Publicidad

Emboscadas, tiros y supervivencia: así es la escuela para los militares uruguayos que van a misiones

Compartir esta noticia
Entrenamiento para misiones de paz. Foto: Enopu.

PAZ EN ZONAS DE GUERRA

Para miles de soldados uruguayos ir al Congo o a otras misiones significa una compensación económica imposible de desaprovechar. ¿Pero cómo se preparan antes de viajar?

Este contenido es exclusivo para nuestros suscriptores.

Las recientes protestas civiles en el este del Congo, que exigían más acción de parte de los cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y terminaron con decenas de muertes y heridos, muestran un nuevo costado del conflicto que se vive allí. En un país despedazado por facciones guerrilleras de todo tipo, surgió la insatisfacción con las misiones de paz, de las que Uruguay participa con sus soldados. Si bien estas protestas no afectaron directamente a los militares uruguayos sino a algunos colegas extranjeros, son parte de los imprevistos que —se sabe— podrían enfrentar en algún momento. Por eso, se abre la pregunta de cómo se preparan los efectivos para asistir a estas zonas desde un país en el que no hay guerras y en el que la principal hipótesis de conflicto en la formación militar gira alrededor del narcotráfico.

La respuesta está en la Escuela Nacional de Operaciones de Paz del Uruguay (Enopu). Su sede está en el edificio del Cuartel de los Treinta y Tres, en pleno Cordón. Y, a primera vista, no parece un sitio con suficiente espacio como para formar y entrenar a los más de 1.000 militares que anualmente van a misiones al exterior, la gran mayoría al Congo.

Escuela Nacional de Operaciones de Paz. Foto: Leonardo Mainé.
La Escuela Nacional de Operaciones de Paz tiene su sede central en el edificio del Cuartel de los Treinta y Tres. Foto: Leonardo Mainé

“Esta experiencia (en zonas de conflicto) es lo más cercano a la aplicación de los conocimientos aprendidos”, dice a El País el teniente coronel Luis Benavides, director de la escuela. “Somos profesionales de las armas y nos preparan para eso. Nos preparamos con determinadas tácticas y técnicas para situaciones bélicas que acá no tenemos”.

—¿Pero acá en la escuela se llega a preparar para ir a situaciones de guerra?

—Si bien hay veces que las fuerzas uruguayas han tenido que enfrentar emboscadas, se aplican las medidas preventivas. La formación para el ambiente operacional real de guerra en Uruguay solo se aplica en las fronteras y está más dedicado al narcotráfico -responde Benavides-. En Siria, por ejemplo, uno está permanentemente expuesto. En el Congo fuimos a pueblos donde varios grupos guerrilleros estaban cometiendo delitos contra los derechos humanos y hubo que enfrentarlos.

Hoy la escuela imparte once cursos. Los dos principales se enfocan en oficiales y contingentes en misiones de paz, destinados a lo que se denomina “militares expertos en misión”. Además, hay cursos más específicos, como los que se dictan a los observadores militares o los que preparan para la protección de civiles, de niños y mujeres.

“La doctrina militar, los manuales y la formación que damos en la Enopu, en nuestro país, se adaptan a lo que pretenden las Naciones Unidas”, explica Benavides. Dichos manuales se elaboran con los conceptos y experiencias aportados a la ONU por los primeros 20 países con más participación entre todos los que forman parte de las misiones de paz. Uruguay está en el número 17 de esa lista.

Lo que Benavides denomina doctrina es la forma en que se instruye al personal militar. Si bien las Naciones Unidas tienen una doctrina única, a la que Uruguay y cualquier otro país debe adaptarse para integrar las misiones, no es exactamente la misma que se enseña aquí. En términos generales, la doctrina uruguaya se corresponde con la de Estados Unidos y la de Gran Bretaña, mientras que por otro lado está la doctrina militar rusa y la china, según explica el director de la escuela.

Luis Benavides, director de la Escuela Nacional de Operaciones de Paz del Uruguay.
Luis Benavides, director de la Escuela de Operaciones de Paz del Uruguay. Foto: Leonardo Mainé.

Uno de los principales motivos para ingresar a los cursos y proponerse en forma voluntaria para ir a las misiones de paz es el económico, claro: la compensación que paga la ONU por la dedicación completa durante un año.

La base es de 1.428 dólares mensuales por efectivo. El único requisito es tener una antigüedad mínima de dos años en las filas del Ejército, la Armada o la Fuerza Aérea. El manejo de inglés solo se exige a los oficiales que van a cargo y también a quienes se proponen como observadores militares (figuras que asisten desarmadas a zonas de conflictos, cuya tarea es recabar información y reportar al país o a las Naciones Unidas). Los cursos se dividen en tres etapas y su cronología se marca en números negativos, restando los días que van quedando para la partida. Se trata de una cuenta regresiva para el despliegue de las tropas.

El filtro.

La primera fase empieza seis meses antes (o día menos 180, como le dicen ellos) cuando se selecciona y organizan las compañías en distintos puntos del país. A estas compañías se les ofrecen, en palabras de Benavides, “aspectos básicos de entrenamiento” y se les realizan chequeos médicos que ofician de filtro. La hipertensión, la diabetes y hasta los problemas de dentadura pueden eliminar a un candidato o candidata.

Según Benavides, este primer proceso ya fomenta la preparación física y personal de cada persona. La particularidad es que transcurre por completo en el lugar donde se desempeña cada militar.

Cuatro meses antes, o en el día menos 120, empieza la formación en la escuela. Esta es para los tenientes y oficiales que operarán como líderes de los grupos. Se trata de unos 60 oficiales que luego replicarán lo que aprendan allí. Las clases toman módulos de entrenamiento aportados por las Naciones Unidas, a los que se les agrega la experiencia uruguaya.

Cuando quedan tres meses para la partida, los líderes de grupos van a los campos donde se hacen maniobras, ubicados en Tacuarembó, Minas y en el litoral. Durante seis semanas harán entrenamientos colectivos que incluyen simulacros de situaciones de combate y escolta de convoys. También realizarán entrenamiento de tiro y de manejo de vehículos y practicarán técnicas de supervivencia y reanimación, estudiarán cómo enfrentar emboscadas y practicarán el uso de dispositivos como sensores térmicos y visores nocturnos. “En esta etapa, lo que se pone en práctica es la unidad de los grupos y equipos”, comenta Benavides.

Entrenamiento para misiones de paz. Foto: Enopu.
Entrenamiento para misiones de paz. Foto: Enopu.

Pero, a pesar de que las armas y vehículos con los que se practica en Uruguay son los mismos que se utilizarán en cada destino, la realidad es distinta al simulacro. Y muchas veces sorprende una vez que se atraviesa el día cero, se llega al destino y se empiezan a vivir diferentes situaciones.

En la experiencia del cabo Matías Cardozo. ¿, por ejemplo, cada misión es diferente e implica un aprendizaje, aunque se apliquen los conocimientos aprendidos en Uruguay. Cuando la misión tiene como objetivo proteger civiles y evacuar una zona, se empieza con reuniones con los jefes de la villa para comprender las necesidades específicas de sus pobladores. Para luego actuar.

“En 2012 nos enfrentamos a una situación inesperada cuando el convoy en el que me encontraba fue atacado”, recuerda Cardozo, a modo de ejemplo. “Los rebeldes en la zona nos exigían que dejáramos los materiales de logística que teníamos cargados sobre camiones. Como resultado destruyeron un puente por el que teníamos que pasar, para bloquearnos. La decisión que se tomó fue bajar de los vehículos y brindar seguridad a quienes tuvieron que construir un segundo puente, adaptado con restos de madera. Y por encima de eso tenían que pasar nuestros tanques Mowag. Al final, la decisión que tomamos fue la correcta”.

Entrenamiento para misiones de paz. Foto: Enopu.
Entrenamiento para misiones de paz. Foto: Enopu.

Niñas, mujeres y abusos.

Uno de los cursos que brinda la escuela es el de los pelotones de enlace, o lo que la ONU denomina como engagement platoons. Esta es la parte de los cascos azules que se ocupa de vincularse más estrechamente con la población civil, entablar diálogos y conocer a la gente de cada pueblo. De acuerdo a Benavides, Uruguay ya ejercía una práctica más o menos parecida en la vida cotidiana en el Congo, aunque sin una denominación.

La particularidad de estos pelotones es que, por mandato de la ONU, deben tener integración paritaria de hombres y mujeres. Esto los diferencia con el resto de los pelotones y dotaciones, en los que la presencia masculina es abrumadoramente mayor. Según datos brindados por la misma escuela, de los 1.039 efectivos que Uruguay tiene desplegados en distintos destinos, 981 son varones y solo 58 mujeres.

“Esto responde a que el porcentaje de integrantes femeninos en las Fuerzas Armadas en general es muchísimo menor al masculino. Cuando se hace un llamado para misiones de paz no se establece un cupo por género”, explica Benavides. “Es cierto que hoy en día tenemos mujeres combatientes, que van como fusileras y no administrativas. Por otro lado, muchas no se anotan para las misiones por el tema de los hijos y del arraigo familiar, según un estudio que se hizo internamente. Es importante aclarar que Naciones Unidas siempre está preponderando la participación de mujeres y apuntan a que se incremente su presencia”.

Otro de los cursos que imparte la escuela es el que trata sobre la protección infantil, que funciona con la referencia de una ONG británica llamada Keeping the children safe. Para Uruguay se trata de un compromiso de Estado, según Benavides, y por eso dentro de los cursos hay módulos específicos sobre protección de civiles, mujeres y niños.

En este marco, hay una pregunta que se torna inevitable: ¿en los cursos se habla de las 47 denuncias de abuso y explotación sexualpor parte de efectivos nacionales en misiones de paz? Dentro de esas denuncias, hubo al menos cuatro casos de paternidad confirmada por pruebas de ADN, según publicó el diario El Observador en noviembre pasado.

“No puedo hablar de esos temas”, responde Benavides. “Nosotros en los cursos damos lo mandatorio de las Naciones Unidas y dentro de esos módulos están los relacionados a protección a las mujeres y a los niños. Y hay clases específicas de protección de abusos”, agrega, e insiste: “Sobre esos casos no puedo entrar en opiniones”.

MISIONES DE PAZ

Uruguay está en el puesto 17

De acuerdo al ranking de contribuciones por país, elaborado por la Escuela Nacional de Operaciones de Paz del Uruguay (Enopu) en marzo de este año, Uruguay está en el número 17. Los primeros cinco países en aportar militares a misiones de paz son Bangladesh, Nepal, India, Ruanda y Pakistán. En el resto de la lista llama la atención la ausencia de las grandes potencias militares, como Estados Unidos o Rusia. Dichos países no participan con tropas de paz en estas misiones.

En 1994 se creó el Sistema Nacional de Apoyo a las Operaciones de Mantenimiento de la Paz, en Uruguay. Hasta ese momento siempre se tenía al Ejército como eje. Eso se amplió en 2011, cuando se inauguró la Escuela Nacional de Operaciones de Paz, abierta a las tres armas, la Policía y a civiles.

Formación y conflictos.

En este momento Uruguay participa con tropas, observadores militares o participantes policiales en geografías y conflictos tan disímiles como Colombia, Congo, República Centroafricana, Abyei (Sudán), Altos del Golán, península del Sinaí, Cachemira y Líbano. La formación básica que imparte la Enopu es la misma para todos los destinos, aunque luego cada contingente, cada observador militar o policial designado recibe una preparación y referencias extra, acordes al destino.

“Yo estuve en Altos del Golán y es una zona muy inestable, por tratarse de Medio Oriente, entre Siria e Israel”, cuenta Benavides. “Ahí no tenemos contacto con la población local porque actuamos bajo el capítulo 6 de la carta de las Naciones Unidas. Esto quiere decir que solo reportamos o actuamos en defensa propia, no colaboramos con las fuerzas armadas del lugar. En el Congo, por otro lado, estamos presentes bajo los criterios del capítulo 7, que nos autoriza a proteger a la población civil y a colaborar con las fuerzas locales”.

Altos del Golán es una meseta de unos 1.800 kilómetros cuadrados, de los que cerca de un tercio están ocupados por el ejército de Israel. De esa zona solo 235 kilómetros están bajo control de las Naciones Unidas y lo demás es de soberanía siria. La disputa consiste en el reclamo de que el territorio es sirio bajo ocupación israelí.

“En Altos del Golán, estamos en medio de dos países en conflicto que frecuentemente tienen ataques con misiles o aviones. En general lo que se vive ahí es como una tensa calma, porque no hay relaciones diplomáticas entre ambas partes. Se trata de alturas estratégicamente muy importantes que a cada parte le darían ventaja adicional sobre el enemigo”, indica el director de la escuela.

La formación y las armas de las que provienen los militares se adaptan parcialmente a los destinos y a las tareas a cumplir.

Así, por ejemplo, los policías que reciben cursos en la Enopu no van al Congo, sino que actúan como observadores en Colombia. En el Congo hubo una compañía de la Armada durante un tiempo cuando se la precisó para patrullar los ríos, pero hoy no hay personal de ellos. La Fuerza Aérea tiene un poco más de presencia en ese país porque hay dos helicópteros. En Siria y en el Congo las tareas consisten principalmente en patrullaje, tanto a pie como en vehículos blindados, por lo que la inmensa mayoría del contingente es del Ejército.

El túnel del tiempo.

El soldado Marcos Silva tiene una larga experiencia en misiones de paz, ya que empezó en 2001, cuando Uruguay inició sus actuaciones en el Congo. Ese año fue allí con una compañía de fusileros, en tiempos en que la comunicación con su familia era muy esporádica, mediante cartas o por el sistema de phone patch, un aparato de radio que permite conectarse a la red telefónica.

“Como las demoras en los envíos postales eran monstruosas, llegué a recibir mi propia carta en casa, cuando ya había regresado. Cuando en 2004 fuimos a Haití, había un celular cada 40 hombres y nos teníamos que turnar para hablar un poco”, recuerda.

Más allá de esa parte de la comunicación y la distancia, Silva relata que aplicaba los conocimientos de la Escuela en forma intuitiva según las circunstancias que fueran estallando ante ellos.

Entrenamiento para misiones de paz. Foto: Enopu.
Entrenamiento para misiones de paz. Foto: Enopu.

En Haití, por ejemplo, donde oficiaba como intérprete de francés y creole, cosa que le permitía tener mayor cercanía con los civiles, enfrentaron muchas situaciones imprevistas.

Una de ellas fue tener que rodear una ciudad y allanar casa por casa hasta dar con un delincuente al que se perseguía. Otra situación imprevista fue la de participar de la ayuda humanitaria en medio de huracanes o epidemias de cólera.

“Fui cinco o seis veces a Haití y cada vez me tocó un desastre”, dice este soldado. En uno de esos viajes él y el Ejército debieron actuar en conjunto con Médicos Sin Fronteras para sacar gente de la ciudad de Gonaives, que había desaparecido por completo bajo el agua.

Hay militares que llegan a cumplir siete u ocho misiones. Benavides, sin ir más lejos, fue a cuatro, tres en África y una en Siria. Lo claro es que, más allá del bagaje de cada uno, los procesos de educación en la Enopu se deben volver a realizar ya que tienen vigencia limitada y las doctrinas y experiencias van evolucionando.

Ahora bien, tal vez por influencia del cine, estas experiencias en zonas de conflicto bélico pueden ser asociadas a primera vista con el llamado estrés postraumático. Sin embargo, los testimonios coinciden en que la vivencia de los cascos azules, a pesar de situaciones tensas e incluso de algunas muertes, no implica tal cosa.

Como es un trabajo voluntario, hay ocasiones en que un efectivo abandona la misión a medio camino por emergencias familiares. Eso sí, en tales caso el regreso de la persona es pagado por él mismo. El principal problema está en la distancia con las familias, desde ya.

Benavides recuerda que su padre participó de la primera misión de paz uruguaya, en Camboya, a comienzos de la década de 1990. En aquel entonces se comunicaban con el ya mencionado sistema de phone patch. Y a veces, muchas veces, se daban diálogos como el siguiente:

—¿Cómo estás papá?, cambio —decía él.

—Bien, cambio —le respondía su padre—. Hijo, te quiero mucho.

—No entendí, cambio —agregaba él porque el audio era malo.

Entonces el operador telefónico, que había estado escuchando toda la conversación, intervenía:

—Dice que lo quiere mucho.

ESTRATEGIA

Un campeonato de fútbol para liberar rehenes

“El Ejército ha invertido en preparar a los soldados en todos los rubros, incluso por las comisiones que se han creado sobre violencia de género y la discriminación”, dice el soldado de primera Luis Neim. “Ha crecido mucho en todo eso”, afirma. En su caso, participó de un procedimiento improvisado para vincularse con los habitantes de Pinga, un pueblo acosado por una facción rebelde en Congo. Los uruguayos montaron un campeonato de fútbol para acercarse a la gente y ampliar la comunicación, de modo de poder negociar la liberación de algunos rehenes.

Nada de esa estrategia había sido directamente planteado en los cursos en Uruguay. “Si lo vemos como herramienta improvisada para poder sofocar una situación, fue inesperada”, reconoce, “pero fue la manera de hacer contacto con el grupo guerrillero y negociar una liberación. Y a la vez, en eso que nació con el fútbol, el Ejército recabó información que tuvo mucho que ver con la captura del criminal de guerra Ntabo Ntaberi Cheka, denunciado por los periodistas uruguayos Armando Sartorotti y Álvaro Carballo” y el español Julio Alonso.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad