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Google: ¿todopoderoso?

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Un moderno data center de Google en Finlandia.

La Universidad de la República inició un debate a raíz de un acuerdo entre Google y el Plan Ceibal. En la discusión aparece el cuestionamiento del rol que tiene la multinacional, cuánto sabe sobre nosotros y su verdadero poder. Una mirada al gigante que vale siete veces el PBI de Uruguay.

Antes de que usted termine de leer esta frase, Google ganó 1.500 dólares. La razón es simple: es la compañía que almacena más datos en el mundo y, en la era del conocimiento, la información vale. Hoy las empresas pelean por saber, lo mejor posible, los detalles de sus clientes y de la competencia. Quieren conocer si a usted le gusta jugar al fútbol y, si por casualidad, no necesita un par de championes; a qué sitio pretende viajar en las próximas vacaciones; si prefiere las noticias policiales que las de farándula. Los ejércitos luchan por averiguar dónde están los enclaves estratégicos de sus enemigos; los grupos guerrilleros procuran reclutar a sus próximos militantes y los hackers desean planificar a qué banco dejarán en jaque. No en vano, algunos expertos vaticinan que en una futura guerra lo que más cotizará serán los datos. De ser así, Google está bien preparado.

Mientras usted leyó el primer párrafo, fueron enviados más de 88 millones de correos por Gmail, se vieron 61.164 horas de video a YouTube y se descargaron 32.136 aplicaciones en Android.

¿Qué sabe Google de nosotros? ¿Cómo lo logra? ¿Cuán poderoso es? Son algunas de las preguntas que surgen a raíz del debate que instaló la Universidad de la República (Udelar) hace 10 días. Es que parte de la academia ve con "honda preocupación" un acuerdo entre el Plan Ceibal y Google aprobado este mes por Agesic.

El gigante de los buscadores, como se conoce a la multinacional, ofreció casillas de correo electrónico para los más de 700 mil usuarios del Ceibal, un espacio ilimitado para guardar información (en la nube, dicen los técnicos) y un combo de aplicaciones educativas. Y, además, todo sería entregado sin publicidad. Las autoridades universitarias pusieron el grito en el cielo, argumentaron que se puede quebrantar "la soberanía" y anunciaron que evaluarán la posibilidad de que un equipo uruguayo proponga un servicio similar. En ese caso, en lugar de que los datos los tenga Google —aunque la empresa aclaró a El País que solo el Plan Ceibal tiene acceso a los mismos—, el poder sería de una compañía pública como Antel.

Alejandro Tortolini, especialista del proyecto Aulas Interactivas de la Universidad de San Andrés, Argentina, dice tener "más datos personales (tarjetas de crédito, propiedades y documentos) en manos de funcionarios públicos que en empresas que usarán la información para fines comerciales". Y se pregunta: "¿Qué pasa si uno de estos funcionarios, en forma desleal, roba eso y lo vende al mejor postor?".

Un moderno data center de Google en Finlandia.
Un moderno data center de Google en Finlandia.

¿Me espían?

Juan Carlos estaba en Niza, Francia. Iba a hacer escala en París y luego emprendería el retorno hacia Montevideo. La noche anterior, la aplicación Google Now, esa que está disponible en todo teléfono inteligente Android —el sistema operativo propiedad de Google— le daba cuenta de la hora en la que salía el vuelo, en qué aeropuerto debía tomarse el avión y cuál era la temperatura de las tres ciudades en cuestión. ¿Cómo Google sabía los detalles de ese viaje privado? Los datos figuraban en los correos electrónicos de Juan Carlos y él aceptó —sin demasiada atención— que esa información pudiera utilizarse.

"Cada vez que uno navega en la red", explica Tortolini, "alguien se apodera de los datos". De hecho, Google informa en su política de privacidad que para ofrecer este tipo de servicio se usa información que "puede que uno haya almacenado en otros productos de Google" (desde el calendario hasta un video de Youtube). Si una persona lee información sobre deportes, es probable que en Google Now le aparezcan sugerencias de noticias sobre fútbol y básquetbol. Cada acción del usuario es entendida, por tanto, como una "intención".

Los expertos en seguridad informática aseguran que la mayoría de los usuarios de internet no leen los términos y condiciones de estos servicios. Y, a veces, aceptan que se usen su datos sin saber qué se hará con ella. Google aclara que sí "recopila información" sobre lo que el usuario hace en sus distintas aplicaciones y también conoce "el modo en que los utiliza".

Cuando un usuario abre una cuenta de correo, la empresa toma conocimiento sobre su nombre, número de teléfono, idioma que habla y dirección de correo alternativo. Si ingresa a un servicio de Google, como el buscador, sabe su ubicación (por la dirección IP o por GPS). Por sus búsquedas comprende cuál es su perfil y para qué empresas usted es el público objetivo al que debe llegar la publicidad. Y si usa un teléfono inteligente de Android, podrá conocer sus registros de llamadas.

El único que puede acceder a esos datos es el administrador del dominio. En el caso del acuerdo con el Plan Ceibal es, justamente, el Ceibal. Además, Google cuenta con un programa que detecta el almacenamiento de imágenes de pornografía infantil que, por iniciativa propia, denuncia ante la versión del INAU en Estados Unidos. Por lo demás, todo es "secreto". Ni siquiera el gobierno de Barack Obama o sus múltiples agencias tienen derecho a pedirle información "porque sí".

Desde que el exigente de la CIA Edward Snowden denunció que el gobierno de Estados Unidos usaba a las multinacionales con sede en su territorio para "espiar" a los usuarios, el presidente Obama inició una serie de reformas para garantizar la transparencia. El último paso se concretó el pasado 2 de junio, cuando se aprobó una ley por la cual "solo con la aprobación judicial y sujetos a un estándar elevado" jerarcas de la Casa Blanca podrán pedir datos a los privados, explica vía mail Lara Ballard, asesora especial para la Privacidad y la Tecnología del gobierno de Estados Unidos.

La ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, dijo a El País TV que no se siente "para nada perseguida por Google". Una pálpito similar deben compartir la mayoría de uruguayos que son usuarios de internet, porque siete de cada 10 usa "habitualmente" Google como buscador y otro 25% lo hace "a veces", según datos del Perfil del Internauta Uruguayo que elabora Radar. El uso de Google Chrome creció 25 puntos porcentuales en los últimos dos años y las casillas de Gmail pasaron de 16% en 2008 a 41% en 2014. Si la compañía entregase constantemente nuestros datos "sería su suicidio comercial", complementa el especialista Tortolini.

¿Go home?

Google tiene 14 centros donde aloja la información (esas nubes, para los técnicos). Son enormes instalaciones con computadoras, cables y procesadores. Siete de estos data centers están en Estados Unidos. En Sudamérica solo hay uno, en Chile. Entonces, ¿Estados Unidos tiene el poder?

"Hoy plantearse la soberanía en función de dónde están situados los servidores es una discusión que atrasa", dice Tortolini. Es que, por un lado, Google tiene repetidores y alquila espacios en otro lugares (ver nota aparte). Y, por otro, la información no es un objeto que uno guarda en un cajón y puede ser robado o incendiado por el "enemigo". Para hacerlo sencillo, imagine una carta —de esas que antes uno le enviaba a un familiar en el exterior—. Piense que la rompe en varios pedazos de modo tal de que cada uno, por sí solo, sea incomprensible. Envíe algunos trozos a Estados Unidos, otros a Chile, a Japón... eso hace Google. Y luego tiene la habilidad, mediante un programa, de reunir todas las partes y que la carta vuelva a cobrar su significado original. A su vez, aparte de cómo se presenta esa información, le agrega publicidad, obtiene dinero y la ecuación es perfecta. De hecho, desde que comenzó a leer esta nota, la corporación ya ganó U$S 150.000.

No quiero, pero...

Pensar la vida sin Google, dicen los expertos consultados, sería posible, aunque muy distinta. Cada vez son menos quienes deciden estar por fuera del sistema. Un ejemplo es Richard Stallman, fundador del movimiento mundial por el "software libre", en el que cualquier desarrollador o usuario puede modificar los códigos del programa. Stallman admite que no usa teléfono móvil y que no se conecta a las redes sociales. Aun así, si uno googlea su nombre desde Uruguay, figuran 518 mil resultados y Google demora 0,32 segundos en promedio en ir a sus centros de datos a buscar la información. Por mas que él no quiera, hay datos que en este tiempo son difíciles de ocultar.

Las empresas como Google no obtienen los datos únicamente cuando un usuario envía un correo, mira un video de YouTube o descarga una aplicación en Android (todas propiedades de Google). Cuentan con otras alternativas para hacer que el mundo pueda reducirse a la web.

A principios de este mes comenzaron a transitar por Uruguay los vehículos de Google Street View. Son unas coquetas camionetas (una de ellas ya chocó en Montevideo) que usan cámaras de alta definición para que cualquier persona pueda realizar un recorrido virtual de una ciudad. De este modo, obtiene información (hasta de cómo es la fachada de nuestra casa) que ni Tabaré Vázquez, Obama o Stallman autorizaron.

Algo similar ocurre en otros terrenos más desconocidos para los simples mortales. En los últimos tres años Google adquirió 13 de las principales empresas de robótica avanzada. No se trata de robots aplicados para construir autos o trabajar en una industria. Al contrario. A veces son solo borradores en una hoja pero prometen ser quienes dominen el planeta del mañana.

¿Cómo es posible? Los robots, dicen los entendidos, son unos objetos muy poco inteligentes. A menos que uno los programe para detectar que delante suyo tienen una botella, ellos jamás sabrán qué objeto es ese tubo con tapita. Incluso si uno los entrena para que conozcan que eso es una botella, al cambiar de tamaño o color, ellos ya perderán toda referencia.

Por eso Google pretende una enorme base de datos con la que se pueda dar directivas a los robots. Esto se llama inteligencia artificial. Si los robots están conectados a internet —donde está esta información—, podrán captar a la perfección si están ante una botella o un plato. O, en casos más extremos, si deben dispararle al enemigo, entrar a salvar una vida en un terremoto, trepar una montaña o caminar sobre un campo posiblemente minado.

Hay más. Gran parte de la investigación académica en esta área es financiada por Google. El caso más emblemático es el equipo de la Universidad de Stanford, que reúne a prestigiosos docentes. Salvo por la iRobot Corporation y un tímido intento de Microsoft, en lo que refiere a robots súper-inteligentes, la multinacional no tiene competencia.

A tal punto es su poderío que la Agencia de Proyectos de Investigación del Ejército de Estados Unidos fue socio en gran parte de las invenciones que financió Google, aunque en el mundo de la robótica hablan de un divorcio posterior entre ambos. De esa forma, tal vez, Google demuestra su independencia.

Te miro.

Distinta es la situación cuando se habla de imágenes. Google debe bajar la calidad de las fotografías que toman sus satélites para que no cualquier usuario pueda aprovechar la información contra el ejército de Estados Unidos. Algunos enclaves, como bases en Medio Oriente, ni siquiera pueden ser captadas (o, mejor dicho, difundidas).

Hace un año el gigante compró una compañía que toma fotos desde el espacio. Para ello necesitó la aprobación del ejército de Estados Unidos. Más allá de cuestiones militares, esta adquisición es una poderosa herramienta. Google es capaz de saber cuántos autos hay en el estacionamiento de un supermercado y cuántos en la competencia, por mencionar un dato de utilidad comercial.

Eso sí, los accionistas de Google no tienen, al menos según las cláusulas, derecho a conocer este tipo de datos. El dinero que ellos obtienen se genera, mayoritariamente, por la venta de publicidad.

En los correos de Gmail o en los videos de YouTube, por ejemplo, figura la micro-publicidad; un pequeño renglón con un aviso. Tan diminuto que en el último trimestre significó U$S 16.000 millones de los ingresos de la corporación, según datos que publicó el viernes. En total recaudó en este período U$S 17.700 millones. Y mientras se posiciona como líder dentro de sus productos, su evolución no para. Fue fundado en 1998, 10 años después tenía su navegador y ahora hasta controla los electrodomésticos del hogar conectados a internet ("internet de las cosas").

En la era del conocimiento no hay Udelar ni Obama. "La gente termina decidiendo", entiende Carlos Caetano, presidente de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI). Como dice Tortolini: "Pretender el control en la era de internet es imposible". Y Google lo demuestra. En lo que demoró en leer esta nota recaudó U$S 240.000, en promedio. No en vano cotiza siete veces el PBI de Uruguay. Producción: Juan Pablo De Marco

SABER MÁS

Un romance que viene desde hace mucho tiempo atrás.

El acuerdo entre el Plan Ceibal y Google no es el primero que el Estado establece con la multinacional. "Varios organismos usan casilla de correo de Gmail", afirma Carlos Caetano, presidente de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información. De hecho, Antel tiene en la multinacional uno de sus principales socios. El gerente general de la empresa estatal, Javier Emicuri, está en Nueva York cerrando los detalles para el tendido de un cable submarino que unirá a Estados Unidos con Uruguay, teniendo por escala Santos, en Brasil. "Su puesta en práctica demorará unos tres años y tiene un costo estimado de US$ 90 millones", afirma el director por la oposición, Gustavo Delgado. No solo eso. Fuentes de la empresa pública confirmaron que Antel presta espacio en la nube para que, ante la repetición de una búsqueda en Google, no haya que pagar la conexión a un servidor extranjero y se pueda hacer a nivel local. De este modo Antel ahorra dinero. Más aún si se tiene en cuenta que en el último año el tráfico de datos por telefonía móvil aumentó 83%.

una mirada al gigante de la webTOMER URWICZ

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