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Uruguay en la ruta del tráfico animal

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Fauna autóctona. Foto: Archivo
Archivo El País

Es el tercer negocio ilícito del mundo y pasa por Uruguay, donde las especies autóctonas se venden en un mercado poco controlado. Las redes sociales son una nueva vía de venta y varias ONG suman esfuerzos para frenarlas, mientras que científicos buscan repatriar una especie autóctona traficada.

Qué tristeza nos dio la noticia", lamenta la aracnóloga Anita Aisenberg mientras se adentra en los estrechos pasillos del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable. El destino de un paquete de 80 arañas que un extranjero desconocido pretendía traficar hacia República Dominicana fue fatal. Casi de milagro sobrevivieron cuatro, que luego de haber sido detectadas por las autoridades locales, están bajo la custodia de una investigadora en la isla centroamericana. Las arañas viven ahora en cajas transparentes con tapas de colores y están a la espera de volver a Uruguay en lo que sería la primera repatriación de fauna autóctona exportada ilegalmente en la historia reciente del país.

Sus cuerpos oscuros y cubiertos de pelo color castaño pueden llegar a abarcar medio antebrazo de ser humano y si estiraran las patas, más de un aracnofóbico saldría corriendo. La primera reacción de cualquiera que desconozca la especie sería levantar el zapato, pero para los científicos sería un sacrilegio. Las grammostola quirogai son endémicas de Uruguay —solo se han encontrado aquí, por ahora—, constituyen una parte importante de la cadena trófica y sirven de bioindicador, pues su presencia en el lugar habla de qué tan bien conservado está.

Estas tarántulas son de las más grandes del mundo y también longevas; las hembras pueden llegar a vivir 30 años. Eso, junto con lo fácil que es cuidarlas, las hace mascotas ideales para los amantes de los invertebrados. Las autoridades estiman que pueden venderse entre US$ 80 y US$ 120; los investigadores creen que puede ser un poco menos.

El tráfico ilegal de animales es considerado el tercer negocio ilícito del mundo. Por lo general, la dinámica funciona así: los traficantes hacen su "colecta" en los países subdesarrollados y los llevan a los desarrollados, donde a veces se llega a pagar fortunas por ellos. A pesar de que en parte de Europa y Estados Unidos han ajustado su regulación para cerrar sus puertas a este mercado negro, sigue habiendo casos frecuentes y alarmantes.

Tradicionalmente, Uruguay ha sido un país de tránsito y si bien la venta ilegal al exterior de animales autóctonos no preocupa a las autoridades, reconocen que requiere vigilancia por casos como el de las arañas. El mercado interno y regional, sin embargo, sí alarma a los expertos y hay ONG que trabajan específicamente para evitarlo, especialmente en el caso de las aves autóctonas, que son las principales víctimas.

En general, quienes compran estos animales en el país son público no especializado y con escaso poder adquisitivo, señala el zoólogo y profesor de la Facultad de Ciencias Raúl Maneyro. "Moda" o afinidad son motivos suficientes para tener como mascota una culebra, alguna lagartija o un halcón, por ejemplo. "También hay un importante tráfico de aves, muchas de las cuales van a parar a manos de personas que conocen poco y nada de los requerimientos de las especies y que las compran porque les gustaron los colores, o la forma de cantar, sin tener idea ni de qué especie se trata".

Alas rotas.

Alcanza con buscar en internet o en redes sociales. Un "rey del bosque", un "cabecita" o "un casal de dorados pintones" pueden aparecer entre la oferta y la categoría cambia según su condición. Si canta, el precio sube, porque sirve de llamador —una especie de "carnada" para atrapar a otras aves — y ni que hablar si es un cardenal amarillo, uno de los más preciados y amenazados. Su precio oscila entre $ 3.000 y $ 10.000. Pero también se trafica con reptiles, anfibios, algunos invertebrados y mamíferos.

Lo habitual antes era usar tramperos con otra ave como señuelo o "pega-pega", un pegamento que atrapa a las aves cuando se posan en él. La consecuencia es trágica para muchas: si no terminan con alas o patas lastimadas, pierden parte del plumaje o simplemente mueren. El resto se vende. La nueva herramienta de los cazadores son las redes de niebla, hechas con filamentos casi invisibles para las aves y por eso, muchas veces terminan enredadas en ellas. Este es un recurso frecuente entre científicos, pero hoy es mucho más accesible para los cazadores, comenta el socio fundador de la ONG Aves Uruguay, Adrián Stagi.

Luego de capturadas, alguien pasa a recogerlas para distribuirlas en varios puntos de venta o enviarlas a Montevideo a través de agencias —esquivando los controles, ya que es ilegal. En la capital se puede encontrar de todo y a simple vista en ferias como la de Piedras Blancas o Tristán Narvaja. Se han visto desde zorros hasta aves rapaces, tortugas e invertebrados. Al final, terminan en la casa de algún coleccionista o incluso de una persona que las tiene como mascotas con total ignorancia sobre la legislación existente.

Pero ¿cómo saber que es ilegal tener determinada especie como mascota? A excepción de las especies consideradas plagas o aquellas que se pueden cazar o criar en cautiverio, está prohibida la caza, comercialización, tenencia, transporte e industrialización de especies silvestres. Hay además reglamentación específica para algunas de ellas, así como para la fauna exótica, y Uruguay suscribe a la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres (Cites) que determina qué especies en particular están amenazadas y no se pueden comercializar.

Período ventana.

¿Quién va a ir preso por tráfico de fauna en Uruguay?, ironiza Alejandro Fallabrino, de la ONG para la conservación de tortugas marinas Karumbé. Las penas son multas que pueden costar entre 10 y 2.000 unidades reajustables, lo que no asegura que el culpable pague. "Los gobiernos no han encarado el tema y en materia de fauna y flora estamos en pañales", opina Fallabrino. Para él, como para otros conservacionistas, los casos de tráfico de fauna deberían penarse con prisión, según su gravedad.

En su oficina sobre la Plaza Independencia está la ONG Coendú. El grupo empezó en redes, compartiendo fotos de animales silvestres y comentando los problemas más comunes con que se encontraban. Al ver que los casos de tráfico se repetían, la agrupación pasó del ámbito virtual al real y desde hace algunos años sus miembros trabajan activamente para la conservación de especies.

Actualmente hay un equipo de investigadores dentro de la organización que se dedica a explorar las redes en busca de traficantes. Así, encontraron muchos grupos de Facebook para venta e intercambio de animales y colaboraron con las autoridades para realizar varios operativos de los que resultó la incautación de decenas de animales, contó a El País el presidente de la ONG y contador, Mauricio Álvarez. Es que el problema de la conservación inquieta no solo a científicos e investigadores, sino también cada vez más a la sociedad en general, que se organiza y actúa como puede.

El advenimiento de nuevas formas de comunicarse a través de internet ha diversificado las vías de venta. El sitio de compraventa Mercado Libre, por ejemplo, dio de baja 325 publicaciones que tenían ofertas de animales ilegales en los últimos dos años. Esto, gracias al trabajo de la ONG Aves Uruguay y otras organizaciones, que detectan los casos e informan al sitio. En Facebook, campo minado de casos de tráfico ilícito, no hay respuesta de parte de la empresa, apuntan los activistas.

La queja más frecuente entre las ONG es que cuando hacen una denuncia a las autoridades se encuentran con la frustración de no saber qué ocurre luego o no reciben respuesta. Aves Uruguay realizó cinco denuncias en enero y no recibió datos sobre los resultados. "Mucha gente se anima a denunciar, pero no sabe a quién", dice Fallabrino. Las denuncias también se pueden hacer ante la Policía y tanto Prefectura como Aduanas tienen potestad, reconocida por la ley, para fiscalizar.

Ocurre que los mismos funcionarios desconocen a veces que el tráfico de animales es ilegal o le dan poca importancia. Ante este panorama, los denunciantes optan por insistir y no faltan quienes deciden ir por su cuenta a enfrentar a los traficantes, pero en el camino pueden encontrarse con algún arma que los apunte y varias amenazas. En las ferias, por ejemplo, saben que los dos grandes peligros son las autoridades y los activistas.

Todos coinciden en que es necesario educar a la Policía sobre las diferentes especies amenazadas y las normas bajo las que pueden actuar. Pero al final del día, en la rutina de un oficial es probable que la prioridad esté en un caso que involucre vidas humanas antes que en uno en el que los animales sean los que están en riesgo. Las denuncias terminan archivadas en un cajón.

La autoridad de referencia en estos casos es siempre la dirección de Fauna. Pero desde hace ya más de un año está en un proceso de transición entre el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, lo que limitó su accionar. Así lo había hecho saber Jorge Cravino, su director, hace algunos meses en conversación con El País. "Obviamente, hubo un período ventana en el que la capacidad disminuyó", reconoce hoy Alejandro Nario, director de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama). Nario dice que la transición está "solucionada" y tiene varios cambios en el tintero.

Uno de ellos es que a partir de ahora el ministerio recibirá denuncias en su página web sobre casos específicos de tráfico de fauna, y si el denunciante lo hace con nombre y apellido, deberá recibir una actualización sobre lo que ocurrió con su denuncia. Las autoridades también esperan poder actualizar la legislación y coordinar con el Ministerio del Interior la fiscalización.

"El tráfico hay que combatirlo pero no creo que sea el principal problema asociado a la fauna silvestre", apunta Nario. Sus energías se vuelcan más a la caza. Pretenden usar oficinas del ministerio en el interior para facilitar permisos y así hacer más fácil que las personas vayan por la vía legal, en vez de cargarse las escopetas al hombro sin notificar a las autoridades.

En una pequeña caja de plástico viajaban 10 de estas arañas. Foto: F. Ponzetto.
En una pequeña caja de plástico viajaban 10 de estas arañas. Foto: F. Ponzetto.

Repetitivos.

Entre los cientos, tal vez miles, de frascos con animales que hay en el departamento de Etología, Ecología y Evolución del Clemente Estable, hay 57 que llegaron hace menos de un mes. Adentro, vivas y —si se les da la oportunidad— bastante escurridizas, hay otro grupo de tarántulas. A diferencia de las que llegaron a República Dominicana, estas fueron detectadas por una oficina de El Correo en Tacuarembó en dos paquetes diferentes antes de partir hacia el exterior. La noticia, publicada por El Observador a mediados de enero, recorrió el país y, replicada por agencias internacionales, el mundo. Es probable que el destino final fuera Europa o Estados Unidos y que la isla caribeña fuera solamente un puente, creen las científicas.

Este caso tiene además la sombra de lo ocurrido en 2007 y que todavía genera indignación entre los investigadores. En ese entonces aparecieron varios paquetes de arañas (unas 750 en total) y un ciudadano suizo fue procesado por el tráfico. El hombre ponía su propio nombre en los sobres y luego de ser descubierto arrojó parte de su cargamento en un contenedor en pleno Centro de Montevideo llenando la calle de estas tarántulas. En su momento se estimaba que en total podía llegar a valer US$ 20.000. Gran parte de ellas murieron aplastadas.

"Estas son algunas de las fotos de todos los muertos", revive Aisenberg al mostrar documentación del antecedente. Patas cortadas, vestigios del estrés y aplastamiento es lo que los investigadores encuentran en las que sobreviven en estos casos. Y la vía que conecta las serranías de Tacuarembó con el exterior no parece haberse cortado en todos estos años.

Estas tarántulas viven en cuevas debajo de rocas y Aisenberg cree que la persona detrás del tráfico podría pagarles a locales para que hagan el trabajo de recogerlas, no sin antes indicarles que deben elegir ejemplares de determinado tamaño y preferiblemente hembras. Esta vez, la persona que entregó el sobre en el Correo fue descrito como extranjero y presentó un remitente falso. El caso está siendo investigado por la Policía.

Con cierta impotencia, Aisenberg dice que si fuera por ella iría a indagar a Tacuarembó. Enseguida se recuerda que no es su tarea y reúne paciencia para esperar el resultado de la coordinación entre la Policía y la Dirección de Fauna.

Por las "buenas".

Escuchar el canto de las aves por todo el país es un lujo que pocos se pueden dar y atrás de eso está Stagi, quien además de ser miembro de Aves Uruguay, trabaja en ecoturismo. Si bien esta forma de viajar no es de las que más ingresos generan a nivel mundial, sí podría ser una alternativa. El traficante bien podría usar sus conocimientos para compartirlos con los turistas y con ello llevarse algunos dólares, propone Stagi.

Otra alternativa son los criaderos habilitados por las autoridades. No solo son una forma de conservar especies, sino que además sirven para satisfacer la deman- da de mascotas sin afectar a las poblaciones silvestres. Sin embargo, esto requiere de una fiscalización fuerte que dé la seguridad de que esas aves o esas tortugas nacieron en cautiverio y Dinama reconoce que el control en este sentido es todavía un desafío.

"No todo lo legal es bueno", opina Fallabrino. "Las mascotas son perro y gato, y gracias", sostiene. Karumbé recibe decenas de casos de personas que compraron una tortuga —ya sea a vendedores autorizados o no— y que con los años ya no saben qué hacer con el animal, que en casos puede vivir más de 50 años. "Los van a tener que poner en el testamento", bromea, pero las consecuencias afectan directamente a Karumbé: cada vez llegan más y más tortugas y el espacio que tienen en el Zoológico de Villa Dolores no es suficiente para todas.

Por su parte, las investigadoras del Clemente Estable no piensan quedarse de brazos cruzados. De aquí en más elaborarán una lista de especies prioritarias para la conservación, pondrán a las arañas en la lista roja de especies amenazadas a nivel mundial y piensan ir a Tacuarembó a hablar con la gente y explicar en escuelas los riesgos que supone el tráfico. La repatriación será un gesto simbólico para poner el tema sobre la mesa.

Por supuesto, piensan devolver a las tarántulas a su ambiente natural. Esto no quiere decir nada. Incluso, lo más probable es que mueran, porque nunca se podrá saber exactamente de dónde venían pero al menos, dicen las científicas, se les dará la oportunidad de morir y tal vez vivir en el ambiente natural.

El problema sanitario de los animales.

Tanto aves como reptiles pueden transmitir enfermedades a los humanos, especialmente las aves, señaló la veterinaria Virginia Ferrando, de la ONG Karumbé. Cólicos, diarrea, vómitos, tos, dolor de cabeza y fiebre pueden ser algunos de los síntomas del contacto poco cuidado con estos animales y la salmonella es una de las enfermedades más comunes. Además, los animales exóticos y los criados en cautiverio pueden infectar a los silvestres con enfermedades que los pueden matar. También, cuando se suelta a las exóticas pueden invadir los espacios de las autóctonas y desplazarlas, lo que pone en riesgo a las poblaciones locales.

Amenazados en su propia casa.

Al igual que ocurre cuando hay un robo o un caso vinculado a las drogas, cuando hay tráfico de animales hay que actuar rápido. Los vendedores siempre están alertas, dicen los activistas, y si no hay una respuesta rápida desaparecen de la vista. En ese sentido, otro de los obstáculos que se identifican a la hora de actuar es que se necesita una orden de allanamiento y los plazos dificultan la efectividad con la que se actúa.

Desde la dirección de Fauna identifican además que la gran mayoría de las denuncias que reciben son falsas. A veces son los mismos traficantes que buscan desviar la atención y en otras se trata simplemente de mentiras.

Otro gran problema detrás del control del mercado negro de animales es lo que se conoce como mascotismo. Se trata de un problema cultural que es necesario cambiar, apuntan los expertos.

A nivel científico, los investigadores también están preocupados por la variedad de animales autóctonos que otros investigadores extranjeros se llevan del país para estudios. "Cualquiera entra y se lleva lo que quiere" indica el investigador grado 5 de la Facultad de Ciencias Fernando Pérez-Miles. "En cuanto a recursos genéticos somos un paraíso para los traficantes", apunta y recalca que si bien esto no pone a la fauna y flora en peligro de extinción, sí permite que parte del patrimonio del país sea explotado a nivel internacional sin controles. Los descubrimientos podrían influir a nivel comercial incluso y para Pérez-Miles se necesita una legislación específica sobre el tema.

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Fauna autóctona. Foto: Archivo

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