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Enfermos de acumulación

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El principal problema que tienen las personas que padecen síndrome de Diógenes o de Noé es que recaen al poco tiempo. Foto: Francisco Flores

Síndrome de Diógenes y de Noé

Viviendas llenas de animales y de basura son un problema para las intendencias, que arman costosos operativos de limpieza a cuenta de los contribuyentes. Como los protagonistas suelen negarse a ponerle fin a su hábito, el proceso demora y puede involucrar a un juez.

Claudia empezó a acumular aves en su balcón hace 10 años. Encontró a la primera paloma tirada en una esquina, muy lastimada y al borde de la muerte. Había sido utilizada durante un embrujo, por lo que tenía las alas rotas y estaba llena de sangre. Al principio dudó qué hacer, no sabía cómo cuidarla y tampoco estaba segura de que en su pequeño apartamento de Ciudad Vieja hubiera lugar para recibirla. Pero la lástima pudo más, así que se sacó el abrigo y la envolvió entre la ropa.

Metió el ave en el edificio sin que nadie se diera cuenta, le dio calor con bolsas de agua caliente y la salvó. Compró los antibióticos que necesitaba y la llevó varias veces a la veterinaria, hasta que volvió a volar. Claudia se había encariñado con ella, se había transformado en su compañía y sentía que habían construido una relación porque, asegura, "estos bichos son muy inteligentes". Con mucho dolor, decidió liberarla y su balcón quedó libre un tiempo, pero unos días más tarde encontró otra paloma lastimada.

"Sentía que el destino me las ponía ahí para que las cuidara. No puedo ser indiferente ante el sufrimiento del otro y mucho menos ante el sufrimiento de un animal. Siempre fui muy bichera", dice. Entonces su casa se volvió un hospital de aves. Ahora tiene 20 palomas con distintas enfermedades, que ella cura con mucha paciencia y afecto.

Claudia repite que el amor por los animales la llevó a acumularlos. Sin embargo, en la Intendencia de Montevideo consideran que su apartamento no es un hospital sino "un foco de insalubridad". Las palomas son portadoras de enfermedades que afectan a los humanos, como la salmonelosis, una infección bacteriana que genera fiebre, diarrea y náuseas. También contagian clamidiosis —que provoca cuadros similares a los de la neumonía— o criptococosis, que se manifiesta en las personas como una meningitis.

Pero Claudia asegura que nunca se contagió de nada de eso. "Algunas tienen viruela, otras tienen una enfermedad que les deja el cogote torcido. Pero a mí nunca me pasó nada", aclara.

Entre las palomas que viven allí y las que todos los días van a comer, el balcón en Ciudad Vieja es el hogar de 50 pájaros. Todas las semanas compra sorgo, trigo, aserrín, producto para combatir los piojillos, medicamentos, ración para las mascotas y pipetas para desparasitar. Sus palomas duermen en jaulas que ella armó con sus propias manos.

Los domingos limpia la vereda, que suele ensuciarse con excremento. Y si bien nunca recibió una denuncia ante la IMM por problemas de salubridad, prefiere utilizar un nombre falso en esta nota. Tiene miedo de que algún día se lleven sus animales e incluso llegó a consultar a un "fiscal amigo", quien le dijo que no tendría problemas porque las aves están en su propiedad.

La IMM no actúa si no hay denuncias, por lo que los inspectores no fueron notificados del caso de Claudia. Verónica Cousillas, directora del área de control sanitario, cuenta que cada año realizan al menos seis procedimientos en los que deben allanar casas a raíz de focos de insalubridad. Si bien se trata de propiedad privada, la falta de higiene termina afectando a terceros. Además de la aglomeración de animales, los "basurales privados" preocupan a las autoridades.

Es que la gente como Claudia, que acumula cosas de forma compulsiva, es un dolor de cabeza para las intendencias.

Los operativos se realizan en todo Montevideo. Cousillas afirma que el síndrome de Diógenes —que se caracteriza por guardar objetos de forma obsesiva— "es lo más solidario que hay", ya que afecta a personas de cualquier clase social. Esta gente amontona ropa, cajas, bolsas de basura, escombros, plantas, vehículos, entre otros desperdicios. A su vez, la enfermedad puede venir acompañada del síndrome de Noé, que implica acumular animales.

Esteban Acosta es especialista en estos trastornos. El médico afirma que "no hay ningún edificio de Montevideo en los que no viva un acumulador", para diferenciarlo del síndrome de Diógenes. Una cosa, según él, es guardar muchos objetos con valor afectivo y otra, muy distinta, es apilar basura. El psiquiatra explica que tanto el Diógenes como el Noé son fenómenos que se desprenden de otras patologías, como la esquizofrenia o la demencia.

Aquellos que viven cerca de estas personas, que ya no soportan la falta de higiene, suelen hacer la denuncia en la Defensoría del Vecino, que enseguida la pone en conocimiento de la intendencia. Si la persona se niega a que le limpien la casa se precisa la orden de un juez que autorice un allanamiento, por lo que el procedimiento puede demorar hasta un año. Cuando reciben el permiso, un inspector municipal revisa el terreno para calcular cuántos obreros y cuántos camiones necesitarán en la recolección.

Acosta critica la manera en la que se maneja la intendencia porque, a su juicio, los procedimientos deberían ser mucho más rápidos. Según él, "la burocracia estatal solo fomenta la formación de basureros", que deberían ser erradicados con velocidad porque son focos de otras enfermedades. "La IMM envía cedulones mientras las ratas crecen. Lo que no entienden es que la gente se aferra a estas porquerías como se aferra a su delirio; no hay que tener compasión", agrega.

Otro problema en estos casos es que las personas, debido a la enfermedad que padecen, no se dan cuenta de que están acumulando basura. A veces llegan incluso a darles un valor simbólico a los desperdicios. La higiene personal también se descuida y los pacientes se hunden en el abandono, sobre todo porque no hay ningún familiar cercano que los ayude. El aislamiento, entonces, contribuye a la formación del basurero.

La única manera de tratar estos síntomas, explica Acosta, es controlando la patología de base. Si bien en el hospital Maciel hay un consultorio especializado en acumulación, allí van los pacientes que no pueden desprenderse de los objetos con valor afectivo. En los casos de Diógenes y Noé, los tratamientos deben tener en cuenta la enfermedad que desencadenó esa conducta compulsiva.

Además de un trastorno psiquiátrico, la acumulación puede ser un costoso problema de convivencia. Ana Agostino, titular de la Defensoría del Vecino, dice que actualmente hay cuatro casos en Montevideo que todavía no se resolvieron. Explica que los líquidos que desprenden los desperdicios acumulados dañan los cimientos de las viviendas, por lo que también se genera un daño estructural.

Y si bien el problema de acumulación no parece estar creciendo, sí persiste.

El principal problema que tienen las personas que padecen síndrome de Diógenes o de Noé es que recaen al poco tiempo. Foto: El País
Foto: El País

Muralla contra ataques.

La IMM no tiene funcionarios especiales para los operativos y debe pedirle apoyo al equipo de limpieza de playas. Los obreros utilizan un mameluco impermeable, guantes de goma y lentes. Pero los procedimientos solo se hacen en invierno, cuando los funcionarios no están en las costas, por lo que los problemas que surgen en verano deben esperar un poco más.

Según Cousillas, cada situación es distinta. Este año hubo cuatro intervenciones y todavía falta una en el Centro, que no concretó porque el hombre se niega a que entren a su casa.

El último procedimiento fue en setiembre, en el Cerro, y los obreros sacaron 57.200 kilos de basura. Un señor mayor armaba "una muralla para evitar ser atacado", por lo que llevaba bolsas de los contenedores y las apilaba contra la calle. El operativo requirió dos días y 14 camiones de recolección, que debieron hacer unos cuantos viajes para trasladar los desperdicios a la usina de Felipe Cardoso.

"La reacción de las personas depende mucho del caso. Vamos hablando, tratamos de convencerlos de que es una mejoría para ellos. Pero nos ha pasado que no estén de acuerdo y siempre hay una ambulancia durante los operativos, que los traslada al hospital Vilardebó para que reciban tratamiento", agrega Cousillas.

Los apartamentos son los lugares más difíciles de limpiar, ya que no pueden utilizar máquinas y deben recolectar todo a mano. Uno de los procedimientos de este año fue en el Centro, donde un hombre acumulaba 6.200 kilos de ropa y cajas. Nueve obreros trabajaron un día entero en el lugar y bajaron por las escaleras las bolsas repletas de residuos.

La normativa expresa que los implicados deben hacerse cargo de los gastos de la recolección, pero Cousillas revela que eso no ocurre. La mayoría de las personas con síndrome de Diógenes son mayores, no tienen contacto con sus familias y están endeudados. "Si la intendencia les cobrara antes de la limpieza, todavía estaríamos esperando", explica. Y si bien no tiene el desglose de cuánto cuesta cada operativo, estima que son "unos cuantos miles de dólares".

Otro problema al que se enfrentan las autoridades es la falta de lugares adonde llevar a los animales rescatados. Cuando existía la perrera, el Ministerio de Salud Pública tenía un lugar reservado para ellos. Ahora dependen de la buena voluntad de los refugios.

"Tenemos muchas denuncias por tenencia de animales en exceso, que es catalogado como síndrome de Noé. Pero más que la intimación y la multa, no podemos hacer mucho porque no tenemos a dónde llevarlos, admite Cousillas.

Y en los refugios están cansados. Juan Echevarría, director de Animales sin hogar, dice que los perros son animales muy caros de mantener, por lo que ya no pueden recibir más. De hecho, después del realojo de los vecinos del asentamiento Isla de Gaspar, su equipo se llevó 48 perros y 91 gatos. La mayoría de los felinos tenía sida, lo que implicó tratamientos caros y especiales. Esa intervención le costó a la ONG US$ 8.000, que no recibió ni un peso de parte de la intendencia.

"Es un gran vacío que tiene la IMM. Hemos visto casos de síndrome de Noé en los que la gente tiene 20 perros y 40 gatos atados, metidos en tuppers", asegura. Años atrás, la IMM se ponía en contacto con ellos y les preguntaba si contaba con infraestructura suficiente como para recibirlos. Los gastos siempre corrían por cuenta del refugio.

"Si me ofrecen perros, voy a decir que no", dice. "Gatos podría llegar a pensarlo, aunque no estoy seguro".

Un pichón chiquito que se volvió un hijo

Al balcón de Claudia llegan 50 palomas todos los días. Foto: Francisco Flores
Al balcón de Claudia llegan 50 palomas todos los días. Foto: Francisco Flores

Los animales de Claudia no tienen nombre, si bien hay uno al que prefiere sobre los demás. Se trata de un pichón con problemas de crecimiento, que nació en su casa producto del "noviazgo" de otros huéspedes. Al pequeño le costaba caminar, tampoco comía solo y estaba destinado a morir. Pero ella le dio un tratamiento especial, le preparó un nido en su cocina y logró que se recuperara. A esa paloma chiquita la llamó Enanito.

Con Enanito se dan besos en la boca. Ella dice que es una señal de cariño, porque se transformó en su madre. Él tiene permitido entrar a su casa, por lo que puso diarios en algunos estantes para que pueda apoyarse. Se lleva bien con los tres gatos y el perro que están allí, un apartamento de un dormitorio en el que conviven al menos 25 animales.

En el lugar no hay olor feo y Claudia dice que procura mantener la higiene. No deja que los animales entren a su cuarto y tienen un depósito bajo techo, cerca del balcón, en el que duermen.

A ella le gustaría mudarse en algún momento, pero no sabe qué hacer con ellos.

El problema de la recaída inmediata y cómo evitarla

El principal problema que tienen las personas que padecen síndrome de Diógenes o de Noé es que recaen al poco tiempo. La manera de evitarlo, explica el presidente de la Sociedad de Psiquiatría Biológica, Fredy Da Silva, es dándoles el tratamiento que necesitan para su enfermedad de base. Además, sostiene que se debe intentar recuperar los vínculos, para que un familiar pueda lograr que la persona no aglomere objetos.

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