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Las dos caras de un maestro

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Guillermo Freijido. Foto: archivo El País

Guillermo Freijido

Guillermo Freijido era referente para sus alumnos, ídolo de la tevé para muchos, y agresor sexual para otros. Siempre rodeado de niños, su personalidad con rasgos psicopáticos quedó oculta por años, incluso tras una denuncia que se desoyó. Ayer se terminó de develar la verdad.

Jueves 16 de noviembre de 2017, 21:30 horas. Guillermo Freijido llega de trabajar de uno de los colegios donde da clases de música. Lo esperan su padre, su madre y su esposa, que le quieren decir algo. El padre es el que rompe el silencio: "Santiago no te quiere ver más". Santiago (no es su nombre real) tiene 12 años en ese entonces, es el hijo de su esposa, y acaba de tomar coraje y contarles, primero a sus abuelos y luego a su mamá, que hay algo que no está bien con Guillermo. Que hace un tiempo pasan cosas raras que le hacen sentir muy mal.

Entonces Claudia —que tampoco se llama así— continúa. Le dice a su esposo todo lo que Santiago le contó: que lo roza cuando juegan a "las luchas", y que cuando se sienta en su falda le toca su zona genital. Claudia aclara que le cree a su hijo. Guillermo se agarra la cabeza y suelta: "No puede estar pasándome esto de nuevo". Luego rompe a llorar. Sus padres intentan contenerlo.

Ese 16 de noviembre volvía el infierno para Guillermo Freijido, pero con mucha más furia y soledad. Tres años atrás, dos adolescentes que tomaban clases particulares de piano con él habían contado que su profesor no era lo que parecía; que les sacaba los zapatos y, aduciendo que quería enseñarles a marcar el ritmo de la música, pasaba sus pies por su zona íntima; que mientras ellos ensayaban él se masturbaba a sus espaldas. Uno de ellos llegó a la Justicia, el otro no se animó. Pero poco le valió al primero tal acto de valentía, porque aun con una pericia psicológica reveladora de rasgos perversos, una "personalidad frágilmente integrada" y "dificultades" en su identificación sexual así como en los límites de sus impulsos, y concluyendo la imposibilidad de descartar los hechos denunciados, la fiscal Sandra Boragno solicitó el archivo, el cual se le concedió en junio de 2016.

Entre 2014 y 2017 Freijido siguió trabajando en colegios, dando clases particulares y dirigiendo el coro de niños y adultos Fermata Music. Hasta fines del año pasado enseñaba en el Colegio Alemán, el Elbio Fernández, el Crandon y el Edu School. La fiscal no solicitó medidas precautorias y las instituciones lo mantuvieron. Un colegio procuró que durante sus clases estuviera presente otro adulto, pero nada más. El caso fue olvidado al punto que en marzo de 2017 Canal 12 lo contrató como tutor y jurado para su programa Masterclass, en el que niños en edad escolar exhibían y pulían su talento cada semana ante miles de televidentes.

Mientras Freijido crecía como referente de esos niños y se volvía un personaje entrañable de la televisión —especialmente carismático, entusiasta y tierno con sus tutoreados— se casó con Claudia, la madre de un alumno suyo a quien había invitado al coro Fermata por sus capacidades musicales. Ella sabía de la denuncia "falsa" que tanta angustia le había causado años atrás. No desconfió. Vio cómo de a poco Guillermo iba ganando lugar como la figura paterna que Santiago había perdido tras un tortuoso proceso judicial, y soñó con rearmar su familia con él. No hubo nada que le hiciera pensar que, detrás del vínculo aparentemente amoroso entre su pareja y su hijo, anidaba el terror.

EL complot que no fue.

Ayer de mañana, días después de la orden judicial, la Policía logró detener a Freijido. Durante la semana los operadores judiciales temieron que se fugara y se libró una requisitoria. No aparecía, pero finalmente se entregó.

No era la primera vez que intentaba evadir su realidad. El año pasado, luego del escándalo provocado por la denuncia de su hijastro, Santo y Seña difundió el pedido de reapertura de la causa archivada y la presentación de una nueva denuncia (de parte del otro adolescente que antes no se había animado). En un comunicado, el Crandon admitió que se habían equivocado al no actuar en 2014. En ese momento, Freijido se fue a Buenos Aires.

Volvió el 30 de noviembre. Había perdido su familia, sus trabajos, y su reputación se había tornado su maldición, porque en todo Uruguay había quienes se refregaban los ojos y se preguntaban cómo era posible, cómo nadie lo había visto, cómo se le había permitido seguir rodeado de niños. Era el final de su carrera, sin dudas, y el comienzo de una vida en las sombras.

De acuerdo a las pericias ordenadas por la nueva fiscal a cargo de la investigación, Mariela Luzi, Freijido comenzó un tratamiento psiquiátrico por depresión y retomó la terapia con una psicóloga, con quien había estado en tratamiento durante años por el fracaso de una relación sentimental anterior. Se mudó a la casa de sus padres y desde entonces se sustentó con ahorros y apoyo familiar.

Pero su angustia no le impidió tejer una estrategia responsabilizando a su hijastro, tal como había hecho con sus alumnos de piano años atrás.

"Me volvió la esperanza, siempre quise tener una familia", le contó Freijido a un psicólogo forense en agosto pasado, sobre su casamiento. Sin embargo, aseguró que desde que se mudó con Claudia y su hijo sintió cómo ellos se "disputaban" el vínculo con él. Sintió, también, que ella lo "alentaba" a ocupar el rol de padre cuando a él no le interesaba realmente, y que finalmente fue Santiago el que lo empezó a tratar como su referente paterno.

Según el relato de Freijido, en un momento el niño comenzó a comportarse de forma extraña. "Se me pegoteaba, me invadía todo el tiempo, se me tiraba arriba y me daba besos por todos lados". Él se daba cuenta de que "no era normal". "No entendía nada", le afirmó al psicólogo. Se volvió "un vínculo erotizado", incluso a la vista de amigos y familiares.

Su versión es que le pidió ayuda a su esposa para controlar los impulsos de Santiago, pero que ella no le dio importancia. Que quiso poner distancia del niño, pero que su postura prohibitiva no tenía resultados. Desmintió categóricamente que hubiera abusado de él y señaló a su hijastro como un niño de conductas sexualmente adultas.

En 2014, entrevistado por otra psicóloga forense, se refirió en los mismos términos a los adolescentes que lo acusaban. Dijo que "entre ellos habían tenido problemas sexuales y la madre de uno había pedido que los separaran". Agregó: "Veían pornografía, me enteré que uno de ellos escuchaba a los padres teniendo relaciones sexuales".

El defensor de los exalumnos de piano, Gumer Pérez, se indigna cuando recuerda que en aquel momento Freijido habló de un "complot" en su contra. "Fue el ensayo de una defensa pobre e infeliz, querer hacer creer que chicos que entonces tenían 11 años provocaran a un hombre de 40. Él era su profesor, era un ídolo para ellos".

En esto último Freijido concuerda: él era un ejemplo para sus alumnos. Ante el psicólogo se describió como una persona "sensible y observadora". "Me veían como un referente, me interesaba en sus problemas", dijo. Agregó que elegía a los integrantes del coro por su técnica, pero sobre todo por sus valores: "Me importaba que fueran buenas personas".

A pesar de sus intentos por construir un relato verosímil, seducir y empatizar con el técnico, la última pericia es contundente: "Prioriza una ley propia, escasamente indiferenciada y confusa. Esta ley persigue una lógica de estatuto jerárquico orientado a sí mismo y a sus propios deseos. Su personalidad pobremente integrada, con características narcisistas y psicopáticas, lo posicionan en lugares preponderantes de uso y abuso de los otros. Su incapacidad de diferenciar mundo adulto de mundo infantil promueve vínculos confusos".

Durante la investigación se analizaron unos audios entre Freijido y su hijastro. Al respecto, el especialista concluyó que el vínculo entre ellos tenía una carga de erotización explícita y naturalizada, y advirtió: "No se percibe la limitación y prohibición por parte del adulto. El periciado parece responsabilizar al púber, asignándole características adultas más allá de sus capacidades psicomadurativas reales".

En la pericia psiquiátrica quedó claro que Freijido no tiene ninguna enfermedad alienante y que es capaz de comprender el carácter ilícito de sus actos.

La estrategia fallida.

Finalmente, las pericias que le hicieron a Santiago pudieron más que la estrategia de Freijido. Una psiquiatra pediátrica consideró que el testimonio del niño era "preciso, detallado, con expresiones acordes a su edad y a su estilo narrativo, dando detalles contextuales y describiendo sus propias experiencias internas ante lo sucedido".

Observó que Santiago se mostraba angustiado y crítico respecto al vínculo. "Intenta comprender las motivaciones y el funcionamiento del agresor. Describe una dinámica abusiva que sigue un patrón frecuente de seducción, a través de un vínculo de confianza y proximidad", planteó la especialista. Agregó que el niño mostraba síntomas acordes a un "trastorno por estrés agudo", algo que ocurre tras situaciones vividas "con intenso horror".

Ayer, en audiencia, la fiscal Luzi solicitó la formalización de Freijido por reiterados delitos de atentado violento al pudor, y pidió 120 días de prisión preventiva, todo lo cual le fue concedido. En tanto, la fiscal Gabriela Fossati mandó instruir la causa que había sido archivada tras sostener que se repetía un patrón de conducta. Junto a la otra denuncia, ambas están en proceso de investigación.

¿Los niños mienten?

Es una vieja discusión, que fue motivo de un informe en esta sección meses atrás: los niños, ¿son capaces de mentir sobre un abuso? En los juzgados hay quienes piensan que sí, pero predominan los que no. El fiscal de Corte, Jorge Díaz, opinó a raíz de un caso reciente que "la pericia a un niño no es necesaria; podrá hacerse o no, pero no para corroborar la veracidad del relato". En este caso, Santiago dio su testimonio a su psicólogo, a una psiquiatra especializada y tuvo una pericia forense luego.

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