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Sin ambulancias ni jueces capacitados: así son las peligrosas peleas clandestinas en Montevideo

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Federación Uruguaya de Lucha Amateur

LAS DOS CARAS

Los deportes de combate viven un auge inédito, aprovechando los conocimientos que traen inmigrantes cubanos y venezolanos para mejorar los rendimientos de los atletas, pero crecen las peleas ilegales.

La venezolana Betzy Velásquez, también conocida como “La Caribeña”, cantante de plena, salsa y cumbia, tiene un único sueño y ese sueño es formar en Uruguay la primera selección femenina de lucha olímpica. No pierde la fe; aunque en esta tierra de fútbol solamente hay dos mujeres que practican el deporte y una de ellas, Mahealani Ramírez, estudia en Estados Unidos, en una universidad que la becó gracias a su talento en el deporte más antiguo del mundo.

Desde el extranjero, la atleta envía encomiendas con botas profesionales para la Federación Uruguaya de Lucha Amateur, una agrupación históricamente marginal que, para su asombro, en los últimos meses incorporó un número inédito de miembros y se permite ilusiones impensadas, como armar por primera vez una selección femenina a cargo de una excampeona mundial.

El universo entero de los deportes de combate vive un furor sin precedentes en nuestro país. Están de moda y además hay un factor inesperado que viene atado a la migración. Pero, a la par que crece el interés, preocupa la proliferación de peleas clandestinas, ya veremos.

lucha olímpica
Lucha olímpica.

Cada cultura tiene una lucha propia. Las más populares son el estilo libre y la grecorromana. En países como Estados Unidos, pero también en Cuba y Venezuela, la lucha es un deporte popular y querido, arraigado al punto de que se enseña en las escuelas. Por eso, si bien al principio nadie lo vio venir, era cuestión de tiempo para que la nueva población migrante empezara a buscar la manera de reconectar con sus hábitos deportivos: sobre todo en el boxeo y la lucha.

No les fue fácil.

A Betzy Velásquez —“una masa maciza de músculos” de 49 años—, atleta por más de una década de la selección venezolana de lucha olímpica, hermana de luchadores, madre de luchadores, excampeona mundial, le costó varios meses lograr un contacto en Uruguay y cuando finalmente llegó a él, y le dijo que había mucho para hacer “porque acá es puro fútbol”, se entusiasmó tanto que pasó algunas noches sin dormir.

“Pienso armar una pequeña exhibición para llevar a escuelas y liceos para captar a las niñas. Ahí yo las voy a ir enamorando porque me parece hermosa la lucha; es destreza, es habilidad mental, te da una vara para ser una persona organizada en todo”, dice.

El presidente de esta federación, el sociólogo Dante Steffano, sabe que el escenario actual es único y planificó una reacción rápida, elaborando un plan estratégico de desarrollo que incluye la solicitud de horas en Primaria y Secundaria para llevar la lucha a las aulas; un acuerdo con Ceibal para que los niños la incorporen entre sus actividades de verano; un torneo en la playa para todas las edades y la entrega de certificaciones como entrenadores a los migrantes que a cambio se sumen, en cualquier parte del país, durante seis meses, a un proyecto para enseñar el deporte en el territorio nacional.

El propósito es difuminar este deporte que apunta al “derribo” y la “fijación”: dos rounds de tres minutos cada uno, con una pausa de 30 segundos en el medio; en el que se vence por puntos o gana el que coloque de espaldas a su rival.

Dante Steffano
Dante Steffano. Foto: Francisco Flores

En esta línea, unos días atrás fueron certificados 28 nuevos entrenadores entre los que había ciudadanos venezolanos y cubanos. “Lleva mucho tiempo formar recursos humanos y ahora nos encontramos con que la migración nos trae la mano de obra calificada que no teníamos”, apunta Steffano con entusiasmo.

El empuje del MMA.

El know how de los entrenadores inmigrantes ya irradia buenos resultados, por ejemplo entre los peleadores del taquillero MMA (artes marciales mixtas) que se han ido volcando a la lucha olímpica para mejorar su táctica. “El cambio que trajeron los cubanos fue increíble”, reconoce Uriel Noria, presidente de la federación de MMA. Con orgullo cuenta que en la primera competencia internacional de la que participó Uruguay, se lograron dos podios y que ambos deportistas están recibiendo ofertas del exterior.

Uno de los coachs de lucha que participa de estos entrenamientos es el cubano Neriel Peña, que integraba la selección de su país en la categoría juvenil. Tras cuatro años radicado en Montevideo, buscó vincularse a la lucha “porque es lo que más sé” y terminó dando clases para la federación. Entre sus alumnos uruguayos se incorporó un inmigrante iraní con un desempeño muy prometedor.

Neriel Peña
Neriel Peña.

Unos días atrás, los flamantes campeones de MMA llevaron los cinturones de la victoria al Instituto del Niño y del Adolescente, donde brindaron un entrenamiento para adolescentes y les dejaron probarse el premio: ocho kilos de brillo y gloria. Esta es una de las prácticas sociales que acostumbra a hacer esta federación, una movida que también despliegan las otras federaciones de deportes de combate que buscan ensancharse desde las bases, como el boxeo, el judo, el karate, el taekwondo, el jiu jitsu, el muay thai y la lucha.

El éxito descomunal del MMA a través de la televisación de las peleas, el auge de las apuestas y la firma de contratos millonarios para sus principales atletas golpearon en la escena local disparando la demanda de entrenamiento, una moda que incluso creció luego del covid. Son cientos los que se entrenan para pelear en una jaula. “Cuando el MMA comenzó era el famoso ‘vale todo’, pero hoy por hoy es un deporte con su reglamento y ha evolucionado al punto de que ya tiene sus herramientas específicas”, dice el entrenador Noria.

Además plantea que está perdiendo la categorización de “violento”. “Yo digo que es un ajedrez, porque es una conversación constante de dos tipos muy pulidos y entrenados a nivel físico y emocional, en la que cada uno de ellos tiene que ver dónde puede colocar la pieza justa en el instante justo para poder ganar la pelea”, argumenta.

Como sea, lo cierto es que cada vez tiene más adeptos. “A la gente le gusta competir, le gusta medirse”, opina Santiago Gallo, entrenador de la selección de MMA. Pero además del gusto por el vértigo del combate, hay muchos que se acercan porque lo ven como una posibilidad de ganar dinero. “Esto es como el fútbol, entran acá con el objetivo de llegar a categorías de la franquicia UFC, o a franquicias extranjeras que son caminos para hacer dinero; la meta es Estados Unidos”, dice Noria.

MMA
Práctica de MMA. Foto: Fernando Ponzetto

Se proyectan como el próximo Gastón “Tonga” Reyno; los más ambiciosos sueñan con la fama de irlandés Conor McGregor, el dios celta de este deporte. Continúa Noria: “La gran mayoría viene de contextos críticos y el objetivo es salir a fuerza de deporte, pero el proceso es muy difícil de madurar”.

La maduración es el gran problema.

Y así se abre la puerta a la informalidad, que conduce a las luchas ilegales.

Buena cosecha.

El enviciamiento por el MMA explica en buena medida el gran auge de los deportes de combate en Uruguay, pero no es el único factor. También hay una trayectoria de más de 20 años que está dando sus frutos ahora para otras disciplinas que viajan asiduamente a competencias internacionales y hacen podio, aunque esas noticias sean más bien silenciosas.

La visibilidad de estas disciplinas a su vez mejoró con la realización, aquí, de competencias internacionales, y la cada vez más recurrente televisación de veladas de boxeo y MMA. Pero también fue clave la inauguración en octubre de 2019 del primer Centro de Entrenamiento de Deportes de Combate, un gimnasio despampanante donde cada una de las federaciones tiene su sala de entrenamiento y su oficina para formar a los atletas de alto rendimiento.

La Federación Uruguaya de Taekwondo viene obteniendo medallas en las competencias sudamericanas desde 2002 y celebraba un notorio crecimiento que se enlenteció en el momento más duro de la pandemia, revela su presidente Conrado González. En tanto, la popularidad a nivel mundial del judo, el jiu jitsu y el muay thai también late en Uruguay.

Centro de Entrenamiento de Deportes de Combate
Centro de Entrenamiento de Deportes de Combate. Foto: F. Flores

“Fue por internet: podés ver qué pasa del otro lado del público; ves a los atletas prepararse y competencias en vivo y en directo, eso ha hecho el auge”, opina Marcos Pereira, presidente de la Federación Uruguaya de Muay Thai.

Pero más allá de las buenas noticias, la cuestión que estos dirigentes deportivos advierten es el crecimiento de la informalidad en estas disciplinas, que pueden ser peligrosas si no se realizan con los marcos de protección que prevé su regulación. “El atleta federado está registrado a nivel mundial y compite en ámbitos que lo cuidan, donde hay médicos, pueden hacer una carrera y no se los prostituye, pero es a largo plazo y la gente quiere todo rápido y fácil”, dice Pereira.

Con el boom, empezó el negocio de las peleas clandestinas. Arrancó antes de la pandemia, se afianzó durante —a pesar de la prohibición de espectáculos con público— y todavía se mantiene. “Te contratan, pegás sin protección y no te pagan”, describe el experto en muay thai. Y agrega: “Enfrentan a deportistas sin una pelea encima con otros deportistas que tienen bastante experiencia y corren el riesgo de lesión: los ponen para hacerles carrera a los más expertos, pero quedan adentro del país, y si salen afuera no llegarán a nada porque no los cuidaron”.

El club de la pelea.

En plena pandemia, en una cancha de fútbol 5, el público espera que comience el show: una pelea en un ring improvisado, sobre un piso no adecuado, con gomas de camión delimitando el área. Fotografías de ese evento ilegal circularon en el ambiente de deportista en deportista, como un ejemplo de lo que no se puede permitir.

Se superó la pandemia y el mercado negro de los combates siguió adelante. Distintas fuentes detallan que son organizados por academias que están por fuera de las federaciones y por comercios que venden indumentaria deportiva. Lo que hacen es alquilar distintos clubes, canchas de bochas o locales bailables. Van alternando de local y de disciplina, con el fin de que no abusar de la suerte que vienen teniendo, porque hasta el momento ninguno de estos peligrosos eventos fue clausurado.

Envalentonados los organizadores de las peleas under, cuentan los deportistas que es común encontrarse una o dos veces al mes con afiches anunciando peleas en redes sociales. No pagan impuestos: ni siquiera a Agadu. Los jueces “no están capacitados”. Los deportistas no cobran y si cobran “los obligan a vender entradas”, e incluso hay veces que abonan una inscripción para participar de la pelea.

Según los distintos relatos, en estos eventos no hay ambulancia ni personal médico capacitado, e incluso hubo situaciones en que se colocaban a personas vistiendo una camisa blanca y sosteniendo un botiquín de primeros auxilios, fingiendo ser personal de la salud.

Los más jugados han llegado a organizar peleas por títulos internacionales en los que solamente compiten dos atletas, de apenas dos nacionalidades distintas. ¿Qué motivación hay detrás de competir así? “Salir en un afiche diciendo que son peleadores profesionales: ignorancia”, opina Pereira. Distintos entrevistados plantean que, en algunos casos, profesores más añosos llevan adelante estos eventos y se oponen a la regularización del deporte “porque les va a afectar el bolsillo”.

“Hay una competencia desleal muy grande, todavía falta madurez en los entrenadores y en los atletas, lo ven como un negocio rápido, y el que no lo hace por dinero lo hace por fama, por el ego disparado, el prestigio de ser un peleador pero estos son deportes peligrosos”, plantea Gallo, el entrenador de MMA.

Deportivamente, estas peleas perjudican el desempeño profesional de los atletas. “Por unos pesos, si se los dan, se dejan destrozar a trompadas, porque creen que es mucho mejor que ir a la federación donde se me va a exigir una ficha médica, pagar una mensualidad, disciplina para entrenar, dónde se va a evaluar si podés estar en la pelea, donde el camino es más largo y competitivo”, señala Noria.

Como en las picadas.

Algunos de los deportistas lesionados en peleas clandestinas terminan en las puertas de las emergencias y si tienen suerte son derivados a deportólogos, para su seguimiento. A veces llegan al consultorio de Martín Macció, exluchador olímpico, actual entrenador y médico especializado en deporte de combate, asesor de distintas federaciones.

Martín Macció
Martín Macció.

Las lesiones en estos deportes pueden ocurrir en el error y también “si se hacen bien”. “Sabiendo que estos deportes van a seguir existiendo, el propósito que tenemos es buscar las herramientas para cuidar a los atletas en su etapa deportiva y también permitirles tener una longevidad deportiva y fuera del deporte lo más sana posible”, plantea el profesional.

Estos son deportistas que “no hay que tratar igual que se trata a un futbolista o jugador de basquetbol”, por eso considera que cuando el deporte se ejerce por fuera de la regulación, “puede llevar a un montón de complicaciones”, por ejemplo si no se hace la evaluación predeportiva que en los combates clandestinos se evitan. “Se hace para definir si el deportista está apto o no para ingresar a nivel competitivo en un deporte que tiene alta exigencia, que es lesivo para su organismo y que en algún momento puede generar lesiones y complicaciones a mediano y largo plazo, por los golpes que se reciben”, agrega el médico.

Los dirigentes, por su parte, reclaman que aunque llevan meses denunciando ante la Secretaría Nacional del Deporte (SND) que estos eventos no cumplen con los reglamentos exigidos para proteger a los atletas luchadores, no se ha actuado: “Las legalizan no haciendo nada”, dice Noria. Comparan la situación con las picadas de motos.

Desde la SND, Eduardo Ulloa, coordinador del Área Deporte Federado, reconoce que están al tanto, “porque siempre llegan denuncias”. Les “preocupa” y “se está atrás de esos eventos”, pero advierten que no son el organismo fiscalizador competente, sino que le correspondería a la inspección general de cada intendencia: “Es como cuando se hace una picada en la calle”, ilustra.

Los más pesimistas creen que, a pesar de las advertencias, no habrá movimientos “hasta que pase algo: una desgracia”. Y ese día, al deporte que tanto le costó desmarcarse de la fama de violento, lo van a tumbar.

show

Los guerreros charrúas del ring: lucha libre para divertir a los niños

Cinco años atrás, Mauro Méndez decidió usar sus conocimientos de lucha grecorromana para crear un grupo de lucha libre paródica, de las que triunfan en Estados Unidos, México, Argentina o Bolivia: Los guerreros charrúas del ring. Fanático de los cómics, moldeó su personaje Engendro Oscuro, el “malvado querible” del show. Luego salió a reclutar al resto del equipo. Hoy son una docena, entre ellos está Nicolás “Toro” Martínez, un atleta con formación en distintas artes marciales que representa a “El redentor”, “el justiciero” que se enfrenta al mal en las coreografías. Joaquín Cobo, por su parte, fanático de la lucha europea, acaba de incorporarse al grupo. Viene del rugby y está definiendo cuál será su alter ego. Andrés y Felipe Freire, padre e hijo, interpretan a un conde y a un payaso: otra vez el bien y el mal enfrentados. Felipe es un joven con Trastorno del Espectro Autista que, según su padre, gracias a estas prácticas aprendió a controlar sus impulsos de agresividad. Para este grupo, entrenarse cada semana para lograr buenos trucos, que luego “adornan” con una actuación que tiende a exagerar las expresiones de dolor, es una manera de “reconectar” con el gusto infantil por las estrellas de la lucha libre, en especial nombran a Titanes en el ring. Por estos días, están armando el ring con piezas importadas, a la vez que preparan una propuesta para llevar este proyecto a organizaciones sociales, en simultáneo al propósito que tienen de ser contratados para animar fiestas. “Practicamos acrobacia y lucha, y una vez a la semana nos reunimos para preparar los trucos del espectáculo”, cuenta Méndez. “Los trucos deben llamar la atención. Cuantos más sean mejor, pero el tema es hacerlos bien. A veces hay cosas básicas que si las vestís bien, a la gente les encanta”, relata. El otro elemento importante es la actuación, una habilidad “que se va adquiriendo”, dice el “Toro”. Incluso suelen invitar a atletas extranjeros para que vengan a intercambiar conocimientos y se sume al elenco para alguna presentación específica. “Siempre está el que dice que esta es una falsa lucha, muchos trucos no son verdaderos por un tema de salud, pero sí es verdadera la destreza y la técnica, y lo son las llaves y las caídas”, apunta.

Guerreros Charrúas del Ring
Los guerreros charrúas del ring. Foto: Leo Mainé

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