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Trabajo en medio del peligro

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Foto: Ariel Colmegna
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Las rutinas a varios metros del piso, el manejo de químicos explosivos o tóxicos, y los rescates ante catástrofes no son las únicas actividades que enfrentan riesgos en Uruguay.

Uno a uno, los azulejos blancos se suceden a lo largo del laboratorio del primer piso de la Facultad de Química, sobre la calle General Flores. La armonía de las pequeñas piezas cuadradas, que ya están amarillentas por el paso del tiempo y salpicadas tras alojar cientos de experimentos, se interrumpe súbitamente con una mancha negra. Entre las probetas, matraces y frascos está la única pista de que allí hubo un accidente. Fue en ese punto exacto que un estallido hizo volar a Fabián Benzo de una punta a la otra, hace 24 años.

Era 1992 y Benzo, que era pasante, investigaba con un producto casi impronunciable pero con características muy claras: era explosivo. Puso los 40 gramos del producto en un mortero y cuando lo golpeó, el bombazo lo empujó hacia atrás, un metro o dos. El impacto le costó parte de algunos dedos, le dañó la audición y hasta se pensó que iba a perder la vista, pero luego de varias cirugías los médicos lograron salvársela.

Ese día cambió su vida. Tardó cinco años en aprender todo lo que pudo sobre seguridad y así formó una unidad especial, dentro de la facultad, que se encarga de todo lo que tiene que ver con las medidas de prevención en el trabajo con químicos.

El peligro acompaña a muchos trabajadores en su rutina diaria, desde aquellos que lo hacen en la construcción hasta los que se exponen a radiaciones o que, como los rescatistas de la Fuerza Aérea, se dedican a salvar otras vidas. En julio de 2015, último mes del que se tienen datos, hubo 3.744 accidentes laborales denunciados en el Banco de Seguros del Estado (BSE), es decir, cerca de 120 por día. La industria de la construcción es la que más accidentes ha tenido históricamente, seguida por el comercio. La principal causa de accidentes son los esfuerzos físicos excesivos y los falsos movimientos. En segundo lugar, están las caídas.

Desde arriba.

Se pone el arnés, verifica que las cuerdas estén bien agarradas y trepa el muro. Su mano se suelta y con un "me cuelgo" ya queda suspendido. El edificio del que está agarrado Ricardo Sirotich tiene alrededor de 12 pisos. Para él no es nada, se ha suspendido frente a torres de hasta 35 pisos de alto. Mientras está en el aire, tiene dos cuerdas que lo protegen de una caída, la de "trabajo" y la de "vida". Esta última incluye un dispositivo "anticaída", que tranca el movimiento del arnés si algo falla. Siempre van de a dos, llevan casco, lentes negros y cuelgan de una silla, que los protege del roce con las cuerdas y les da más comodidad.

Los trabajadores de la empresa Vertical, entre los que está Sirotich, reciben un curso de capacitación y, cuando están prontos "para entrar a la vertical", ya pueden empezar a maniobrar en las alturas. Una vez en el aire, el respetar las medidas de seguridad es la diferencia entre la vida y la muerte. Hace ya varios años que la empresa trabaja en alturas haciendo limpieza de vidrios, colocación de cartelería y reparación de fachadas, y según cuenta el prevencionista de la firma, Marcelo Mikalauskas, nunca tuvieron accidentes que llevaran a la muerte a sus trabajadores.

Los fallecimientos no le son ajenos al sector. En 2013, un trabajador que limpiaba vidrios en el Ministerio de Trabajo cayó y murió tras pararse sobre un aire acondicionado. Ese día hubo que suspender las actividades programadas en el ministerio y el accidente generó críticas por parte de miembros de la oposición, que marcaron la necesidad de mayor prevención por parte del organismo.

Así como se necesitan equipos adecuados, medidas de prevención y capacitación, este trabajo también depende de algo tan aleatorio como el clima. El viento es decisivo en la jornada laboral de estos obreros, y la concentración es fundamental. Alcanza una ráfaga para desestabilizar al equipo. El trabajo es repetitivo. "No es un hobby", advierte Sirotich antes de quedar pendiendo de una cuerda frente a la fachada color blanco de un edificio del Prado, con el mismo gesto adusto con el que se concentró en atar las cuerdas.

La salud en las 8 horas.

Definir qué tan riesgosa es una tarea depende de los peligros a los que se enfrente el trabajador, pero no sólo eso. Como explica Carmen Ciganda, directora de Salud Ocupacional del Ministerio de Salud (MSP), se deben atender a las condiciones del trabajo, los procesos que implica la tarea, así como los factores de riesgo. A nivel químico, podría parecer más riesgoso trabajar con cianuro que con agua, pero, sin embargo, es más común ver quemaduras por vapor que daños con esta sustancia tóxica y letal para los humanos, ejemplifica Benzo. Las condiciones en que se ejerce son decisivas.

Los accidentes laborales han ido disminuyendo en los últimos tiempos, según constata el BSE. En julio de 2015 se reportó el séptimo mes consecutivo de descenso. Para el Pit-Cnt, los trabajos con más chances de resultar lesivos para la salud son en altura y con electricidad. El uso de productos químicos —con un capítulo especialmente dedicado a los agroquímicos— sigue en la lista, y lo grave en estos casos es que muchas veces las consecuencias se ven luego de varios años de exposición a los productos. El técnico prevencionista y coordinador del Departamento de Salud Laboral de la central sindical, Walter Migliónico, cuenta que así es como, por ejemplo, aparecen casos de cirrosis en personas que no consumen alcohol, años después de su exposición a determinados químicos.

Los otros dos peligros que más preocupan a los expertos son las llamadas "lesiones por esfuerzo repetitivo", dentro de las que se encuentran aquellas en músculos, tendones o huesos. Además, están las enfermedades psicológicas. Las primeras son, según el MSP, las más frecuentes en la rama de los servicios. "El aumento de competitividad se tejió en base al aumento de las tendinitis de los compañeros", reclama Migliónico, quien agrega que a partir de 2018, por decreto del Poder Ejecutivo, todas las empresas con entre 50 y 299 trabajadores deberán contar con un médico prevencionista o un especialista en salud ocupacional para tratar estos, entre otros temas.

Migliónico cree que desde el BSE, donde todos los trabajadores tienen respaldo en caso de tener un accidente laboral —bajo el amparo de la ley 16.074 —, se deberían incluir a las enfermedades psicológicas vinculadas al trabajo y que no siempre se ampara a los diferentes tipos de lesiones por esfuerzo repetitivo. Desde el BSE, argumentan que solo se rechaza un 3% de los casos que se presentan en la institución y que saben que amparan más de los que deberían.

La atención que se le da a cada sector está directamente relacionada con la fuerza del sindicato. De hecho, que una tarea llegue a considerarse insalubre depende directamente de que los trabajadores hagan las reclamaciones correspondientes. ¿Qué sector ha avanzado más en el tema?, pregunta Migliónico y la respuesta salta a la vista: la construcción. "Los efectos del trabajo en nuestro estado de salud no son ni castigo divino ni mala suerte, son consecuencia de las decisiones que se toman cuando se organiza el trabajo", concluye Migliónico, "es un problema político, no técnico".

En algunos casos de riesgo se reduce la jornada laboral, y en otros, como quienes se exponen a radiaciones ionizantes —radiólogos y radioterapeutas, por ejemplo— existe lo que se conoce como jubilación bonificada, que permite el retiro antes de tiempo. Según el Banco de Previsión Social (BPS) "hay 106.559 personas con actividades bonificadas, y el total de actividades bonificadas registradas es de 156.961".

Son más actividades que personas, señalan, ya que algunos individuos están vinculados a más de una. Entre los varios trabajos que reciben este tipo de compensación están los docentes de educación Primaria y Secundaria, personal técnico y de mantenimiento de la planta de Ancap en La Teja o quienes hayan trabajado con asbesto, un material cancerígeno.

Rescate desde el aire.

En paracaídas, con una grúa, buceando o por tierra, el equipo de 12 rescatistas que trabajan en el Centro Coordinador de Rescate de la Fuerza Aérea están alerta las 24 horas del día para asistir cuando la emergencia apremia. Sus misiones suelen ser en tierra o agua, muchas veces lejos de la costa y su formación implica además manejo de traumas y urgencias médicas.

En 2014, un avión que volaba de San Fernando, Argentina, a Carmelo, cayó sobre el Río de la Plata. Murieron cinco personas y se llegó a hablar de la "peor tragedia aérea en 40 años en el Río de la Plata". En el rescate aéreo de los sobrevivientes participó el capitán Fabrizio Ruiz, rescatista de Fuerza Aérea.

Había combustibles y tanques de oxígeno que podrían explotar en cualquier momento. A Ruiz le tocó permanecer solo adentro del avión, en el mismo lugar donde estaban los cuerpos de los fallecidos, mientras aguardaba a que el equipo de rescate, que había vuelto a la costa a llevar a las víctimas, volviera. Con precisión militar Ruiz reconstruye su participación en el accidente y recuerda haber estado ocupado apagando baterías y conteniendo los peligros dentro de la nave aérea.

Ser rescatista tiene mucho de vocacional. Son cuatro meses de formación más dos años de especializaciones en diferentes áreas, además de entrenamiento constante y capacidad física para soportar las peores condiciones. Nadar a contracorriente en aguas frías y agitadas, por ejemplo, donde en invierno, una persona sin protección podría sobrevivir apenas entre 30 y 45 minutos, es uno de los gajes del oficio. Si bien estiman que en promedio deben realizar un rescate por semana, a diario deben estar en constante formación y mantenimiento de sus condiciones físicas. Por eso, si a uno de los cursos se presentan 10 o 15 personas, solamente resisten tres, a lo sumo cuatro.

El equipo de rescate tiene como prioridad lo aéreo, pero también les ha tocado rescatar turistas del Cerro Pan de Azúcar, asistir a la Policía o a Bomberos, y en ocasiones, intervenir en inundaciones. Los riesgos son tantos como impredecibles. El clima, fallos en las máquinas, víctimas que se descontrolan y hasta mordeduras de perros están incluidos en la rutina de estos trabajadores.

Desde cero.

"Me metí en esto de la seguridad por accidente", recuerda el químico Benzo. "Yo tengo clarísimo por qué me pasó el accidente", agrega. No conocía a fondo el material con que trabajaba, ni los riesgos de un mal manejo. En ese entonces no se usaban lentes, no había extintores y mucho menos el seguro que la Facultad tiene contratado para todos sus alumnos y las personas que visiten la institución.

Desde que ocurrió el accidente, uno de los más graves que ha tenido la Facultad de Química, la institución inició un camino para volverse más segura, y gran parte del trabajo tiene a Benzo como protagonista. Hoy, asesora y educa en prevención tanto dentro de la facultad como para instituciones gubernamentales o empresas privadas. En algunos casos, encuentra que hay desconocimiento y, especialmente para las empresas, cree que la seguridad aún es vista como un gasto "y no como una inversión".

La facultad fue de las primeras en Latinoamérica en incorporar un sistema de etiquetado —esencial para saber si una sustancia es corrosiva, explosiva o tóxica— de productos recomendado por la Organización Internacional del Trabajo. Ahora Benzo afina un proyecto con la institución madre de la química, la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada —la misma que nombra a los elementos— para poner el primer centro de formación en seguridad química de la región, lo que podría convertir al país en una referencia mundial. Su lema es "convertir problemas en oportunidades".

Años después de su accidente, el químico volvió a trabajar con ese material impronunciable, pero esta vez ya estaba advertido. Y eso es lo que espera que le ocurra a los estudiantes. "Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que a una persona no le pase una accidente por la razón que me ocurrió a mí: porque no sabía".

Una ley polémica que ya cumple dos años.

Si el accidente de Fabián Benzo hubiera ocurrido en 2016, a través de la ley de Responsabilidad Penal del empleador —que entró a regir en 2014— el entonces becario podría haber realizado una denuncia contra las autoridades de la Facultad de Química. La ley ha sido centro de debate y críticas de las cámaras empresariales, pero la Suprema Corte de Justicia se manifestó en su favor al rechazar recursos de inconstitucionalidad presentados por varias empresas. La ley prevé penas de entre tres y 24 meses de prisión para los empleadores que no tomen los recaudos necesarios y las medidas de seguridad establecidas para los trabajadores y que de esta forma pongan en peligro sus vidas. La primera denuncia en el marco de la ley fue presentada por Adeom contra la Intendencia de Montevideo, por la muerte de José Bustabad, un mecánico de la Usina 3 de la Unidad Región Montevideo, quien cayó al piso mientras reparaba la iluminación de un vehículo, y falleció tras el impacto. El caso fue luego archivado por la Justicia, que entendió que la Intendencia no tuvo responsabilidad en la muerte del funcionario municipal.

Factores de riesgo.

Ambiente: incluye ventilación, humedad, temperatura e iluminación del espacio de trabajo.

Contaminantes: pueden ser radiaciones, químicos y riesgo biológico.

Carga física: en este grupo se enmarcan las lesiones por esfuerzo repetitivo.

Psicosociales: el horario, las horas de descanso y la remuneración.

Seguridad: la señalización, el estado de las máquinas y las instalaciones eléctricas.

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Foto: Ariel Colmegna

Tareas de alto riesgoMARIANA CASTIÑEIRAS

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