ASÍ LO VEO

EDWARD PIÑÓN

Quizás falte todavía un tiempo para que se termine el destello de Lionel Messi y de Cristiano Ronaldo. Quizás hasta haya que esperar otra Copa del Mundo para ver el auténtico esplendor de Neymar. Pero lo que sí ha quedado definitivamente comprobado en Rusia es que este 2018 le puso fin al monopolio de mega estrellas dominadoras de cientos de páginas de diarios y revistas, de minutos interminables en programas de televisión y dueños absolutos de las transmisiones radiales.

Acá entraron por la puerta grande otros talentosos y a los cuales no se los podrá colocar en el pelotón de las decepciones. Seguramente en la gala de la FIFA querrán seguir premiando a los viejos conocidos, para agradecerles tanto talento ofrecido en los verdes campos, pero si lo hacen serán injustos con lo que la Copa del Mundo le entregó a la afición.

Para ser bien claros: perfectamente por la alfombra roja y rumbo al premio mayor de gran estrella mundial podrían ir avanzando con pasos firmes ese superdotado futbolista belga de apenas 1,73 metros que es capaz de poner la pelota donde se le antoje. La magia de Eden Hazard está en su capacidad de desborde, su velocidad y su formidable pegada.

También está Kylian Mbappé, ese vertiginoso joven de 19 años que va eludiendo adversarios como si se deslizara por la cancha con patines. Despega como un auto de Fórmula Uno, mete su ya famosa bicicleta a máxima velocidad y jamás pierde el control del balón en su zigzagueante carrera.

Y no me olvido de Luka Modric. Es difícil no caer en la tentación de entregarle todos los adjetivos que sean posibles de encontrar para venerar su increíble capacidad para convertir a cualquier pelota que caiga en sus pies en un truco mágico. Y menos dejo atrás el poder de goleo y la inteligencia de juego de Harry Kane o la versatilidad del mediocampista más completo: Kevin De Bryune.

Se va el Mundial, hace rato que se fueron las grandes estrellas. Es hora de reconocer a otros cracks.