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Wanderers: primera vez en la Copa

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Wanderers
Archivo El Pais

Con un gol en el último minuto del último partido de la primera Liguilla, hace 42 años los bohemios rompieron la exclusividad de aurinegros y tricolores en la Libertadores. En pocos días inician una nueva participación.

Si Defensor quebró la historia al conquistar el Campeonato Uruguayo en 1976, un año antes Wanderers logró provocar la primera grieta en esa tradición de cuatro décadas de dominio absoluto de los clubes grandes en los torneos domésticos profesionales. A pocos días del debut bohemio en una nueva edición de la Copa Libertadores, muchos recordarán aquella clasificación lograda hace 42 años, primer episodio de la revuelta de los chicos.

Ese sacudón a las costumbres, que llevó luego al torneo continental también a Defensor, Danubio, Bella Vista, Progreso, Racing, Cerro, Fénix, River Plate, Rocha y Liverpool, resultó sorpresivo en su momento. Wanderers no llegó a la meta luego de una campaña destacada, sino que se fue acercando en silencio y cruzó esa línea que parecía prohibida para quien no fuera Peñarol o Nacional recién en el último minuto del último partido. Fue al cabo de un certamen recién creado entonces, la Liguilla, que adquiriría prestigio y valor justamente a raíz de episodios como el que se contará a continuación.

En 1974, el fútbol uruguayo estaba golpeado por el fracaso en el Mundial de Alemania. El llamado "Ejecutivo de Oro" de la AUF, presidido por Héctor del Campo, buscó jerarquizar la actividad interna, hasta entonces reducida al Campeonato Uruguayo, programando una temporada de once meses. Al Uruguayo se le sumaba la Liga Mayor, tras lo cual los seis mejores del año disputaban la clasificación a la Libertadores en la Liguilla, para la cual se fijó inicialmente el mes de enero.

El reglamento establecía que irían a la Copa los dos primeros de la Liguilla. O sea, todo o nada en cinco partidos. En siguientes ediciones se agregaron otros mecanismos para contemplar las actuaciones de todo el año y no solamente de ese minicampeonato, buscando mayor justicia aun a costa de complicar bastante las reglamentaciones. La edición inaugural resultó un éxito de público: se vendieron 210.517 entradas en los 15 partidos, cuando en todo el Uruguayo 74 se habían colocado 633.042, con 132 encuentros. Mucho después, con el cambio de la programación anual, la Liguilla comenzó a jugarse en junio: en invierno y de noche languideció hasta que fue eliminada.

En aquel enero de 1975, Peñarol arrancó como favorito: con Fernando Morena en gran momento, bien asistido por el argentino Daniel Quevedo, venía de obtener el bicampeonato uruguayo. Liverpool, en tiempos de su Operación Coraje, era el enemigo, pues le había peleado el subcampeonato a Nacional. Los tricolores tenían un equipo lleno de promesas, seguramente demasiado jóvenes, luego de que las condiciones económicas lo obligaran a desmantelar el gran plantel de 1971. Allí estaban, con menos de 20 años, Juan Ramón Carrasco y Darío Pereira, entre otros. La sorpresa, en términos burreros, podía ser Danubio.

El tapado.

Nadie vio a Wanderers, que venía varios cuerpos atrás. De hecho, los albinegros, dirigidos por el profesor Omar Borrás, arrancaron perdiendo los dos primeros partidos, ante Danubio por 2 a 1 y contra Peñarol por 2 a 0. Recién comenzó a repechar en la tercera jornada, con un 5 a 3 sobre Cerro. Después le ganó 3 a 2 a Liverpool y mantuvo su chance.

Nacional, en tanto, ganó los dos primeros encuentros y luego empató con Danubio. En la cuarta fecha Peñarol goleó 4 a 1 en el clásico. El resultado clasificó a los aurinegros y abrió la lucha por el segundo puesto: los tricolores iban a la Libertadores con un empate, pero Danubio y Wanderers mantenían posibilidades.

En la jornada final, Danubio se quedó sin nada al empatar con Peñarol. De manera que la segunda plaza continental se definiría el martes 28 de enero entre Nacional y Wanderers. Se vendieron 16.790 entradas.

Comenzó ganando el albinegro con un gol del delantero Héctor de los Santos, quien resultaría su goleador en la Liguilla. Igualó Roberto Repetto con un cabezazo, siempre en el primer tiempo. Los bohemios, que comenzaron sin apuros, aumentaron la presión en el segundo tiempo. Y ya a los 8 minutos de la reanudación tuvieron un penal. Lo ejecutó Washington Trapo Olivera, rechazó el arquero Garate, el rebote fue hacia el ejecutante, pero se molestó con su compañero Richard Forlán y el nuevo tiro salió desviado.

El tiempo se fue consumiendo entre las ansias de uno y la tenaz resistencia de otro, hasta que en el tercer minuto de los cuatro de descuento Wanderers tuvo la última: un córner en el arco de la Amsterdam. Lo ejecutó Forlán desde la izquierda, con todos sus compañeros salvo el arquero Apolinario y todos sus rivales en el área. De los Santos peinó la pelota sobre la salida de Garate, hubo un rebote en el defensa Gerolami y le quedó a Olivera. Su zurdazo reventó la red: era el gol más importante de Wanderers desde la conquista del último Uruguayo amateur, en 1931.

Hubo gritos, abrazos y casi una vuelta olímpica. Poco más de un mes después, ya estaba jugando la Libertadores, frente a Peñarol y los peruanos Universitario y Unión Huaral. Quedó tercero en el grupo, aunque se dio el gusto de golear a Huaral por 4 a 0.

Las figuras de aquel Wanderers era Juan Mulhethaler, un mediocampista de buena habilidad, así como los punteros Forlán y Olivera. El lateral Aníbal Álvez, de promisorias condiciones, sufrió ese año un accidente que lo dejó postrado de por vida. Los mediocampistas Manolo Sierra y Oscar Martirena tenían también su trayectoria. En la zaga, con menos nombre entonces, aportaba lo suyo un tal Oscar Washington Tabárez.

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