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Avanza y se pone más celeste

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Edward Piñón

ASÍ LO VEO

Edward Piñón

Ganar sin jugar es imposible, pero cuanto más avanza la Copa del Mundo, con las imágenes que va entregando el desarrollo de los partidos, aún en el reino de la notoria paridad que impera, la sensación de que crece la ilusión de ver una Celeste bien arriba empuja con fuerza.

Las sorpresas ya dejan de ser tan sorprendentes cuando se repiten. A los grandes les cuesta una barbaridad pegar el portazo en el Mundial y los laboratorios de los ingeniosos entrenadores que prepararon los estrenos de los supuestos equipos chicos se ganan aplausos.

Está bien que así suceda, porque ese primer día lo jugaron infinidad de veces. Fueron para atrás y para adelante estudiando cada uno de los movimientos de sus adversarios. Pero, ojo. La cosa viene ahora. Desde la segunda fecha en adelante quizás haya menos sobresaltos, porque no es tanto el tiempo que existe para preparar la estrategia.

Y ahí, sinceramente, el que gana es Uruguay. Por memoria, por fortaleza colectiva, por la paz que reina en su concentración. Alejados de las responsabilidades que otros tienen que asumir porque no sumaron los tres puntos, porque los cracks no rindieron o porque la amenaza de la eliminación ya flota por encima de sus cabeza.

Y no queda ahí. Si hasta el técnico está mandando mensajes tranquilizadores, dejando de lado sus enojos en las conferencias de prensa y respondiendo a libro abierto. Con palabras emotivas y bien reveladoras de una consistencia total.

A este Uruguay, que apenas jugó un partido, lo robustecen los vaivenes de los otros equipos. Parece mentira, pero tan grande es el cambio que hemos aprendido a movernos más unidos. Es la sensación que se prende en el corazón de los jugadores y de los hinchas. Los mensajes que llegan desde Niznhy Nóvgorod y los que salen desde cada rincón del país terminan de convecer de que juntos es posible.

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