativos, por lo que los capitanes de los barcos y de los aviones deben entregar un reporte que especifique en qué situación sanitaria se encuentran los tripulantes. Si alguien tuvo fiebre, vómitos o cualquier otro síntoma deben reportarlo al ministerio.

A su vez, los puestos centinela de todo el mundo están conectados. Rosa cuenta que Uruguay está atento a qué pasa en otros países para saber qué enfermedades extranjeras podrían terminar desarrollándose aquí. Por estos días, la principal preocupación de las autoridades es —por tercer verano consecutivo— la fiebre amarilla brasileña, que por el momento no contagió a ningún uruguayo. Pero más allá de la campaña para concientizar sobre el mosquito aedes aegypti, no hay otro plan de contención.

Además de la fiebre amarilla, el mismo mosquito transmite dengue, zika y chikungunya.. Foto: Reuters
Además de la fiebre amarilla, el mismo mosquito transmite dengue, zika y chikungunya.. Foto: Reuters

Rosa reconoce que los viajes favorecen la transmisión de virus y bacterias que hasta hace unas décadas estaban relegadas a algunas zonas del mundo. De hecho, asegura que este es el peor momento del año, porque quienes se van de vacaciones al extranjero aumentan las chances de contagio.

Y como dice el director adjunto del Programa de Emergencias de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Sylvain Aldighieri, las enfermedades "no saben de fronteras". Por lo tanto, y por más que Uruguay siempre parezca un ejemplo al lado de sus vecinos, todos los esfuerzos que pueda hacer el gobierno siempre son bienvenidos. "Los puestos deben monitorear la posible importación de enfermedades y deben preparar al país para lo que pueda llegar a permear", asegura.

Una amenaza.

"Riesgo inminente". Así define el director de la cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina, Julio Medina, a las posibilidades que tiene Uruguay de desarrollar fiebre amarilla autóctona. Advierte que el principal factor de riesgo es que aquí vive el mosquito aedes aegypti, que la transmite. Por lo tanto, si alguien viajara y contrajera la enfermedad, el insecto podría picarlo a él y a otras personas, lo que ayudaría a propagarla. Y en Uruguay, con la fiebre amarilla erradicada desde la década de 1950, las vacunas no son obligatorias, por lo que la mayoría de la población no está inmunizada.

Este virus demora de tres a seis días en incubarse y la infección puede tener hasta dos fases. La primera suele causar fiebre, dolor de espalda intenso, escalofríos y vómitos. La mayoría de los pacientes mejora y los síntomas desaparecen, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que el 15% de los infectados entra en una segunda etapa, más tóxica. En estos casos vuelve la fiebre alta y se afectan los órganos, por lo que la mitad de ellos muere en 10 a 14 días.

Por cercanía, Brasil es uno de los destinos preferidos de los uruguayos que pueden viajar. Pero también es el país de América Latina en el que más se propagó la fiebre amarilla, acompañado de las zonas selváticas de Perú, Bolivia, Colombia, Paraguay, Ecuador y las Guyanas. Por lo tanto, se recomienda que quienes hayan comprado los pasajes se vacunen al menos 10 días antes de viajar, ya que demora en hacer efecto.

Otra enfermedad que amenaza a los uruguayos es la malaria autóctona, según Medina. Este parásito se transmite a través del mosquito anopheles, que todavía no está presente en el país. De propagarse el insecto, basta con que pique a un humano enfermo —que se haya infectado en el extranjero— y luego le transmita a alguien más la enfermedad, a través de la sangre. "El mayor riesgo está en el cambio climático, que puede facilitar el ingreso o el aumento de los vectores que luego transmitan el virus de la fiebre amarilla o el parásito llamado plasmodium, que determina la malaria", afirma el experto.

Los viajeros que tengan pensado visitar África subsahariana (los países que no limitan con el Mar Mediterráneo) deben estar atentos a la fiebre. El médico explica que la causa más común de este síntoma luego de haber viajado a esa zona es la malaria, una enfermedad potencialmente mortal que se caracteriza por el aumento de la temperatura corporal.

Para evitar la malaria y la fiebre amarilla, el infectólogo recomienda permanecer en áreas con aire acondicionado y protegidas con mosquiteros. A la hora de dormir también es importante verificar que no haya insectos y utilizar insecticidas para combatirlos, ya que los dos momentos en los que más pican los mosquitos son el anochecer y el amanecer.

Estas recomendaciones también sirven para prevenir el dengue, el zika y la chikungunya, que se transmiten a través del aedes aegypti. A su vez, es aconsejable utilizar repelente para evitar las picaduras y, en la medida de lo posible, vestir de manga larga. En Uruguay solo hubo casos autóctonos de dengue, pero las tres enfermedades ya se manifestaron en personas que viajaron al extranjero y regresaron. Los síntomas más frecuentes son fiebre alta y dolores musculares, por lo que es importante que un médico diagnostique cuál es para tratarla correctamente.

Pero los destinos tropicales no son los únicos que están en la mira de los expertos. En el hemisferio norte es invierno, el momento de mayor circulación del virus de la gripe. Sylvain Aldighieri, director adjunto del Programa de Emergencias de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), explica que las embarazadas, las personas mayores y los niños asmáticos no deberían viajar a esas zonas durante estos meses, ya que son más proclives a contraer esa enfermedad.

"Los viajes son muy rápidos y una persona puede ir del sur del Pacífico al polo norte en menos de 24 horas, que es menos que un período de incubación. Entonces, puede llevar un patógeno en su cuerpo aunque no tenga ningún síntoma y empezar a contagiar a su llegada. Vivimos en un pueblo global con tiempos muy recortados", agrega.

Y sea cual sea el destino, Medina tiene más recomendaciones para evitar enfermedades. No tomar agua del grifo y evitar las bebidas con hielo puede ayudar. También aconseja no comer frutas o verduras a menos que hayan sido peladas o cocidas. A su vez, dice que los alimentos cocidos que se dejaron a temperatura ambiente "son particularmente peligrosos", por lo que lo mejor es comerlos cuando todavía están calientes. El experto propone evitar la leche sin pasteurizar y cualquier producto que pueda haber sido preparado con leche no pasteurizada, como helado. En ese sentido, sugiere evitar las bebidas y alimentos obtenidos de vendedores ambulantes, así como comer carne o pescado crudo o poco cocido.

Si el daño está hecho y se tiene diarrea abundante —sobre todo con sangre, fiebre o calambres—, el experto recomienda consultar a un médico para que indique un tratamiento con antibióticos. El correcto lavado de manos, asegura, también puede ser de ayuda.

En todos los casos, es importante revisar que el carné de vacunación esté al día. En Europa se registra un brote de sarampión —que se previene con vacunas— desde 2008, que también se desencadenó en Venezuela en el último año.

Una fiebre vieja que vuelve a amenazar

América Latina hizo un gran esfuerzo en la década de 1950 para combatir la fiebre amarilla. Las campañas para minimizar la presencia del mosquito aedes aegypti, el vector de la enfermedad, fueron clave para que no se propagara. Entonces el virus quedó recluido en las zonas selváticas y solo afectaba a monos, lo que permitió erradicarla en países como Uruguay. En ese momento la vacuna estaba reservada para los que viajaban a zonas exóticas o selváticas. Sin embargo, a partir de 2016 se dio un brote urbano, es decir, que un mosquito infectado por uno de estos monos terminó contagiando a un humano, que lo llevó a una ciudad. Esto ocurrió en Brasil, donde de a poco se empezó a teñir el mapa de rojo y se fueron sumando zonas de riesgo. La rapidez con la que se volvió a propagar la enfermedad —que en dos años infectó a 2.200 personas y mató a 800 solo en Brasil— preocupó a las autoridades de los países latinoamericanos y Uruguay no fue la excepción. El director adjunto del Programa de Emergencias de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Sylvain Aldighieri, dice que la fiebre amarilla tiene una tasa de mortalidad del 30% de los infectados, por lo que se trata de una enfermedad muy grave. La única manera de evitarla es con la vacuna, que si bien tiene una serie de contraindicaciones, "es segura y asequible", según el experto. "Cuando una vacunación sencilla evita este riesgo de muerte, es una vacuna que funciona., El costo-beneficio de la inoculación no debería generar debate", afirma. Con la creciente demanda de las dosis, los países de América Latina las están comprando a través de un fondo rotatorio de OPS, que permite adquirirlas a precios más bajos. "Una persona no vacunada en zonas de riesgo tiene altas posibilidades de desarrollar la enfermedad", enfatiza.

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