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Triunfazo en una tarde del Azteca

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Foto: Archivo El País
Cupese, Pablo

SELECCIÓN

En 1970, Uruguay se impuso a la Unión Soviética en un encuentro que quedó para la historia.

El mayor triunfo mundialista celeste en muchos años llegó el 14 de junio de 1970, hace 48 años, frente a la Unión Soviética. Las casualidades del fútbol determinan que justo hoy, los rusos -herederos de la URSS- enfrenten a Uruguay.

Fue por los cuartos de final del Mundial de México 70, en el estadio Azteca. Uruguay había ocupado el segundo puesto en el grupo 2, tras vencer a Israel, empatar con Italia y perder ante Suecia. Los soviéticos, en tanto, habían quedado primeros por sorteo en el grupo que compartían con México. Venían de ocupar el cuarto puesto en Inglaterra 1966, pero para 1970 el técnico Katchalin había renovado ampliamente el plantel.

El encuentro comenzó en el mediodía local, bajo un intenso calor que se multiplicaba en la olla de cemento del gigantesco Azteca. Por eso, el técnico uruguayo Juan Eduardo Hohberg prefirió esperar al rival y dejar que se desgastara.

El primer tiempo transcurrió sin zozobras. Para el segundo, el equipo comenzó a adelantarse. Ildo Maneiro dirigió la ofensiva, en tanto Julio César Morales y Luis Cubilla llegaban con peligro, sobre todo este último: su habilidad resultó una pesadilla para los rivales.

A medida que el tiempo avanzaba, el dominio se hizo cada vez más claro. Pero aquel equipo uruguayo carecía de un delantero goleador, un déficit que se padeció durante todo el torneo. Y así se llegó sin goles al minuto noventa, por lo cual hubo que ir al alargue.

Tanto despliegue bajo alta temperatura provocó dudas sobre la resistencia de los celestes. Cubilla, por ejemplo, se bajó las medias y se dejó la camiseta por fuera del pantalón. Pero era apenas una imagen. Después se demostraría que los uruguayos terminaron con mucho más aire que los soviéticos, algo que el preparador físico Alberto Langlade atribuyó al trabajo de aclimatación a la altura desarrollado antes del Mundial.

Una curiosidad: si el partido con los soviéticos hubiera terminado empatado, el ganador se resolvía por sorteo. No se había establecido todavía la definición por penales.

Pero faltando dos minutos para el final, llegó la gran jugada de Cubilla. Nació de un centro de Luis Ubiña, que Atilio Ancheta cabeceó desviado. Pero Cubilla peleó la pelota sobre la línea de fondo, del lado izquierdo del ataque, marcado por dos hombres. Uno de ellos pretendió dejarla salir, pero el puntero uruguayo se la quitó, pisándola hacia atrás, y de inmediato sacó el centro, que superó el manotazo del arquero. Víctor Espárrago cabeceó al arco vacío: era el gol de la victoria. Los soviéticos protestaron, argumentando que el balón había salido, pero las imágenes de televisión no lo demostraron.

En pleno festejo llegó la noticia: la FIFA había cambiado la sede de la semifinal ante Brasil, por lo cual la delegación celeste debía viajar de apuro a Guadalajara. La sorpresa fue tan grande que la prensa uruguaya tituló tanto con el triunfo como con la mudanza. Se abría otra historia.

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