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Daniel Martínez, el ingeniero resiliente que confía en remontar la elección más difícil

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Acto de Daniel Martinez, candidato presidencial por el Frente Amplio, tras conocerse los resultados primarios de la primera vuelta de las elecciones presidenciales y parlamentarias de Uruguay de 2019, en su sede de campaña del Hotel Crystal Tower en Montevideo, ND 20191027, foto Darwin Borrelli - Archivo El Pais
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

CAMINO AL BALOTAJE

Martínez había coqueteado con ser presidente en 2010, pero bajó su postulación y tampoco compitió por la intendencia. Después de la recuperación de 2014, ahora busca alcanzar la Presidencia.

"La vida me fue enseñando con porrazos. Después, más adelante, (me ayudó) el trabajar con el tema del ego… Siempre fui muy seguro de mí mismo, demasiado a veces. Yo siempre me tuve mucha confianza, digamos, porque me fue muy bien en todos los aspectos”.

Es agosto y hace un mes que Daniel Martínez fue proclamado como candidato a la Presidencia por el Frente Amplio. Ganó ese lugar luego de haber obtenido el 42% de los votos de su fuerza política, que le dieron 17 puntos de ventaja con respecto a su principal competidora, la exministra Carolina Cosse.

Martínez concede una entrevista al programa De Cerca y reconoce, una vez más, que tiene “un problema con el ego”. Y si bien destaca que logró superarlo con el tiempo, admite que hay una frase que se dice a sí mismo en los peores momentos: “Cuidado con el ego, Pelado”.

Dos semanas atrás, cuando el furor de las elecciones internas recién había pasado, el aspirante a la Presidencia había estado en el centro de la polémica. A diferencia de su rival más duro —el nacionalista Luis Lacalle Pou—, para él no había sido tan fácil encontrar a una compañera de fórmula. Sabía que debía ser una mujer, pero la decisión se convirtió en un desfile de nombres que entreveró la interna del Frente Amplio.

Al final optó por Graciela Villar. Una perfecta desconocida para la mayoría de los uruguayos, salvo para aquellos montevideanos que están muy informados. La dirigente había presidido la Junta Departamental capitalina y su historia estaba ligada al oficialismo, pero desde la militancia de base.

Elegir a alguien que había obtenido poco más de 2.000 votos en la interna —y que ni siquiera lo había apoyado a él sino al exprecandidato Mario Bergara— significó romper con lo que sus antecesores esperaban. Entonces consumó un “doble parricidio” —como lo definieron los politólogos—, que lo desmarcó de dos figuras históricas del Frente Amplio: José Mujica y Danilo Astori.

Es agosto y las encuestas no favorecen a la fórmula oficialista. Algunas le dan un 30% de intención de voto, mientras que al Partido Nacional le otorgan 26%. Otros sondeos señalan que tanto los nacionalistas como el Partido Colorado —comandado por Ernesto Talvi— podrían ganarle en un eventual balotaje, y así arrebatarle a la izquierda el gobierno.

Martínez sabe que es una elección difícil. Lo dicen los analistas, los periodistas y los políticos. Pero él está confiado y ante la pregunta de cómo vive la posibilidad de enfrentarse a una derrota, responde con la falsa modestia de quien sabe que no perderá: “Con total tranquilidad, en la vida se gana y se pierde. Uno lo que tiene que hacer es, con honestidad, dejar todo”.

Faltan dos meses para elecciones nacionales y todavía hay chances de que el oficialismo revierta esta situación adversa. Y Martínez —que admite que está “demasiado seguro” de sí mismo— se tiene confianza para lograrlo. Quizás por eso se lo ve subir solo, junto con su compañera de fórmula, a los estrados.

Vetado

Está por terminar el 2009. En la calle le dicen a Martínez que es el mejor candidato para la Intendencia de Montevideo. Su nombre suena hace un tiempo y tiene el respaldo del Partido Socialista —al que pertenece desde la adolescencia— y del Partido Comunista, que no piensa presentar ningún nombre a la elección.

A principios de este año había coqueteado con la posibilidad de pelear por la Presidencia, pero terminó bajando su precandidatura antes de las elecciones internas. Su sector tuvo que elegir entonces entre Mujica, Astori y el comunista Marcos Carámbula, y sus integrantes decidieron encolumnarse detrás del economista. Así dejaron de lado a quien resultaría electo presidente.

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Hubo reuniones entre Martínez y Mujica a lo largo de la campaña de 2019. 

Pero Mujica no olvida y logra pasarles facturas a los socialistas pocos meses después. Dirigentes consultados en 2019 por el periodista Antonio Ladra, en el libro Daniel Martínez, la carrera del ingeniero, reconocen que el mandatario tuvo una “precisión de relojero” en su represalia.

Pese a que Martínez es el candidato cantado para la intendencia, la interna del Frente Amplio en este 2009 está trabada. Ya decidieron presentar una sola postulación para las municipales, pero ni el ingeniero ni su rival —el astorista Carlos Varela— logran todo el apoyo que necesitan. Entonces Mujica le ofrece los votos del MPP al Partido Comunista a cambio de que promueva un nombre. Así surge la postulación de Ana Olivera.

Esta jugada hace que los comunistas les quiten el respaldo a los socialistas e impulsen a su compañera. Y al momento de votar —horas después de que el astorismo decidiera bajar la candidatura de Varela por la falta de apoyos—, solo quedan dos opciones sobre la mesa: Martínez, que obtiene 60 votos, y Olivera, que le gana con 92.

“Me voy a la mierda, es el momento: soy ingeniero, me va a ir bien, me va a sobrar laburo, vuelvo a ser un militante de base. ¡Al final te corren!”, les dice el dirigente a sus allegados cuando se entera de que el Plenario no aceptó su candidatura, de acuerdo con el libro de Ladra. A pesar de ser el favorito, sus propios compañeros de fuerza —impulsados por el presidente Mujica— lo dejaron afuera.

Unos días más tarde, con la cabeza un poco más fría, Martínez escribe unos descargos en su muro de Facebook. Dice que su postulación se basaba en “un claro sentimiento de la gente”, aunque destaca que no quiere “escarbar más en los hechos, ni en los dichos, ni en las operaciones políticas que hubo”. Y agrega: “Me agobian, me pudren y me hacen sentir que estamos dedicando nuestras fuerzas a destruir y no a construir”.

Dos meses antes, cuando Mujica recién había sido proclamado presidente electo por la Corte Electoral, le había ofrecido a Martínez el Ministerio de Industria, cargo que ya había ocupado. El ingeniero le dijo que no, ya que estaba “la posibilidad cierta de ser candidato a intendente”, según él mismo contó a Ladra.

Llama la atención este ofrecimiento, teniendo en cuenta que Martínez era el nombre que más sonaba entonces para la intendencia.

Resiliencia

“En Montevideo vamos a ir con múltiples candidaturas porque nos equivocamos la vez pasada”.

Es febrero de 2014. La senadora electa Lucía Topolansky hace autocrítica de lo que ocurrió en la interna del Frente Amplio hace cinco años. Por eso ahora, a diferencia de lo que pasó antes de las elecciones municipales anteriores, esa fuerza política no deberá encolumnarse detrás de un solo nombre.

Las opciones de la izquierda son dos: por un lado, Martínez —quien vuelve a intentarlo luego de cinco años como senador— y por el otro, Topolansky, quien hará sentir la fuerza del MPP.

La campaña arranca en verano, y la mayoría de las encuestas muestran un empate entre Martínez y Topolansky. Pero el ingeniero tiene otro desafío: la irrupción de la Concertación, una alianza entre nacionalistas, colorados y el empresario Edgardo Novick que intenta arrebatarle el poder al Frente Amplio en la capital.

Sin embargo, Montevideo vuelve a demostrar que es frenteamplista y el peso de la Concertación no es tal. Novick vota mejor que Topolansky, aunque las llaves del Palacio Municipal quedan una vez más en manos del oficialismo: Martínez es electo intendente.

“Con esta elección se termina un largo periplo de luchas electorales”, dice el ingeniero en su discurso. Habla desde La Huella de Seregni, donde están reunidos sus afectos y muchos compañeros de militancia, incluso aquellos que hace un quinquenio formaron parte de la operación política que lo dejó afuera. Pero eso a Martínez parece no importarle.

Cinco años después, en la entrevista en De Cerca, explica por qué: “¿Tú sabes lo que es la resiliencia? Es la capacidad de recomponer y salir de situaciones críticas. Yo soy resiliente, me he dado cuenta de que soy resiliente”.

Pero resiliencia no significa perdón. Y a la hora de armar el gabinete municipal, Martínez deja de lado al MPP. Así logra vengarse del mal trago del 2010.

Presidente

Martínez vuelve a correr con ventaja. En la calle le dicen ahora que debería suceder a Tabaré Vázquez. Y el Plenario del Frente Amplio lo vuelve a señalar: lo proclama precandidato junto con Carolina Cosse, Mario Bergara y Óscar Andrade. Es diciembre de 2018 y el oficialismo busca, por primera vez, la renovación de líderes.

La campaña hasta las elecciones internas transcurre sin sobresaltos. La izquierda está unida, mientras que la irrupción del multimillonario Juan Sartori genera un torbellino en el Partido Nacional.

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Yamandú Orsi fue nombrado vocero de campaña de cara al balotaje. 

Aunque la primera señal de alerta suena el 30 de junio. Martínez resulta electo, pero el Frente Amplio obtiene 47.000 votos menos que hace cinco años. Algunos analistas lo relativizan al decir que esa interna no estaba tan reñida como la nacionalista, pero otros son más duros: interpretan que fue la manera que encontraron los electores de demostrarle su enojo a la fuerza que gobierna hace 15 años.

Al cabo de una larga semana, el oficialismo logra completar la fórmula. Graciela Villar le pide a la gente que le dé la oportunidad de darse a conocer, pero a los cinco días se desata la primera polémica: un grupo de abogados la denuncia por usurpación de título, ya que la candidata se presenta en Twitter como psicóloga social cuando no lo es.

Entonces el fantasma del escándalo en torno a la inexistente licenciatura en genética humana del exvicepresidente Raúl Sendic empieza a aparecer. Villar sale a aclarar que se formó en socioanálisis, aunque admite que no terminó el liceo.

Este episodio —sumado a las declaraciones en las que asegura que las elecciones son entre “oligarquía y pueblo”— determinan que a la candidata le bajen el perfil. Martínez había prometido que los uruguayos se “enamorarían de solo escucharla”, pero la dirigente casi no da entrevistas durante los meses de campaña.

Es 27 de octubre. Las encuestas todavía pronostican un escenario adverso para el oficialismo, pero entre los dirigentes se estima que obtendrán el 44%. Están confiados por las últimas convocatorias masivas en Montevideo, y porque ya otras veces las encuestas han subestimado la adhesión al Frente Amplio. De verdad creen que desmentirán a los sondeos.

Hasta que se abren las urnas, que revelan que no alcanzan ni siquiera el 40%. Y por más que la izquierda obtuvo el primer lugar, la desazón se apodera del comando frenteamplista. Martínez da el primer discurso de la noche y la fiesta en 18 de julio se termina antes que las demás, ya que Lacalle Pou está esperando que el resto de los socios que conformarán la coalición le expresen su apoyo.

Así empieza noviembre. La estrategia del Frente Amplio es revisada y Yamandú Orsi, intendente de Canelones por el MPP, se convierte en vocero. Arranca la campaña del “voto a voto”, con la que el oficialismo busca conseguir apoyos que hayan ido a otros partidos en octubre.

Ahora la izquierda no se propone que se vote al Frente Amplio sino a Martínez. El equipo de comunicación del partido envía un comunicado a sus dirigentes, que filtra La Diaria, que reza así: “Por diversas razones esos ciudadanos no nos votaron. Para que ahora lo hagan (a tan solo días de no haberlo hecho), tenemos que movernos de posición en el discurso”.

El acto de cierre se hace en Florida —para reforzar el interior—. y el ingeniero repite que dará “el batacazo”, a lo que los líderes le responden aplaudiendo de cerca. Tras haber probado distintas estrategias, el Frente Amplio apela ahora al respaldo. A este estrado, Martínez ya no sube solo.

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