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El rey del porno latino nació en Uruguay

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Marco Banderas. Foto: Wikipedia

Desde el Cerro de Montevideo hasta Barcelona, y luego a Los Ángeles, con récords, premios y miles de escenas sexuales frente a cámara, el uruguayo Marco Banderas se convirtió en el más exitoso pornostar latino. Hoy, a sus 50 años, está cansado y confiesa su verdadero sueño: triunfar como cantante melódico.

Un pibe de 11 o 12 años sueña que canta. Sueña que va a ser a Julio Iglesias. Que va a triunfar en el ancho mercado del romanticismo melódico. Que un día las va a enamorar a todas con un micrófono en la mano. Sueña, el pibe, y no para de soñar mientras camina las cuatro cuadras que separan su casa, en Bogotá y República Argentina, de su liceo, el Santa María de la Ayuda, en el Cerro. Corre la mitad de los setentas. Su papá trabaja con ordenadores y es hincha de Rampla. Su mamá es ama de casa y hace un año tuvo una hija más. Las cosas van mal y la familia decide que la vida continuará en España. Se mudan. El pibe viaja contento porque se llena de una esperanza infantil pero crucial: ¿mirá si en una calle se lo cruza a Julio Iglesias?

Cuarenta años después, el pibe es la máxima estrella latina de la industria pornográfica norteamericana, que es la más importante de todas las industrias del mundo con una facturación de 15 mil millones de dólares anuales. Se consagra, el pibe, en San Fernando Valley, Los Ángeles, la meca del porno. Tiene sexo en cámara con unas seis mil mujeres. Una cadena de juguetes sexuales toma el molde de su pene para fabricar un vibrador que lleva su nombre. Gana premios, gana tapas de revistas, gana la fama y el dinero que siempre soñó ganar de la forma en la que nunca soñó ganarlo. A veces pasa que la vida te cumple el sueño de otro, uno que no era el tuyo, y entre aquel chico que soñaba con el amor en canciones y esta máquina humana del coito industrial que terminó viviendo del sexo en películas, late la historia de Marco Banderas, la máxima estrella de la pornografía del mundo que supo darnos Uruguay.

—Soy un cantante atrapado en el cuerpo de un actor porno.

Marco Banderas está a medio desnudar en una pantalla —que, después de todo, es como se ha pasado la vida. Podría ser la de Pornhub.com, el mayor sitio de pornografía en línea, donde tiene 640 entradas con su nombre. Pornhub es realmente un major: en 2016, tuvo 64 millones de visitas diarias. Pero no se trata, esta vez, de videos en la web. Banderas está frente a una entrevista por videollamada y como responde desde su casa en Barcelona se pone cómodo.

Regresó a España hace poco después de 12 años triunfales en Los Ángeles. Habla, revisa su historia y lo hace con un fuerte acento catalán. No dice botija, dice chaval. Un tipo es un tío y le llama polla a la que ha sido su ilustre herramienta de trabajo. Sin embargo, es tajante cuando se presenta:

—Soy uruguayo, mis raíces son uruguayas, mi alma es uruguaya.

Después de un año en Bilbao, donde Marco se probó como puntero derecho en la sexta división del Barakaldo Club de Fútbol, la familia se instaló definitivamente en Barcelona. La muerte del general Franco, el 20 de noviembre de 1975, había dejado a la cultura española lista para iniciar su pasaje de la censura al destape. Comenzaba la transición y en 1977 Asignatura pendiente, con José Sacristán en el papel protagónico, presenta los primeros desnudos completos del cine posfranquista. En este clima de época, Marco crece. Y en aquella ciudad, Barcelona, la más liberal de España. Siempre buscando quedar cerca de la música y sus posibilidades, un día Marco Banderas se vuelve disckjockey.

Podría haber pinchado discos en cualquier sótano de la noche catalana, pero terminó, con más de 20 años cumplidos, ocupando la cabina de un club de intercambio de parejas. Fue en la noche swinger donde Marco descubrió su aptitud maratónica para el sexo mecánico, el conejo Duracell en el que era capaz de convertirse.

—Yo pensaba que era una persona normal, pero no.

Dice Marco que dejaba la cabina con la música sonando y se iba por las habitaciones. Que salía de un cuarto y se metía en el cuarto de al lado. Que iban pasando las horas y él no paraba. Que llegaba la mañana, que el sol se colaba por alguna rendija, que el resto de los tipos se iban quedando dormidos y él, impertérrito. Que cuando se detenía era porque ya se habían ido todos. Que alguien alguna vez se preguntó: ¿pero qué le pasa a este tío?

La inauguración del Bagdad, en 1975, le dio a Barcelona, y a toda España, su primer club de pornografía en vivo. Las grandes estrellas del porno español saldrían de esta cantera de sexo performático. Sobre el escenario del Bagdad comenzó la carrera de Nacho Vidal, por ejemplo, y un día Nacho y Marco se conocieron, y comenzaron a recorrer juntos la noche liberal de Barcelona y no faltó mucho para que Vidal convenciera a su nuevo amigo uruguayo de que Bagdad era un camino también para él.

El sueño del crooner latino asomó siempre que pudo pero la verdad es que el porno se quedó con la vida de Marco Banderas. Grabó algún sencillo con su clip correspondiente, tímidamente lo intentó, pero sus presentación pornográficas crecieron hasta darle la fama suficiente como para ser llamado por las grandes productoras de Los Ángeles. Allí llegó precedido por su fama de semental incansable. Y entonces tuvo que enfrentar su primer desafío.

I am Marco fue, durante algún tiempo, lo único que Marco Banderas podía decir en inglés. Así que su primera película se tituló con esa elemental línea de presentación. Fueron cinco escenas con cinco actrices todas grabadas en el mismo día. En la apertura, una rubia hippie de los sesentas está con su amigo, novio o no se sabe qué y mientras relajan entre símbolos de la paz y ropitas batik entra Marco vestido con capa, espada y antifaz. Bueno, resulta que viene a ser El Zorro. Empuja al chico y se queda con la chica. Lo que sigue es igual al resto de la pornografía de todos los tiempos en todas partes del mundo. Cuando termina, el plano se cierra sobre el rostro de Banderas que dice, teatral: I am Marco. Con un efecto de posproducción logran que le brille un colmillo mientras lo dice.

Adult Video News (AVN) es la publicación insignia del porno norteamericano desde 1982. Son los organizadores, además, de los AVN Awards que, nadie lo discutirá, son los Oscars de la videopornografía. Después de su ópera prima Marco fue retado por AVN a conseguir diez eyaculaciones en menos de tres horas, lo que sería transformado en un show en vivo por Internet. Allá fue Marco y su autoestima. Lo llevaron hasta un estudio, lo pusieron delante de una cámara encendida y ahí quedó, solito con su alma. Por supuesto, alcanzó la marca sin problemas. Desde entonces, en el valle de San Fernando fue conocido como el rey del porno latino, el súperman del porno latino, siempre con la etiqueta de su latinazgo coronando cualquiera de sus títulos. Para 2006, 2007, era un uruguayo con acento español triunfando en el mundo del entretenimiento para adultos.

—Me molesta un poco cuando me dicen que soy un crack, un ídolo. Para mí lo que yo hago no tiene ningún mérito porque yo no entreno para lograrlo, es algo innato mío, nació conmigo, soy así.

En 2008, en el 25 aniversario de los AVN Awards, Marco fue nominado en cinco categorías. Ganó, finalmente, el premio al mejor Trío Anal. Ya era una estrella que firmaba autógrafos en la calle cuando Topco Sales, el gigante de la venta de juguetes sexuales en línea, lo convocó para consagrar su, digamos, principal atributo. La escena en la que le toman la medida con un yeso crudo, durante 20 minutos, quedó registrada en Marco, el Banderas del porno, el documental que cuenta su vida.

En este 2017, Banderas regresó a Barcelona y al lugar donde todo comenzó: a los 50 años, los dos shows en vivo que hace por noche en el Bagdad lo mantienen en forma. Lo acompaña Briana Banderas, rusa, actriz porno y su esposa desde hace un año.

—¿Qué te queda de uruguayo?

—Mi conexión con el Uruguay son mis tías, que nunca dejaron Montevideo.

—¿Hablás seguido?

—Una vez por semana.

—¿Y de qué hablan?

—Ellas me cuentan cómo está todo por allá, yo les cuento de mi trabajo.

—¿Les hablás de porno?

—Por supuesto, ese es mi trabajo.

—¿Y qué te dicen?

—Ah, están encantadas. Mi padres también están encantados.

—La familia entera.

—No. La familia entera, no.

Cuando Marco va a visitar a su hermana usa su nombre real: Fabián. Tiene sobrinas, Marco, o Fabián, y de ninguna manera pueden enterarse de a qué se dedica el tío. La hermana de Marco, la bebé de un año que se vino a España cuando se vinieron todos, le pide que por favor sea discreto cuando los visita. Que no se asome al balcón para fumar, porque podrían reconocerlo. Y que mejor si sube por la escalera de servicio. No es que no esté orgullosa de él pero ¿el porno? ¿Tenía que dedicarse justo al porno? La madre de Marco, en cambio, asoma todo lo que pude. Si lo invitan a un programa de televisión, ella buscará estar ahí, bancando al nene. Eso sí, no mira sus películas. Sería demasiado.

—¿Volviste a Uruguay alguna vez?

—Dos veces. La última, solo. Antes, con mi hijo.

—Ah, sos padre.

—Sí, pero dejé de verlo cuando tenía seis años. Problemas con su madre.

—¿Y no lo viste más?

—Me reencontré hace cuatro meses.

—Volver a España fue volver a muchas cosas, parece. ¿Qué edad tiene ahora?

—21.

—¿Cómo se llama?

—Marcos. Marcos Fabián.

—Qué curioso, lleva tus dos nombres: el artístico y el real. ¿Él sí sabe a qué te dedicás?

—Sí, lo sabe. Fue difícil explicarle todo el rollo del porno. Se terminó alejando.

—El porno se interpuso en tus sueños de cantante, te obliga a entrar por la puerta de servicio cuando visitás a tu hermana y además te alejó de tu hijo. ¿No salió muy caro?

—La vida me propuso este camino y yo lo acepté. No tengo quejas.

Dice que está cansado, sobre todo mentalmente. Que el porno lo convirtió en un robot. Que el cuerpo resiste pero la cabeza no le da más. Que hay chicas que lo saludan porque hicieron alguna escena con él y él no las reconoce, no las recuerda. Que todas las escenas son siempre la misma escena. Y así día tras día, tras meses, tras años. Pero que después de todo este tiempo, finalmente, un sello discográfico le ofreció un contrato por una canción. Que él sabe que se lo ofrecen por su fama como actor porno y que no va a faltar el gilipollas que lo acuse de aprovechador. Que van a decir que ahora se le ocurre cantar.

—Y no es así. Lo soñé de niño y no me importa si es gracias al porno. Lo único importante para mí es mi sueño, no volver a dejarlo escapar.

David Foster Wallace en los AVN.

Hay una crónica monumental sobre los premios AVN escrita en 1998 por David Foster Wallace, la pluma más ácida, la menos indulgente. "No podría haber un lugar mejor que Las Vegas para el espectáculo de los premios del porno moderno. Aquí está América concebida como una nueva modalidad de Roma: la conquistadora de su propia gente. Un imperio del Yo", sentenció.

La industria nacional empieza a crecer.

Uruguay es uno de los pocos países de la región que ha regulado por ley el trabajo sexual. No es extraño, entonces, que la industria del entretenimiento para adultos uruguaya se encuentre en un momento de franco desarrollo y aventajando a la de otros que tienen más problemas para encuadrar jurídicamente la actividad. Divas Entertainment, propietaria de la señal DivasTV, tiene 2 mil títulos producidos en Uruguay en los que, según Mauricio Peña, cabeza de la productora, el 90% fueron hechos con actores uruguayos. El canal tiene distribución privada en señales de Colombia, Perú, Argentina, Ecuador, Chile, Costa Rica, Panamá y Miami. El próximo proyecto, que se encuentra en modo de prueba, es la producción de videos en 3D mediante el uso de anteojos de realidad virtual.

Entre las estrellas del porno uruguayo, Mia Etcheverría y Pierre Mónaco encabezan una generación que busca su lugar en el mercado. Según Peña, la industria está creciendo pero todavía está "en sus comienzos", por lo que el mercado aún no puede absorber la totalidad de la masa de actores. Sin embargo, la participación en producciones locales les abre la chan- ce de presentarse en mercados más consolidados.

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Marco Banderas. Foto: Wikipedia

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