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Emir Abdulse mueve y es hipnótico. Frente a él, un grupo de al menos 15 personas lo mira con atención cómo describe la coreografía que tienen que repetir. Sus movimientos contagian y pocos minutos después el grupo repite los movimientos con bastante precisión, aunque la mayoría son invitados de un evento de una marca que presenta una colección de prendas deportivas.

Según cuenta Abdul a Ovación, el baile es algo que hizo toda la vida: “Arranqué de niño; a los seis años le dije a mi mamá que quería ser bailarín”, confiesa.

El amor por el deporte lo heredó de su padre, que era fisicuculturista. “El baile es un deporte. Hace muy bien a la salud y a la mente”, señala.

Y agrega: “Cuando empezás a bailar te olvidás de los problemas y uno puede transmitir sus emociones, tanto felicidad como tristeza. Creo que el movimiento es un ida que no tiene vuelta”.

Su disciplina contagia y con ella se trabaja todo el cuerpo: piernas, brazos, agilidad, fluidez de movimiento y coordinación.

“A mi me gusta motivar a que las personas muevan su cuerpo. Hay personas que me dicen: ‘no sé, nunca bailé en mi vida’. En realidad, el baile es un ejercicio que todos pueden aprender, sin importar edad o cuerpo. Solo es decir voy a animarme”, recalca.

No le gusta hablar con frases hechas, pero quiere que muchas más personas se animen a ponerse en movimiento. “A los que no se animan les diría que estamos de paso en esta vida y muchas veces por miedo al qué dirán o al ridículo, nos quedamos en la zona de confort. Animate a equivocarte y hacer lo que querés porque estamos de paso, no para siempre”, señala.

El principal obstáculo a sortear, dice Abdul, es la inseguridad en uno mismo. “El ser humano está todo el tiempo pendiente de verse bien”, añade.

Contagiar las ganas de bailar es su principal objetivo y es consciente de que las personas perciben su entusiasmo: “Eso es lo que recibo tanto del uruguayo como del extranjero”, concluye.