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Los hijos de la era del Maestro

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Sangre de campeones III por Arotxa.

Cielo de un solo color

Los niños crecieron con una selección exitosa y los cuentos de terror de padres y abuelos.

Julio Jackob tiene el 11 pintado en la espalda. Quiere ser como Cavani, pero también le gusta el temperamento de Nández. Él, si algún día pudiera concretar su sueño de vestir la Celeste, iría por cada pelota igual que el volante de Boca y hasta se animaría a trancar con la cabeza. Le gusta más la selección de ahora que la de antes, "porque además de tener buenos jugadores, tiene buen juego en equipo". Y concluye: "La tenemos más, la pasamos más, no son todos pelotazos".

La Celeste de antes, para Julio, es la de las eliminatorias que terminaron el año pasado. Juega al baby fútbol en La Escalinata y tan solo tiene 10 años. Cuando tenía dos Uruguay lograba un cuarto puesto en Sudáfrica, cuando tenía tres salía campeón de la Copa América que se jugó en 2011 en Argentina. La única selección que conoció en su vida clasifica a todos los Mundiales, tiene a Suárez y Cavani que te la clavan en el ángulo, y a Godín y Josema que son una pared de hierro para los delanteros rivales. También es una máquina de sacar nuevos valores: que Nández, que Laxalt, que Bentancur, que Torreirau2026

En los 12 años que van de 2006 al 2018 la selección tuvo un solo director técnico. En los 12 años que van de 1994 a 2006 tuvo diez: Héctor Núñez, Juan Ahuntchain, Roque Gastón Máspoli, Víctor Púa, Daniel Passarella, Víctor Púa de vuelta, Jorge Da Silva, Gustavo Ferrín, Juan Ramón Carrasco y Jorge Fossati. Los niños y adolescentes de hoy, los hijos de la era Tabárez, crecen con las historias de terror que les cuentan sus padres y abuelos: la del Mundial del 2006, en la que Uruguay no estaba; la de 2002 en que cayó en primera fase; las de 1994 y 1998, que tampoco clasificamos. Si les hablan de la gesta del 50, de Obdulio o Ghiggia, miran extrañados. Los más veteranos, las antiguas glorias, para ellos, son Forlán y Lugano.

"El primer recuerdo que tengo de la selección es el del Mundial de Sudáfrica, en 2010, el partido con Ghana, el de la mano de Suárez, cuando el Loco la picó", dice Thiago Segovia, de 13 años, que juega con la 9 en Villa Española. "Siempre mi papá y mi abuelo me dicen que antes no era así, que perdíamos mucho. Y que si quiero jugar como ellos tengo que entrenar, prepararme y también hacer lo que dice Tabárez: estudiar, porque un día sos jugador de fútbol y al otro ya no tenés nada", señala con voz grave.

Su hermano, Facundo, también juega en Villa Española, tiene 17, su memoria podría viajar más en el tiempo, pero no, ese milagro contra Ghana es lo primero que recuerda. "Yo empecé a jugar a los cuatro años, en 2005, Tabárez agarró en 2006, pero de antes de 2010 no me acuerdo de nada. Me parece que antes de ese partido la selección no me importaba", dice con sinceridad. Él viste la 5. Y declara que le gustan los jugadores "fuertes". Quiere ser como Torreira, o como el Ruso Pérez y dice que también le gusta Paolo Montero, a quien conoce por videos de YouTube. "Mi idea es llegar a Europa y poder vestir la de la selección", remata esperanzado.

Joaquín Nieto, de 9 años, volante derecho del Mirador, también confía en que se puede ganar hoy y pone todas sus fichas en un gol de Bentancur, que es su jugador favorito.

Gabriel Machado y Gerónimo Hernández, los dos de 10 años, mediocampista y defensa, respectivamente, del Parroquia San José, también vaticinan la gloria. El primero pone todas sus fichas al poder de Torreira "que ni lo dejó mover a Cristiano Ronaldo", y el segundo a Josema, que "es el mejor". Para ellos hay que defender con fuerza, que el gol ya en algún momento va a llegar.

Felipe Fastoso juega en el Terremoto, tiene seis años, es volante, y es optimista. "Vamos a ganar, no sé por qué, porque Francia juega muy bien, pero vamos a ganar", dice, y avisa que él en la última práctica metió "siete goles" y que también va a llegar a la selección.

"Si nos ponemos las pilas ganamos, aunque falte Cavani. Porque tenemos una selección que trabaja en equipo, que son muy compañeros, y eso es lo más importante para un cuadro", dice Valentina Casco, que juega de delantera en Liverpool y tiene 12 años. Su primer recuerdo en Mundiales es el partido en 2014 contra Italia, el de la mordida de Suárez a Chiellini, sus preferidos son Godín y Muslera, y aspira a jugar unos cuantos años más. Y, por qué no, llegar a vestir la Celeste.

En Uruguay hay más de 50.000 niños que juegan al baby fútbol y 3.500 niñas. Valentina es una de ellas. "Hay ligas de varones, de mujeres y también mixtas", señala Jorge Burgell, vicepresidente de la Organización Nacional de Fútbol Infantil, quien advierte que la selección de Tabárez genera cada vez más fanatismo entre los más chicos. "Hay cada vez más interesados en el tema de la Celeste. Eso es indudable. Y es algo que ha estado en aumento desde 2010. Este es un proceso de selecciones que ha colaborado abiertamente para que se genere más entusiasmo e involucramiento de los niños con el fútbol y con la selección", sostiene.

Elian González, que juega al baby fútbol en Racing, tiene 13 años y quiere ser como Cavani, dice que su padre siempre le cuenta que "antes no era una buena selección, no había tan buenos jugadores, no eran tan compañeros" y sostiene que "aunque es difícil se puede ganaru2026 ¡vamos a ganar!".

Fray Bentos pone pantallas gigantes y posa sus ojos en la marca de Torreira
Foto: Nicolás Pereyra

FERAY BENTOS / DANIEL ROJAS

La carrera meteórica de Lucas Torreira es un aditivo especial para los rionegrenses que viven con locura el desarrollo del Mundial en Rusia, mientras confían en que el berlinense Giorgian De Arrascaeta, con la 10 en el dorso, recupere el protagonismo perdido.

Por estos días solo se respira fútbol. El tiempo da para atender exclusivamente lo esencial. Hasta los policías hacen dedo en las rutas del departamento para llegar a las comisarías de los sitios más recónditos, con un teléfono en la mano mirando los partidos.

La copa ha ganado miles de fanáticos, entre ellos muchas mujeres y niños que hasta hace poco sabían muy poco de las selecciones y ahora pueden recitar de memoria la formación de los galos para hoy, si Griezmann es tan uruguayo como dice ser o si Mbappé cantó de verdad cumbia pop de la nuestra. El fervor ganó las oficinas, los comercios, las escuelas y las esquinas de cada barrio. Al menos este clima continuará así mientras Uruguay esté en carrera y el optimismo es tal, que muchos confían en llegar hasta el 15 de julio, día en que se juega la final.

Ahora todos consumen más programas de televisión e ingresan cada 5 minutos a Internet para saber lo que ocurre con la Celeste y sobre todo los elogios que llegan desde todas partes del mundo desde que Torreira anuló a Cristiano Ronaldo, el mejor futbolista del planeta en la actualidad. Los memes repican de allá para acá y agotan memorias y baterías.

Se sienten orgullosos de los valores que transmite el seleccionado de Tabárez y que en esta zona de frontera se compara casi a diario con el descalabro al otro lado del charco. A pocos kilómetros cruzando el río Uruguay, el malhumor se alterna teniendo como ejes el fracaso de Sampaoli y la suba del dólar. Muchos en las calles de Fray Bentos reflexionan que Uruguay clasificando en el segundo partido y Argentina agonizando en el último, son escenarios diametralmente opuestos, realidades que se han invertido. El maestro inspira seriedad y confianza y los rionegrenses sienten que por primera vez en medio siglo hay argumentos sólidos para llegar al podio. Y si es con Torreira en cancha, mejor.

Parte de la familia y amigos del futbolista estarán hoy en Movie Club Fray Bentos, del que Lucas es uno de los socios inversores. Allí han colocado una gigantografía del futbolista y en los monitores se exhiben fotografías de su última visita, cuando firmó autógrafos y se tomó fotografías con una verdadera multitud. También se exhibe un video en el que Lucas se enorgullece de invertir en un cine para su barrio e invita a la población a disfrutar de la imagen en 3D.

A una cuadra de allí, el humilde 18 de Julio, club que vio nacer a Torreira en el populoso barrio Unión, instalará una pantalla como en el partido contra Portugal para reunir a toda la familia azulgrana. Mientras esto ocurre en Fray Bentos, su papá Ricardo se quitó el traje de relator y viajó con su esposa a disfrutar en la intimidad "de lo mejor que nos ha pasado en la vida" como dijo a El País, después de la victoria ante Portugal.

"Con Viviana lloramos cada 10 minutos", declaró emocionado al comentar la soberbia actuación de Lucas que anuló a Cristiano. Imposible relatar un partido ahogándose de la emoción en forma permanente. Ricardo era consciente de ello, por eso declinó todo ofrecimiento para trabajar en Rusia. Optó por resignar el relato para no fallar como padre, como psicólogo, como consejero de Lucas en todo momento. Como ha sido desde siempre. En Fray Bentos saben que es el guía espiritual y gran responsable del éxito rotundo de su hijo.

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