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Médicos son rehenes del apoyo de laboratorios para ir a congresos

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Al fondo del Hospital Español, en un entrepiso, funciona el único laboratorio habilitado en el país para realizar estudios de bioequivalencia. Al pasar la pesada puerta blanca con vidrio traslúcido, típica de los hospitales, el ambiente cambia de golpe. Dos sillones de cuero y una mesa ratona dan la bienvenida.

Luego un largo pasillo en "L" y una serie de salas de laboratorio avisan que se está en un sitio pensado para el estudio. Pero lo que más asombra es otra cadena de sillones marrones, de esos acolchonados y con grandes respaldos desde los que da placer mirar televisión. Hasta allí, en el Centro de Evaluación de Biodisponibilidad y Bioequivalencia, acuden los pacientes sanos (se los controla con test previos) que deciden ser voluntarios para el experimento.

Por protocolo —para que se convalide la muestra— deben participar, al menos, 12 personas. Pero, para mejorar la estimación, "se intenta que se presenten algunos más", cuenta Pietro Fagiolino, el director. Cuantas más personas, más caro es el estudio que cuesta entre U$S 50.000 y U$S 150.000. Y, además, debe someterse a más individuos a un tratamiento invasivo (amparado por la ética médica, claro).

"El estudio de bioequivalencia solo se realiza cuando una marca similar a un original quiere ingresar al mercado y no es necesario repetirlo mientras no se altere el modo de producción", explica el químico. "Por decreto, el Ministerio (de Salud Pública) puede exigirles a las empresas que presenten este test, en especial se señala un grupo de 18 moléculas (luego se bajó a la mitad)" en las que un mínimo cambio puede alterar el efecto.

Desde 2008, cuando se inauguró, este Centro de Evaluación realizó unos 15 estudios, no todos ellos de bioequivalencia. En todos los casos fueron por solicitud de empresas nacionales que querían instalar un producto. Un ejemplo es la nevirapina (antirretroviral). La marca uruguaya a consideración dio bioequivalente a la original y ya está circulando.

Hasta el momento no recibieron la solicitud del Ministerio de Salud Pública de realizar un estudio por alguna denuncia concreta. Saben que hay médicos que temen denunciar por presión y otros que comentan (entre pasillos) que notan diferencias entre marcas "porque son incentivados por laboratorios para que prescriban determinados medicamentos", admite Ismael Olmos, jefe de farmacia del Hospital Vilardebó.

"Los laboratorios lo que hacen es patrocinar simposios internacionales", dice el psiquiatra Juan Orrego, de Cosem. "Como el medio es muy chato y las mutualistas no le ofrecen al profesional la posibilidad de ir a congresos, uno termina aceptando la invitación. El laboratorio no te pide nada. Queda sugerido que si uno asiste debe prescribir esa marca. Pero lo que juega en esto es el carácter y la ética. Uno puede ser honesto y determinar si le conviene al paciente en precio y calidad".

En este sentido, los profesionales de la salud entienden que en Uruguay las presiones de los laboratorios no son tan grandes. De hecho, la mayoría del mercado es ocupado por empresas nacionales (91%) que tienen menos poder (entiéndase dinero) de seducción que las multinacionales. Eso sí, los laboratorios uruguayos emplean a 3.000 trabajadores y "eso es una presión para las autoridades de la salud", indica el médico Francisco Estévez.

Lo cierto es que "en la medicina uno no puede improvisar", asevera Orrego. "En la farmacología aún menos, porque uno no está supervisando al paciente en cada instante (lo toma en su casa)". Y concluye: "Tendría que haber pruebas realizadas por laboratorios neutrales (sin intereses económicos) para que los fármacos que lo requieren tengan los estudios de bioequivalencia".

Efecto incierto de los medicamentos copia

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