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Expertos preocupados por los nuevos 290 pesticidas brasileños que pueden afectar a Uruguay

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Avión agroquímico
RG/RAB

AGROQUÍMICOS AJENOS

Bolsonaro autorizó 290 agroquímicos nuevos en siete meses, una cifra que asusta a expertos y autoridades uruguayas. De este lado de la frontera se preguntan qué impactos tendrán estos compuestos en el medio ambiente: prevén consecuencias en el suelo, el agua y la salud.

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Los pesticidas no saben de fronteras. La afirmación de Horacio Heinzen, profesor de Farmacognosia de la Facultad de Química, procura rebatir la idea de que todos los países son soberanos y cada uno aprueba los agroquímicos que quiere. Así funciona la legislación actual y los ministerios de agricultura de la región son independientes en este sentido, pero las consecuencias de estas aplicaciones nos afectan a todos. Una sustancia utilizada en Brasil puede terminar en un curso de agua uruguayo.

Esto, según Heinzen, ocurre todo el tiempo. La ciencia no es tan exacta como para determinar dónde fueron aplicados, pero el experto está seguro de que no todos los pesticidas que aparecieron este año en la lluvia en Paysandú fueron vertidos en ese departamento. Un estudio publicado en mayo en Búsqueda revelaba que se habían encontrado concentraciones bajas de agroquímicos en las gotas, por lo que los técnicos creen que se infiltraron en el ciclo del agua. Si bien fueron aplicados en la tierra, se evaporaron y alcanzaron las nubes, que pueden haberlos trasladado cientos de kilómetros.

En este contexto, una noticia que llegó de Brasil complica el panorama en Uruguay. El gobierno de Jair Bolsonaro aprobó en siete meses de mandato un total de 290 pesticidas. El País de Madrid informó que al menos siete de estos productos tienen como principio activo el sulfoxaflor, una sustancia que determinadas investigaciones científicas catalogan como responsable de la reducción de los enjambres de abejas.

Y si bien el Ministerio de Agricultura de ese país atribuyó la velocidad en las autorizaciones a una reducción en “la burocracia” en los procesos de registro, en la academia uruguaya miran con desconfianza estas nuevas medidas.

Heinzen explica: “Lo que sorprende de esto fue la rapidez con la que se autorizaron. Para registrar algo hay que evaluarlo muy concienzudamente, acá se hace así. Hay que estudiarlos mucho, ver sus composiciones, su estabilidad, su capacidad de degradarse. Todo eso lleva un tiempo por parte de la autoridad que evalúa y por más que algunos lo califiquen de burocracia, es lo que hay que hacer”.

Las autoridades no saben bien qué pasó en Brasil. Federico Montes, titular de la Dirección General de Servicios Agrícolas del Ministerio de Agricultura (MGAP), pidió información a sus pares norteños, pero aún no la recibió. Dice que está “expectante” por saber cuáles fueron las sustancias que se autorizaron, aunque a él también le llama la atención la rapidez con la que fueron aprobadas. Salvo que el gobierno anterior tuviera los permisos “en las gateras”, dice, es difícil que en tan pocos meses pudieran evaluar semejante cantidad.

Patria soberana.

La soberanía funciona así: Uruguay no tiene que conversar con sus vecinos antes de registrar un compuesto nuevo y lo mismo les pasa a los demás. Montes destaca que nuestro país, en relación con Argentina y Brasil, es el que menos principios activos autorizados tiene. De acuerdo con el registro del MGAP, aquí hay 2.032 pesticidas permitidos, aunque la inmensa mayoría corresponde a marcas comerciales que repiten moléculas y solo 250 son sustancias en sí mismas. La agencia brasileña informa en su página web que allí hay 645 químicos en uso; casi tres veces más que acá.

Tabáre Vázquez en la toma de mando de Jair Bolsonaro. Foto: AFP.
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, autorizó 290 nuevos pesticidas. Foto: AFP.

Entonces, ¿estamos condenados a recibir compuestos ajenos? Montes revela que en los próximos meses se reunirá el Consejo Agropecuario del Sur, en donde el titular del MGAP, Enzo Benech, podría cuestionar los registros brasileños. Para que eso ocurra, no obstante, deben enviarle la lista de los nuevos químicos autorizados y así hablar “con conocimiento de causa”. También se encontrarán los encargados de los registros de pesticidas de los países del bloque, un lugar en el que el director uruguayo espera hacer valer su opinión. Habrá que ver cuánto pesa la postura del socio más pequeño del grupo.

De hecho, Uruguay no utiliza ningún agroquímico prohibido en otros puntos de la región, pero esta “buena conducta” no siempre es correspondida: “Sí pasa a la inversa: que ellos —sobre todo Argentina y Brasil— registren algunos que nosotros no tenemos. El fiprodim, por ejemplo, está prohibido acá desde hace muchísimos años y en los demás países está completamente autorizado”, dice.

Pero tampoco es todo tan lineal. El clima en Brasil es muy diverso, por lo que desarrollan cultivos que por estas latitudes serían impensados. Pasa con las frutas tropicales, que requieren una cantidad importante de agroquímicos que en Uruguay no están permitidos. Por eso, advierte Montes, que los demás países tengan registros distintos no es malo de por sí; el problema aparece cuando los agroquímicos prohibidos en un sitio debido a su alta toxicidad se utilizan en otro.

“No puede haber asimetrías muy grandes”, sintetiza el jerarca. Además del tema sanitario y medioambiental, también hay que prestarles atención a los negocios. El Mercosur acaba de firmar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea —el paso previo al tratado— y resultaría “conveniente”, dice Montes, que se aunaran los criterios entre los países del bloque americano.

Por eso Uruguay promueve la creación de un grupo —integrado también por los demás socios— que armonice los pesticidas que se utilizan en toda la región. Esto recién comienza y por ahora no hubo demasiados avances, pero Montes confía que en algún momento funcione. “O producimos en sintonía con el ambiente y con la salud, o vamos a tener conflictos internos cada vez mayores. Yo creo que es evidente que tenemos que transitar un camino común”, asevera.

En ese sentido, Pedro Mondino, titular del departamento de Protección Vegetal de la Facultad de Agronomía, sostiene que los agroquímicos son “igual de nocivos para todos”, por lo que las prohibiciones de Estados Unidos y de la Unión Europea deberían tomarse más en cuenta en América Latina. “No existen razones por las que los consumidores uruguayos o brasileños seamos más resistentes a los plaguicidas que los alemanes o los suizos. Lo que pasa es que hay países que tienen normas más severas para proteger a sus consumidores y al medio ambiente”, señala.

Y agrega: “A veces se trata de sacarle importancia al hecho, como si la prohibición fuese no sé por qué. Te podés imaginar que ningún responsable de una institución de registro puede levantarse alunado un domingo de mañana y ponerse a prohibir plaguicidas. Si no hay fundamentos científicos para hacerlo, ¿por qué se haría? Si estuviéramos equivocados, las empresas harían juicios y se restablecería el uso de los productos”.

Mondino sugiere que los países del Mercosur —sobre todo ahora, luego del acuerdo de libre comercio con la Unión Europea— presten mayor atención a qué sustancias se aplican en el viejo continente. Según el agrónomo, si las mercaderías latinoamericanas no cumplen con los altos estándares de calidad europeos, serán rechazadas. Y no habrá tratado que las haga entrar.

Cursos contaminados.

Los dos ríos más importantes de nuestro país nacen en Brasil. A pesar de su nombre, el río Uruguay comienza en la falda de la Sierra del Mar, entre los estados de Río Grande del Sur y Santa Catalina. El río Negro, por su parte, empieza en Bagé, un municipio que limita con Rivera. Y esto preocupa a Pablo Galeano, bioquímico y docente de la Facultad de Química, quien integra un grupo de la Universidad de la República que estudia el impacto de la agricultura en el medio ambiente.

“Todos los problemas de cianobacterias por exceso de nutrientes que vimos este verano en nuestras costas tienen que ver con el uso de fertilizantes. Están asociados al modelo productivo de la cuenca del río Uruguay. Lo que llega a nuestra costa es el agua que viene del río Uruguay, que nace en una zona de Brasil de mucha agricultura. Todo lo que hagan ahí repercute acá”, afirma.

hombre aplicando agroquímicos
La aplicación de agroquímicos puede permear las capas del suelo. Fotos: Archivo El País

Otro impacto brasileño se siente luego de la siembra directa en la que se usan demasiados herbicidas. Las partículas que llegan a los cursos de agua —a nuestros ríos, por ejemplo, que nacen del otro lado— terminan contaminándolos. Galeano explica que eso ocurre en Bella Unión, donde la toma de agua del sistema de riesgo está en el río Cuareim, de origen norteño. Si esa agua tiene agroquímicos, sostiene el experto, las moléculas van a terminar en los cultivos uruguayos.

“En términos generales, estamos teniendo un problema importante con los cursos de agua y con los suelos”, agrega el bioquímico. Según él, que la producción agrícola brasileña sume nuevas sustancias va a agravar un panorama que, a esta altura, ya está “bastante complicado”.

Lo que más desvela a Montes, del MGAP, es que nuestros vecinos hayan aprobado pesticidas con alta estabilidad en agua. En esos casos, las moléculas demoran más tiempo en degradarse, por lo que permanecen durante años en ríos y arroyos. El jerarca dice que ese aspecto es uno de los que más “cuidan” en nuestro país antes de autorizar un nuevo compuesto químico.

Esto ocurre porque debajo de nuestro pies está una de las mayores riquezas del mundo: el Acuífero Guaraní. Esta inmensa reserva de agua dulce es compartida —Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay se la reparten— y Heinzen, de Facultad de Química, cree que los nuevos permisos pueden perjudicarla. Dice que es posible que los compuestos atraviesen todas las capas del suelo y contaminen el acuífero aun más. Si esto ocurre con frecuencia, advierte, las consecuencias serán irreversibles. “Sé que hay temas que resultan más acuciantes, pero la degradación del acuífero de verdad debería importarnos”, agrega.

A pesar de los llamados de atención, en el Ministerio de Agricultura de Brasil están tranquilos con la decisión. El mes pasado emitieron un comunicado en el que aseguraron que las nuevas regulaciones no significarán un aumento en el uso de pesticidas. También afirmaron que buscan darles a los productores "alternativas de control más eficaces y con menor impacto al medio ambiente y a la salud”.

“Lo que determina el consumo es la existencia o no de plagas, enfermedades o plantas dañinas. Los agricultores quieren usarlos menos en sus plantaciones pues los pesticidas son caros y representan el 30% de los costos de producción", agregaron en el comunicado.

La zona de Brasil con mayor incidencia de agroquímicos es el sur. Según un estudio elaborado por el Laboratorio de Geografía Agraria de ese país, el 67% de los padrones en Río Grande del Sur aplicaban pesticidas en 2017. Esto equivale a más de 285.000 establecimientos agropecuarios, en comparación con los 297 que los usan en Amapá, en la frontera con Guyana Francesa.

Río Grande del Sur es, además, el tercer estado productor de soja del país. El primer lugar lo ostenta Mato Grosso, próximo a la frontera con Bolivia, y le sigue Paraná, cerca de Paraguay. Este cultivo es uno de los que demanda más cantidad de plaguicidas.

Inundación de veneno.

Green Peace fue una de las organizaciones que se pronunció luego del anuncio en Brasil. En un comunicado, los defensores del medio ambiente señalaron: “Podemos producir sin agrotóxicos, en equilibrio con el medio ambiente y respetando la salud de las personas. Pero las decisiones del gobierno sobre el asunto ignoran esto y ponen al pueblo brasileño en riesgo”. Según los activistas, Bolsonaro se propone “inundar de veneno” el país.

A Mondino, de Facultad de Agronomía, le preocupa que la mayor disponibilidad de agroquímicos del otro lado de la frontera fomente el contrabando. Dice que esto ya ocurre, sobre todo en los departamentos próximos a Brasil, donde los productores acceden a sustancias que de este lado están prohibidas.

Además, el experto asegura que los cultivos que presentan moléculas que no están autorizadas en nuestro país no pueden ser exportadas, ya que este es uno de los puntos que revisan en el extranjero. “Deberían empezar controles muy fuertes en las fronteras. Que todo esto exista del otro lado es una tentación”, agrega.

Por su parte, Montes, del MGAP, hace hincapié en que las nuevas autorizaciones brasileñas no repercutirán en los registros uruguayos. El jerarca explica que no piensan flexibilizar el criterio porque el gobierno de Bolsonaro lo haya hecho. Para él, el modelo productivo debe cambiar: “Seguimos haciendo énfasis en buscar alternativas mas sustentables. No vamos a dar marcha atrás”.

Las consecuencias, sin embargo, no tienen por qué ser tan evidentes como plantean en Green Peace. Heinzen, de Facultad de Química, hace hincapié en que el viento del norte viene “todo desde Brasil”, por lo que es probable que algunas moléculas viajen a nuestro país de forma casi imperceptible. También pueden colarse en el ciclo del agua y precipitar sobre tierras uruguayas sin que hayan sido aplicadas acá.

NUEVA POLÍTICA

Bolsonaro, el presidente sin interés ambiental

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha dejado en claro que la protección del medio ambiente no es una prioridad para él. La reciente aprobación de 290 pesticidas fue una de las señales, pero también tomó otras medidas que van en el mismo camino. El mandatario puso en duda las cifras oficiales sobre destrucción de bosques que elaboran las propias organizaciones gubernamentales, amenaza con desmantelar reservas indígenas y no declaró nuevas áreas protegidas. También sostuvo: “Cuando se acaben las materias primas, ¿de qué vamos a vivir? ¿Nos vamos a hacer veganos? ¿Vamos a vivir del medio ambiente?”. Durante la campaña había anunciado que retiraría a Brasil del Acuerdo de París, algo que no ha concretado.

En ese sentido, el bioquímico Galeano recuerda que en Rivera hubo vecinos que se quejaron porque del otro lado de la frontera fumigaban con avionetas en los establecimientos arroceros. Los químicos se propagaban con rapidez, pero los efectos sobre la salud humana eran difíciles de comprobar porque en nuestro país no hay forma de medirlos. No obstante, la Organización Mundial de la Salud ya clasificó al glifosato, uno de los pesticidas más utilizados, entre los productos más cancerígenos.

Pese a que las facultades de Química y Medicina propusieron realizar investigaciones en conjunto, recuerda Galeano, no cuentan con el equipamiento necesario. Para él, deberían estudiar a la gente que vive próxima a los cultivos o a los cursos de agua, y analizar qué incidencia de patologías respiratorias, de piel, oncológicas y hormonales tienen.

Mientras los uruguayos no sean analizados será difícil saber qué generan estos químicos en su salud. Los estudios médicos, insiste Galeano, podrían utilizarse como prueba a la hora de pedirles a otros países que restrinjan su uso.

Foto: AFP
Casi toda la soja del mundo es transgénica. Foto: AFP
EL NÚMERO UNO

Brasil, un país que se dedica a exportar soja al mundo

Brasil es el principal exportador de soja del mundo. El gigante norteño está a punto de quitarle el puesto de mayor productor de este cultivo a Estados Unidos, de acuerdo con un estudio del Departamento de Agricultura de ese país. El informe estima que este año se cosechen 123 millones de toneladas de esta semilla, que es muy demandada en el mercado asiático. Hace seis años que Brasil superó a su principal rival en las exportaciones, cuando las tensiones entre Estados Unidos y China crecieron. Según el informe, los brasileños aprovecharon esta coyuntura y lograron colocar su producto en el país asiático. Pedro Mondino, director del departamento de Protección Vegetal de la Facultad de Agronomía, explica que la soja es uno de los cultivos que requiere más cantidad de agroquímicos, por lo que esta tendencia significa un uso intensivo de estos compuestos. El experto revela que debido a la porción del territorio sembrada, la cantidad de sustancias que se utilizan es “impensada”. Los agroquímicos más usados en la soja son los herbicidas y entre ellos se destaca el glifosato. Esta sustancia no se aplica sola sino que suele venir acompañada de coadyuvantes. Estos compuestos permiten que el glifosato sea absorbido por la planta con mayor facilidad, pero diversos estudios científicos demostraron que estas moléculas son aún más tóxicas que el glifosato. Además de los herbicidas, los cultivos de soja requieren de insecticidas y fungicidas, que atacan los hongos. La mayor parte de la soja del mundo es transgénica.

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