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El día en que Uruguay olvidó su austeridad

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Foto: Fernando Ponzetto
TURISTAS DESEMBARCANDO DE CRUCEROS EN PUNTA DEL ESTE, CRUCERISTAS, VERANO, FOTO PONZETTO, ND 20100105 - FERNANDO PONZETTO / DIARIO EL PAIS D:\Users\npereyra\Desktop\326017.JPG
FERNANDO PONZETTO / DIARIO EL PA

Una alfombra azul en la bienvenida, fotógrafos esperando cazar famosos, una petit mansión en el corazón de la Buenos Aires más tradicional y una misión diplomática para abrir oficialmente la nueva temporada turística. El Uruguay vestido de etiqueta le presenta su verano al mundo.

A las siete y media de la tarde, puntualmente y con la etiqueta diplomática que nos envolverá a todos a lo largo la noche, se abrieron las puertas de esta petit mansión, patrimonio arquitectónico de Buenos Aires, proyectada por el arquitecto húngaro Gyorgy Kálnay en 1937 y que hoy es la residencia oficial de Héctor Lescano, el embajador uruguayo en la Argentina. Una blue carpet con fotógrafos cazafamosos al otro lado de la valla, abre el camino desde la puerta, sobre la elegante Avenida Figueroa Alcorta, hacia el interior del edificio. Estamos en una de las terminaciones nerviosas de la Buenos Aires patricia, frente a los locales de La Dolfina y sus ropajes de Polo; a una cuadra del Museo de Arte Latinoamericano MALBA, propiedad de la familia Costantini, y a casi nada del Instituto San Martín de Tours, donde se forman los hijos de las familias con tradición.

Todo eso, afuera. Adentro, la presentación oficial de la temporada turística del Uruguay 2017. Después de un rato, a nadie le falta en la mano su copa de Varela Zarranz.

Falta una hora para que Liliam Kechichian, ministra de Turismo y Deporte, le hable a la concurrencia. Mientras tanto, en las mesas el queso Brie es atacado con algo de pudor comensal al principio, después ya no. Sobre un ángulo del salón principal, un joven chef de acento francés coordina como puede la entrega de crpes en sus dos variedades: jamón, queso y huevo; o salmón y crema de ciboulette. Habrá también de dulce de leche, en un rato. Entrada la tarde noche, el chefcito comienza a verse desbordado. Cristina Alberó, popular actriz argentina y sorprendente tapa de Playboy año 1992, exige el suyo con poca paciencia. Se le notan los esfuerzos por mantener la dignidad de su belleza. Se lo digo. Me responde: no sabés lo que cuesta.

El corte de celebridades va de muy populares a muy cultas sin dejar de ser populares. Larry de Clay, ladero de Marcelo Tinelli hace ya una cantidad olvidada de años, se mantiene en silencio. Y al otro lado del confín del arte, Luis Landriscina conversa con amigos en una mesa. En 1965, Landriscina compró su primera casa en Santa Ana, Colonia del Sacramento. Cincuenta y un años después, todavía declara: "Es mi sucursal personal del Paraíso". Moria Casán asoma su cara inconfundible por el entorno de una puerta, chequea el espacio poblado y se vuelve a guardar. Un joven alto y amable avisa que la señora no quiere ser molestada. Por la escalera principal sube el gran Alejandro Dolina.

Converso en un rincón con Sebastián Almada, hijo de Enrique, un comediante mayor y, para mí, una leyenda personal de la infancia. Me dice que su padre más que a Peñarol lo llevaba a ver a Atenas, al decano del básquet uruguayo. Es el presentador, Almada, y tiene que tomar el micrófono para que esta velada paqueta comience oficialmente.

Buenas noches a todos y bla. Sebastián tiene oficio y los invitados lo escuchan atentamente presentar a quien será la encargada de abrir, desde este rincón de Buenos Aires, una temporada anual que tiene altas expectativas: superar los dos millones de turistas que llegaron al Uruguay durante 2016, de los cuales 1,6 millón fueron turistas argentinos. La voz de Kechichian dejará algunos datos importantes sonando en el salón. Anunciará que el Banco Interamericano de Desarrollo le otorgó al Uruguay un préstamo por 6,2 millones de dólares que estarán destinados al fomento del turismo interno. Dirá también que con el Ministerio de Turismo argentino trabajan juntos en la promoción del destino rioplatense y lo hacen en mercados como Estados Unidos, Europa y Asia, sin olvidar las gestiones que se llevan adelante para organizar entre ambos países la Copa del Mundo 2030. Comunicará, también, una larga lista de beneficios impositivos para el turista extranjero y para el uruguayo, como la devolución del IVA pagando servicios turísticos con tarjetas de crédito.

Cuando termina, vuelve a mezclarse entre la gente. Es una mujer desenvuelta que exhala un tipo de cercanía, como una vecindad. La ministra tiene comprendido de entrada que este es el contexto para, a los 64, poner en marcha el rodaje de su oficio.

No es necesario buscar con quien confirmarlo: en el semblante de todo el cuerpo diplomático uruguayo se deja leer la satisfacción por el éxito de la convocatoria. Finalmente, 500 invitados presentes llenando los salones de la residencia oficial no deja de ser un éxito político. Me acerco al señor embajador. Tengo que hacer la fila respectiva porque todos quieren estrechar su mano, dejarle su presente. Cuando me toca, quedo frente a un hombre alto, entusiasta, generoso con la fuerza de su apretón y con algunas vetas de cansancio ya encima por venir siendo desde hace horas el centro de todos los saludos. Le pregunto a Héctor Lescano, que fue el ministro de turismo anterior a Kechichian, por qué el Uruguay lanza su temporada en Buenos Aires. "Debe interpretarse como un homenaje sencillo del pueblo uruguayo, más específicamente del turismo uruguayo, hacia el visitante argentino, que tanto nos ha fortalecido", responde.

La respuesta es hábil, de una habilidad más comercial que política. Se trata de llevarle el producto al cliente, no esperar a que el cliente venga a preguntar por él. Si la Argentina compra Uruguay, hay que venir a la Argentina a vender Uruguay. Lo del homenaje es la coartada perfecta. Terminadas las palabras oficiales, el champagne de las bodegas Zarranz gana espesor, como la noche.

De algún lado salen souvenirs y Guapaletas. Los souvenirs son un acierto y a la vez una astucia: son sombreros, o mejor, chambergos gardelianos en color blanco, negro, crema o marroncitos, y todos vienen con un pin que dice: 100 años La Cumparsita Uruguay Natural. Es romper con ese genérico maula que ha sido siempre "lo rioplatense" y decirle al mundo que La Cumparsita no es rioplatense, es del Uruguay, mientras el trío de guitarra Los Cigarros la interpreta hábilmente en medio del salón. Las Guapaletas son helados en cajita y con ellas no hay problema, pueden ser rioplatenses o de donde quieran.

Antes de que todo termine queda una mesa por descubrir. De espaldas a un balconcito que mira hacia la avenida, un joven prolijísimo, de maneras cuidadas, ofrece caviar: auténtico y legítimo caviar uruguayo. Su nombre es Facundo Márquez, gerente general de Polanco, y tiene una historia para contar.

Durante los ochentas, antes de la implosión soviética, la URSS mandó su flota de barcos científicos a descubrir aguas aptas para la cría del esturión, el pez cuyas huevas son el caviar. Descubrieron entonces que hay solo una breve franja de costa posible donde criarlos. Esa franja pasa por Argentina, pero ahí las aguas estaban sucias; y por Brasil, pero allí eran demasiado cálidas. Las aguas perfectas para una granja fluvial son las del río Negro, en San Gregorio de Polanco. Bien, allí se produce el único caviar, no de Sudamérica sino de todo el hemisferio sur.

—¿Quién sabe esto, Márquez?

—Casi nadie.

El dato siguiente es un hallazgo: Uruguay (o mejor dicho las dos empresas uruguayas que lo producen, Polanco es la que está presente esta noche) le vende carne de esturión a Rusia y próximamente espera venderle el caviar ya procesado, que sería venderle tecnología a Japón.

—Márquez, ¿el uruguayo consume caviar?

—Te explico según lo que he visto. El brasileño, si ve que en la mesa de al lado pidieron dos platos de caviar, entonces pide ocho. Necesita ostentar. El argentino no pide para ostentar, pide porque le gusta darse el lujo y no tiene problema en que lo vean. El uruguayo siente pudor, y cuando come caviar lo come a escondidas.

Desde Buenos Aires siempre se advirtió el dogma de la austeridad uruguaya, especialmente frente a la conducta pornográfica de los ricos argentinos. Tal vez la gestión del expresidente Mujica después llevó ese paradigma a un nuevo nivel publicitario, pero para este lado del charco el uruguayo siempre conservó el decoro de su riqueza, su vergüenza de tener. Levanto entonces la cabeza, miro estos salones de la magnificencia y a priori podría parecer una contradicción. Ahora bien, alcanza con afinar un poco la vista para observar que el uruguayo fracasa si ostenta, simplemente porque no está en la naturaleza de su temperamento, no le sale: es el reverso simétrico de un porteño fingiendo humildad. Alguien que conoce este paño y pide estricta reserva, me lo explica bien: "No se puede salir a vender turismo con austeridad, pero no te confundas, esto es un montaje para el beneficio de una de nuestras grandes industrias, nada más. Después, vamos a seguir siendo lo que siempre hemos sido, un país pequeño que se hace fuerte en su pequeñez y preocupado por su decoro".

Menú de lujo para agasajar a los invitados.

El menú de la velada en la que se lanzó la temporada incluyó variedades de crpes, distintos tipos de quesos, buñuelos de algas y carne uruguaya cortada a cuchillo en pequeños trozos; el postre consisitió en crpes de dulce de leche y Guapaletas.

Caviar uruguayo, producción única en el hemisferio.

En la cena se ofreció caviar uruguayo de la empresa Polanco, radicada en San Gregorio de Polanco. Fue lo primero en terminarse de la oferta gastronómica. La velada sirvió para dar a conocer a los argentinos este producto único en el hemisferio sur.

Kechichian, figura central de la velada.

La ministra de Turismo, Liliam Kechichian, una de las oradoras y figura central de la noche, rodeada de personajes vinculados a la diplomacia y la industria turística. Algunos invitados llevan puestos los sombreros que se entregaron como souvenir.

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Foto: Fernando Ponzetto

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