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Detrás de la vanidad, Cristiano es humano

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Foto: AFP
VALERY HACHE

RUSIA 2018

La defensa celeste tiene hoy un duelo con Cristiano, un crack a veces odiado por su aparente soberbia.

No espera a que otros lo alaben y lo carguen de elogios. Cristiano Ronaldo anticipa la jugada, como lo hace en la cancha, y se auto tira flores. “Respeto las preferencias pero soy el mejor jugador de la historia. No hay alguien más completo que yo. Hago cosas que otros no pueden hacer”, dijo tras ganar su quinto Balón de Oro e igualar a su eterno rival deportivo, el argentino Lionel Messi.

No le interesa caer bien cuando hace declaraciones, prefiere demostrar su talento regalando títulos a los hinchas: ganó tres Premiere League con el Manchester United, cinco Champions con el Real Madrid, tres Supercopas de Europa, dos ligas de España y otro par de Copas del Rey.

En la actual temporada hizo 44 goles y jugó la misma cantidad de partidos. Los números están de su lado pero aun así los merengues lo han silbado en el Bernabeu cuando les tocó perder. Y él no puede soportar que los hinchas de su equipo le chiflen si algo no sale porque “da el 100% y quiere hacer lo mejor”.

El Cristiano vanidoso que tan poco cariño despierta en Sudamérica por pecar de pedante necesita “apoyo extra” si hay malas rachas. Y ese atisbo de vulnerabilidad que muestra en contadas ocasiones lo tuvo en exceso cuando dormía abrazado a la pelota de fútbol como si fuera un peluche, y lloraba todas las noches porque extrañaba a su mamá.

El dolor de los niños lo conmueve

Santiago murió en un colegio mexicano tras un sismo. Su madre escribió una extensa carta donde le decía a Cristiano que su hijo lo admiraba como un padre. Él se enteró y posteó “envío a la familia de Santiago un enorme abrazo”.

Cristiano abandonó el hogar familiar en Madeira con 11 años y se mudó solo a la capital portuguesa para jugar en el Sporting de Lisboa. Compartía habitación con unos muchachos cuatro años mayores que se reían de él porque tenía los dientes torcidos y un acento cerrado, típico de Funchal, la isla donde nació.

Lo primero que hizo cuando empezó a amasar su fortuna fue ir al ortodoncista y mejorar su dentadura. Se estima que invirtió 50 mil dólares en cambiar su aspecto (nariz, cejas, maxilares) y que se hizo adicto al botox. Habla con propiedad cuando recomienda tener alta el autoestima.

Hoy está conforme con su físico y se lo grita a los 132 millones de seguidores que tiene en Instagram, un 28% más de los que tiene Messi. “No soy un Príncipe Azul pero me miro al espejo y me gusta lo que veo. Hay que darse valor”.

El portugués que en 2011 respondió enojado a los detractores que le gritaban “Messi, Messi” desde la tribuna que lo hacían por envidia ya que él es “guapo, rico y un excelente jugador” es la misma persona que apenas se enteró que el hijo de su colega Carlos Martins estaba enfermo quiso donar su médula ósea.

Gran uso de las redes sociales

Dona sangre dos veces al año y lo promueve entre sus fanáticos. “¡Motivación! Comparte una selfie tuya donando plasma e inspira a otros a donar”, escribió en su Instagram y acumuló más de tres millones de me gusta.

No tiene tatuajes en su esbelta figura y responde a una razón social, no estética: entre uno y otro hay que esperar al menos cuatro meses para poder donar sangre y Cristiano lo hace dos veces por año.

“Tengo hijos, espero no necesitar estas cosas, pero nunca lo sabes, por eso me involucré en esta causa. Creo que es fantástico para el mundo”, dijo sobre las campañas de salud y concientización que hace.

Desembolsó 135 mil dólares de su cuenta para ayudar a las víctimas del tsunami en el Océano Índico, y 3,6 millones para ayudar a terminar con el hambre en África.

Destinó otros 165 mil dólares a un centro de tratamiento oncológico donde su madre, Dolores Aveiro, se curó de cáncer de mama en 2008.

En 2016 publicó un vídeo en Twitter dedicado a los niños sirios: “Sabemos que han sufrido mucho. Soy un jugador muy famoso pero ustedes son los verdaderos héroes. No pierdan sus esperanzas. El mundo está con ustedes. Yo estoy con ustedes”, les dijo.

En octubre de 2017 subastó el Balón de Oro que ganó en 2003. Los 600 mil euros que Idan Ofer pagó fueron a parar a Make a Wish, una fundación que ayuda a niños con enfermedades incurables.

En una entrevista con Martín Liberman contó que su padre era alcohólico y dijo que nunca tuvieron una buena charla. Pero esa tarde se le olvidó un consejo que recibió de ese hombre que falleció cuando Cristiano tenía 20 años, y llegó a tiempo para darle un último beso gracias a que el técnico Alex Ferguson lo incitó a ir a despedirse al hospital.

“Mi padre me enseñó que cuando ayudas a los demás Dios te da el doble, y eso es lo que a mí me ha pasado”, dijo en otra nota el portugués.

Favorito también si se trata de ayudar.

Cristiano Ronaldo se enteró que Erik Ortiz Cruz necesitaba 64 mil dólares para poder costear una cirugía neurológica porque el tío del bebé de diez meses recurrió a él para pedirle que firmara camisetas para subastarlas. Pero el goleador del Real Madrid ofreció a su familia hacerse cargo del tratamiento completo. En 2010 armó un partido benéfico para colaborar con los damnificados del temporal de Madeira, su archipiélago natal.

En agosto de 2015 fue distinguido por la web “Athletes gone good” (atletas que lo hacen bien) como el deportista de elite más solidario del mundo. Lo escoltaban John Cena (lucha), Serena Williams (tenis), Yu-Na Kim (patinaje) y Neymar Jr, que se ubicó quinto.

En octubre de 2017 un incendió dejó cientos de víctimas en Portugal, Cristiano se enteró de la noticia mientras comía con su pareja, Georgina Rodríguez, y empatizó con la causa: “Imposible quedar indiferente a esta tragedia. Me solidarizo con familiares y amigos de las víctimas”, escribió en su cuenta de Instagram y más de dos millones de seguidores le dieron me gusta. Luego se supo que pagó de su bolsillo los cuidados médicos de 370 afectados por las quemaduras.

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