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El lado menos brillante de la fiesta

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The Rolling Stones en el Estadio Centenario. Foto: Nicolás Pereyra

La venta de 10.000 entradas menos de la capacidad en el show de los Rolling Stones, reabre el debate sobre el negocio de estos espectáculos. Mientras sus promotores sacan cuentan, otros empresarios piden que aumente la exoneración fiscal y critican la falta de auspiciantes. Estar en el circuito de las megaestrellas tiene su precio. ¿Vale la pena arriesgar?

Lo que para una inmensa mayoría es una sensación de placer única e irrepetible, para una minoría muy reducida es un motivo de estrés de meses y de nerviosismo a flor de piel. Porque en el mismo momento en que irónicamente los Rolling Stones hacen delirar al público uruguayo con Satisfaction y están a pocos minutos de cerrar su presentación, los organizadores del espectáculo musical más imponente del año se agarran de los pelos haciendo cálculos y rezándoles a todos los santos para que después de pasar raya, el saldo económico sea positivo. Si bien para el común de los mortales traer a estos legendarios artistas ingleses es sinónimo de ganancia, en el negocio de los megashows hay más riesgos que certezas, y en un pequeño mercado como Uruguay el problema se agiganta.

El recital más esperado por los fanáticos del rock se venía cocinando desde hace dos años. Como si fuera una Eliminatoria de fútbol, Montevideo competía su plaza con Asunción, una segunda función en Porto Alegre o una cuarta en Buenos Aires. Gracias a "una buena oferta" que realizaron los promotores locales, Uruguay ganó la partida. Eso sí: los muchachos de Londres recibieron un caché de unos US$ 5 millones por adelantado.

Y hay más gastos. Tunear el Estadio Centenario convirtiéndolo en un escenario de música, montar un escenario de 60 metros y hasta pavimentar las puertas 4 y 5 para facilitar el acceso, implicó la contratación de 40 semirremolques, esos enormes camiones con contenedores incluidos.

No termina ahí. Hay que sumarle el pago a unos 2.000 trabajadores: 1.200 de ellos para la seguridad del evento, la publicidad, los impuestos y los pormenores.

En noviembre se pusieron a la venta unas 62 mil entradas. Por entonces el dólar estaba 8,65% más bajo, lo cual significa que los promotores perdieron ese porcentaje de ganancia solo por el tipo de cambio. Es que los uruguayos compraron sus localidades en pesos y el pago a los artistas fue en la moneda estadounidense.

Según las crónicas del show, unos 55.000 espectadores vibraron con los Stones. Pero los datos más frescos indican que el total de localidades vendidas quedó a mitad de camino entre esa cifra y los 50.000. Esta incertidumbre hace que Eduardo "Atín" Martínez, el promotor uruguayo, y Daniel Grinbank, el coproductor argentino, se llamen a silencio. Están cerrando el balance para saber cuánto perdieron, o al menos cuánto en comparación a lo que apostaban ganar.

Es más: aún resta por definirse la solicitud enviada por la producción a la Intendencia de Montevideo pidiendo ampliar la exoneración. Todo espectáculo público debe pagar a la comuna 9,09% del ingreso bruto de las entradas vendidas. Los organizadores habían obtenido el descuento de un 20%, ya aprobado por la comuna, y esperan una ampliación que llegue al 50%. El gobierno departamental dio el visto bueno y resta la confirmación de la Junta Departamental. "En los dos shows de Paul McCartney se había exonerado el 100%", recuerda Santiago Brum, director de Comunicación de la Intendencia capitalina.

Son los Rolling, papá.

Mick Jagger, un exestudiante de Economía, es la cabeza detrás del negocio de la banda londinense. Por más que sabe que ganan más cuando no tocan, solo por venta de discos y merchandising, reconoce que pisar las tablas hace que la leyenda permanezca viva. También es consciente de que la convocatoria al espectáculo es de ellos y que por más que liciten la producción en cada país, quienes realmente deben facturar son los artistas.

Atín ya había intentado, sin éxito, traer a los Stones en 2006. Lo cierto es que él y el resto de los promotores locales insisten en que Montevideo tiene dos obstáculos en comparación a otras ciudades: pocos auspiciantes e impuestos muy altos.

"En Asunción alcanza con vender un 70% de las localidades, porque el resto lo paga la publicidad", explica Andrés Szafrán, CEO de Red UTS. "En Uruguay la exoneración fiscal por incentivo a la cultura es poco; en el mejor de los casos no supera los US$ 60 mil".

Cuando un espectáculo internacional cuenta con la declaración de interés ministerial o departamental se exonera el pago del IVA del caché del artista. En este sentido, el Estado renuncia a cobrar unos US$ 375.000, según datos de la DGI. "Para que exista interés ministerial el show debe presentar un diferencial: ser una obra que no tenga su similar en el país, proponer talleres con estudiantes o funciones de beneficencia", explica Popo Romano, coordinador del área de Música del Ministerio de Cultura.

Pero, hecha la ley, hecha la trampa. El espectáculo de los Rolling Stones requirió de una infraestructura que no existe en el país. "Todo el techo del escenario hubo que traerlo desde Argentina en 12 semirremolques", cuenta Maurizio Trabal, jefe de producción. "Fue la parte central del armado y se comenzó a montar el 3 de febrero, cuando el show fue el 16". Para que esa carga no pagara en la Aduana, debería contar con la carta de interés turístico, y para que fuera de interés turístico debería contar con el interés de Cultura. Y que las autoridades lo aceptaran.

Szafrán asegura que un evento de este tipo es turístico por su propia convocatoria. "Como en Argentina se agotaron las entradas de los tres shows, mucho público vino a Montevideo". Desde la "ticketera" estiman que entre el 2% y 3% del público del martes era extranjero.

"Uruguay depende de la región para realizar espectáculos de este tipo", asegura el economista Carlos Casacuberta. El ejemplo más reciente fue la suspensión del único show que el tenor Plácido Domingo iba a dar en Sudamérica, en el Centenario el 1º de febrero. Al respecto, Popo Romano es categórico: "Domingo no llenó (el Estadio) cuando vino la última vez, menos lo iba a hacer ahora; más viejo y con tanta oferta en la vuelta".

La exoneración del IVA no implica que exista descuento alguno en el pago del impuesto a la renta de artista no residente y empresarial. A su vez, hay otros descuentos de las ganancias de la taquilla. Para no aburrir con números, puede decirse que, en promedio, el 21,18% de la venta de entradas va al pago de impuestos.

El punto más debatido es el impuesto de la Intendencia de Montevideo. "Se lleva el 9,09% cuando la media a nivel nacional es 4,5%", dice César García, consejero del Congreso de Intendentes. Parte de la razón por la cual el Cirque Du Soleil actuará en el Parque Roosevelt pasa por ahí: la Intendencia de Canelones le exoneró el 100% del tributo.

Sobre el impuesto de las intendencias, hay un 10% que corresponde a derechos de autor y que, por tanto, "vuelve al mercado artístico", defiende Pablo Radiccioni, encargado de recaudación de Agadu. En el caso de los Rolling Stones la inmensa mayoría de estos derechos pertenecen a Jagger y Keith Richards. Agadu se queda con poco más del 20% por la gestión.

Por último, hay otro 5% que va dirigido al Fondo Nacional de Música, un organismo creado por ley en 1996 y que desde entonces recaudó US$ 3.855.975 para apoyar a artistas nacionales (ver recuadro). La propia normativa aclara que el porcentaje puede reducirse dos puntos si hay un telonero local.

Pero, otra vez, hecha la ley, hecha la trampa. "El espíritu del texto, apoyado por todos los partidos políticos, es incentivar a la música uruguaya", dice Popo Romano. "Pero hay productores que ponen a un artista complementario —se niega a llamarlos teloneros— varias horas antes del comienzo del show principal y sin todo el despliegue". Y cuestiona: "¿Quién se acuerda de la artista uruguaya que tocó en el segundo show de McCartney? Nadie, porque estaba en una puntita con un foquito de luz". Aun así el jerarca agradece que en el show de los Stones se "haya promocionado y respetado a Boomerang" (la banda local). El otro inconveniente, explica Romano, es que "los promotores les hacen firmar a los artistas uruguayos un contrato en el que ceden sus derechos y, a cambio, ganan un monto fijo muy inferior al que les corresponde". Esa es la explicación por la que Rada, Drexler y Campodónico se negaron a abrir el espectáculo del exbeatle en 2012.

"Los impuestos que se pagan en Uruguay son similares a otros países", señala Romano. "Yo he tocado en París y me quitaban un 30% del caché". En cambio, para el gestor cultural Gerardo Grieco, "el país requiere alguna regulación en materia impositiva para poder dar un nuevo salto en la oferta". En Buenos Aires no se cobran impuestos municipales, tampoco en varias ciudades de Brasil, y en Santiago de Chile es "muy bajo", agrega.

Romper la chanchita.

Marc Anthony, Maná, Ricky Martin, Noel Gallagher y la lista sigue. En el primer trimestre de este año la cartelera uruguaya está desbordada de ofertas de música internacional. "El país ha evolucionado en esta materia y es la nueva normalidad", asegura Grieco. Entre tanto, las familias tienen que hacer un sorteo para decidir a qué espectáculo ir y a cuál no.

El Fondo Nacional de Música contabilizó 402 shows internacionales o de artistas con derechos de autor ya caducados (es decir, con dominio público) durante 2015. Hace dos décadas la cifra era 10 veces inferior. Con este dato uno puede pensar que la mayoría de los uruguayos termina acudiendo a algún show de música en vivo. Pero no.

El 66% de los uruguayos no asistió a un recital en el último año y otro 15% solo fue a uno, señala el Tercer Informe de Consumos Culturales elaborado por el MEC. En los hogares cuyos ingresos son menores a $ 15.000, el 74% no acudió. Y entre quienes solo terminaron Primaria, el 80%. Parecería que ir a un megashow es casi un lujo.

Las entradas al show de los Stones costaban el doble de pesos que las vendidas para la primera función de McCartney. Sin embargo, en dólares la multiplicación es por 1,5. Los tiques más caros, de $ 21.000, no pudieron agotarse y hasta terminaron vendiéndose 2x1 —aun cuando algunos habían pagado su totalidad.

A esta incertidumbre, en Uruguay "se suma la falta de infraestructura y de una megasala cerrada que ofrezca comodidades aun si está lloviendo", dice Grieco para defender el Antel Arena, del cual se dice que será su gestor cultural.

Todas estas variables que están en juego hacen que sean pocos los promotores en Uruguay. Atín, Alfonso Carbone, Claudio Picerno, Rafael Fernández, Rubén Yizmeyián y Danilo Astori, hijo del ministro de Economía, son los más renombrados, sin perjuicio de que pueda haber alguno más. Entre ellos no conocen las fechas en las que los otros fijan sus shows, por lo que puede ocurrir que dos espectáculos compitan por su público objetivo.

"No es un negocio para quien no está acostumbrado a invertir y arriesgar", señala el economista Gustavo Buquet. Para promover el sector, además de "una menor carga fiscal", es necesario que "las tarifas sean iguales para todos", insiste el docente universitario.

En definitiva, estos empresarios del espectáculo son importadores de un servicio. Uruguay "invierte más en traer un artista internacional de lo que gana en términos económicos", dice Buquet. El valor agregado de los espectáculos de música en vivo fue de US$ 2,5 millones en 2012, según el cálculo del Departamento de Industrias Creativas. Esta cifra se desprende de una taquilla que recaudó poco menos de US$ 17 millones.

El alto riesgo para la realización de megashows hace que a veces "se deban suspender funciones", explica Grieco. De hecho, bajo su gestión en el Auditorio Nacional del Sodre se le prohibió a Rafael Fernández volver a alquilar la sala "por sucesivos incumplimientos" —fue luego de la cancelación del show del grupo israelí de percusión Mayumana, en julio.

Los otros actores que intervienen son las empresas subcontratadas para cumplir con los servicios. El catering es una de las áreas más disputadas. El chef Jorge Oyenard estuvo a cargo de la comida para el show de los Stones en Uruguay, con un cálculo estimado de 600 comensales. Otro chef local, Martín Schwedt, encabezó la cocina en las funciones en Argentina.

La puja también alcanza a las "ticketeras", las empresas encargadas de comercializar las entradas y de retener el dinero que corresponde a la paga de impuestos. La primera que surgió fue Red UTS, le siguió la red de cobranza Abitab y por último Tickantel. Sobre esta última, Szafrán asevera: "Tengo mis serias dudas de que sea legal. Antel fue creada como empresa de Telecomunicaciones y no destinada a vender entradas. Con ese criterio el día de mañana abren una zapatería con la plata de todos los uruguayos".

Contracara.

Según Popo Romano, toda la discusión sobre el negocio de los shows musicales responde a que "Uruguay cambió y pasó a ser una plaza más profesional a la hora de definir una gira".

Si bien es un proceso, el primer espectáculo de McCartney en 2012 fue "una bisagra". Estuvo acompañado de un crecimiento económico y de una apertura del país al mundo, explica Buquet —alcanza con recordar las menciones a José Mujica en la prensa internacional, los logros de la Celeste y la aprobación de leyes polémicas como la regularización de la marihuana.

Grieco agrega que el país sumó técnicos en el área y la formación en gestión cultural. Eso llevó a que "los uruguayos se adaptaran a jugar en varias canchas". Al respecto, el jefe de producción local de los Rolling Stones recuerda que "la maquinaria que trajo el grupo era muy superior a la que se acostumbra a manejar en Uruguay, y sin embargo no hubo inconvenientes". El equipo recibió el agradecimiento de los ingleses cerveza mediante detrás del escenario.

Estos detalles hacen pensar que, más allá de discusiones, es factible la llegada algún día de Coldplay o AC/DC, por más que ninguna haya confirmado todavía. Lo que falta, dice Grieco, "son más políticas públicas que alienten el arte" y, por supuesto, alguien dispuesto a arriesgar. Y concluye: en este negocio, "ganar o perder está a la orden del día".

Discos y giras gracias a las estrellas del exterior.

Hay un puñado de uruguayos que se frota las manos cada vez que llega un megashow internacional: los músicos locales. Parece paradójico, pero más allá del disfrute estético del espectáculo, los artistas locales se ven beneficiados colateralmente. El 5% del ingreso de la venta de entradas (o el 3% si hay un telonero) va a parar al Fondo Nacional de Música. Gracias a ese dinero, valuado en más de US$ 3,8 millones, se apoyaron 3.107 proyectos.

El Fondo está abierto para la presentación de proyectos dos veces por año. En la mitad de los casos se apoya la realización de discos y compra de instrumentos musicales. Lo siguen la subvención de giras, videoclips y libros. Por eso para Popo Romano, presidente del Fondo, "este mecanismo es un gran incentivo al artista nacional".

PEQUEÑO PAÍS, ALTOS RIESGOS.

Todo o nada.

Los megashows se fijan con algunos meses de antelación. Los empresarios desconocen cuán ocupada estará la cartelera. Es cuestión de arriesgar y apostar a la convocatoria del artista.

Consumo.

Los adolescentes son uno de los grupos más fieles para llenar un sala o estadio. El problema es cuando el show al que quieren ir "está cercano a otro al que acuden sus padres, porque el dinero sale del mismo bolsillo", explica el economista Gustavo Buquet.

Seguridad.

Para los uruguayos más vale la entrada en mano que evitar una fila. "Es un país con muchísimos puntos de venta físicos y la gente aún teme a la hora de comprar una entrada por Internet", dice Andrés Szafrán, CEO de Red UTS.

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The Rolling Stones en el Estadio Centenario. Foto: Nicolás Pereyra

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