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Un escudo contra la violencia

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Cajera víctima de una rapiña. Foto: Fernando Ponzetto

Entrenarse para controlar el terror

Para reducir las rapiñas y su violencia, cada vez más empresas realizan un curso dictado por el gobierno que enseña a comerciantes a reducir riesgos. Tanta demanda generó un mercado en al ámbito privado, que abarca también a terapeutas que tratan el estrés postraumático.

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El video dura cinco segundos. Es solo un fragmento de los seis o siete minutos en los que se desarrolló la rapiña en el almacén Don Domingo. Los segundos del video que circula pertenecen al momento justo en el que cambió todo para siempre. La cajera le extiende la mano al delincuente con los últimos billetes, él agarra lo que a partir de ese momento es suyo, y tras el brevísimo contacto físico, él suelta un disparo, ella se lleva la mano a la cabeza y se desvanece.

Es jueves, faltan minutos para las 12. Hace dos días que en ese sencillo almacén de barrio ubicado en una zona semidesierta de San José de Carrasco, pero a pocas cuadras del Costa Urbana Shopping, se sintió el horror. El local está abierto, no hay guardias ni carteles que anuncien nada especial. En la caja hay una mujer alegre que sonríe exhibiendo sus brackets y bromea con los clientes en voz alta, divertida. Asumimos que no es ella la del tiro, así que preguntamos por la víctima. Pero sí, es ella.

—¡Soy yo! ¡No seas mala!

Nada revela que 50 horas atrás, el martes 29 de enero, a las 10:27 de la mañana, una bala le pasó zumbando la oreja a esa misma mujer. Todavía oye raro, dice, como con una presión interna. Pero no hay lesiones. Y está viva.

Llega un hombre en busca de cigarrillos. Ella ya sabe qué marca consume. Se nota que tienen confianza, y él le dice:

—Te vi en la tele. ¡No me contaste!.

—¿Y qué querés, que le cuente a todo el mundo?

—Si un día de estos estás muerta, sabés qué, me quiero matar. Avisá.

—De eso te ibas a enterar.

Fabiana, de 41 años, madre de dos adolescentes, vuelve a mostrar sus brackets para celebrar su propio chiste. El hombre permanece entre incrédulo y admirado ante la actitud de la almacenera. Nos mira y reafirma lo que dice su rostro:

—Se ríe, ¿entendés?

Antes de irse, se despide con un:

—Bueno, Fabi, te iba a desear suerte pero ya la tuviste.

Esta es la quinta rapiña que le toca vivir a Fabiana en Don Domingo. En los 10 años que lleva en el barrio hubo más, y de los hurtos durante las noches ya perdió la cuenta, pero ella, así cara a cara, debió enfrentar delincuentes cinco veces. Dice que está acostumbrada a que le roben a razón de una vez por año. El martes, después del tiro y el desmayo —que habrá sido por el impacto, el estruendo, el miedo, el calor, o una combinación de todas—, estuvo un ratito en la emergencia y luego de constatar que no tenía nada se fue a hacer la declaración policial. Cuando volvió al almacén su madre le sugirió irse a descansar pero ella ni dudó. ¿Cerrar? ¿Llorar? ¿Para qué?

Cajera víctima de una rapiña. Foto: Fernando Ponzetto
Foto: Fernando Ponzetto

—Mirá si se la van a llevar de arriba…

Una señora que escucha el diálogo acota que ella estuvo en el almacén esa tarde y todavía había olor a pólvora. Detalla que el olor estaba impregnado en el pelo de Fabiana, cerca del oído, pero la cajera no le presta atención e insiste:

—Me recontra ganan ellos si yo cierro.

Llega más gente a comprar. Son todos conocidos del barrio. Todos coinciden en que Fabiana nació de nuevo y opinan que debería empezar a festejar su cumpleaños los 29 de enero. Ella no pierde la oportunidad de seguir bromeando:

—¡Día de ñoquis!

Aún no se sabe (y quizás no se llegue a saber nunca) si el disparo se le escapó al delincuente por error, si le quiso dar un susto o si le dio a matar y falló. Ella se inclina por esta última opción. El tirador y su compañero no han sido identificados.

Sin ser por el tiro —que sí le dio miedo—, Fabiana sobrellevó la rapiña con tranquilidad. Apunta que el robo duró "una eternidad", pero a la vez admite que ella misma lo provocó al entregar el dinero de a poco, billete a billete, con la parsimonia que le dictó su rebeldía. Dice que siempre hace lo mismo, al menos hasta que le indiquen que se apure. Sabe que tiene que darles todo pero en esos momentos la rabia la traiciona. También los mira a los ojos hasta que le ordenen dejar de hacerlo, cuenta, como quien describe la forma en la que siempre realiza una rutina. Al que la asaltó el martes lo miró sin pausa y recuerda nítidamente sus ojos negros, con esa mirada de nada, esa mirada seca y enloquecida a la vez.

—Siempre los miro.

¿Por qué? Porque sí. No les saca la mirada de encima.

Y aunque ahora se ría, sabe que esa actitud desafiante casi le cuesta la vida.

Acción y reacción.

Las rapiñas se dispararon y en el primer semestre de 2018 —que es hasta cuando hay datos oficiales— crecieron cerca de 50% respecto al primer semestre de 2017: pasaron de 9.282 a 14.459. Dos de cada tres rapiñas se cometen con un arma de fuego. Y en los primeros seis meses del año pasado murieron 20 personas en medio de rapiñas o hurtos; siete fueron comerciantes.

Entre esas víctimas estuvo Florencia, la cajera del Súper Vero, en La Blanqueada, que tras entregar el dinero fue muerta de un tiro por la espalda. Fabiana recuerda bien a Florencia y se apoya en su tragedia para sostener que hagas lo que hagas, te pueden matar.

El homicidio de Florencia provocó conmoción en La Blanqueada. Foto: Fernando Ponzetto
El homicidio de Florencia provocó conmoción en La Blanqueada. Foto: Fernando Ponzetto

Y es cierto, admite Washington Pereyra, policía, negociador y coordinador académico de la Guardia Republicana. Por respeto a las víctimas se niega a analizar casos puntuales, como el del Súper Vero o el almacén Don Domingo. Sin embargo, advierte que "en el estado emocional del delincuente, toda reacción, todo gesto, toda palabra mal dicha, se toma como una amenaza". Abarca desde rascarse mucho la nariz hasta demorar en entregar el dinero, observar al rapiñero o hacer algún movimiento antes de que este se vaya del lugar.

"Por cada acción nuestra, una reacción de él", dice Pereyra, que en función de su formación y experiencia elaboró una serie de consejos para salir con vida de una rapiña.

Lo que no hay que hacer en una rapiña

Washington Pereyra, quien dicta el curso de seguridad ciudadana del Ministerio del Interior, recomienda no mirar a los ojos al delincuente, ya que puede interpretarlo como un reto. No mentirle. No demorar en entregar el dinero o la pertenencia exigida. No fugarse ni insultar al autor del delito. Si la víctima lo reconoce, simular que no es así. Ante una situación de toma de rehenes, aconseja tirarse al piso para así ahorrarle violencia al delincuente. También mantener los celulares en silencio y dominar el lenguaje gestual, ya que cada acción nuestra va a generar una reacción en él.

A nivel empresarial, la Cámara de Comercio y Servicios recomienda a sus socios realizar un estudio de seguridad de cada empresa, analizando la zona, el tipo de actividad y de movimientos que se llevan a cabo. "Repetimos que no se improvise, siempre aconsejamos consultar a profesionales y al Ministerio del Interior", dice su presidente, Julio Lestido.

Desde la Asociación de Profesionales de Seguridad, su presidente, Hernando Hernández, sugiere que la reconversión tecnológica que realizan las empresas venga acompañada de personal capacitado para aprovechar el potencial de estas herramientas. "Comprar dos cámaras por internet es lo mismo que la nada si no saben cómo usarlas adecuadamente".

Luego del robo que sufriera en uno de sus locales en Pocitos, en julio de 2016, El Correo acudió al Ministerio del Interior (MI) pidiendo ayuda para saber cómo actuar en casos futuros. Como respuesta, Pereyra y su equipo armaron un taller que durante 2017 se llevó a todas las oficinas de El Correo, en todo el país.

A ese primer pedido le siguieron otros, y el curso que iba a ser puntual terminó siendo permanente. Ese año se sumó Redpagos. En 2018 acudió Ta-Ta, que continuará este año. Para 2019 se apuntaron Macromercado y Farmashop. Gustavo Álvarez, asesor de la comisión de seguridad de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU), anunció para esta nota que ellos también lo harán. Los talleres se realizan en conjunto con el Centro de atención a las víctimas de la violencia y el delito del ministerio (Cavid) y son gratuitos.

"No queremos héroes ante un robo violento", resume Enrique Herrera, gerente de gestión humana de Ta-Ta. Herrera cuenta que el interés por adquirir herramientas surgió a comienzos del año pasado, luego de constatar que en 2017 se habían duplicado las rapiñas en sus locales con respecto al 2016, y que habían sido más violentas. Los talleres se dictaron a 800 de sus empleados y en 2019 quieren repetir extendiéndolo a 1.200. Según Herrera, el resultado fue inmediato: "Minimizó el tiempo de robo y el nivel de violencia, porque nuestros trabajadores ya saben qué hacer".

Alertan por un tipo de rapiña hasta hace poco desconocida en Uruguay. Foto: D. Borrelli
Foto: D. Borrelli

Pero los cursos del ministerio no estuvieron exentos de polémica. Se los criticó por instruir a la gente a prepararse para las rapiñas en vez de concentrarse en bajarlas. Para Pereyra, es sencillo: las acusaciones tienen raíz política y los cursos "no tienen nada que ver con eso". "Creo que debe haber una campaña de concientización, porque te va a pasar. Te puede pasar. Sobre todo si manejás plata".

Los talleres enseñan a entender el estado emocional de la víctima y de su victimario, en buena medida compartidos porque ambos sienten exaltación y ansiedad. Enseñan, también, qué piensa el delincuente en ese momento: "la cosa fácil, la cosa rápida", dice Pereyra. "Piensan que están jugados, que lo único que les importa es su vida. La gente dice que no les importa nada pero sí, les importa su vida", afirma.

"Siempre decimos: si vas a hacer algo, tenés que estar muy seguro. Porque estás en un estado en el que tus respuestas son emocionales, no racionales. En dos segundos perdés la racionalidad de la que siempre te jactás", agrega.

Y la única forma de controlar esas emociones es con práctica y entrenamiento. Hablarlo con frecuencia ayuda a condicionar los reflejos. No se trata de alimentar la paranoia, asegura. "Hablarlo no genera paranoia, genera seguridad".

Mercado privado.

Prepararse para lidiar con la violencia, y atajar sus secuelas, abrió un mercado de cursos que también se dictan en el sector privado. Los realizan policías, militares, gerentes, empleados, encargados de seguridad e, incluso, se prevé inaugurar una modalidad para ciudadanos que quieran moldear sus hábitos para evitar exponerse a un delito o saber cómo manejarse ante él.

Esto generó un salto cualitativo en la seguridad privada, aunque para Hernando Hernández, presidente de la Asociación de Profesionales de Seguridad del Uruguay, ASIS —la principal organización de seguridad del mundo— "al país todavía le falta dar pasos para poder conformar una comunidad de seguridad público y privada profesional, que se complemente en sus funciones".

El principal pasó adelante que se dio, dice, es que las empresas consultan a asesores capacitados internacionalmente. "Los empresarios uruguayos están recibiendo la misma capacitación en seguridad que los japoneses, estadounidenses y españoles". En ese marco, ya son 100 los "alumnos" de un diplomado en nivel medio de seguridad que se dicta de forma virtual, y que prepara al que lo recibe para enfrentar el robo que viene de afuera y el que viene de adentro de la firma. La mayoría de las veces es más probable que se inicie con participación de adentro.

Enfocado en la seguridad predictiva, ASIS realizó un curso para 50 socios de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios del Uruguay, orientando en la reconversión tecnológica. Aquí ya hay empresas que aplican logística que les permite visualizar el grado de violencia en una persona. "El estrés que tenemos los seres humanos causa un halo energético. Cuando el nivel es alto, este sistema tiñe de rojo a el individuo. Identificado entre la muchedumbre, permite que el personal de seguridad sepa a quién prestarle atención", detalla Hernández. Otra tecnología con dispositivos infrarrojos permite detectar a dos o tres kilómetros la presencia de una persona midiendo su temperatura corporal. También existe una máquina que mide el grado de estrés en la voz, para evaluar la veracidad de una declaración. "Es como un puzzle que se va armando, pero todavía falta", concluye.

En ese sentido, Álvarez, el asesor de la comisión de seguridad de AEBU, plantea que, más allá de la reciente ley que regula el trabajo de la seguridad privada, tal vez sea momento de poner sobre la mesa una revisión de las reglas por las que se rige la Dirección General de Fiscalización de Empresas del MI. "Algunas normativas ya están caducas por el cambio de la conducta criminal y deberían ser revisadas. Por ejemplo, el tipo de armamento que se utiliza, o la conveniencia de que el guardia esté armado. ¿Debería estarlo? No tengo la respuesta, creo que es algo que es necesario repreguntárselo, porque la potencia de fuego que usan los criminales es muy alta, y además les roban los chalecos y las armas de guardia. Tal vez termine generando un factor de riesgo mayor".

Sanar por dentro.

Tras un episodio violento, sus protagonistas y testigos comienzan a sufrir trastorno de estrés postraumático, una herida invisible en el cerebro que cada vez que se activa provoca sensaciones desagradables. Desde hace algunos meses, la psicóloga Silvana Giachero recibe 10 llamadas al mes de víctimas de rapiñas o copamientos que relatan siempre los mismos síntomas. "Describen conductas de hipervigilancia, pérdida de memoria, trastornos del sueño, evocaciones de la escena traumática".

"Antes se pensaba que el estrés afectaba lo psicológico: hoy se sabe que afecta el físico".
Foto: Archivo

Esta es solo la primera parte. La terapeuta explica que pasados los tres meses, si no hubo un tratamiento, el estrés se cronifica y desarrolla patologías conductuales. Es ahí que llegan las crisis de ansiedad, los ataques de pánico, la depresión y la necesidad de estar todo el tiempo acompañado. "Esto determina tu vida para siempre", opina Giachero.

Estas secuelas siguen desbordándose hasta afectar la capacidad laboral de la persona. Elvira Domínguez, representante de las empresas en el Banco de Previsión Social, reconoce que es un debe estudiar si el incremento de las rapiñas ha repercutido en el aumento de licencias médicas. Julio Lestido, presidente de la cámara de comercio, asegura que algunos asociados le han transmitido que sí.

Para cortar las ramificaciones del miedo y prevenir un impacto comercial, varias empresas comenzaron a implementar terapias grupales luego de un episodio violento. Algunas han sido dirigidas por Giachero. En grupos de seis a 12 personas, propone realizar un tipo de abordaje denominado EMDR por sus siglas en inglés, y que apunta a "desensibilizar y reprocesar el estrés postraumático integrándolo en la corteza superior del cerebro en forma de aprendizaje", explica Giachero. El EMDR nació a fines de la década de 1980 para tratar a víctimas de guerras y catástrofes. Este abordaje se aplicó, por ejemplo, en el personal de salud que trabajó luego del tornado en Dolores.

Diego Sánchez, instructor de zen shiatsu, también ve cómo el número de clientes que necesitan superar un robo violento crece. Él trabajó con las empleadas de la peluquería Amor mío que fueron tomadas como rehenes. "Se trata de focalizarse en el presente, porque el miedo está en lo que ya pasó o en lo que uno teme que podría pasar. Es concentrarse en sentir el cuerpo, en volver al contacto con el suelo, para poder volver a tomar el control". La técnica de masajes shiatsu, que él aplicó a rescatistas del atentado contra las Torres Gemelas, y luego a familiares de los fallecidos, se basa en generar que cada función del punto presionado genere una repercusión a un nivel físico, mental y emocional.

"El estrés postraumático es como vivir un duelo", explica Sánchez. "Primero uno lo niega, luego intenta negociar, después se deprime y por último se enoja. Es exactamente igual a lo que sentimos cuando estamos, de una manera u otra, enfrentados a la muerte".

Una terapia popular para combatir el estrés del miedo

La cajera del almacén Don Domingo, que el martes sufrió una rapiña y estuvo cerca de la muerte, asegura que si bien cuenta cinco rapiñas vividas, no ha sufrido secuelas ni recibido ayuda psicológica.

Sin embargo, el suyo es un caso excepcional. La psicóloga Silvana Giachero recibe cada vez más víctimas de situaciones como esa y suele aplicar la técnica EMDR, que puede ser individual o grupal. Las experiencias grupales se desarrollan así: dos terapeutas le piden a cada integrante que retenga la escena más violenta del episodio y la dibujen. Observando su representación, deben puntuar el grado de perturbación de cero a 10. Posteriormente, sin quitar la vista del dibujo, la persona se estimula a sí misma presionando dos puntos que tenemos debajo de la clavícula.

El ejercicio se repite cuatro veces más, dos veces por jornada, a lo largo de cinco días. "El cerebro tiene capacidad de resiliencia, pero cuando el impacto es muy fuerte, falla. El EMDR le ayuda a hacer este reprocesamiento y convertir el trauma en un aprendizaje", explica Giachero.

Negociadores, la novedad policial: cuando en vez de la fuerza se apela a la palabra
El negociador policiales lo convenció de entregarse y liberar a todos los rehenes. Foto: Marcelo Bonjour

Rapiñas violentas, tentativas de autoeliminación, personas desequilibradas, enfermos terminales que saben que van a morir y buscan provocar a la Policía con una acción armada para generar un suicidio asistido, atrincherados que amenazan la vida de una o más personas, atrincherados —con o sin armas— que en realidad intentan defenderse de otro. En todas esas situaciones de crisis, en las que se necesita más de una unidad policial especializada, desde hace un tiempo se involucra un nuevo actor: el negociador.

Esta figura quedó a la vista el mes pasado tras el atrincheramiento de un hombre, con ocho rehenes, en la peluquería Amor mío. Pero también fue clave en el caso de un hombre que secuestró a la hija de su expareja en Tacuarembó en 2017, y cuando otro mató a su exsuegra y a un policía el año pasado en Quebracho, y permaneció fugado durante seis días.

Si bien hace años existen negociadores en la Policía uruguaya, hace poco se empezó a enseñar esta especialidad. Según Washington Pereyra, coordinador académico de la Guardia Republicana y negociador con casi 30 años de experiencia, en la Policía "sí que se cambió el ADN de la educación". Pereyra afirma que "lo que antes era por arte e idoneidad, ahora es sobre todo con estudio y entrenamiento". Y eso abarca, entre otras especialidades, a la negociación.

La unidad de capacitaciones de la Republicana se creó en 2016. El primer año se invirtió en definir los contenidos y preparar los programas. Por intermedio de la Dirección Nacional de Educación Policial se obtuvo la aprobación parcial del Ministerio de Educación y Cultura, y ahora se tramita el aval total.

En cuanto a los negociadores, Pereyra prefiere no revelar cuántos hay preparados, pero asegura que con los que hay se logra cubrir todo el país. Actualmente se están entrenando siete. Pero, además de los negociadores, se creó una red de policías de reserva táctica que son "mediadores de primer contacto", dice Pereyra. "Saben mediar en primera instancia y realizar operaciones tácticas primarias. Pueden llegar a resolver una situación de porte menor, o contenerla hasta la llegada de los negociadores", explica. A su vez, se elaboró un protocolo para situaciones de crisis, para que los policías que respondan a una emergencia en primera instancia sepan qué hacer.

En un café céntrico, un joven policía que cursa sus últimos estudios prácticos para graduarse como negociador presencia la entrevista en silencio. Está junto a Pereyra porque en cualquier momento una llamada puede determinar la salida urgente de ambos. Ser negociador es, entre otras cosas, estar disponible siempre. El aprendiz emana una calma inusual.

"Trabajamos en situaciones bastantes complejas. Es un enfoque diferente de ayudar a la gente sin ir tanto a la represión. Requiere mucho más tiempo, más paciencia, más estabilidad. Tiene su lado productivo, que se ha demostrado, de llegar a una solución sin usar la fuerza", responde cuando se le pregunta qué lo motiva. Enseguida, Pereyra agrega: "(el novelista ruso) León Tolstói dijo que las principales armas son la palabra y la paciencia. Y nosotros tenemos un lema: todos tenemos algo para decir y algo para ser escuchados. Y muchas veces la gente necesita ser escuchada. En muchos casos la Policía va pero no a detenerte, sino preocupada por tu situación, tu riesgo de vida", alega. "Es la seguridad en sentido amplio. Tu vida, la nuestra, la de todos. A veces estamos seis horas hablando con la persona, se tranquiliza, brindamos asistencia y nos vamos. Todos nuestro casos han sido exitosos".

El de la peluquería Amor mío fue, hasta ahora, el más desafiante por la cantidad de rehenes, algo inédito en Uruguay. El protagonista anunció en un video que estaba determinado a matar y a morir, pero al final salieron todos vivos.

—¿Y cómo hicieron para convencerlo de desistir?

—Nosotros no convencemos a nadie, nuestro trabajo no es convencer. Cada vez que intentás convencer a alguien, estás anteponiendo tu interés. Nosotros te mostramos la realidad, te mostramos puertas de salida, y vos sos el que decidís.

—Pero él entró seguro de que ahí moriría. ¿Qué lo hizo cambiar de opinión para seguir viviendo?

Pereyra sonríe, reconoce y elogia el esfuerzo en la búsqueda de una respuesta, pero no cede:

—En el arte de la manipulación, nosotros también estamos entrenados.

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