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Sobrevivir a la Udelar

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Foto: Archivo El País.

Uno de cada tres estudiantes de la Universidad de la República abandona al cabo del primer año. La competencia del mercado laboral aparece como uno de los problemas. Pero la masividad y los horarios dispares se llevan buena parte de las justificaciones.

Primer día de clases. Un profesor escanea con los ojos al auditorio. Esta vez son más de 100 los inscriptos a Teorías de la Comunicación. Piensa unos segundos, toma aire y dice: "Son muchos, deberían ser la mitad". Esa fue la bienvenida que recibió Agustín Davies a principio de año, cuando comenzó la carrera en la Universidad de la República (Udelar). Pero el verdadero desánimo apareció poco después. Por más que se esforzara en llegar temprano, más de una vez tuvo que escuchar a los docentes desde un parlante en un salón anexo. Dice que "aguantó" los meses que pudo, incluso salvó una materia sin ir a clase, hasta que les pidió a sus padres que hicieran el esfuerzo de pagarle una facultad privada. El sistema público lo "desalentó".

Uno de cada tres estudiantes que ingresan a la Udelar abandona al cabo del primer año. En otras palabras: el 33% de quienes pasan por el acto administrativo de inscribirse en una carrera, pasados los 12 primeros meses no registran ninguna actividad. Como Agustín, algunos terminan yendo a parar al sistema privado, que reúne al 22% del alumnado del nivel terciario.

Cuando estaba en sexto de liceo, en la orientación Economía, Agustín ya sabía que quería ser publicista. Bien podría haber seguido contaduría, como su madre, aunque optó por lo que cree que es su vocación. Como en su casa siempre estuvo claro que estudiar en una universidad es sinónimo de ir a Udelar, ni siquiera reflexionó sobre otra posibilidad. Pero él,quefue alumno de colegios privados y que se graduó en El Clemente, notó el choque de pasar de una clase con cinco alumnos a una con más de 100.

Lo curioso es que el informe sobre desafiliación a la universidad, que elaboró la División de Estadísticas de Udelar y al que accedió El País, señala que el tipo de liceo al que acudieron los alumnos, sea público o privado, no es un factor determinante para dejar los cursos. En cambio, los años que pasan entre que el alumno termina secundaria y entra a la facultad, o bien la edad al momento de ingreso a la carrera, son claves.

De los alumnos que ingresan a la Udelar con 18 años o menos, la desafiliación es del 25,9%. De los que entran con 25 años o más es del 54,5%. Una relación similar se mantiene entre quienes no tienen hijos y los que tienen dos o más. O bien entre solteros y divorciados.

Las autoridades de la Udelar podrían justificar que cualquiera de estas variables son ajenas a la universidad. Sin embargo, el prorrector de enseñanza, Fernando Peláez, reconoce que la academia no puede ser "indiferente" a la realidad por la que atraviesan sus alumnos. Los datos del último censo estudiantil revelan que seis de cada 10 trabajan y no pueden dedicarse por completo a la carrera.

"La solución para los estudiantes que trabajan es darles becas", entiende Peláez. Hoy la Universidad cuenta con poco más de 7.000 becarios y el objetivo era "duplicarlo para el próximo quinquenio". La realidad, y la queja de las autoridades, es que el presupuesto que se pretende asignar a la Udelar no llega "a la quinta parte de lo solicitado". Al término de la discusión en Diputados la partida era de $150 millones para becas, alimentación y vivienda. Ahora la esperanza del Consejo universitario está en lo que decidan los senadores.

"Estamos convencidos de que en los primeros años de formación es indispensable que el estudiante se dedique íntegramente al estudio", señala el prorrector. En ese período es, justamente, cuando la inmensa mayoría de alumnos que trabajan lo hacen en disciplinas que poco tienen que ver con lo que estudian.

Albín dejó la Udelar y ahora cursa 3° de Agronomía en la UDE.
Albín dejó la Udelar y ahora cursa 3° de Agronomía en la UDE.

En offside

. Una de las jugadas más difíciles que tuvo que sortear Emiliano Albín fue dejar la Udelar y pasar a la Universidad de la Empresa (UDE). Mientras era futbolista de Peñarol y de la selección olímpica gambeteó entre entrenamientos deportivos y estudios para recibirse de ingeniero agrónomo, como su padre. El partido se le hizo cuesta arriba, sobre todo desde que se mudó a Buenos Aires para defender los colores de Boca. Hizo un paréntesis en la universidad por casi tres años y para no perder la práctica ejercitó con cursos online. En 2014, ya otra vez en Uruguay, optó por retomar la carrera, pero esta vez no pudo eludir el problema de horarios. "Tenía teóricos en la mañana y prácticos en la tarde, me era imposible entrenar", recuerda el lateral-volante criado en Sauce. "En algunas materias tenía que alcanzar un alto porcentaje de asistencias para tener el derecho a dar el examen". Por eso pidió el cambio.

"La falta de horas docentes", dice Peláez, "explica la imposibilidad de ordenar de otro modo los horarios". En Ciencias Económicas, por ejemplo, hay varios turnos y los alumnos tienen más facilidad para elegir los horarios que les convienen. En otras carreras la realidad es que los profesores no logran cubrir todo el tiempo requerido para la investigación y dictar clases a la vez. Química contó con 3.156 estudiantes en 2013. A ellos se les dedicó 12.157 horas docentes. Veterinaria tuvo 3.681 alumnos y solo pudo ofrecer 10.121 horas.

El porcentaje de desafiliación tiende a disminuir conforme avanza la carrera, pero el mercado laboral sigue siendo una competencia. "En especial", cuenta Peláez, "en las carreras como Ingeniería, donde la demanda es muy alta y las empresas buscan a los alumnos".

No solo la universidad pública debe enfrentar esta competencia. "Queremos que el estudiante no deje la carrera por ingresar al mercado laboral", afirma Eduardo Casarotti, rector de la Universidad Católica y vocero del consejo de rectores de las universidades privadas del país. "Las empresas también deberían notar que a ellos les sirve el personal más calificado".

Como ideal, Casarotti piensa en "un sistema universitario maduro" que "aliente a los estudiantes a recibirse rápido". Ante este reclamo hay quienes critican que en las propuestas privadas uno paga para que le den un título. A modo de defensa, el rector de la la Católica dice que las "universidades vienen mejorando la oferta y que cuentan con todo tipo de alumnos". En la Católica, el 45% del estudiantado proviene de liceos públicos y las becas cubren buena parte de la matrícula.

Los paros, uno de los motivos más frecuentes de desafiliación a principios de los 2000, no parece explicar la tardanza a la hora de terminar una carrera. De hecho este año, uno de los más conflictivos en la educación, el nivel terciario fue el que menos clases perdió y en el que más resistencia hubo ante la ocupación como medida. A Joaquín, un estudiante de Ingeniería, lo filmaron mientras cuestionaba a sus compañeros en una asamblea: "¿Cada uno de ustedes se sienta a estudiar? ¿Aprovecha las horas? ¡No! Me voy a jugar al fútbol, me voy pa allá… Entonces yo hago otra pregunta: ¿Si no valoramos lo que estamos teniendo hasta ahora, para qué queremos más (presupuesto)?". El video se viralizó en la redes sociales.

Agustín, el estudiante de Comunicación que optó por la ORT, considera que a nivel académico no nota diferencias sustantivas entre el sistema público y el privado. "Sí la (universidad) privada hace más hincapié en aspectos prácticos y tiene más exigencia en la redacción".

En otras carreras hay diferencias de nivel académico, o al menos la forma en la que se dictan los cursos incide en la capacidad de un alumno de aprobar una asignatura. En el caso de Diego (31) la pesadilla era Sistemas Lineales. Esa materia lo mantuvo deambulando en la Facultad de Ingeniería de Udelar durante más de una década. Allí llegó a pasar, incluso, un cambio en el programa de estudio, como sucedió en el 90% de la currícula de Udelar. "Viví de todo, pasé por varios grupos de estudio, pero no había caso", recuerda el hoy estudiante de Ingeniería Eléctrica en la Católica. "Estuve 11 años sin pasar de tercero y ahora, en la privada, vengo expreso".

Las llamadas materias "filtro", esas que dejan a varios estudiantes en la cuerda floja, son una preocupación para las autoridades de la Udelar. Para el año que viene se planea impulsar que las cátedras o departamentos diseñen proyectos de apoyo académico. "Queremos que se use el esquema de tutorías entre pares y que en las asignaturas que generan mayor rezago haya un programa de acompañamiento de los estudiantes", dice Peláez.

Eso sí: cuando el alumno no pide ayuda, la institución no siempre va en su búsqueda. "En la Udelar seguimos apostando a la democratización", dice el prorrector. "Eso conlleva a una masividad de alumnos, por lo que es difícil un seguimiento detallado de la trayectoria de cada uno".

En la Udelar ya existe un programa de acompañamiento para los estudiantes a los que les cuesta adaptarse a la vida universitaria. No comprende los aspectos curriculares, sino los factores más emocionales. "Está pensado, sobre todo, para quienes vienen del interior y tienen que cambiar su forma de vida", comenta Peláez.

Albín vive en Sauce, a 35 kilómetros de Montevideo. Si bien la distancia "es poca", le era imprescindible tener horarios fijos y en un solo turno para llegar a clase. Sobre todo a principios de este año, cuando todavía era jugador de Peñarol. Hoy está a la espera de una nueva oferta.

Para la suerte de este jugador, así como de Agustín y Diego, las carreras por las que optaron concentran todos los cursos en un mismo lugar. Distinta es la situación de los estudios multidisciplinarios. "Es un tema a evaluar", reconocen las autoridades de la Udelar.

Mientras tanto, y ante el "bajo presupuesto" que recibirá la universidad pública para el próximo quinquenio, Peláez propone fomentar las clases semipresenciales, grabar los cursos por video y distribuir más becas que puedan llegar a conseguirse. Lo otro es priorizar algunas carreras que son "claves" para el país y focalizar la ayuda en ellas. Enfermería es una de las áreas que "preocupa" a las autoridades porque el rezago, asociado al nivel socioeconómico, se hace sentir. Hay veces que la cura al sistema no es tan sencilla.

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Foto: Archivo El País.

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