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Uruguay utilizó otra receta y así cambió su rendimiento

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Manuel Ugarte disputa la pelota en el duelo entre Uruguay y Brasil en el Sub 23. Foto: Reuters.
LUISA GONZALEZ

PREOLÍMPICO

El equipo adelantó sus líneas, pensó en el arco rival y así logró sostener con vida el sueño de llegar los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Una noche más vibrante, emparentada con el juego solidario que terminó de instalarse definitivamente en 2006 y más cercana a los verdaderos atributos de los futbolistas uruguayos, entregó otra imagen. Se vio otro Uruguay.

Para que eso sucediera fue relevante que quedara al costado el modelo que generaba angustia y desesperación, porque el absurdo repliegue y juego conservador lo único que insinuaba era el cachetazo final. Se cambió y, entonces, la Selección Sub 23 de Uruguay que enfrentó a Brasil rodeada de un aire de eliminación terminó sobreviviendo. Haciendo más que los norteños para ganar el cotejo y mantener la chance de llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Está claro que todavía no se puede estar seguro de que llegarán las caras sonrientes y felices porque Uruguay depende de lo que ocurra en otro partido para reservar los pasajes a Japón. La cuenta es bien sencilla: aunque se triunfe ante Colombia si Brasil le gana a Argentina en el choque de segunda hora del próximo domingo, Uruguay dirá adiós a los Juegos.

Obviamente que la Celeste tiene que cumplir con su papel, sumar los tres puntos, aunque la calculadora también podría jugarle a favor con la igualdad. Es que un empate frente a los anfitriones le posibilitaría estar por encima de ellos por mayor cantidad de goles a favor y luego se conseguiría la clasificación si Argentina, que ya es el campeón del certamen, cierra el cuadrangular con un triunfo ante los norteños. Igualmente, aquí hay que aguardar la combinación de resultados (el empate de Uruguay y la derrota de Brasil) porque la resolución sería por diferencia y cantidad de goles anotados.

Eso sí, por encima de la especulación matemática, por afuera del juego de si yo gano y el otro no lo hace, lo que debe imperar por estas horas en la delegación es la intención de seguir en la línea exhibida en el último compromiso ante Brasil, cuando el equipo tuvo de esos elementos cruciales para que se le considere como tal.

Para empezar, lo más significativo es que se tomó la determinación de jugar el partido más allá de la última zona defensiva. Se adelantaron las líneas, se jugó de igual a igual, se pensó tanto en el arco rival como en el propio, se presionó, se fue agresivo en la marca, se retrocedió con inteligencia, pero jamás se abandonó la idea de ir hasta la línea defensiva de Brasil. Entonces, por pasajes del cotejo al conjunto norteño le costó una barbaridad ejecutar su rotación de balón que desorienta y destruye las líneas defensivas.

Los delanteros convirtieron nada más que cuatro goles de los ocho que lleva Uruguay. Al arco se remató en 24 oportunidades entre los seis partidos.

Quizás de no mediar el grueso error de Ignacio De Arruabarrena, que terminó aparejando la igualdad en el marcador, Uruguay pudo terminar la contienda clásica de otra forma. Y, también hay que decirlo, aún con esa falla el triunfo pudo caer también si Diego Rossi no desperdiciaba la gran oportunidad que le entregó un medido pase de Santiago Rodríguez.

La receta está. No significa que tenga que aplicarse a rajatabla de la misma forma para dar el campanazo en el campeonato y dejar fuera de los Juegos al anfitrión, pero es innegable que hay muchos puntos que deben aparecer, porque volver al libreto anterior es retroceder varios casilleros y condenarse a recibir el golpe final.

Además, hay varias cosas que todavía deben potenciarse porque la mejoría no trajo consigo el triunfo. Y este es uno de los puntos más flacos que tiene un conjunto que aspira a ser olímpico. De seis compromisos disputados hasta la fecha la Celeste de Gustavo Ferreyra ganó nada más que dos partidos.

Hay que ser más efectivos en la definición de las jugadas y, fundamentalmente, no regalar goles tontos. Porque así, por más que se prepare la mejor estrategia de todas, no hay futuro positivo posible.

LO BUENO

Una evolución en el juego

Se adelantaron las líneas
Por primera vez en el Preolímpico la Selección uruguaya no jugó tan retrasada en el campo. Eso ayudó a que fuese mayor el número de futbolistas que pasaba la mitad de la cancha y que el arco rival no quedase lejos.

Mejor presión y más contención
Frente al rival que mayores peligros genera con la circulación del balón se presionó más arriba, con más fuerza y se fue muy efectivo en la marca. Hubo solidaridad para cortar los circuitos brasileños.

Hubo más jugadas de ataque
Se falló en la culminación, especialmente en los minutos finales, cuando Santiago Rodríguez logró gestar dos buenas jugadas, pero al menos esta vez se fabricaron más acciones de ataque. Uruguay pudo ganar el partido ante Brasil.

Una zaga más firme y segura
A lo mejor por la reiteración de partidos juntos o quizás por la superación del trabajo de los mediocampistas, pero lo cierto es que Emanuel Gularte y Mathias Laborda formaron una dupla de zagueros muy firme. Segura por arriba y ganadora en los anticipos.

El sueño de ir a Tokio está vivo
El empate ante Brasil dejó a Uruguay con posibilidades reales de clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio. Antes del cotejo parecía bastante difícil de que eso se pudiera dar. Aunque se depende de otro resultado, al menos la chance existe y eso es buena cosa.

lo malo

La otra cara de la moneda

Depender de otro resultado
Aunque se llega a la última fecha con opción de clasificar a los Juegos Olímpicos, se depende del resultado del partido entre Argentina y Brasil. Un triunfo de los norteños elimina a Uruguay de Tokio 2020 sin importar si vence a Colombia.

Los errores de los futbolistas
El equipo recién jugó como tal ante Brasil, pero poco se puede aspirar a lograr si se cometen errores tan grandes como el que protagonizó Ignacio De Arruabarrena en el gol norteño o de la mala definición de Rossi.

Lo que costó ser más audaz
La figura táctica y la postura del equipo en la cancha se cambió recién en el sexto partido. Al técnico Gustavo Ferreyra le costó bastante darle otra identidad al equipo para que dejara de ser tan conservador. Y eso que no jugaba nada bien.

Un equipo que le cuesta ganar
La Celeste tiene nada más que dos triunfos de seis cotejos disputados y ambos los ganó por la mínima diferencia. Además, suma ocho goles a favor en seis partidos disputados. En la primera fase solamente hizo más tantos que Chile, Ecuador, Venezuela y Perú.

El armado de un once diferente
Para mejorar el juego es determinante mantener una alineación base. Esto, por ejemplo, se repitió ahora en la línea final, pero por regla general Ferreyra llevó adelante muchas modificaciones. Esa idea no prosperó en la medida que se buscaba porque no se ganó.

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